miércoles, 30 de diciembre de 2015

No hay que exagerar...



No hay que exagerar…

 Eduardo de la Serna




Algunos amigos y amigas, de los que en ningún momento pongo en duda su buena voluntad, su cariño, y su honestidad intelectual me dicen que exagero, que no es “para tanto”, que hay que darle tiempo.

Claro que del mismo modo que respeto y acepto su mirada y punto de vista, no puedo menos que ser honesto con lo que yo veo, con lo que vislumbro, con lo que – inclusive – intuyo. Ser “honestos con lo real” es un punto de partida fundamental. Y quiere ser el mío.

¿Y qué vislumbro, o veo? Sin duda que hay cosas de distinto calibre, distinta densidad aunque formen parte de un todo. Que quiten o disminuyan impuestos a los autos de alta gama, embarcaciones y aviones en lo personal no me afecta, aunque evidentemente queda claro a quiénes beneficia. Que el ministro diga que se hace en vistas del objetivo de “pobreza cero” ya me molesta, porque siento que se burlan de mi inteligencia.

Que se quiten los subsidios de suministros energéticos (luz y gas) no sólo “me” perjudica, sino que perjudica a la inmensa mayoría de la población, particularmente a los pobres. Y además, que el ministro diga que se hace para que “aumente la inversión” nuevamente lo siento una burla.

Que no se convoque a sesiones extraordinarias del Congreso afecta la institucionalidad, y que esto implique gobernar por DNU (Decretos de Necesidad y Urgencia, sin que quede clara la urgencia y la necesidad, con lo cual lo que queda claro es que se pretende saltar el Congreso) es autoritarismo (¿no se criticaba eso, antes?). Y que en esos DNU se atente, deroguen leyes de la democracia, me resulta insufrible, y también ilegal. No veo que un “decreto” pueda derogar o modificar una “ley”. 

El avance contra la ley de servicios de comunicación audiovisual, su derogación, las intervenciones del AFSCA y del AFTIC me resultan autoritarias y – nuevamente – justificadas por una burla a mi intelecto: “se acabó la guerra del Estado contra el periodismo”. Y hablar de “pluralidad de voces” me parece de un cinismo grave. Creo – y lo he dicho y repito – los Medios de Comunicación crean realidades, y lo que se dice y repite pasa a ser tomado como “dato adquirido”, incuestionable, verdad absoluta. Y ponerlo en duda te hace merecedor de una mirada casi compasiva (“pobre tonto… ¡no entiende!” o “¡qué colonizado que está!”) cuando no de insultos o portazos. Los que vislumbramos que la intervención del AFSCA habilitará la compra de Nextel por parte de Clarín (que había sido rechazada por el organismo), no sólo implica un fenomenal caudal de ingresos (por el 4G) sino seguir aumentando el oligo-(casi mono)-polio de las comunicaciones del país. Con todo lo que eso significa en las mentes (y la ironía de que quienes se negaban a la participación de las empresas telefónicas en la Ley pretendan ahora participar de ese “nicho”).

El avance contra el Poder Judicial (con la anuencia de algunas de sus máximas autoridades, dadas al lobby antes que a intentar administrar justicia) me resulta preocupante. Lo cual implica no sólo saltar sobre el legislativo sino también sobre el judicial, lo que se asemeja a la “suma del poder público”. Colar ministros de la Corte Suprema por una ventana (con una indisimulada sonrisa cómplice del cortesano mayor), meter miembros en el Consejo de la Magistratura, intentar y presionar la renuncia de la Procuradora General de la Nación, recortar su poder quitándole, por ejemplo, las escuchas (con lo peligroso en ciernes, de la vuelta de los “espías” al manejo de áreas tan sensibles a la libertad, la intimidad y la posibilidad de chantaje). Y, de nuevo, con la burla a nuestra inteligencia, porque se dijo que no se quieren jueces “macristas” y se pretende la “independencia del poder judicial”. Ah… y todo por DNU. Esa independencia que hace que se desprocese al único presidente procesado de nuestra historia. Rápidamente, claro. Porque ciertas cautelares casi parecen firmadas antes que se las pida, mientras que otras se demoran tiempos eternos. Interminables. Es que la cautela tiene sus tiempos.

El avance económico, silencioso (con la complicidad de los medios que no hacer referencia a nada, como la inseguridad que – por arte de magia, o movida por un hada gobernadora – ya no existe) hace ver que la inflación desde que se anunció el “ajuste” que en el recurrente vocabulario del cinismo se llama “sinceramiento” o “corrimiento de precios” sea galopante. Que la apertura de importaciones hace presagiar caída del empleo. En los primeros momentos todos podremos comprar baratos y simpáticos productos en nuevos “todo por dos pesos”, mientras se va socavando y corroyendo el empleo. Esa película ya la vimos. Pero todos pueden comprar hasta 2.000.000 de dólares por mes y autos de alta gama más baratos porque hay igualdad de oportunidades. Todos pueden. Cualquiera. La plata alcanza cada vez menos, el trabajo se vislumbra en peligro y con sueldos más bajos después de un primer momento de fiesta gracias a los sojeros y trigueros que inyectan dinero (no gratis, por cierto) y al apoyo (= préstamos, endeudamiento) de bancos “amigos”. Es decir, el círculo vicioso de la pobreza creciente avanza. Eso sí, con “buenas noticias”, como el otro ministro lo dijo en su media sonrisa.

Y pienso, pero no me extiendo en los temas internacionales (alianza del Pacífico, fractura del Mercosur, maridaje con los EEUU, unilateralismo) y la graciosa liberación de presos fugados misteriosamente porque se ha declarado la guerra al Narcotráfico, pero "no a todo"... Y tampoco me extiendo en nombramientos en Unidad Fiscal, en Inteligencia, en la Legal y Técnica, o el cierre de programas como "Argentina sonríe", por ejemplo. O en la represión, carros hidrantes, francotiradores, balas de goma... Ameritaría, pero "para muestra basta un botón".

¿Cuál es mi intuición? Que están yendo por todo a toda velocidad, que el golpe sea duro el primer semestre para después tener tres semestres en los que la amnesia, el olvido y el invalorable aporte de los MCS les permita sonreír en esta fascinante revolución de la alegría y las buenas noticias porque “estamos contentos”, y enfrentar sonrientes las elecciones de medio término. Y por eso, precisamente por eso, que no puedo menos que estar preocupado. Porque trato de dedicar mi vida a los pobres, y veo que la bola de nieve avanza y crece. No es por mí, y – lamentablemente – no creo estar exagerando.


martes, 29 de diciembre de 2015

Comentario navidad 2

Jesús sigue acampando en nuestra tierra

DOMINGO SEGUNDO DESPUÉS DE NAVIDAD
3 de enero

Eduardo de la Serna



Lectura del libro del Eclesiástico     24, 1-2. 8-12

Resumen: La sabiduría de Dios habla de sí misma presentándose como una entidad independiente. Y se la destacará como presente en medio de su pueblo después de haber recorrido todos los tiempos y todos los lugares antes de “acampar” en Israel. Esto es lo que canta litúrgicamente el autor.


Una serie de textos de la literatura sapiencial presentan unos himnos en los que se refiere a la sabiduría divina presentada casi como si se tratara de una persona; se los ha llamado de “la sabiduría personificada”, como si se tratara de una licencia poética, una especie de “hipóstasis”. Sea como fuere, lo cierto es que estos textos fueron muy utilizados en los primeros escritos cristianos para hablar de Cristo ya que permitían dar pasos que la ortodoxia judía –a la que adherían- de ninguna manera les habría permitido dar: la preexistencia de Jesús, la altura (casi) divina… La gran mayoría de los himnos del NT, que son cristológicos, utilizan estos cánticos, como el prólogo del Evangelio de Juan (Evangelio del día). La referencia a la sabiduría que acampa en medio de su pueblo sin duda ha inspirado al autor del himno de Juan, y parece el motivo por el que es incorporada en el leccionario de hoy.

La “Sabiduría” comienza con un elogio de sí misma, luego la muestra buscando “su lugar en el mundo” hasta que “acampa” en Israel (vv.3-12) para luego establecer imágenes comparativas: con el universo vegetal (vv.13-17), y con un banquete (vv.19-22).

Para la Biblia es sumamente necio la auto-alabanza; sólo tiene sentido alabar a Dios, o su obra en nosotros, esto es “gloriarse” en Dios que actúa (cf. 39,8; Jer 9,22-23). En este caso, la Sabiduría lo dice expresamente, se gloría “en medio de su pueblo, en la asamblea del Altísimo abre su boca, delante de su Poder (= Dios) se gloría”. Lo que hará, entonces es hablar, pero de la obra que Dios ha hecho en su pueblo, y esto se expresa en la liturgia (vv.1-2).

Esta sabiduría, una vez que “sale” busca un lugar donde asentarse, y recorre el universo entero; cubrió la tierra entera (v.3), pareó por las alturas (vv-4-5a) y los abismos (v.5b), el mar y todos los pueblos (v.6), así, en todo “lugar” estaba la sabiduría, y también, en “todo tiempo” (v.9), buscaba “descanso”, y “herencia” (v.7) y entonces “el Creador” le ordenó “poner su tienda” en Israel (vv.8.10-12). Y esta presencia se expresa de “adentro” hacia “afuera” comenzando por el Templo (v.10a), en Jerusalén (vv.10b-11) y en todo su pueblo (v.12).

Con las doce comparaciones vegetales (“como…”) continúa el relato, pero la liturgia lo interrumpe aquí. El acampe de la sabiduría en medio de su pueblo es lo que le interesa destacar a la liturgia de hoy.



Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Efeso     1, 3-6. 15-18

Resumen: la carta a los Efesios comienza con un himno que antecede a la habitual acción de gracias donde se canta que “en Cristo” los judeo-cristianos han accedido a la plenitud de las bendiciones esperadas. Y que esto y también se hace extensivo a los paganos “en Cristo” por la predicación del Evangelio. Luego de esto vienen los saludos en los que la fe en Jesús y el amor a los hermanos pasan a ser centrales.

La llamada carta a los Efesios presenta una serie de novedades interesantes que no es el caso comentar aquí. Lo cierto es que como otras pocas cartas (2 Corintios y 1 Pedro) no comienza como suele ocurrir en las restantes con una “acción de gracias” sino por una “bendición” que tiene una cierta forma hímnica (en este caso, la acción de gracias se hará más adelante). Los himnos del Nuevo Testamento suelen ser cristológicos, y esta no es la excepción, aunque las implicancias sean eclesiológicas. “En Cristo” se celebra y canta que las bendiciones que los judíos esperaban de parte de Dios se han concretado plenamente: “bendecido”, “elegido”, “santos”, “hijos adoptivos”, “herencia”, los que ya antes esperábamos (vv.3-5.11-12). Los judeo-cristianos cantan y celebran que esto se ha alcanzado “en Cristo” (vv.3.4.6.7.9.12), pero hay una novedad, un “misterio” (v.9; cf. 3,3.4.9; 5,32; 6,19) y es que todo esto se abre también a los paganos “tras haber oído la palabra de la verdad, el Evangelio” (v.13), “en él también ustedes”.

El texto litúrgico presenta la primera parte de este himno, y luego pasa a la primera parte de la carta propiamente dicha: “Por eso yo, al haber tenido noticias de la fe de ustedes…” En realidad, comienzan los saludos a los destinatarios, que nos son desconocidos, pero de los que sabemos que vienen del ambiente pagano. Este saludo, excesivamente largo (no hay un punto desde v.15 hasta v.22) se interrumpe en el texto litúrgico. El autor, un discípulo de Pablo da gracias (v.16) y pide para que tengan “espíritu de sabiduría y de revelación” para “conocerlo” y que conozcan la esperanza y la gloria. Todo esto ya que “Pablo” ha tenido noticias de la “fe en el Señor Jesús” y la “caridad para con todos los santos”. Una vez más la relación entre Jesús y la comunidad y sus miembros son inseparables.


+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     1, 1-18

Resumen: Un himno antiguo canta la presencia de Dios en medio de la historia. Juan lo retoma destacando que eso ocurre desde “el principio”. En nuestra historia, Dios eligió plantar una carpa para moverse con nosotros en la vida.



El conocido “Prólogo” del Evangelio de Juan constituye la lectura del día, aunque –como veremos- no es evidente que todo el texto aluda a Cristo.

Para comenzar, llaman la atención las dos referencias en medio del himno a la figura de Juan, el Bautista (vv.6-8 y v.15) y tienen toda la apariencia de haber sido insertadas en un momento posterior (de hecho, la lectura breve del texto omite estas partes). Se ha propuesto –y parece muy probable- que el autor que introduce el himno en el Evangelio (quizás en la última etapa de la redacción) conozca un himno cristológico primitivo al cual le realiza algunos añadidos, un “Himno a la palabra de Dios”. En este sentido, el himno primitivo cantaba la palabra de Dios activa en la Creación (vv.1-5; cf. Gen 1), la palabra enviada por Dios en la historia de su pueblo, por ejemplo en los profetas (“fue dirigida por Dios la palabra al profeta X…”, cf. 1,9-13) y finalmente esa palabra se hizo carne en la historia en el envío de Jesús (vv.14.16-18). Tres momentos, entonces marcan que Dios no se ha desentendido de la humanidad en la historia, pero –como se ve- recién en el tercer momento el himno primitivo habría hecho expresa referencia a Jesús como la palabra viva que Dios dirigió.

Ahora bien, este himno primitivo fue tomado y reelaborado por el Evangelio, y la incorporación del Bautista en diferentes momentos provoca que esa “palabra” de Dios sea vista como el mismo Jesucristo desde el primer momento. Cristo es “palabra de Dios” desde siempre, y no ya desde la Encarnación Al releerlo ya desde antes de la Creación la palabra –que ahora es Jesús- estaba “junto a Dios” y “era Dios”. El término “palabra” (lógos) es sin duda el término clave, y parece que debe entenderse en continuidad con la palabra de Dios en la historia de su pueblo, manifestada en las escrituras, y no en el sentido que le daban los griegos o los gnósticos (para estos, el “logos” tenía otro rol que es bastante diferente del que podemos encontrar en este himno).

Hay una serie de términos que se encuentran en el relato que son claves en todo el Evangelio y sería muy extenso detenernos en ellos (por ejemplo, luz – tinieblas, vida, creer, gloria, verdad, etc.); especialmente teniendo en cuenta que la Navidad es la razón de su incorporación en la liturgia. El v.14 parece ser fundamental en este tiempo y el motivo de su incorporación:
«Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como unigénito, lleno de gracia y de verdad».
La palabra “acampó” (skênóô) está relacionada con la “gloria de Dios” (doxa) en la referencia a la “tienda del Encuentro” en el desierto, donde Dios se hace presente a su pueblo (Ex 40,34.35; Lev 9,23; Núm 14,10; 16,19; 17,7;  20,6); también se dice en relación a la Sabiduría (Sir 24,8). Allí el pueblo podía encontrarse con Dios, ahora esta gloria se manifiesta en la presencia de Jesús como palabra hecha carne. Es probable que la insistencia en la carne (sarx, Mt x5, Mc x4, Lc x2; Jn x13) tenga que ver con una posición conflictiva con los espiritualistas de la comunidad que terminan negando la carne en nombre de la novedad aportada por Jesús, pero esta “desencarnada”. Lo que viene por esta palabra encarnada es la “gracia” y la “verdad” (gracia en Juan sólo se encuentra en el prólogo, vv.14.16.17) que superan la ley dada por Moisés (v.16). Esta gloria le viene dada por su condición de “unigénito” (monogenês). Pero la novedad también viene dada por el uso del “nosotros” (antes se expresó en tercera persona), los lectores y oyentes somos introducidos en este mundo nuevo por la encarnación. La carpa puesta por la palabra no nos deja fuera o como espectadores sino que actúa en nosotros y “hemos recibido” (v.16).





Foto tomada en San Francisco Solano

domingo, 27 de diciembre de 2015

Comentario Sagrada Familia "C·

Con el ejemplo de sus padres Jesús aprende a estar en las cosas de Dios

Sagrada Familia – “C”
27 de diciembre

Eduardo de la Serna



Lectura del 1er libro de Samuel            1,20-22.24-28

Resumen: una mujer estéril se dirige a Dios en su oración y es escuchada. Su hijo, Samuel será presentado en el Templo como agradecimiento a Dios por el favor recibido.

            En un pueblo, llamado Ramatáin, más tarde Ramá y luego Arimatea, un hombre llamado Elcaná estaba casado (1 Samuel 1,1). Tenía dos mujeres, Peniná y Ana (1,2). Ésta era la preferida de Elcaná (1,5), pero no tenía hijos.  Era un hombre religioso y año a año peregrinaba al santuario (1,3). Esto, entre otras cosas, es indicio de que la esterilidad de Ana no era a causa de su infidelidad, sino de otra cosa. “Yavé había cerrado su seno” (1,5), se dice. Como tener hijos era un indicio visible de la bendición de Dios, Peniná se burlaba y ofendía a Ana, tanto que se la presenta como “rival” (1,6). Aparentemente la ofendía especialmente cuando iban al Templo (1,7), seguramente para resaltar que ella era bendecida por Dios, mientras no lo era la otra. La tristeza la embarga a Ana que en las peregrinaciones se negaba a comer (1,7-8).

            Un día, después de haber comido se dirigió al Santuario donde la vio el sacerdote Eli. Ella empezó una intensa oración en medio de la amargura. Como es habitual en Israel, la lamentación o súplica, manifiesta su dolor por alguna/s razón/es, pero se manifiesta tan confiada en la intervención de Dios que suele terminar en alegría confiada. Ana pide un hijo, que sea signo de la bendición y no apariencia de maldición divina, y a su vez pide justicia frente a su rival. Por eso se compromete a entregar a su hijo al templo cuando éste nazca (1,11), será un consagrado. Una escena pintoresca acompaña este voto de Ana. El sacerdote Eli, al no escucharla hablar en voz alta, tal como era la costumbre, piensa que Ana está borracha -como también era la costumbre en las fiestas- y le dice que vaya afuera a vomitar su alcohol (1,14). Esto da pie a Ana a expresar su dolor al sacerdote que la manda en paz y le desea que Dios la escuche (1,17). Esto parece haber llenado de consuelo a Ana, como si Dios mismo le hubiera hablado, y “comió y ya no pareció la misma” (1,18). Ana halló “gracia” ante Dios (Ana quiere decir “gracia”, hanna en hebreo) y Dios “se acordó de Ana” (1,19) que engendró un hijo: Samuel. Como todos los años, Elcaná subió con su familia al santuario, pero Ana permaneció con el niño. Como su promesa era entregarlo al Templo, quería esperar el destete (aproximadamente a los 3 años en aquellos tiempos) para ofrecerlo en la primera ocasión. Así lo hizo y se lo presentó al sacerdote Elí recordándole la conversación tenida entonces.

            Ana, a continuación entona un cántico (1 Sam 2,1-10) expresando en el Salmo la alegría por la intervención de Dios “porque” (los himnos suelen tener un “porque” en la poesía hebrea). La referencia a los que dicen arrogancias, palabras altaneras, que él juzga las acciones, que Dios quiebra a los fuertes, que la estéril da a luz siete hijos y la madre de hijos queda estéril, levanta del polvo al humilde, y los malos perecen en tinieblas, los rivales quedan quebrantados, pues Yavé es el que juzga, en este contexto no puede sino referir a Peniná. Lo cierto es que, después de esto, y de que año a año Ana llevaba un vestido a Samuel (2,19), Dios le concedió tener otros tres hijos y dos hijas. Y aquí termina la historia de Ana ya que comienza en adelante a hablarse de su hijo, Samuel.

            Podemos tener presentes varios elementos de esta mujer: la burla de la otra mujer de Elcaná, la ofensa del sacerdote Eli, o incluso el voto y la ofrenda de su hijo que inspirarán después la leyenda de los padres de María -Joaquín y ¡Ana!- presentandola en el Templo. Pero conviene detenernos en otro aspecto: como persona religiosa, Ana confía plenamente en Dios. Llora, se apena, se niega a comer, se lamenta, pero precisamente su confianza en Dios le hace saber que su oración será escuchada. Precisamente como expresión visible de su bendición, como también lo es en el caso de otras mujeres estériles, matriarcas de Israel, como Sara, o la mamá de Sansón, o lo será luego la mamá del Bautista. Y por otro lado, también como persona religiosa, al recibir el signo de la bendición no puede sino cantar el agradecimiento a Dios “por” su obra en ella. Es interesante que un salmista, que tomó para su canto una parte del cántico de Ana (Salmo 113,7-8), parece terminar haciendo referencia a ella: “Asienta a la estéril en su casa, como madre feliz con hijos” (v.9).

            Lucas nos narra que otra mujer, llena de “gracia” también tomará mucho de este cántico para hacer el suyo, el Magnificat de María. Ana aparece entonces como una persona que confía que la “gracia” de Dios la acompaña en su vida, y sea en el dolor o en la alegría, en la burla de otros o el cariño, sabe que Dios “se acuerda de ella” y -en esto- se acuerda de su pueblo.


Primera carta de san Juan                     3,1-2.-21-24

Resumen: el inmenso amor de Dios por los suyos los engendra como hijos, y son ya ahora en el presente una realidad que – además – será más plena en la manifestación futura. Algo incomprensible para quienes no sean “hijos de Dios” sino que sean “del mundo” y por tanto sean incapaces de “conocer” y – por tanto – de vivir la justicia y la santidad como Jesús.

La carta Primera de Juan está escrita en un evidente marco polémico. Al interno de la comunidad aparecen algunos que dicen o hacen cosas que el autor de la carta considera contrarias a lo que el discípulo fundados (el discípulo Amado) había puesto como cimientos. Muchos vocativos parecen marcar los ritmos del texto (“queridos”, “hijos míos”, “hermanos”…); por otra parte, es evidente que los frecuentes “si alguno dice…”, “todo el que...” son indicios de que había en la comunidad quienes lo decían o hacían. Con un pequeño paréntesis sobre el ser y obrar como “hijos de Dios” Juan introduce una nueva unidad en la carta (paréntesis que parece introducido por los vv. 2,28-29 que son conclusión de lo anterior y nuevo comienzo). Luego de este paréntesis, desarrollará las características que tiene la vida cristiana (ser de la justicia y enfrentar el pecado [3,3-10], ser del amor y la vida, enfrentar los asesinos [3,11-24], ser de Dios, no del mundo [4,1-6]).

Hay muchos elementos que hemos visto la semana anterior (amor, conocimiento [es importante recordar que este conocimiento no se refiere a algo “racional”, como el que proponen los espiritualistas que “conocen a Dios”, sino una experiencia e intimidad profunda]), pero hay elementos nuevos que merecen ser mirados:

El versículo introductorio (2,29) establece una estrecha relación entre Dios, que es justo, y el cristiano que debe “obrar la justicia”. Sin duda que el tema es claramente conflictivo con los grupos que proponen un espiritualismo que los aísla del hermano/a. Obrar la “justicia” (entendida en sentido semita, como “vivir plenamente acorde a la voluntad de Dios”) no es habitual en los “espiritualistas que sólo pretenden mirarse en su relación personal (individual) con Dios. En ese sentido, en Juan, no parece distinto “obrar la justicia” que vivir “el amor”. Pero lo importante, además, es que ese tal “ha nacido de él” (si bien se dice que “Jesús es justo” [1,9; 2,1; 3,7], en este caso parece decirse de Dios). De allí que dedique, el autor, los siguientes dos versículos a desarrollar esta generación divina. Esto supone no un mero “título” sino una “generación”, una trasformación de las personas. Sin duda esto empieza a insinuar la confrontación que se desarrollará en los versículos que siguen ya que hay otros “hijos”, del diablo (3,8), de Caín (3,12), del anticristo (4,3), del mundo (4,5). La filiación se reconocerá en el obrar, pero no lo sabrán “conocer” los que son “del mundo”. Como se ve, el autor se mueve ante tipos contrapuestos (el mismo Caín es tipo del homicidio) que supone dos modos de ser y – por tanto – de obrar, la justicia o el pecado.

Es interesante que ante la nueva dimensión existencial, el texto habla del aspecto presente (lo que somos, 3,1b-2a) y lo que seremos (3,2b-c). El presente y el futuro. Pero esto es obrado – en el presente – por Dios en los hijos al “engendrarlos” (2,29), y tiene consecuencias: no son “del mundo” que es el ambiente que rechaza a Jesús (no debe entenderse en sentido platónico ni –menos aun en 1 Jn – espiritualista como “ciudadanos del cielo”; ver Jn 15,18-19; 17,14-16). Los “hijos” deben llevar una vida justa como la de Cristo (Jn 13,15.34; 15,12; 17,17-19), y tienen la esperanza puesta en el futuro (Jn 5,28-29; 17,24).

El tema del “futuro” no es un tema muy frecuente en Juan como es sabido. Sin embargo no es ajeno a un tema importante en el cristianismo desde los orígenes, como es la venida futura de Jesús (aparentemente a eso se refiere el futuro: “aún no se ha manifestado”, “cuando se manifieste”). Quien “conoce” a Dios es asemejado a él, “engendrado”; y en la tradición joánica, esta experiencia es mediada por Jesús: él poseyó el nombre divino y la igualdad con Dios (Jn 17,11-12); compartió este nombre con los discípulos (17,6.26), y estos han participado del destino de Jesús a manos del mundo (15,21) y contemplarán su gloria (17,24).

Cuando dice "Miren qué amor nos ha tenido el Padre», debemos pensar en Jesús, la fuente de la filiación, el amor encarnado de Dios dado por nosotros. El mundo es incapaz de conocer a Dios y a su enviado, por tanto, incapaz de conocer a sus hijos, que se asemejan a él. En el retorno de Jesús, cuando los hijos engendrados vean a Dios como es, la semejanza será aún mayor. La santidad / justicia es nuestra mejor preparación para ser semejantes a Dios y para verlo / conocerlo.

Con un “hijos míos” comienza la unidad litúrgica (el vocativo “queridos” de v.21 no marca una nueva unidad ya que continúa la referencia a la conciencia, cf. 19.20 y 21). En 4,1 un nuevo vocativo (“queridos”) da comienzo a un nuevo apartado.

El acento está en “no amar de palabra o con la boca” (v.18) sino “guardar” los “mandamientos” (22.24). Es evidente que el mandamiento es el tema central de la unidad (y de otras partes de la carta) haciendo referencia al “mandamiento del amor” que Jesús destaca en la despedida a los suyos en el Cuarto Evangelio. El primer contraste está dado entre “palabras” y “boca”, que se asemeja a los que “dicen” pero son “mentirosos” (cf. 2,4.22; 4,20) ya que no hacen aquello que dicen, por un lado, y las “obras” y la “verdad” por el otro. Ambos pares son sinónimos. La verdad, en Juan (como en general en la Biblia) no se trata de una teoría, sino de una praxis. La verdad se obra, se vive (Jn 3,21; 1 Jn 1,6; 3 Jn 8; cf. Tob 3,2; 13,6; Sal 33,4; 111,7; Ez 18,9; Dan 3,27; 4,34). Es por eso que “somos” de la verdad (v.19) porque “guardamos sus mandamientos”.

El mandamiento (aunque en v.22 se mencione en plural, a continuación se lo presenta en singular como “un” mandamiento, v.23) tiene una doble dimensión: creer en el nombre de su Hijo y que nos amemos unos a otros “según el mandamiento que nos dio” (de esto habla el Evangelio de hoy y el de la próxima semana, precisamente). El cumplimiento de estos mandamientos provoca la “permanencia” (ver Evangelio de hoy) que es una inter-habitación mutua: él en Dios y Dios en él. Y esto en relación al espíritu que ha sido “dado”. La referencia al discurso de despedida de Juan es evidente y remitimos a esto.

Parece muy probable que en la comunidad empiezan a surgir algunos que insisten en que el ser discípulos es solamente amar a Dios y desentenderse de los hermanos. Este espiritualismo creciente (que culminará en fractura en la comunidad, como se ve en las cartas 2ª y 3ª) es ante lo que el autor alega haciendo referencia a los momentos originarios de los dichos de Jesús tal como el Discípulo Amado los ha transmitido y se encuentran en el Evangelio y por eso repite el contexto “original”.



+ Evangelio según san Lucas               2, 41-52

Resumen: Jesús se dedica a las cosas de su Padre aunque eso desconcierte a su familia, la cual con el ejemplo le enseña a estar atento a las cosas de Dios en la fidelidad a sus caminos.

            El Evangelio de Lucas, como es sabido, no pretende hacer una presentación de la “Sagrada Familia”, aunque haga referencia a los padres de Jesús. Veamos el texto y digamos, después, algo de la familia de Nazaret.

            El texto tiene algunos elementos que enriquecen el relato, y otros elementos que parecen sin importancia, casi a modo de leyenda. Las opiniones de los autores se mueven entre extremos, desde los que opinan que es un hecho histórico, confiado a Lucas por María y que presenta a Jesús como la “Sabiduría personificada” de la que hacen referencia los escritos sapienciales, hasta los que afirman que es un relato legendario y sin ningún sustento, al estilo de algunos narrados por los evangelios apócrifos. Hay elementos que “incomodan”, como por ejemplo, ¿por qué no entienden los padres de Jesús su referencia al “padre” si ya conocen lo extraordinario de su nacimiento? Además, hay elementos que no son claros: la frase “a los tres días”, ¿es una alusión velada a la resurrección?, ¿cómo hay que entender “en lo de mi padre”? La actitud de Jesús sentado entre los maestros, ¿es de discípulo o de docente? Hay muchos elementos que pueden discutirse y cuestionarse.

            El marco es típicamente de Lucas. Jesús, en su evangelio, “sube a Jerusalén” una vez, para la Pascua. Allí confluye todo el relato del Evangelio, el cual -como se sabe- dedica un importante bloque a este viaje a la Ciudad Santa. El marco de este relato también es un viaje a Jerusalén para la pascua. Es cierto que otros elementos no parecen propios de Lucas, por lo que se ha propuesto – y nos parece probable – que el evangelista haya conocido este relato y -con ligeros retoques- lo haya incorporado tardíamente a su evangelio; el final de v.52, muy semejante a v.40 es un nuevo elemento que invita a esta conclusión (Lucas incorpora un texto y para “cerrar” el bloque, repite la idea con la que antes lo había terminado). Así se comprende, por ejemplo, que los padres no comprendieran el dicho de Jesús (y que José sea presentado como “padre”, cuando en el conjunto de textos anteriores sabemos bien que no lo es. Probablemente, el texto que Lucas incorpora no conociera el dato de la concepción virginal). El relato no pretende entrar en detalles, por eso es inútil preguntarse por qué los padres lo olvidan, pierden o dejan; a lo que el texto apunta es a destacar el encuentro y las palabras de Jesús, que es lo principal de la unidad. Jesús las pronuncia a partir de las palabras de su madre, en juego de palabras, por lo que tampoco estas son fundamentales para el comentario.

            Que Jesús esté “sentado en medio de los maestros” no debe verse necesariamente como algo extraordinario. Estar “sentado” puede ser la actitud de enseñar (Lc 5,3; ver Mt 23,2; 26,55) pero también la del discípulo (Hch 22,3). El hecho – inusual en Lc – de que los llame “maestros” parece invitar a la segunda. Lucas ha manifestado predilección por los pares de miembros (“parientes y conocidos”, v.45, por ejemplo), “talento y respuestas” parece, entonces, algo frecuente en él. Ya sabemos, y se repetirá, que Jesús crece en sabiduría, es lógico, entonces, que tenga talento y haga preguntas, pero esto no habla de que sea “la sabiduría” sino que “crece en ella”, como lo confirman los dichos que Lc pone a modo de marco en vv.40 y 52).

            La pregunta de la madre lleva a la afirmación de Jesús sobre el padre, pero – “debía estar en lo de mi padre” – puede entenderse de diferentes maneras: en los “parientes” de mi padre (en ese caso se referiría a los “maestros”, lo que resulta extraño), en “la casa de mi padre” y se referiría al Templo, o en “las cosas de mi padre” y se referiría a su formación en la lectura de la ley. La referencia al Templo es probable dado que en los evangelios de la infancia hay una insistencia en la fidelidad de los padres de Jesús a las cosas mandadas por la ley, y al comienzo se nos ha insistido en que peregrinaban todas las pascuas al templo, tal como estaba mandado (más allá de si un muchacho de 12 años debía o no hacerlo). Sea como fuere, el acento está puesto en la respuesta de Jesús, particularmente en la referencia a su “padre”. La cristología había ido avanzando en el reconocimiento de la filiación divina de Jesús. Lo que en textos como Rom 1,3-4 era dicho desde la resurrección (“constituido hijo de Dios por la resurrección”), al ponerse en narrativa evangélica era dicho desde el bautismo (“tú eres mi hijo...”, Mc 1,11). Sin embargo, Mateo y Lucas se remontan a la infancia, y entonces señalan que esta filiación está dada desde el comienzo (Mt 2,15; Lc 1,32), por intervención del Espíritu Santo (Mt 1,20; Lc 1,35). Esto queda visiblemente destacado en este texto donde Jesús afirma claramente su filiación divina: “mi padre” refiere indiscutiblemente a Dios, especialmente en el contraste dado en el texto con la paternidad de José.

            Podemos decir, entonces, que el texto destaca una proclamación cristológica presentada en un relato que puede tener elementos legendarios o meramente narrativos, pero que pretende señalar esta relación entre Jesús y su Padre celestial como fundamental de toda su vida (“debía”) y lo que marcará su ministerio.

            Son pocos los textos en el NT en los que se presenta a la “Sagrada Familia”, y aunque el texto no tiene la intención precisa de hablar “sobre” ella, hace referencia a ella al incorporarlos en el relato. Es característico de la narración de Lucas que se destaque la fidelidad de los padres de Jesús a lo que está mandado en la ley; en este texto los encontramos peregrinando a Jerusalén para la Pascua. E incluso, aunque no se centre en ellos el relato, es en este “marco familiar” donde Jesús aprende la fidelidad a las cosas de su Padre, donde crece en sabiduría y donde “les estaba sumiso”, porque observa el mandamiento de honrar padre y madre (ver Prov 3,4). El relato se nos presenta, entonces, como una transición entre la infancia, de la que había venido hablando y la adultez de la que comenzará a hablar a continuación; transición en la que su familia ocupará un rol fundamental.

            El marco “folclórico” del Evangelio de hoy nos muestra algo que es aparentemente frecuente: una peregrinación: “todos los años”, “para la Pascua”, “Jerusalén”. Así nos encontramos a María y José presentados como judíos fieles, y personas religiosas, y buenos padres en la educación de su hijo. Dentro de esto habitual, ocurre lo inesperado: el muchacho se pierde, y – lógicamente – los padres se angustian. Dejemos de lado el marco que nos puede llevar a equívocos, como preguntarnos cosas a las que al autor del relato no le interesaba dar respuestas. Lo que importa, sobre todo, es presentar a Jesús, lo cual es lo que siempre hacen los Evangelios. María y José son – entiéndase bien – “actores de reparto” en esta “escena”, ellos son el “marco” religioso en el que se desarrolla la vida de Jesús. Por esa religiosidad es que aunque no comprendan los planes de Dios ("no comprendieron la respuesta que les dio") igualmente los meditan y rumian en el corazón. Es a ellos a quienes Jesús les está sujeto. Es con ellos con quienes Jesús peregrina "como de costumbre" al Santuario. Es de ellos de quienes Jesús aprende y con quienes crece "en sabiduría y en gracia"...

            Como es evidente, y el mismo dramatismo de la escena lo pone de manifiesto, la clave está en el re-encuentro. Dos cosas llaman especialmente la atención: el niño entre los doctores, y la respuesta del muchacho a la pregunta de la madre. Generalmente se ha puesto más de realce la primera, pero parece que el acento debe ponerse en la segunda. Vemos: no se dice que el joven “enseñe”, sino que “pregunta y responde”, lo cual puede ser una actitud de discípulo, no necesariamente de maestro (algunos han pretendido que estar “sentado en el medio” era una actitud doctoral, pero – como hemos dicho – también puede ser actitud de discípulo). Lo que sí es importante en esto: la sed de aprender las cosas de Dios que nos manifiesta el hecho de que Jesús se haya quedado en el templo, y que en lugar de estar preocupado por estar perdido esté atento a “dejarse enseñar”. El niño no manifiesta angustia, sino sabiduría. La sed de Dios que los padres le han inculcado con el ejemplo de vida piadosa, files a la Ley, atentos a los profetas, respetuosos de las fiestas no ha caído en saco roto, sino en tierra fértil, y los doce años son buena edad para empezar a manifestarlo. Lo que el niño manifiesta, entonces, es una gran sed de Dios, de conocer sus caminos, y así como muchos en el futuro se admirarán de sus milagros y de que hable con autoridad, así ahora se admiran de sus preguntas y respuestas. La familia empieza a mostrar su retoño.

            Aunque ya sepamos que el nacimiento de Jesús es virginal, la madre hace referencia a “tu padre y yo” para dar paso a la re-pregunta de Jesús: ¿no sabían? “Lo de mi padre” puede interpretarse de diferentes maneras, pero sobre todo destaca que Jesús se reconoce como “hijo de Dios” y esto está en el centro del relato. Una de las cosas más importantes que se dicen de Jesús en todo el Nuevo Testamento es que es hijo de Dios, y esto ya se señala claramente desde la infancia. Pero esa relación tan estrecha y personal con su padre del cielo, encuentra un “humus” en su familia en la tierra que con la palabra y el ejemplo le muestra el camino de la fidelidad, la docilidad y verdadera sabiduría “sabiendo” reconocer la voluntad de Dios.

            Hoy la liturgia nos presenta a Jesús y a sus padres; mirándolos podremos aprender la verdadera religiosidad, la de quienes están dispuestos a dejarse enseñar por Dios aunque no comprendamos muchas veces, la de rumiar las cosas de Dios para dejarlo crecer en nuestro corazón y buscar, a veces a oscuras, que se haga su voluntad y su proyecto. Así, en esa búsqueda y fidelidad, aprenderemos a andar en los caminos de Dios, de quien Jesús nos hizo hijos.