martes, 28 de junio de 2016

Comentario domingo 14C

 La paz y la vida son signo de que Dios está reinando 

y debemos ser testigos

DOMINGO decimocuarto - "C"


Eduardo de la Serna




Lectura del libro del profeta Isaías 66, 10-14


Resumen: en un canto muy armado, el discípulo de Isaías manifiesta su alegría desbordante por la intervención maternal de Dios en su historia llenándolo de sus dones que se manifiestan como abundancia y como paz.


Como corresponde a la poesía, no siempre es fácil encontrar una buena traducción a los juegos de palabras, las asonancias, los sinónimos. Y el texto de la liturgia de hoy es clara y bellamente poético. En 66,18 el tono pasa claramente a prosa, por lo que la unidad finaliza allí (además de la conclusiva “oráculo de Yahvé” de v.17), del mismo modo que la prosa de v.5ab marca el comienzo. En v.10 cambia el enfoque y ya no habla de Yahvé (5c-9) sino de Jerusalén. El v.14 concluye con la idea del “gozo”, como veremos y anuncia la siguiente parte del verso que refiere a los adversarios de Dios (vv.15-17). De todos modos, el texto es uniforme: la idea de la “gloria” (kabod) (verbo, v.5; sustantivo, vv.11.12.18.19); los enemigos (vv.6.15) y particularmente el campo semántico de la maternidad: “dolores… dio a luz… parto” (v.7), “dar a luz, nacimiento, dolores” (v.8), “abrir el seno... dar a luz” (v.9), “mamar… saciarse... chupar… pechos” (v.11), “alimentados, llevados en brazos, acariciados, en las rodillas” (v.12), “como una madre” (v.13). Lo que se destaca es la gestación (anticipada) de un pueblo (v.8), Jerusalén, entonces (vv.10-14) es destacada en cuanto representación del pueblo mismo. La finalización con la referencia a los enemigos alude a los que no siguen los caminos de Yahvé.

En el texto de la liturgia, el centro está dado por los términos que refieren a la “alegría”: tres términos se encuentran en el v.10, “alégrense” [samah], “regocíjense” [gîl], “gocen [sisû] de gozo [masôs]”, y v.14 [sûs]. Y podemos incluir también el “consuelo”: v.11 [tanaûm], o la “compasión” v.13, (3 veces [naham]). Otro elemento recurrente es la abundancia: “todos” [kal] se repite (vv.10 x2, 16), “llenos” (v.10; literalmente “exultantes con exultación”), “hartos [saba’], deleite [‘anûg], abundancia [kabôd]” (v.11), “desbordante [sataf]… abundante [kabôd; en estos casos parece que es conveniente traducirlos por “abundancia” más que por “gloria”, que es otra acepción del término]” (v.12). Todas estas imágenes, compuestas poéticamente destacan la alegría por la abundancia de Jerusalén. Pero veamos algunos elementos:

La escena es doméstica, en el seno de un hogar una madre da a luz antes de lo esperado (v.7), el clima es de ternura (amamantar, acariciar, rodillas…) y –especialmente- de alegría. La alegría es un tema recurrente en el Tercer Isaías (56,7; 60,18; 61,3.7.10; 65,13-19); pero este nacimiento es el de un pueblo (v.8), y la madre ¡es Yahvé! (v.13; la imagen materna y femenina de Dios es recurrente en el discípulo de Isaías: ver cf. 42,14; 45,10; 49,15). La alegría es a causa de la nueva Jerusalén y su prosperidad, es el contraste entre la alegría y el duelo que hacían por ella (v.10). Ante una ciudad que vuelve a comenzar después del exilio; que había sido devastada, destruida, la imagen del nacimiento no sólo refiere a que Israel (y su ciudad capital) es re-creada, sino también que será poblada (ver el tema en 49,20-21; 54,1-4), estará “rebozante” de hijos y de abundancia. 

Este amamantamiento de los hijos es imagen de serenidad y de paz; la promesa del consuelo /compasión cierra lo comenzado en 40,1 (libro de la consolación). En esta ciudad renovada la paz (shalôm) será abundante como un río, y también lo será la prosperidad (kabôd) de las naciones. La paz alude al mismo nombre de la ciudad (Jerusalén termina con las mismas consonantes de shalom; ver Sal 122, especialmente vv.6-8). 

Pero la otra cara es el juicio a los enemigos. Por un lado tenemos la ternura y el consuelo de Dios, su “mano”, y en contraposición su ira a los enemigos (notar la llama y la espada, vv.15-16; y amenaza a los que practican ritos prohibidos v.17).



Lectura de la carta a los gálatas 6, 14-18


Resumen: Pablo concluye la carta a los Gálatas pero –extrañamente- retoma y sintetiza todo el tema que ha desarrollado. Unos adversarios han predicado la circuncisión, y Pablo les dice que eso no cuenta, que lo que cuenta es Cristo, y que quién se deje modelar por Cristo ese tal recibe paz, misericordia y gracia, ese tal es el Israel de Dios, que nace por la circuncisión del corazón.


El fragmento que nos propone la liturgia es una pequeña parte –la final- del último párrafo de la exhortación de la carta (6,1-18). En realidad, esta parte parece comenzar en el v.11 con una suerte de “firma” de Pablo (si la carta es escrita –como muchas- por intermedio de un secretario, es habitual esta especia de “autógrafo”, ver 1 Cor 16,21; cf. Col 4,18; 2 Tes 3,17). Luego de esto, retoma el conflicto con los adversarios que se encuentra en toda la carta, en este caso volviendo sobre el tema de la circuncisión (el término lo encontramos repetido en vv.12.13 y 15). Pero veamos qué señala aquí Pablo en este tema sobre los adversarios en relación a la comunidad (vv.12-13):

     a. Los fuerzan a circuncidarse
          b. para evitar persecuciones por la cruz
               c. pero no cumplen la ley
                    d. se glorían en la carne de ustedes

Esto es lo que dice de los adversarios en relación a la comunidad, y a continuación señalará la relación de él mismo con la comunidad en estos términos, y el orden por momentos parece inverso (vv.14-18):

                    d’. me glorío en la cruz
               c’. Pablo invita a “someterse a esta regla”
          b’. llevo en mi cuerpo las señales de Jesús
     a’. La gracia con su espíritu

Es esta segunda parte, la relación entre Pablo y la comunidad la que la liturgia presenta hoy. Sin embargo, notemos antes algunos elementos de la primera parte que ayudan a una mejor comprensión de la segunda:

Señalar que los “fuerzan” a circuncidarse es paradójico en esta carta ya que en Pablo 2,3 afirma que Tito no fue “forzado” a circuncidarse por los presentes (que parece referir a Santiago, Cefas y Juan, cf. 2,6.9), y en el conflicto con Pedro (2,14) lo que Pablo le cuestiona es que “fuerza a los paganos a judaizar”, es decir, actuar como judíos siendo que él vive como no judío. El verbo, entonces (cf. 2 Cor 12,11) está en la carta en contexto del debate por la circuncisión, precisamente. Estos adversarios, entonces, hacen lo contrario de lo que los importantes de Jerusalén decidieron. El único motivo de este “forzar” es evitar la “persecución por la cruz”. Pablo insiste en orar por los perseguidores (Rom 14,19; 1 Cor 4,12), pero a su vez recuerda que él mismo fue “perseguidor” (1 Cor 15,9; Ga 1,13.23; Fil 3,6) y es perseguido en el presente (2 Cor 4,9; Ga 5,11) y también lo son sus comunidades (Ga 4,29) mientras él mismo persigue ahora a Cristo pero para alcanzarlo y seguirlo (Fil 3,12.14). La circuncisión evitaría la persecución de parte de los judíos (aunque no nos quede claro en qué podría consistir ésta en territorio gálata, o qué gravedad podría tener). 

Pero lo único que le interesa a estos tales es jactarse (kaujáomai) “en la carne de ustedes”.

En cambio Pablo (y aquí comienza el texto litúrgico) afirma que sólo se jactará en la cruz de Cristo. El verbo kaujáomai es sumamente importante en Pablo (lamentablemente no es fácil descubrirlo en las traducciones que a veces prefieren “gloriarse” en lugar de jactarse. Lo encontramos x37 en el NT y salvo x2 en Sgo y x1 en Ef, siempre en Pablo (particularmente en 2 Corintios, x20). El tema central es que una persona o colectivo pone su fuerza, su atención, “se gloría” en algo, pero para Pablo depende qué es ese algo, para que esa actitud sea sensata o necia. Para él sólo tiene sentido jactarse en Dios, en Cristo, o allí donde Cristo aparece transparente ante los ojos de la humanidad. Por eso, jactarse en cosas (aun buenas) es necio, “el que se jacte, que se jacte en el Señor” (1 Cor 1,31; 2 Cor 10,17); jactarse de la pertenencia al pueblo de la alianza, o de la circuncisión, es jactarse “en la carne” y eso es absurdo a los ojos de Pablo (ver 2 Cor 11,18). En cambio, jactarse en la propia debilidad (2 Cor 11,30; 12,5) manifiesta ante todos la fortaleza de Cristo (12,9). Así Pablo se gloría en la cruz, y en aparecer a los ojos del mundo como “crucificado”. 

El “crucificado para el mundo” no es conveniente entender el término “mundo” en sentido joánico; en el Cuarto Evangelio el “mundo” es –en general- el conjunto adversario de Jesús, por eso el diablo es el “príncipe de este mundo” (12,31; 14,30; 16,11), por eso el mundo no conoció a la palabra de Dios (1,10) y aborrece a Jesús (7,7; 15,18), a su espíritu (14,17) y a los discípulos (15,19; 16,33; 17,14), que no es –por tanto- de “este mundo” (8,23) ni lo son sus discípulos (17,16), como su reino “no es de este mundo” (18,36) y él ha “vencido al mundo” (16,33). En Pablo, en cambio, “mundo” es la generalidad (en el sentido de “todo el mundo”), lo cual implica en ocasiones la maldad “del mundo”, pero no es intrínsecamente perverso como parece serlo por momentos en Juan. Es decir, Pablo aparece como crucificado a los ojos “de toda la humanidad”. Si Pablo y el mundo están crucificados el uno para el otro, entonces están muertos. Se debe leer esto en clave escatológica (cf. 2,20, “he muerto a la ley”; “crucificó la carne con sus pasiones y deseos”, 5,24). 

Estando incorporado en la novedad que trae Cristo, para Pablo ya nada cuenta (ni la circuncisión ni la incircuncisión), sólo cuenta la “nueva creación”. Pero veamos brevemente: la circuncisión era el rito necesario de incorporación a Israel. Los pequeños eran circuncidados a los 8 días de su nacimiento (cf. Lc 1,59; 2,21), incluso cuando algún adulto se convertía y quería incorporarse a Israel, luego de un “bautismo de purificación”, debía circuncidarse (estos eran llamados prosélitos). Pero ya el A.T. había hablado que no era sólo cuestión de circuncisión “física” (“en la carne”) sino que era necesaria una circuncisión “del corazón”. No que se anunciara una nueva circuncisión alternativa, sino que se destacaba que ser miembro del pueblo de Dios no era cosa “ritual” sino que debía manifestarse en las opciones de vida (“corazón”). 

Es posible que en el trasfondo de este texto paulino (como parece estarlo en el citado 1 Cor 1,31; 2 Cor 10,17) haya alusión a Jer 9,23-26:

«Así dice el Señor: No se gloríe el sabio de su saber, no se gloríe el soldado de su valor, no se gloríe el rico de su riqueza; quien quiera gloriarse, que se gloríe de esto: de conocer y comprender que soy el Señor, que en la tierra establece la lealtad, el derecho y la justicia y se complace en ellos –oráculo del Señor–. Miren que llegan días –oráculo del Señor– en que pediré cuentas a todo circunciso: a Egipto, Judá, Edom, Amón, Moab y a los beduinos de cabeza rapada. Porque todos, lo mismo que Israel, son incircuncisos de corazón».

Sobre la circuncisión del corazón, cf. Jer 9,23-25 (la Biblia griega lee “incircuncisos de carne”, de las naciones y “circuncisos de corazón” de Israel). La unión de Jer 23,23-24 a vv.25-26 remarca dónde se pone la jactancia de la que se ha hablado. [Entre paréntesis, notar que el texto pone a Judá entra las naciones]. El contraste jactarse en la carne - jactarse en el Señor se relaciona en la carta con circuncisión – incircuncisión. La circuncisión que vale es la del corazón: Deut 10:16; 30:6; Jer 4:4; Rom 2:28-29; Col 2:11-13. La nueva creación es “en Cristo” (2 Cor 5,17; cf. Rom 8,19-22); es que “en Cristo” ya no hay judío, ni griego… (3,28); cf. Is 65,17-25; 66,22. No cuenta circuncisión ni incircuncisión (v.15 = 5,6). Hay, de todos modos, un contraste entre Is 66,23 y Ga 4,10 ya que la novedad de Isaías implica cierta continuidad (litúrgica y ritual, por ejemplo) que Pablo no tiene en cuenta. Un texto ilustrativo es el citado 2 Cor 5,17: “el que está en Cristo es una nueva creación”; estar “en Cristo” es el ámbito, la novedad; es estando “en Cristo” que no cuenta todo lo antiguo (circuncisión - no circuncisión).

La “regla” (kanôn) es lo que revela al cristiano genuino. Es interesante que Flavio Josefo identifica “kanôn” y ley (nomos), mientras que aquí Pablo parece moverse por andariveles distintos (¿será que esta regla la “ley de Cristo” diferente de la Ley?, cf. 6,2; 1 Cor 9,21). El Israel de Dios son los que adhieren a esta nueva creación; no se refiere al “Israel de la carne”, sino que lo dice en relación a Cristo. Si empezaba toda la carta con un “anatema” (1,6-9) a los gálatas por seguir otro evangelio que estos adversarios les han predicado; ahora concluye con “paz y misericordia” a los que “se sometan a esta regla” (v.16). La “paz a Israel” es algo habitual en las familias y hogares y en su oración: (Sal 125:5; 128:6; Salmos de Salomón. 4:25; 6:6; 8:27-28; 9:8; 11:9; 13:12; 16:6; 17:45; 18:5; y en Qumrán, 11QPsa 23:11). Una clásica oración judía de este tiempo decía: “Que la paz… y la misericordia… esté con nosotros y con todo Israel tu pueblo” (Shemoneh Eshre). Cf. Is 54,10 (vv.11-12 “nueva creación”); Jer 16,5; Sal 85,10 (y Jubileos 22,8; y Qumrán, 1QH 13,5. 

Los adversarios de Pablo no han sacado todas las consecuencias de la cruz… su centralismo les impide entender que las fronteras de Israel se han expandido (ya no el Israel según la carne; 1 Cor 10,18). Israel es lo que cuenta, pero hay un modo “nuevo” de ser Israel (no implica un “nuevo Israel; cf. Fil 3,3; Ga 3,29). Hay que evitar algunos malentendidos en esto: Pablo no parece estar pensando en un “nuevo Israel” como sería propio de la teología de Mateo, y tampoco en el “cristianismo” como alternativo, o superador de Israel (la palabra “cristianismo” no existe hasta el s.II y el término “cristiano” Pablo jamás lo utiliza). Siendo que algunos profetas habían señalado que las fronteras de Israel se expandirían con las “naciones” que aceptaran a Dios (cf. Is 60,1-22), para Pablo esto viene dado con los “tiempos nuevos” iniciados “en Cristo”, con la donación de su “espíritu”. Todos aquellos que acepten esta novedad serán incluidos en Israel. Pero aquellos que no lo acepten, siguen siendo el “Israel según la carne” [recordar que Pablo establece un contraste entre “carne” y “espíritu” que remarca la aceptación o no de los nuevos tiempos inaugurados por la resurrección de Cristo]. Algo semejante señala en Ga 4,21-31 en la alegoría con las dos mujeres de Abraham, Agar y Sara y las dos alianzas que esto implica, la del Sinaí, la Jerusalén actual, y la Jerusalén “de arriba”.

La identificación con los sufrimientos de Cristo es la garantía del apostolado: (Rom 8:17; 2 Cor 1:5; 4:8-10; Fil 3:10; Col 1:24); es un tema clave en Pablo. Mientras algunos se “jactan” de su ser “judíos”, o de la vinculación con los apóstoles, Pablo –coherente con lo que hemos dicho- se jactará de su debilidad, de su asemejarse al Crucificado (2 Cor 6,4-10; 11,21-33); es en esto donde Pablo puede “mostrar” ser verdadero apóstol, no en las cosas en las que habitualmente se jactan los adversarios. 

Las señales (stigmata) que Pablo lleva parecen aludir a marcas son tatuajes o marcas de esclavitud, al estilo de las “marcas de ganado” (¿está aludiendo a que se siente esclavo de Cristo?); Pablo quiere ser identificado con la única marca de la nueva creación, la cruz (es decir, no la circuncisión). En realidad Pablo no alude a la circuncisión como otra “marca” y mostrar así la cruz como alternativa, pero no parece improbable que la circuncisión sea vista aquí también como marca. Lo cierto es que la identificación con la cruz, de la que los adversarios huyen, es lo que Pablo elige que lo marque, y de eso se jacta.

Finalmente termina otorgando la gracia con el “espíritu”, lo que es razonable si están en este nuevo tiempo. El espíritu (y la gracia) es todo lo contrario a la circuncisión, característica de “la carne”, del Israel que no ha sacado las consecuencias de su Ley y no la cumple. Los destinatarios (como en 6,1) son calificados de “hermanos”, y se refiere a los hermanos en la fe (6,10). “Amén” es una característica frase conclusiva en doxologías (Rom 1,25; 9,5; 11,36; 15,33; 16,27; Ga 1,5; Fil 4,20; 1 Tes 3,13).

Señalemos una pequeña nota conclusiva: no es común en las cartas de Pablo después de haber terminado un tema que lo retome en la conclusión de las cartas; allí suele haber doxologías (Rom 16,25-27; Flm 25), o saludos (Rom 16; 1 Cor 16; Fil 4,2-3.21-23; 1 Tes 5,23-28; Flm 23-24, cosa ausente en esta carta (salvo el Amén, como se ha dicho). En ese sentido, también es extraño que una carta de Pablo no tenga “acción de gracias” en el comienzo (ver Rom 1,8; 1 Cor 1,4; Fil 1,3; 1 Tes 1,2; Flm 4). Esta carta, entonces, es diferente en su conformación a las restantes de Pablo lo cual revela la libertad con que se mueve en la composición. Como se dice, es extraño que tenga una conclusión donde retoma el tema central de la carta y por tanto parece que se la puede considerar –entonces- como clave para entender toda la carta.



+ Evangelio según san Lucas 10, 1-12. 17-20


Resumen: Jesús envía un grupo más grande que los doce, envía Setenta y dos, que es el número de los pueblos al finalizar el diluvio. Lucas quiere mostrar que el Evangelio no sólo debe llegar a Israel (los Doce, como los hijos de Jacob) sino a todos los pueblos. Y los enviados deben ser testigos del reino, de la paz y del triunfo definitivo de Dios sobre el mal en la historia.


Habiendo comenzado el largo viaje de Jesús a Jerusalén, Jesús decide enviar mensajeros delante de él. Ya lo había hecho en 9,1-6 pero en este caso los enviados eran los Doce y aquí se alude a un grupo mayor. En general se piensa que el primero remite a Marcos como fuente, pero Lucas elige ampliar la idea con un nuevo envío más importante, este tomado del documento Q. Hay elementos en común entre ambos relatos, y también novedades. Veamos simplemente a modo ilustrativo:


Lc 9,1-6
Lc 10,1-12
Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades;
y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar.
Después de esto, designó el Señor a otros Setenta (y dos),

y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir.
Y les dijo:




«No tomen nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengan dos túnicas cada uno.
Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rueguen, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Vayan; miren que los envío como corderos en medio de lobos.


No lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saluden a nadie en el camino.
Cuando entren en una casa,


quédense en ella hasta que se marchen de allí.
En la casa en que entren, digan primero: «Paz a esta casa.» Y si hubiere allí un hijo de paz, la paz reposará sobre él; si no, se volverá a ustedes. Permanezcan en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayan de casa en casa.

En la ciudad en que entren y los reciban, coman lo que les pongan; curen los enfermos que haya en ella, y díganles: «El Reino de Dios está cerca de ustedes.»
En cuanto a los que no los reciban,
saliendo de aquella ciudad,

sacudan el polvo de sus pies en testimonio contra ellos».
En la ciudad en que entren y no los reciban, salgan a sus plazas y digan: «Hasta el polvo de su ciudad que se nos ha pegado a los pies, lo sacudimos. Pero sepan, con todo, que el Reino de Dios está cerca.» Les digo que en aquel Día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad.
Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.

            


Como se ve, aunque el esquema es semejante y la idea también, hay algunas notas interesantes para destacar: si bien empieza señalando la llegada del misionero a una casa, enseguida el acento está puesto en la ciudad (que recibe o no), el envío es “de dos en dos” (quizás para que el testimonio que darán sea valedero, ver Dt 17,6; 19,15, ya que no deben predicarse a sí mismos sino ser “testigos”, ver 24,48), el pedido al dueño de la mies y como corderos en medio de lobos remarca una nota de conflicto evidente (aunque en la era de la paz [Is 11,6 el lobo y el cordero serán vecinos; ver 65,25]). La indicación de lo que no deben llevar es diferente, incluyendo que no deben saludar a nadie por el camino, lo que deben hacer en la casa a la que lleguen es donar la paz, aunque en las ciudades que los reciban o no repetirán la proximidad del Reino de Dios.

La novedad principal de este texto, sin embargo, viene dado por el número importante de enviados. Algunos manuscritos hablan de 70 y otros de 72. No es fácil decidirse. Si se tratara de 70, parecería aludir a los 70 ancianos que son delegados para ayudar a Moisés en su ministerio (Núm 11,16-25), aunque dos quedaron en el campamento (11,26-30) ¿suman 72? ¿O por 72 refiere a las tribus paganas surgidas a partir del diluvio? (Gen 10,2-31 que son 70 pueblos en la Biblia hebrea y 72 en la griega). Lo cierto es que sea lo que fuere es evidente que este número grande alude a la misión más amplia de las fronteras de Israel, es decir –y es tema propio de Lucas, como se sabe- la misión a los paganos. Así como la misión a Israel hace referencia a los Doce, aquí se nos prepara el camino para la misión a los no judíos.

Algunos elementos son característicos de este texto: como en el texto de Lc 9, la misión es pobre, y los misioneros deben serlo. Pero destacan aquí tres elementos nuevos:

     1. No saludar a nadie en el camino, ya que la misión es perentoria, y no pueden perder tiempo en los interminables saludos orientales.
     2. La idea de la “mies” también es indicio de la inminencia del anuncio. El tema ya se encontraba en los profetas (Is 33,11; 41,15-16; Jr 13,24; 51,2.33; Am 9,9; Jl 4,13) y fue retomado por el Bautista (3,16-17).
     3. La referencia al lobo y el cordero es imagen del pecador y el piadoso que no deben juntarse (Eclo 13,17), lo que contrasta claramente con la paz, como se ha dicho.

Dos breves notas:

a. La mies y el pedido al “dueño de la mies” se ha utilizado como texto “vocacional”, es decir “pedir a Dios vocaciones para determinado ministerio o comunidad”; sin embargo es importante notar que se está hablando de “obreros” de la predicación del reino; es decir, lo que se está pidiendo es que el grupo de discípulos de Jesús crezca para que el reino sea anunciado y ya no sean “setenta y dos” sino multitudes las que anuncien al mundo la paz y el reino.

b. La “paz” (en hebreo shalôm, en griego eirênê; que se encuentra en las 3 lecturas del día) no es simplemente ausencia de conflicto. Por eso contrasta con la “paz” de “este mundo”, es decir la pax romana que es la imposición imperial de guardar el orden. Para el mundo semita, el Shalom es un estado de plenitud (y en ese sentido debe entenderse también en el N.T. que es semita). La paz es el deseo (o la concreción) de que los destinatarios “estén bien, vivan bien, sean felices”. En ese sentido, “Shalom/eirênê se parece más a plena felicidad que a lo que entre nosotros se entiende habitualmente por paz.

A este envío, le sigue una lamentación por las ciudades que no han escuchado el paso de Dios por sus vidas, que finaliza con el dicho: “el que a ustedes escucha, a mí me escucha; el que a ustedes rechaza, a mí me rechaza” [vv.13-16; dicho que se puede encontrar en otros evangelios de modo positivo (Mt 10,40; 18,5; Jn 13,20) o negativo (Jn 5,23)], y que está omitido por la liturgia que retoma con el regreso de los setenta (y dos) y una conclusión.

El mismo poder de Jesús sobre los demonios se ha manifestado en los misioneros que vuelven. Jesús afirma haber “visto a Satanás caer” (v.18). El enfrentamiento de dos reinos, el de Dios y el de Satanás es frecuente en Lucas, particularmente en los textos que sólo son de este Evangelio y hacen referencia al diablo / Satanás (cf. 4,6; 10,18; 13,16; 22,3.31), el Reino que Jesús predica e inaugura está en conflicto con aquel que simboliza la búsqueda sistemática de hacer el mal, de oponerse a la voluntad de Dios. Por eso Pedro sintetiza el ministerio de Jesús en Hechos como que “pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo” (10, 38). Ese “hacer el mal” está expresado en las “serpientes y escorpiones” (v.19; ver Dt 8,15) que los discípulos pisarán sin daño. El dominio del mal está llegando a su fin con la venida del reino. En el libro de Dios están escritos los que son fieles a él (ver Ex 32,32-33), eso es lo único que cuenta.



Dibujo tomado de http://cebiclar.cl/termino/lectura-comunitaria/page/2/

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