viernes, 15 de julio de 2016

¡218! (bajo Macri)

¡218! 

(escrito el 15 de julio de 2016)


Eduardo de la Serna



Se cumplen hoy 218. Ayer fueron 217, mañana serán 219. Es obvio. Como los presos van marcando – en las películas, al menos – los días transcurridos, los presos de este modelo genocida vamos marcando los días transcurridos desde que Mauricio Macri es presidente de ¡todos! (sic) los argentinos.

Miles de cosas podrían decirse. Las hemos señalado una a una, en la medida de nuestras posibilidades, en las cartas al pueblo de Dios (a esta altura, 11 cartas). Se ha hablado de un gobierno para los ricos, ¡y lo es!, de una CEOcracia (gobernada por CEOs, es decir por los chief executive officer – director ejecutivo en jefe – de grandes empresas, particularmente multinacionales), ¡y lo es!, se ha hablado de un regreso a las políticas neoliberales empezadas por Martínez de Hoz y continuadas por Cavallo, ¡y lo son!, se ha hablado de desprecio o ninguneo (según el caso) a los pobres, ¡y lo hay!, y se han hablado muchas cosas más. No quiero aquí repetir esas  cosas que ya están dichas. Me interesa mirar otra cosa, entrar por otro lado en el tema.

Todos sabemos que Macri es rico. Porque su papá lo hizo rico, podemos añadir (y esa herencia no es “pesada”, es “pesada” cuando le toca trabajar; palabra que desconoce y por eso lo es). Y también podemos señalar que esa riqueza no parece demasiado legítima. Y es curioso que muchos cuestionen la riqueza de Cristina (que la tiene, y también sería interesante saber su verdadero origen) y no la de Mauricio… Recuerdo la frase de mi “patrono” san Jerónimo (patrono de los biblistas): “todo rico es ladrón, o hijo de ladrón”. Pero voy a dejar ambas riquezas al sueño eterno en los cajones judiciales. A lo que quiero referirme es a la relación de los “ricos”, o de ciertos ricos, con “los demás”, con los que “no son como uno”. Y no me interesa – en este espacio, sí en otros – a la relación personal del rico “J” con el ciudadano común “Z”, sino a que el modo de relación que Cristina/Macri tengan en su vida con “los otros” se refleja en sus políticas. Porque la política – como la patria – “es el otro”.

Todos sabemos, de oídas al menos, que la relación del patroncito de estancia es diferente en muchos casos entre uno y otro. Existe – dicen – el patroncito bueno que toma mate con los peones, que cada tanto come con ellos, o les regala un corderito para Navidad (“Toma, Luis…”) y están los que maltratan, castigan a “la peonada”, y hasta el que “usa” la mujer del peón, o su hija. Valgan estos dos estereotipos simplemente para señalar que no son iguales uno y otro (y ha de haber muchos más, sin dudas). En ambos casos el tema es la supuesta superioridad, pero hay matices en el trato con “el otro”. Y voy al tema concreto. Muchas veces, en muchos discursos, Cristina decía que si venían otros, a los que iban a perjudicar no era a ella, que estaba hecha, sino a los trabajadores, “van a ir por ustedes”, insistía. “Empoderar” fue una palabra repetida en los últimos tiempos. Mauricio, en cambio, dice que no le va a quitar “la ayuda” (para él no son “derechos”, palabra que no figura en su vocabulario, sino “ayuda”, paternalista a los pobrecitos pobres; lo cual, además, era mentira, como sabemos). Ahora dice que toda reducción de horas de trabajo que se consigue (no que se “conquista”, porque no son palabras suyas tampoco esas) es algo que pagamos todos (también es mentira, ya que él no lo paga). Y luego de que en su entorno nos dijeron que se había vivido una fiesta (ya sabemos que las dictaduras y sus amigos siempre quisieron recortar fiestas populares, el carnaval es un ejemplo), que “no era normal”, y hasta que nos hicieron creer que podíamos tener calefacción (dicho con cara de Heidi ante el abuelito) y ahora, con su cara de maestro zen y discurso electrónico, Mauricio insiste en el tema de la energía despidiendo a los atletas olímpicos, a la Sociedad Rural y en cada ocasión que tiene para hablar (lo que, además, lo alivia porque le consume 20 o 30 segundos de sus discursos de 2 minutos). La cosa es que no se puede andar “en camisa y en patas”. O mejor dicho, él sí puede (como lo dijo Juliana a Tinelli y se vio en las fotos de la feliz pareja viendo el partido Argentina-Chile por TyC). Es decir: él, patroncito de estancia, puede, nosotros no podemos. No podemos reducir los horarios de trabajo porque los patroncitos se perjudican, aunque beneficie a los trabajadores. La diferencia, que se ha caracterizado como de inclusión por un lado y exclusión por el otro, es una buena imagen de lo que ocurre. Pero el tema es por qué…

El individualismo es propio del liberalismo capitalista. Hay igualdad de oportunidades por lo que yo tengo libertad de pelear con Mike Tyson, o jugar un picado con Maradona o volcadas con Manu Ginobili… Tengo las mismas oportunidades. Y mi pequeña empresa puede competir de igual a igual con la gran multinacional… Tengo las mismas oportunidades (llámese mano invisible, o derrame, en otras ocasiones). Ser felices es la consigna, ser “emprendedores” como le decía a la nena que vendía flores para comprar una bicicleta mientras la tocaba ante la vista de la mamá que no podía intervenir, ante el buen patroncito de estancia. Es la lógica del “tú puedes”, no la de que el Estado te da las oportunidades, se pone de tu lado para que puedas… No, eso no corresponde (“Achicar el Estado es agrandar la Nación” decía Martínez de Hoz). No es la de establecer políticas para “empoderar”, para que las leyes y la “justicia” (no el “poder judicial”, por cierto, que se ocupa de lo contrario). A lo mejor es la diferencia entre “la gente” (= ellos, los otros) y “el pueblo” (= nosotros). A lo mejor el “nosotros” es la clave. Pero no un “nosotros” los CEOs, no un “nosotros” los ricos (cuando decía “vamos a estar mejor” parece que se refería a ellos, no a nosotros, como es evidente), sino un “nosotros” el pueblo. Un “nosotros” a quienes un grupo perjudica, por desinteresarse, porque engendra un “Darwinismo social/económico” en el que los más fuertes ganan y los “otros” deberán ponerse mantas para paliar el frio, porque no pueden contar con un estado invadido por gerentes. Porque – deben saberlo – si consumen energía eso es “una fábrica menos que se abre”, porque si no hay trabajo, si no hay nuevas empresas, es culpa de los pobres que quieren tener calefacción, no de las políticas que aplica el mejor equipo de los últimos 50 años que está aprendiendo. Al fin y al cabo, la calefacción en la quinta presidencial de Olivos no la paga Mauricio, sino la pagamos todos. A eso está habituado, porque es sabido que cierta “gente” hizo su plata a costa del Estado. Y quiere seguir haciéndola… no sea cosa que el estado favorezca a un “pueblo” y todos vayan a creer que tienen posibilidad de tener calefacción, autos, vacaciones y hasta ser felices. Si quieren ser felices en serio, les basta con comprar un par de globos. Amarillos preferentemente.


Foto tomada de elobscuro.blogspot.com


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