martes, 26 de julio de 2016

Comentario domingo 18C



La vida y los bienes compartidos son signo visible de que Dios está reinando

DOMINGO 18º DURANTE EL AÑO - "C"

Eduardo de la Serna



Lectura del libro del Eclesiastés     1, 2; 2. 21-23          


Resumen: Dentro de los muchos dichos que destaca el autor para mostrar dónde no vale la pena poner esfuerzos, destaca que no es sensato que –con frecuencia- los herederos no “merecen” recibir los frutos de los trabajos arduos de sus padres. Eso es algo que se lleva el viento. Las atenciones y esfuerzos en la vida deberían ponerse “en otro lado”.

Por su semejanza con el Evangelio del día, la liturgia nos propone un fragmento del libro del “Eclesiastés”. En realidad, el texto es una pequeña parte de un fragmento (o fragmentos) mayor. La parte seleccionada, como el Evangelio, alude a la herencia que uno recibe. Este texto, por otra parte, está introducido por el texto de 1,2 que para muchos constituye como el “tema clave” de toda la obra (o leitmotiv, o eje, o resumen), y que autores clásicos como Juan Crisóstomo, Jerónimo y Agustín consideraban su “quintaescencia”. Sea como fuere, es indudable que la idea de la “vanidad” es idea central –y quizás- la idea fundamental de todo el libro (de las 73 veces que la encontramos en el AT, más de la mitad –x38- la encontramos en Qohelet). Incluso el frase exacta se repite también al final de la obra enmarcándola por completo (1,2; 12,8). Para entender bien la idea veamos brevemente algunos aspectos:

La palabra que se traduce por “vanidad” (habēl, de donde viene el nombre propio Abel) no debemos entenderla en el sentido de soberbia o vanagloria, sino de “cosa vana”, es decir “humo”, “sombra”, “viento” (que son los términos que traducen el término hebreo), es cosa inútil, o efímera. En ese sentido es un término que es utilizado metafóricamente con mucha frecuencia y como tal lo usa el autor. Por tanto, debemos renunciar a entender el término de una manera unívoca y fija.

Vanidad de vanidades”. Es frecuente en el mundo bíblico usar un sustantivo seguido de su plural como “reduplicativo” a modo de superlativo: rey de reyes, cantar de los cantares, santo de los santos, siervo de los siervos… (ver Gen 9,25; Ex 26,33; Núm 3,32; Dt 10,17; 1 Re 8,27; Jer 3,19; Ez 16,7; 26,7; Os 10,15; Cant 1,1). 

Todo” debe precisarse. Por mucho tiempo se entendió que se refería a “absolutamente todo”, por tanto a todas las cosas creadas; sin embargo, el contexto del Qohélet invita a pensar que por “todo” se refiere a “todo lo que hace el ser humano”, todas las actividades que hace “bajo el sol” (ver 2,11.17; 3,19; 11,8; 12,8) son “vanidad”. Esto es importante para evitar caer en el círculo excesivamente negativo y pesimista que parece propio del libro.

El “Qohélet” es –habitualmente- el nombre que se le da al libro conocido también como “Eclesiastés”. El término Qohélet remite al verbo “qāhal” que se encuentra en la Biblia de modo reflexivo-pasivo (reunirse) o causativo (convocar, reunir). Qohélet es un participio femenino, aunque se refiere a un varón  (1,2; 12,8.9; ver 1,1), y –obviamente- dice relación a la asamblea. La semejanza con Esd 2,55.57; Neh 7,57 invita a pensar que se trata de alguien que tiene un ministerio en la asamblea. En este caso, es posible que primeramente se haya tratado de un oficio y luego pasara a ser (sobre)nombre de alguien, aquel que convoca a la asamblea. Ahora bien, ¿de qué reunión-asamblea se trata? Algunos han pensado que el sustantivo qāhāl se traduce por ekklesía, y de allí viene el uso de “Eclesiastés”; Lutero lo ha traducido por “el Predicador”, y otros prefieren “el polemista” o “el escéptico”, o un “maestro de sabiduría crítica”. 

Luego de presentar el eje del libro (1,2) el texto litúrgico se concentrara en unos aspectos de esta “vida humana” que deben ser tenidos como “humo”, con mucha frecuencia puesto en paralelo con “atrapar vientos” (habēl y ruah se encuentran en paralelo con frecuencia en este libro usando allí uno de los sentidos de habēl), ver 1,14; 2,11.17.26; 4,4.16; 6,9 (cfr Is 57,13).

Si nos guiamos (al menos en el cap.2) por la conclusión de que algo “es vanidad”, podemos destacar que 2,11.15.17.19.21.23.26 conforman la división de la unidad literaria. En ese caso debemos suponer que el fragmento comienza en 2,20 y tendríamos dos dichos (vv.20-21 y 22-23) aunque el v.20 comienza con “y” por lo que no debe desligarse de lo anterior. En este caso, la unidad anterior parece finalizar con “vanidad y atrapar vientos” (v.17) y la nuestra concluye en v.26 con la misma fórmula.

Los “trabajos” (literalmente podría traducirse “los trabajos que trabajosamente realicé” también es un término frecuente en Qo (1,3; 2,10.11.18.19.20.21.22.24; 3,9.13; 4,4.6.8.9; 5,14.15.17.18; 6,7; 8,15.17; 9,9; 10,15), es decir: el verbo lo encontramos x54 en la Biblia de las que x21 en Qo, y el sustantivo x20 y en Qo x13. El sentido habitual es el de algo “trabajoso” que a veces puede ser esfuerzo y otras, frustración. En este caso concreto el acento está puesto en los frutos de los trabajos que recibirá el sucesor (v.18) de quien no se sabe si será “sabio o necio”, es decir merecedor o no de recibirlos. Esto es ampliado en v.21 contrastando la fatiga de uno (en sabiduría, ciencia y destreza) con la “nada de fatiga” del heredero. Como lo dice el estribillo, “también esto es vanidad”. 

Hay un elemento que se debe tener en cuenta también, y es el contraste –propio también del Qohélet, ver 8,12-14- entre lo que se espera desde la teología tradicional y la realidad. Prov 13,22 destacaba que “la herencia del bueno queda en su familia, la fortuna del pecador se reserva para el honrado”. La realidad que destaca Qohélet en este texto es ciertamente diferente (muchas veces la teología tradicional termina “chocando” con la realidad); en este caso, el heredero se desconoce y se tiene en cuenta la posibilidad concreta de que sea un “necio” 

En vv.22-23 retoma la idea desde una perspectiva pesimista. La pregunta ¿qué le queda? es retórica, y la respuesta que se espera es negativa: nada. Sufrir, penar, no-descanso son lo propio de lo que esta persona ha hecho (de día y de noche). Esto parece concluir en la idea de que la vida no vale la pena vivirla [por eso no debería separarse de los versículos siguientes (vv.24-26) que podemos llamarlos, la mirada positiva, por lo que sí vale la pena la vida]. Obviamente concluye con el estribillo: vanidad. “Todo ese trabajoso trabajo” no es sólo físico –cansancio, fatiga- sino también interiores –preocupaciones-. “Porque” todos sus días… pone el acento en los “trabajos” humanos. La referencia parece provenir de lo que “Dios” ha dado (1,13), y en vv.24.25.26 vuelve a “aparecer” Dios en el discurso, lo que le da una clara lectura “teológica” al texto (no es muy frecuente la mención a Dios en los escritos sapienciales). Los vv.24-26 retoman la idea desde una perspectiva más optimista: comer, beber, disfrutar (eso viene de Dios, v.24). El disfrute de la vida también es propio del Qohélet: ver 3,12.22; 5,17; 8,15; 9,7-9.


Lectura de la carta de san Pablo a los colosenses    3, 1-5. 9-11

Resumen: la novedad empezada por Cristo y expresada en la comunidad eclesial debe repercutir concretamente en una novedad de vida en los discípulos. Novedad comenzada en el Bautismo y que anticipa de alguna manera la plenitud que el cielo anticipa.

Una serie de “pues”, “por lo tanto” (oun) se destacan en esta parte de la unidad práctica de la carta (3,1.5.12), parte que finaliza en lo que se conoce como “código doméstico” que alude a las relaciones entre esposas-esposos, hijos-padres, esclavos-amos (3,18-4,1). La primera parte (3,1-4) concluye o sintetiza la parte teológica (capítulos 1 y 2), y las dos segundas mencionan las exigencias: negativas (3,5-9a) y positivas (3,9b-17). Con la omisión de los vv.6-8 la liturgia de hoy señala la introducción y las consecuencias negativas.

3,1-4: Con un “pues” retoma lo antedicho, esto es la centralidad absoluta de Cristo, y el rol de la Iglesia en esto. El bautismo nos une plenamente a Cristo y esto tiene consecuencias escatológicas (ver los textos de las semanas anteriores), y nos hace “morir al pecado” (3,5-11, texto de hoy) y “renacer a una vida nueva” (3,12-17). La vida nueva que estamos llamados a vivir desde nuestro bautismo, supone un “despojamiento” y un “revestimiento” (vv.9-10).

La ética paulina –suele decirse- representa una tensión entre un “indicativo” (ustedes son) y un “imperativo” (por tanto, sean). En este caso la tensión está dada entre el ser resucitados y el deber de “buscar”. Este ser (“ya”, queda especificado por el “entonces” que alude a lo dicho en la unidad anterior). El “arriba” refiere a “donde está Cristo sentado” (v.1). Estas “cosas de arriba” se especifican en contaste con las “de la tierra” (v.2) las que todavía no precisa. En v.3 destaca claramente la dimensión escatológica propia de la carta: “(y) han muerto” lo que es claramente una referencia al bautismo (2,12.20). El verbo está en tiempo aoristo, lo que refiere a un momento concreto y puntual (precisamente el bautismo), y contrasta con la vida (en tiempo perfecto, vida de la que participamos “por la fe”, 2,12). En v.4 alude a la venida de Jesús (cuando aparezca, faneroô) con lo que relativiza el “ya” tan presente en la carta, y “aparecerán” también ustedes “en gloria”. Ahora bien, esto es lo que ocurrirá; mientras tanto (“todavía no”) se deben sacar las consecuencias para la vida cotidiana de esto de lo que “ya” participamos. Los verbos empiezan a estar, ahora, en imperativo.

3,5-17: Si ya hemos muerto, y debemos aspirar a lo de arriba, no lo de la tierra, es razonable (“pues”) “hacer morir” los “miembros de la tierra” (o las partes). “Miembro” no debe entenderse necesariamente en sentido “corporal”. “Melê” también puede ser simbólico o metafórico (en Ef 4,25; 5,30 se encuentra en sentido simbólico). Las “partes” de la tierra se enumeran a continuación mostrando su sentido simbólico. A continuación el autor menciona un pequeño catálogo de vicios (3,5b; cf. v.8-9a) que –como es habitual en ellos- finaliza resaltando la ira de Dios ante esto (ver 1 Tes 4,3-6; 1 Cor 5,10-11; Rom 1,18-32). Los “catálogos de vicios” son habituales “listas” que abundan en escritos judíos de la diáspora contemporánea. Es una suerte de “compendio cultural” que intenta ilustrar a los que viven en un ambiente que ellos consideran perverso a fin de que eviten precisamente lo que consideran las causas de la perversión. Como es frecuente en el judaísmo, la temática predominante en los catálogos refiere a los “vicios sexuales”, aunque también se destaque –como vicio de los paganos, no de los judíos, obviamente- la idolatría. En este caso es llamativo que el autor finalice este pequeño catálogo con un acento en que la “avaricia” (pleonexía) es “idolatría”. Es posible que esta novedad sea añadida por el autor al catálogo a raíz de que diferentes grupos con capacidad económica se han incorporado a la comunidad (ver Mc 7,22; Rom 1,29), particularmente por la insistencia en el tema en el cristianismo de fines de la segunda generación y comienzos de la tercera. Otro autor paulino afirma que el afán de dinero es “la raíz de todos los males” (1 Tim 6,10) y el documento Q lo personifica como una suerte de divinidad, Mammon (Mt 6,24 / Lc 16,13). El término “idolatría” (ver 1 Cor 10,4; Gal 5,20; 1 Pe 4,3) aplicado a la “codicia” lo ubica en un punto de extrema gravedad. La unidad negativa concluye con un nuevo imperativo sobre la mentira (Ga 1,20; 2 Cor 11,31; Rom 9,1; cf. Heb 6,18; Jn 8,44).

En 3,9b comienza (9b-11) destacando el sentido de la “vida” cristiana mostrando las motivaciones (que luego desarrollará vv.12-17). 

En 2,15 había señalado que los “principados y potestades” fueros “despojados” y exhibidos en el triunfo del resucitado. Del mismo modo se destaca que los lectores deben “despojarse” del hombre viejo con sus “praxis”. En Rom 6,6 Pablo había señalado que “nuestro hombre viejo está con-crucificado” con Cristo para dejar de ser “esclavos del pecado”. Esta imagen la retoma el autor –siempre en clave bautismal- y la contrasta con otra imagen paulina: “revestirse”. En Pablo el término supone un “vivir coherentemente” con Cristo (Rom 13,12.14; 1 Cor 15,53.54; Gal 3,27; 1 Tes 5,8) y en un mismo sentido se encuentra en las Deuteropaulinas (Col 3,10.12; Ef 4,24; 6,11.14). Supone abandonar las antiguas prácticas (ver Is 59,17), y se refuerza la estrecha unión con Cristo que aquí es presentado como “hombre nuevo”. La “novedad” era ya un tema paulino (2 Cor 4,16; 5,17Ga 6,15) pero aquí es mostrado como nuevo “hombre” (ver Ef 2,10 en un contexto semejante). No se destaca que los destinatarios deban ser “hombres nuevos” (si que se debe dejar de ser ese “hombre viejo”, precisamente en nombre de la novedad comenzada por la resurrección) ya que hay “un” hombre nuevo, que es Cristo del que debemos “revestirnos”. 

Tomando un texto que es probablemente pre-paulino, y añadiendo elementos nuevos, precisamente en marco bautismal –como lo era el texto pre-paulino- destacando que “en Cristo” “no hay” griego y judío, etc. Griego y judío, circunciso e incircunciso parecen paralelos. “Barbaros, escitas” pareciera ir cada vez más “abajo”. Los “escitas” eran habitantes del mar Negro, expresión de lo más salvaje; ver 2 Mac 4,47; lo mismo en Cicerón, Séneca, Filón, Flavio Josefo:
Ahora, en cuanto a los escitas, hallan placer en matar a los hombres, y difieren muy poco de las bestias, sin embargo, piensan que es razonable que sus instituciones sean observadas”.

Lo llamativo es que esto ocurre “donde”, ¿se refiere al hombre nuevo –y por el bautismo “en la Iglesia” [como traduce la Biblia de Jerusalén]- o a la novedad de vida del cristiano [como traduce la Biblia del Peregrino / de Nuestro Pueblo]? Lo cierto es que la novedad es sustancial y no de “maquillaje” y esto implica una novedad que se refleja en la vida y la historia.


Evangelio según san Lucas     12, 13-21

Resumen: una situación suscitada con uno que pide a Jesús que intervenga en su favor, motiva una parábola. Jesús no da respuestas de qué se “debe hacer” sino que muestra los criterios para que Dios reine. Y esos criterios están dados por tener en cuenta al hermano. Los bienes deberían ser simplemente un instrumento para ganar hermanos y compartir la vida.


Lucas reúne como en una suerte de largo discurso de Jesús, una serie importante de dichos y relatos, que como se ha dicho son tomados del documento Q, y también de su fuerte propia. Hay elementos comunes y novedosos en este largo texto. En 12,1-12 y 22-31 tenemos textos tomados de Q mientras que 12,13-21 son propios de su fuente. En realidad pareciera más de un texto reunido en una unidad. De hecho en el apócrifo Evangelio de Tomás ambos textos se encuentran separados. Veamos:

EvTom 72
Lc 12,13-14
(v.15 es interpretación ausente en EvTom)
[Alguien] le [dice]: Diles a mis hermanos que repartan conmigo las posesiones de mi padre. Él le dice: Oh hombre, ¿quién me hizo repartidor? Se volvió a sus discípulos,[y] les dice: ¿Soy yo un repartidor?
Uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?» Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».
EvTom 63
Lc 12,16-20
(v.21 es interpretación ausente en EvTom)
Jesús ha dicho: Había una persona rica que poseía mucho dinero, y dijo: Utilizaré mi dinero para sembrar y cosechar y resembrar, para llenar mis graneros con frutos para que nada me falte. Así pensaba en su corazón y aquella misma noche, murió. Quien tiene oídos, ¡que oiga!
Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: «¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?» Y dijo: «Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea.» Pero Dios le dijo: «¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?»

Jesús se encuentra entre la multitud (ojlos; cf. 12,1.13.54) y uno –entre la gente- le dirige un pedido. Jesús no le responde al interlocutor sino a toda la multitud (“ustedes”, “miren”, “cuídense”, vv.14-15) y a continuación (v.16) “les” dice. El pedido es que su hermano comparta la herencia.

En principio de desear es que la herencia sea un todo y los familiares vivan como hermanos (Sal 133,1); cuando Flavio Josefo habla de los esenios dice que tienen todo en común “como hermanos que poseen una misma fortuna”. Esto no significa que no haya una proporción establecida; el varón primogénito (ver Núm 27,11; Dt 21,15-17) disfrutará de la parte principal, el doble que sus hermanos (aunque debe hacerse cargo de la viuda, y sus hermanos solteros). El texto pareciera referir a que habiendo muerto el padre, el hermano mayor se niega a realizar el reparto previsto con su hermano menor para lo que es necesario tener un árbitro, como podría ser un maestro de la ley; notar que el personaje anónimo se dirige a Jesús como “maestro” (didaskalê). Jesús responde con una pregunta retórica que supone una respuesta negativa: ¡nadie!

La situación no es clara, de todos modos. ¿A qué responde Jesús? Algunos han pensado que Jesús rechaza los bienes materiales en contraste con los espirituales; otros piensan que Jesús rechaza la dimensión política de los zelotes sobre el reparto de la Tierra. El acento quizás deba ponerse en los términos “reparto” y “repartidor”, vistos como una acción gratuita del Reino. La comunión es el tema en el que el reino se hace visible. En ese caso, el dicho de Jesús enfrentaría la búsqueda “avara” del hermano que sólo se preocupa del dinero con la actitud gratuita del reino. Sin embargo, parece posible otra lectura que acá proponemos: Jesús se niega a actuar de modo concreto, pero en cambio quiere establecer los criterios propios del Reino. Decir al hermano (¿presente también entre la multitud?) que “debería” repartir los bienes no iría al corazón de la cuestión: el reino. Lo que Jesús propondrá –y queda expresado en la parábola- es cuál debe ser la actitud en general ante los bienes materiales; bienes que no deben tenerse como “míos” –lo veremos- sino como comunes. Jesús no da respuestas específicas, sino que presenta los criterios (= el reino) que –obviamente en este caso- daría respuesta al planteo del hermano menor, pero no diciendo lo que debe hacer sino el por qué. Lo cierto es que el “reparto” y el “reino” parecen los ejes para comprender la respuesta de Jesús ante el planteo que le ha hecho su interlocutor.

En v.1 había dicho “primero, guárdense” de la hipocresía; acá vuelve a decirles un nuevo “cuídense”; presten atención, en este caso de la codicia (pleonexía, la misma que la segunda lectura llamaba “idolatría”), del deseo de tener más que otros (bienes o privilegios) por lo que no es sólo avaricia sino también un intento de dominio. El motivo de este estar alerta se debe a que “la vida no está asegurada”, no depende de los bienes. La “abundancia” no es solamente “tener mucho” (cf. 15,17) sino también “tener de más” (9,17; 21,4), y por tanto es propio del reino “compartir” con los pobres. La pleonexía supone un miedo por el porvenir, el deseo de tener más que los demás, más de lo necesario, de tener el futuro asegurado (la búsqueda de seguridad y el futuro son temas característicos de la idolatría bíblica). Estableciendo el “criterio del reino”, además (y no dando “respuestas concretas”), Jesús también se dirige al otro hermano del tema para invitarlo a descubrir que no es el los bienes en los que debe poner la seguridad. 

A continuación encontramos una “parábola” (o más bien una historia ejemplar). 

Se señala la abundancia notable de un “hombre rico” cuyos campos –no es difícil pensar en terratenientes de Palestina- fructificaron abundantemente. Ante esta situación el texto recurre a un “monólogo” (algo muy poco común en la literatura bíblica, aunque es un recurso habitual en la literatura para desarrollar la acción que vendrá a continuación. La pregunta tiene dos partes encabezadas por el verbo “hacer”: ¿qué haré? ¡Haré esto! Para comprender bien el sentido de la parábola es necesario notar la proliferación del posesivo “mi” (dialogó consigo, yo no tengo, mi cosecha, mis graneros, mi trigo y bienes, mi alma, vv.17-19). Este “diálogo consigo”, este decir a “mi alma”, por otra parte ignora todo otro interlocutor, particularmente a Dios que será quien intervenga –inesperadamente- a continuación (v.20). Es un mero “yo” sin ningún “”, y eso lo vuelve “necio”. Si fuera sabio sabría que “hay quien se hace rico a fuerza de engaño y avaricia, y esta es la parte de su recompensa: cuando dice: «Ya he logrado reposo, ahora voy a comer de mis bienes», no sabe qué tiempo va a venir, morirá y se lo dejará a otros”. (Sir 11,18-19). En este caso de la parábola, incluso ni siquiera hay –al menos aparentemente- un “otro” a quién quedarán las cosas acumuladas. 

El acento en Lucas viene dado –de todos modos- por algunos términos que refuerzan la idea. El sujeto es “rico”, y esto en Lucas es particularmente grave. Ya en 6,24 –en obvia contraposición a los pobres- los ricos reciben un ¡Ay! porque su situación –de consuelo- cambiará; en 14,12 se remarca que al hacer un banquete no se han de invitar a los ricos que pueden devolver la invitación; en otra parábola un rico tiene un administrador y lo echa de su cargo (16,1); un rico celebra banquetes y viste lujosamente y su situación cambiará (16,19.21.22.23.25), un rico rehúsa compartir los bienes con los pobres y renuncia seguir a Jesús (18,23) tanto que Jesús remarca la imposibilidad de que los ricos “entren al reino de Dios” (18,25, ya que un camello no puede pasar por el ojo de una aguja), Zaqueo es rico, pero recibirá a Jesús y dará la mitad de sus bienes a los pobres y el cuádruple a los que haya defraudado (19,2), y una viuda pobre da más que los ricos en el tesoro del templo (21,1). Como se ve (salvando el texto del rico y el administrador, donde el rico no es importante en la parábola, sino simplemente en punto de partida), los ricos son incapaces de recibir la novedad del reino a menos que cambien radicalmente de actitud (con lo que dejarían de serlo, evidentemente). Precisamente no es esto lo que hará el rico de la parábola sino pretender acrecentar sus bienes. De ese modo, este “rico” que vive centrado en sí mismo, sin tener en cuenta al otro (y por cierto menos todavía a los pobres) ni siquiera a Dios, que pretende “disfrutar” su vida sin que siquiera allí aparezcan los otros (¿con quién sería el “banquete”, cf. 16,19) se asemeja –pero ni siquiera teniendo en cuenta el “mañana”- a los que dicen “comamos y bebamos que mañana moriremos” (1 Cor 15,32; cf. Is 22,13). En este sentido se asemeja a lo propuesto por el Qohélet (cf. 8,15). Es irónico que mientras en su “diálogo consigo mismo” afirma tener “bienes para muchos años”, su vida terminará esa misma noche, mostrando claramente su “necedad”. En la parábola –como se ha dicho- falta “el otro”, tanto el hermano como Dios. En este sentido, ante el pedido del hombre de la multitud, la invitación de Jesús es a tener en cuenta al otro, los bienes tienen sentido en la medida en que se comparten. La lógica de los banquetes en el Evangelio de Lucas, a los que se invita a los que no pueden devolver (no a los ricos, como se ha dicho) muestra la mesa compartida como signo presente del reino.

En v.21 Lucas presenta una conclusión interpretativa: los enriquecidos son despedidos vacíos (1,53); distinto son los “enriquecidos hacia Dios”. Todo depende dónde se “atesora”. En 12,33-34 lo dirá claramente: 

«Vendan sus bienes y den limosna. Consigan bolsas que no se rompan, un tesoro inagotable en el cielo, donde los ladrones no llegan ni los roe la polilla. Porque donde está el tesoro de ustedes, allí también estará su corazón».

Este Tesoro “para Dios” –que no era tenido en cuenta- implica claramente dar y compartir, vender los bienes, hacer de los pobres verdaderos hermanos y hermanas, dar los bienes (14,33) y “darse” (9,23). De eso se trata el Reino. 


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