martes, 29 de noviembre de 2016

La pos verdad recargada

La posverdad recargada

Eduardo de la Serna


Hace una semana escribí sobre la "posverdad". Y - un par de días después - caí en mi propio discurso enviando una "pseudo carta" de Pepe Mujica a Fidel Castro. Busqué un poco para asegurarme que fuera verdadera, pero "quería que lo fuera" y eso me entrampó, y la divulgué. Aunque después se afirmó falsa. Hoy en P/12 hay una nueva nota sobre la posverdad: https://www.pagina12.com.ar/5822-homo-post-verdadero pero me queda una pregunta. Sin caer en censuras y demás aberraciones, ¿no hay manera de encontrar medios para - si no puedo evitar que alguien crea lo que quiere creer - al menos evitar que alguien difunda lo que sabe que no es verdad? Los del brexit difundieron mentiras a sabiendas, los del "no" colombiano, lo mismo, Donald Trump otro idem y la mentira de Macri es ya sistemática. El debate con Scioli (¡y ahora los debates son ley!, ¡se legalizó la mentira! ¿Ganará el que mienta mejor?) fue emblemático, pero mintieron toda la campaña y siguen mintiendo a diario. ¿Cómo se puede hacer en estos casos? ¿O debemos rendirnos ante la mentira? ¿No habrá maneras de poner límites a los post-mentirosos?

Y si miramos el campo religioso, los discursos insustanciales, el “tú puedes”, tocar los sentimientos con milagros a la carta y frases pegadizas con luces y escenarios, música y colores (¡y hasta globos!) me hacen formular y reformular la pregunta. ¿Cómo acompañar, decir una palabra ante la posmentira / posverdad, que es lo mismo? Como cura que debo hablar a comunidades, ¿cómo aportar algo ante los convencidos de posverdades que no los trate como a niños que “necesitan del papá-cura” para decirles cómo hablar y obrar? ¿Cómo hablar de manera de tocar los corazones pero que sea en un escrupuloso respeto por la libertad (escrúpulo que no tienen los que mienten a sabiendas, por cierto), que incluye respeto por las decisiones posteriores? Y a su vez ¿cómo evitar discursos de marketing y no “predicamos a un Cristo y a este crucificado”, al decir de Pablo?

Quienes creemos en el Espíritu Santo creemos, sin duda, que la verdad prevalece sobre la mentira, lo que no significa que siempre y en todo momento prevalezca. Los triunfos electorales posverdaderos son buena prueba de esto, el éxito de los fundamentalismos y los discursos marketineros de evangelios light también lo son. Creer que la vida triunfa sobre la muerte no significa, tampoco, que siempre y en todo momento triunfa. Los artesanos de la muerte son un ejemplo. El “vencedor” del Apocalipsis (el Cordero, el jinete del caballo blanco y los suyos) “vence” pero después de haber “sido vencido”. Y esto – sería peligrosísimo, porque nos pone a las puertas del “opio del pueblo” – no ha de entenderse que es “verdad” o “vida” sólo para el “más allá” mientras en el “más acá” se enseñorean los mentirosos y los asesinos. Es acá donde queda claro que “los espirituales” son aquellos que “caminan según / con” el espíritu” y luchan en el “más acá” por el triunfo de la verdad o la vida. Para la Biblia, la “verdad” es algo bastante diferente que para el helenismo (aunque esté escrita en griego una parte de ella y por tanto se utilice la misma palabra: aletheia), por eso se puede “caminar en la verdad”. Cuando “el Jesús de Juan” dice “la verdad los hará libres” se refiere a la fidelidad, la lealtad, el amor. Y ese es el reto de los seguidores de Jesús (y de otros, porque no sólo de nosotros, por cierto): vivir según el Evangelio, la buena noticia que empieza por los pobres es el desafío. Pero enfrente nos provoca una supuesta posverdad, un otro camino en la calle, la historia, la vida cotidiana.


Creo que la posverdad nos desafía por tres partes: por un lado, ¿Cómo hablar? Porque tenemos con nosotros miles que eligen como verdadero aquello que les gusta, que les parece, aunque la realidad los desmienta. ¿Cómo mostrar de un modo eficaz cuando no es verdad lo creído o lo predicado?; por otro lado, ¿cómo denunciar?, ¿cómo llamar “mentira” a lo que tantos eligen creer? ¿Cómo denunciar a quienes mienten a sabiendas distinguiéndolos de aquellos (la mayoría) que repiten aquello que “han elegido creer”? y finalmente ¿cómo anunciar? No es fácil anunciar verdades (o lo que sensata y honestamente creemos que lo son) confrontando con los que eligen la mentira y la presentan y decoran hermosamente? Quizás debamos prepararnos, desde lo político a lo evangelizador a una larga serie de derrotas. Creo que una cosa es encontrar estrategias para presentar de la mejor manera posible nuestra propuesta (desde el Evangelio hasta propuestas sociales, económicas o políticas) y muy otra es anunciar o predicar lo que a sabiendas no es verdad, o no es posible (el ejemplo del “si tienes fe se salvará” dicho ante la cama del moribundo es buen ejemplo de eso). Quizás el primer paso sea reconocer que el raiting, el “minuto a minuto”, el éxito no es necesariamente garantía de “verdad”. Confundir “verdad” con éxito es – sin duda – un problema, especialmente mirando la cruz, “éxito” de los romanos. Es precisamente la pedagogía de la cruz, una predicación “pobre y crucificada” (usando categorías de Pablo) un buen test de fidelidad, como lo es la fidelidad a los pobres, en la predicación de Mateo. Pedro Casaldáliga dice que “somos soldados derrotados de una causa invencible”. Probablemente mirando nuestra “causa invencible”, el Reino, es que podamos saber dónde estamos parados, hacia donde caminar y qué palabras anunciar. La luz del cirio pascual es muy distinta de las luces de neón, y es allí donde deberían buscar a los cristianos y a los tozudos militantes de la vida.


Dibujo tomado de MásQueNegocio

Comentario adviento 2A

“El reino se está acercando”, lo dice el profeta

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO -  "A"


Eduardo de la Serna



Lectura del libro de Isaías     11, 1-10


Resumen: La situación de devastación lleva a fortalecer la esperanza en que la dinastía de David volverá renovada. Y de allí surgirá  quién se deje conducir por el espíritu de Dios para hacer justicia en especial a los pobres y oprimidos. Es que la situación de los pobres corroe el interno de la vida del pueblo, por lo que en el tiempo futuro ideal no habrá cabida para la violencia y el miedo.


La imagen del tronco es metáfora de devastación y aniquilamiento (cf. 6,13). Los bloques anteriores (7,1-9,6 y 9,7-10,34) ya venían señalando que el juicio de Dios se manifestaría como devastación. El texto parece señalar la concreción del mismo. Pero este tronco es “de Jesé”, es decir, del padre de David; la dinastía que da fundamento a la monarquía en Judá se remonta a sus mismos orígenes. Quizás así se quiera señalar un “nuevo comienzo” en momentos críticos. 

Como es habitual, del rey se espera que esté lleno del espíritu de Dios (1 Sam 10,10; 16,13), sólo así puede ser un rey “como Dios manda”, es decir, fiel a la voluntad de Dios de instaurar el “derecho y la justicia”. Es el espíritu necesario para poder llevar adelante la misión que Dios le encomienda. En este caso se señala la cualidad de este espíritu presentado en tres pares de cualidades: “sabiduría e inteligencia” (cf. 1 Re 3,14-15; Is 9,5), “planificación y fuerza” (Is 36,5; cf. 1 Re 15,23; 16,5.27; 22,46. Como en 9,5 la fuerza no está al servicio de la guerra, sino de la paz), “conocimiento y temor de Yahve”. Estas características son propias de los reyes de Medio Oriente.  

«Míos [dice la sabiduría] son el consejo y la habilidad, yo soy la inteligencia, mía es la fuerza. Por mí los reyes reinan y los magistrados administran la justicia» (Pr 8:14-15). El rey tiene la plenitud de la capacidad para “juzgar”, que es tarea propia del “monarca”, y esta está expresada como hacer justicia a los pobres, liberar con su fuerza a los que no la tienen. El “temor de Dios”  es obedecerlo, respetar su ley. El texto refuerza esta última cualidad señalando que el temor de Dios “lo inspirará”.




Nota: la versión griega reemplaza la referencia al “temor” del último par por la “piedad” y mantiene el “temor” en el refuerzo, con lo que las características del rey esperado pasan a ser siete. De aquí fue tomado tardíamente el tema de los llamados “siete dones del Espíritu Santo”.



Es interesante destacar que si es propio del rey, juzgar, aquí no se señala a la “obra de gobierno” sino su actitud con respecto a los pobres y oprimidos. La “rectitud” es sinónima de la justicia como se nota en el paralelismo (v.4); es propio del rey Yahvé (Sal 45,7; 67,5; Mal 2,6). Es justicia que se ejerce con la boca (ver v.4b) en sentencias justas en favor del pobre.



Este rey es “fiel” (’emunác). La fidelidad de Dios a su pueblo se manifiesta en su fidelidad al pueblo (Sal 33,4-5; 36,6-7; 40,11; 88,12-13; 96,13; 98,2-3…), ser fiel a su pueblo es la garantía de fidelidad del rey. Lo que devasta al pueblo no son enemigos externos, sino que es la injusticia, la fuerza de los malvados que oprimen a los pobres. Esto debe ser desarmado como el programa del rey ideal (Salmo 72) lo señala claramente; en el nuevo tiempo inaugurado por la dinastía renovada no habrá víctimas de la violencia interna que deshace el país.



Este tiempo futuro será metafóricamente tiempo ideal de paz. No en el sentido de un paraíso perdido, pero sí en cierta semejanza a una armonía ideal. Es propio de la escatología bíblica imaginar los tiempos futuros como se imaginan los tiempos primeros. Los pares violentos de las parejas animales abandonan toda violencia y agresividad, Gen 1,30 ya había planteado que en el proyecto original de Dios no había lugar a la muerte, y la alimentación de todos sería vegetal, como aquí el león comerá paja con el buey. El miedo y la violencia han desaparecido porque el país “está lleno del conocimiento de Yahvé” (v.9); ya no se esperará a comer del “árbol del conocimiento” puesto que toda la tierra estará inundada de ese “conocimiento”.



El texto concluye con una nueva unidad comenzada por “en aquel día” (ver v.11.12; 12,1). La referencia a “Jesé” une el texto con lo anterior, mientras que la referencia al “día” futuro lo une con lo que sigue, en este caso ligado a la vuelta de los desterrados (algo más bien propio del llamado “Segundo Isaías”, como también la imagen del “nuevo éxodo”, cf. v.15).



Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Roma     15, 4-9

Resumen: dos unidades diferentes son integradas en el texto litúrgico, una que refiere a los fuertes y los débiles, donde los primeros deben preocuparse seriamente de los segundos. Y otra referida a las judíos y los paganos que juntos buscan que Dios sea glorificado en sus vidas.




Como se señaló la semana pasada, la parte exhortativa de la carta a los romanos es motivo de debate entre los estudiosos. En el texto de hoy, está llegando a su fin para dar pasos a los saludos conclusivos. Con algunas reminiscencias a 1 Corintios Pablo habla de la responsabilidad de los “fuertes” con los “débiles” (algo de lo que viene hablando desde 14,1 y parece concluir en 15,6 con la fórmula solemne “Dios y Padre de nuestro Señor Jesús, el Cristo”, cf. 5,11.21; 6,23; 7,25; 8,39). Esta unión entre unos y otros es destacada –ya a modo de conclusión de la carta, retomando lo que la motivó desde el comienzo- a la actitud de Cristo con los judíos y los paganos (15,7-13). A partir de v.14 Pablo finaliza dando algunas informaciones sobre su situación y sobre sus proyectos (15,14-33) y todo el cap. 16 envía saludos a diferentes personajes y a su vez destaca los saludos que algunos que están cerca de él, les envían a los romanos. 


La unidad, entonces, integra el párrafo conclusivo de la perícopa sobre los fuertes y los débiles (15,1-6) y la unidad conclusiva de toda la carta (15,7-13). El texto litúrgico comienza con la digresión conclusiva de la primera unidad, y con el comienzo de la segunda, omitiendo la cadena de citas bíblicas (vv.9-12) y la oración conclusiva (v.13) de la segunda.


La referencia a los fuertes y los débiles parece que alude a los “débiles en la fe” (14,1) por lo tanto la relación está dada en las prácticas religiosas en las que unos creen que debe sostenerse la fe, mientras los fuertes se desentienden de eso. Para Pablo, la fe no consiste en una lista de preceptos, en una serie de prácticas religiosas a realizar, sino en la convicción de que la fe en sí misma es suficiente. Pero no se trata de una fe individualista ya que los fuertes (entre los que Pablo se cuenta a sí mismo, 15,1) deben sostener a los débiles, seguramente preocupados por los escrúpulos. Llevar unos las cargas de otros (cf. Ga 6,2) nos une a Cristo (15,1). En un ambiente en el que el honor era una suerte de “prioridad absoluta”, Pablo invierte el esquema cultural poniendo en el otro, especialmente en el débil la dedicación, en lugar de valerse de ellos, nuestra responsabilidad es “cargar” su debilidad. Para esto, se debe buscar “agradarle”, no buscar el propio agrado. No se trata de un preocuparse “genérico” sino preciso y concreto, se trata de un mirar sensiblemente la conciencia de los débiles (cf. 1 Cor 8,7.12; 10,29). Y esto, planteado como “edificación”, algo característico de Pablo (1 Tes 5,11; 1 Cor 14,12.26; 2 Cor 10,8; 12,19; 13,10. La solidaridad es el criterio fundamental. 


La búsqueda de la concordia mutua entre unos y otros (los fuertes y los débiles) parece el tema central de la primera parte, reforzada con la cita explicita de Sal 69,10 leída cristológicamente. Señalando el texto de modo cristológico en referencia a Jesús en su pasión. Este tema (“tener los unos con los otros los mismos sentimientos”, v.5) es tema frecuente en toda la exhortación: 12,10.16; 13,8; 14,13.15.19. Acá recurre al ejemplo de Cristo (v.3) como ejemplo a imitar de ese amor por los débiles, de no mirar su propia complacencia y su solidaridad. 


Sal 69,10 (hebr.)
Sal 64,10 (LXX)
Rom 15,3
Los insultos de los que te insultan caen sobre mi
Los ultrajes de los que te ultrajaron cayeron sobre mi
Los ultrajes de los que te ultrajaron cayeron sobre mi


Así se tratarían de palabras que Cristo se apropia para animar al cristiano a la solidaridad.


La referencia a los escritos del pasado (del cual el salmo es un ejemplo) para enseñanza nuestra establece un criterio hermenéutico (cf. 1,2), pero enseñanza en lo tocante a la vida cristiana. “lo escrito” es una invitación contante a esta hermenéutica en toda la carta. Dos elementos aparecen ligados a los efectos de las Escrituras en nosotros: consuelo (paráklêsis) y resistencia (hypomonê) y ambas promueven la esperanza como causa y efecto. Dios mismo se revela como Dios de la resistencia y el consuelo (v.5) y Pablo pide que Él “les” conceda “unanimidad” en una sola voz (lit. “boca”). Más que una oración se trata de un deseo de Pablo (cf. 12,5.10.16; 13,8; 14,13.19). Pero la unanimidad no se trata de uniformidad, precisamente en una unidad donde rescata las diversidades, pero alienta a la solidaridad. Es “una-anima” como Cristo que no buscó su propio placer. El término en hebreo en Qumrán alude a la coparticipación en la comunidad. En Hechos (10 veces) alude a la concordia y armonía comunitaria, no a la “unanimidad” entendida como “uniformidad” (1,14; 2,46; 4,24; 5,12; 7,57; 8,6; 12,20; 15,25; 18,12; 19,29). 


comerán juntos, bendecirán juntos y juntos tomarán consejo” (Regla de la comunidad, 1QS 6,2-3) [es interesante que a diferencia de Pablo que afirma que los fuertes deben sostener a los débiles, la regla de Qumrán afirma –en este mismo texto- que “el pequeño obedecerá al grande en el trabajo y en el dinero”]


La “una voz” debe pensarse, entonces, como una suerte de coro, el respeto a la diferencia, la armonía. El objetivo final es la “gloria de Dios” (v.6), el reconocer su grandeza.


La segunda unidad, deja el tema de los fuertes y los débiles y retoma un tema central de toda la carta que es el de los judíos y los paganos. Muchos elementos que se encuentran en la carta son aquí retomados a fin de darle síntesis: la “verdad de Dios” (1,25; 8,7), “las promesas a los padres” (4,9-22; 9,4.8-9), la “misericordia” a los paganos (9,15-18.23; 11,30-32).


La gloria de Dios vuelve a ser retomada (v.7) para integrar a los “circuncisos” (= judíos) y para los gentiles (v.9). Para afirmar esto, relee una serie de textos bíblicos encadenados por un simple “y también” (kaì palin, vv.10.11.12) y concluir con un breve deseo-oración de que ese Dios que era mencionado como de la “resistencia y el consuelo” (v.5), ahora es mostrado como “Dios de la esperanza” (recordar que los tres términos se encuentran en v.4). [Curiosamente el texto de Romanos (v.12) incluye entre estas citas la referencia a la “raíz de Jesé”, de Isaías que se encuentra en la primera lectura, pero no está incluido ese verso en el fragmento litúrgico de Romanos que finaliza en v.9].


+ Evangelio según san Mateo     3, 1-12


Resumen: Juan el Bautista predica como profeta semejante a Elías a gente de diferentes regiones que se acercan a él para ser bautizados, y les anuncia que Dios está empezando a reinar en alguien que viene y que es más importante que él mismo. Pero para recibirlo será necesaria una auténtica conversión, no solamente de palabra sino en frutos concretos.



Siguiendo al Evangelio de Marcos, aunque añadiendo elementos propios y elementos del Documento Q, Mateo presenta los acontecimientos previos al ministerio de Jesús. Podríamos resumirlos de esta manera: Presentación de Juan, el Bautista, Bautismo de Jesús y Tentaciones en el desierto. La liturgia –como corresponde al tiempo de Adviento- presenta a Juan como quien “prepara el camino del Señor”, es decir, la primera de las tres escenas mencionadas. Señalamos en tres columnas los tres evangelios sinópticos para que sea fácil de visualizar lo que Mateo toma de sus fuentes y lo que le es propio (como corresponde, se deja espacio en lo que no es paralelo, aunque hay que notar que algunas frases se encuentran desplazadas).

Mateo 3,1-12
Mc 1,2-8
Lc 3,1-18
















1 Por aquellos días aparece Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea:
 2 «Conviértanse porque ha llegado el Reino de los Cielos».




 3 Este es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: Voz del que clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus sendas.








 4 Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre.
 5 Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán,
 6 y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.




 7 Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: «Raza de víboras, ¿quién les ha enseñado a huir de la ira inminente?
 8 Den, pues, fruto digno de conversión,
 9 y no crean que basta con decir en su interior: «Tenemos por padre a Abraham»; porque les digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham.
 10 Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.






























 

 11 Yo los bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. El los bautizará en Espíritu Santo y fuego.
 12 En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga».
2 Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino.
 3 Voz del que clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus sendas,









 4 apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados.



























5 Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
 6 Juan llevaba un vestido de pie de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre.












































7 Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias.
 8 Yo los he bautizado con agua,


pero él los bautizará con Espíritu Santo».







1 En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene;
 2 en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.




3 Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados,
 4 como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: Voz del que clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus sendas;
 5 todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos.
 6 Y todos verán la salvación de Dios.





7 Decía, pues, a la gente que acudía para ser bautizada por él:










«Raza de víboras, ¿quién les ha enseñado a huir de la ira inminente?
 8 Den, pues, frutos dignos de conversión, y no anden diciendo en su interior: «Tenemos por padre a Abraham»; porque les digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham.
 9 Y ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego».
 10 La gente le preguntaba: «Pues ¿qué debemos hacer?»
 11 Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo».
 12 Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?»
 13 Él les dijo: «No exijan más de lo que les está fijado».
 14 Le preguntaron también unos soldados: «Y nosotros ¿qué debemos hacer?» El les dijo: «No hagan extorsión a nadie, no hagan denuncias falsas, y conténtense con su soldada».
 15 Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo;








 16 respondió Juan a todos, diciendo: «Yo los bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El los bautizará en Espíritu Santo y fuego.
 17 En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga».
 18 Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva.


Lo primero que llama la atención es que Mateo pone en boca del Bautista lo mismo que dirá Jesús al comenzar su ministerio: “el Reino de los cielos ha llegado” (ver 4,17), y que más tarde anunciará también la Iglesia (10,7), pero enseguida afirma que “este es” relacionando la llegada del reino con una persona (el dicho de Jesús, en cambio, finaliza allí mismo con lo que deberemos esperar al desarrollo de todo el Evangelio para saber qué es este reino que él predica; especialmente las parábolas, cf. 13,11). Como Juan es parte de la historia, “predica” y “proclama” (v.1) como lo hará Jesús (4,17.23; 9,35) y lo harán también los apóstoles (10,7.27; 24,14; 26,13). Sin embargo hay que destacar que el bautismo de Juan, en Mateo, no es “para perdón de los pecados” como sí lo es en Marcos. El perdón para Mateo ocurrirá en la eucaristía (cf. 26,28).

A continuación destaca que de él habla el profeta Isaías, citando el texto de Is 40,3 (es interesante notar que Lucas extiende la cita a Is 40,3-5; y Marcos añade Mal 3,1 que Mateo citará –siempre en referencia a Juan- en 11,10, como también Lucas 7,27 mostrando que ambos siguen en esto al texto Q). La cita es idéntica a la versión griega de Isaías con la única diferencia que dice “sus senderos” en lugar de “senderos a nuestro Dios”. La diferencia sin embargo es notable por el contexto, como ya lo señalaba Marcos: en Isaías, el desierto es el tema sobre el que la voz habla. Como una suerte de nuevo éxodo (típico del discípulo de Isaías) ya no será el mar el que se abre sino el desierto el que será camino del pueblo de Dios que se dirige a la tierra prometida, y por eso destaca los milagros que acompañarán esto: los montes serán abajados, los valles rellenados (texto que –como se dijo- continúa Lucas). En los Evangelios, en cambio, el desierto es el lugar en el que la voz habla; cosa que queda confirmada no sólo por el contexto, sino por lo que afirma a continuación destacando que comía la comida del desierto y allí acudían de toda la región. El tema, entonces ya no es “el desierto” sino “el camino” referido ahora a la vida humana que debe cambiar (“convertirse”). Algo semejante ocurre en Qumrán:


Y cuando estos existan como comunidad en Israel según estas disposiciones se separarán de en medio de la residencia de los hombres de iniquidad para marchar al desierto para abrir allí el camino de aquel. Como está escrito: ‘en el desierto, preparen el camino de…, enderecen en la estepa una calzada para nuestro Dios’. Este es el estudio de la ley…” (1QS 8,12-14)


Marcos añadiendo el texto de Malaquías nos había señalado que Juan era ese “Elías” que muchos judíos esperaban previo al “Día de Yahvé”. Mateo –como dijimos- lo referirá más adelante, e incluso lo destacará expresamente en 17,13: después que Jesús dice que “Elías ya vino” pero ni lo escucharon e hicieron con él lo que quisieron, Mateo acota: “entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan, el Bautista”. Este paralelo entre Elías y Juan queda reforzado con la vestidura (ya en Marcos): “vestido de pelos de camello y un cinturón de cuero”: cuando un extraño les sale al encuentro a los enviados del rey Ocozías con un mensaje para el rey, éste pregunta: “« ¿qué aspecto tenía el hombre que les salió al paso y les dijo estas palabras?» Le respondieron: «era un hombre con manto de pelo y una faja de piel ceñida a la cintura». Él dijo: «es Elías el tesbita»” (2 Re 1,7-8). Como puede verse, a Mateo le interesa más Juan en cuanto profeta y predicador que en cuanto bautizador.

Es oportuno destacar que como ocurre en el castellano, también en griego “desierto” (érêmos) puede significar un lugar árido (p.e. desierto del Sahara) pero también un lugar deshabitado. Ciertamente si se trata del lugar donde Juan habita puede tratarse de ambas acepciones del término, pero al referirse –más adelante- a un bautismo en el Jordán, ha de entenderse en el segundo modo. El término es especialmente bíblico más que geográfico.

No es este el lugar para analizar el tema histórico, hablando de la persona de Juan, de los movimientos bautistas, de los diferentes bautismos, e incluso de la originalidad del bautismo de Juan con respecto a otros rituales. El texto señala algo que sabemos por un historiador, como Flavio Josefo, que la persona de Juan fue muy aceptada por los judíos y congregaba mucha gente, e incluso tenía discípulos (cf. 9,14; 14,12). La confesión de los pecados de los que acudían al bautismo remarca que el bautismo no se trata de algo meramente ritual sino de la firme decisión de “enderezar el camino”, de un cambio de vida. Este cambio de vida se justifica por la “ira inminente”. Juan identifica el reino-persona que llega con un tiempo de ira, como el “día de Yahvé” anunciado por muchos profetas: “¿quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién se tendrá en pie cuando aparezca? Porque es como fuego de fundidor y lejía de lavandero” (Mal 3,2; ver Nah 1,6; Jl 2,11; Am 5,18-20). Esto está dicho por Juan –como es propio de Mateo- a “fariseos y saduceos” (con lo que distinguirá la actitud del pueblo con la de sus autoridades), a los que llamará “raza de víboras” (fuera de este texto tomado de Q, el término se encuentra otras dos veces, ambas en Mateo dirigidas a los “fariseos”, lo que es propio de tiempos del evangelista y la situación que vive su comunidad con otros judíos en el debate sobre cuál de los dos grupos –fariseos rabínicos o cristianos- es el “verdadero Israel”). 

La conversión no es algo de “palabra” sino que debe manifestarse en “frutos”. Ser “hijos de Abraham” no es lo que cuenta, sino los frutos, esto es, la vida toda (“dar” fruto se encuentra en imperativo aoristo, una suerte de “¡ya mismo!”; acerca de las piedras y los hijos de Abraham, cf. Is 51,1-2). El árbol que no dé “buen fruto” tiene como destino el fuego. La imagen frecuente en la Biblia de comparar a Israel (los hijos de Abraham) con un árbol frutal del que se espera que dé frutos es la que subyace a esta unidad (cf. Is 5,1-7; Os 10,1; Jer 2,21; 6,9; 12,10; Ez 15,1-8; 17,6; Sal 80,9-19; Os 2,12; 9,10; Jl 1,7.12) y otros textos del NT (cf. Mc 11,12-14; 12,1-12; Lc 13,6-9). La unidad en vv.10 y 12 finaliza con la amenaza del fuego del juicio.

Pero esta referencia al día de ira está ligada –como se dijo- a una persona que está llegando. Juan entonces, contrasta su bautismo con el bautismo que traerá “aquel que viene detrás de mí”. El contraste entre ambos es importante en Mateo: es “más fuerte”, Juan “no es digno de llevarle la sandalia” (en los restantes Evangelios, Juan incluido se manifiesta indigno de “desatar la correa de las sandalias”, algo propio del esclavo; es decir, menos aún que eso), el bautismo de agua para conversión contrasta con el nuevo bautismo en “espíritu santo y fuego” (ver 28,19), y lo que hará finalmente: limpiar la era para recoger el trigo y quemar la paja en ese fuego (ver Is 1,25; Za 13,9). Toda esta unidad está tomada de Q (Marcos decía que el que viene bautizará en espíritu santo, solamente). La superioridad entre uno y otro (Juan y el que ha de venir) queda destacada desde el comienzo (y cada evangelista la resaltará a su manera en otros momentos). Juan identifica al que viene con el reino que llega, y ese reino será de ira y fuego, de hacha a los que no den buen fruto, en una actitud ciertamente judicial (cf. 7,19; 13,40.42.50; 18,9; 25,41). Sin duda más adelante, viendo a Jesús que come con pecadores, se junta con ellos y es su “amigo” (11,19), eso provocará que Juan se desconcierte y pregunte si es Jesús “el que ha de venir” o hay que esperar a otro (11,3).

Lo cierto es que –especialmente teniendo en cuenta el texto en el tiempo litúrgico de Adviento- Juan anuncia la llegada de alguien que viene, y esa llegada, esa persona, está ligada estrechamente al reinado de Dios. Y Juan invita a todos los que desde diferentes regiones se aproximan a él a una conversión en palabras y hechos para dejar a Dios obrar en sus vidas y recibir a aquel que se aproxima.


Foto tomada de http://es.wikipedia.org/wiki/Palestina_(región)

sábado, 26 de noviembre de 2016

Las huellas de un gigante, la mirada liliputiense

Las huellas de un gigante


Eduardo de la Serna



Los mitos, sagas o leyendas suelen jugar con las imágenes de un gigante entre “normales” o un “normal” entre pigmeos. Con menos desproporción, pero la misma idea, la Biblia narra una escena entre David, un joven desarmado y Goliat, un gigante pertrechado para la batalla.

En la literatura, el caso emblemático se da en el caso de Gulliver (un “normal”) y sus viajes, siendo el caso su paso por Liliput donde habitan seres humanos de 15 cms. Algo semejante (pero inverso) se da – por ejemplo – en el viaje de Odiseo y su encuentro con Polifemo, un cíclope gigante.

Los relatos de gigantes o de pigmeos parecen repetirse en innumerables culturas. Y las resoluciones suelen ser variadas, sea el caso del triunfo del débil o la incomprensión de los pequeños. Sirva esta imagen de la diferencia, en esta ocasión, solamente para contrastar dos personajes que ameritarían calificaciones. Se reconozca que decir que alguien es “un gigante” o que es “un pigmeo” suele aludir – esperemos que se entienda de un modo meramente metafórico ajeno a toda posible discriminación – a las estaturas morales, ciudadanas, de valores de algunos personajes.

Esta semana, luego de la crisis profunda provocada por el inesperado (y dudosamente honesto) triunfo del “no” en el plebiscito colombiano, aceptando varias de las propuestas que los defensores del “no” habían llevado (más alguna nota incluida a último momento que permite – según Humans Right Watch – impunidad para sectores militares) se firmó un “acuerdo definitivo” de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC-EP. Fue notable la movilización permanente de sectores, particularmente juveniles a partir del triunfo del “no”. Quizás los jóvenes, donde ocurrió la mayor tasa de abstención en el plebiscito, vieron que todo podía derrumbarse, pero lo cierto es que su militancia fue notablemente insistente. Y 50 días después del “no” se volvió a firmar el “acuerdo definitivo” de “paz”. Todo acuerdo de este tipo supone ceder, renunciar, dialogar, acompañar, y hasta “tragar algún sapo”. Un acuerdo, en un contexto como el colombiano, solo es posible si hay grandeza. Y es, precisamente en este contexto de grandeza donde emerge la liliputiense figura de Alvaro Uribe, ex presidente de Colombia, abanderado (y con complejo de creerse dueño) del “no”. Su microscópica estatura moral solo pretende mirar las próximas elecciones nacionales y la posibilidad de que su partido el “Centro Democrático” (doble sic) se imponga electoralmente. No importa la vida o la paz, no importan las víctimas, los desplazados… Desde su microscopia entiende que “el mejor enemigo es el enemigo muerto”, y la mejor paz, “la de los cementerios”. Nunca faltan quienes añoran su figura (“acá haría falta que vuelva Uribe” dicen los homólogos que en Argentina reclaman a los militares), guiados por idéntica chatura y nulo análisis. Sin duda, en el hoy latinoamericano se hizo notar a los ojos del mundo, este magro personaje.

De modo idéntico, y especialmente con los años, se fue agigantando la figura de Fidel Castro. Un detallado análisis de su paso por la historia excede estos párrafos y nuestra capacidad. Aunque no es difícil reconocer que mucho, ¡muchísimo!, del imaginario sobre Fidel que hemos recibido se origina en “fuentes gringas” caracterizadas por objetividad cero, e intencionalidad perversa, a las cuales expresamente elijo no creerles. Me resisto entrar en el análisis simplista de señalar que “Fidel Castro mató gente” como si San Martín, Güemes, Bolívar, Santander y demás “próceres” no lo hubieran hecho. Sólo un sensato análisis de las realidades históricas, metodologías, posibilidades, etc. permitiría una primera conclusión justa a ese dicho; el simplismo caricaturesco no aporta nada al análisis.  Pero señalemos que hubo una época marcada a fuego por grandes personajes de los más diversos modos de pensamiento que dejaron una huella para la historia: Fidel, Kruschev, Mao, Kennedy, Churchill, De Gaulle, Juan XXIII… Todos personajes diferentes que supieron marcar huella en sus países, el mundo y el futuro. Mirando estos personajes y comparándolos luego con los paradigmas de la mediocridad de los 90 sus estaturas alcanzan dimensiones de verdaderos gigantes, sea cual fuere su ideología. Mirar a Kruschev y a Yeltsin, a Kennedy y a Bush, Churchill y Blair, De Gaulle y Sarkozy, Juan XXIII y Juan Pablo II, Perón y Menem, sirve para mirar el abismo de dos miradas de la historia y el mundo.

Recién después podríamos detenernos en el análisis de la política de Fidel y su concreción en Cuba. El sólo hecho de la trascendente figura de Castro en el micro-universo cubano (me refiero a la pequeñez geopolítica que representa Cuba, y especialmente a partir de la caída del muro) refleja la grandeza de su personalidad. ¿Hace falta señalar la vigencia de políticas cubanas después de la “muerte de las ideologías”? Médicos cubanos en Venezuela, Brasil, Ecuador, Bolivia y Argentina sin duda “dicen” mucho más que las “bases militares” yanquis en Perú, Colombia o demás países a los que Macri quiere sumarse. Se dirá que Cuba “exportó su revolución” al mundo, como si EEUU no hubiera exportado su aberración.  El sólo hecho de ver a los gusanos de Miami “algo dice”. Muchas veces es bueno saber dónde se paran algunos para saber dónde pararse uno y en este caso quiero estar “en la vereda de enfrente”. Insisto, no voy a analizar la “revolución cubana”, pero sí puedo decir que la figura de Fidel se fue agigantando con los años. Y escuchar a Fidel era escuchar un sabio.

Un liliputiense y un gigante fueron importantes en el presente latinoamericano de estos días. Ambos dejan caminos y huellas. Caminos y huellas que podemos mirar y transitar, pero sin olvidar que nuestra estatura cívica, moral y humana está en juego detrás de esos pasos.



Foto tomada de El Libertario - Webnode

martes, 22 de noviembre de 2016

Comentario adviento 1A



En nuestro presente, nuestra vida debe testimoniar lo que esperamos
DOMINGO PRIMERO DE ADVIENTO - "A"

Eduardo de la Serna

Lectura del libro de Isaías     2, 1-5

Resumen: Como es frecuente, el profeta espera que en un futuro indeterminado, Dios reinará sobre Israel y sobre toda la tierra, y puesto que todos caminarán a su luz, ya no habrá violencia, ni instrumentos de violencia, sino que todo será paz y los instrumentos de guerra serán transformados en herramientas para el trabajo del campesino.


El título que precede la unidad (v.1) invita a pensar que el libro ha recopilado aquí a modo de colección una serie de palabras (“visiones” puestas por escrito) del profeta en lo concerniente a Judá y Jerusalén. Es posible que de ese modo se hubieran dado unidad en un momento a los diferentes oráculos, aunque luego ha sufrido añadidos y recortes con el tiempo.

La idea de “días futuros” no necesariamente aluda a lo que conocemos como “fin de los tiempos” y quizás haya que leerlo simplemente como “en el futuro”, aunque también es posible que aluda (en especial al finalizar la recopilación de textos de Isaías y sus discípulos) a un futuro lejano e indeterminado. La idea que guía el pensamiento y el discurso es el concepto de Yahvé rey de Israel, en el anuncio de un reinado universal de paz que nace de la justica. Pero este reinado será universal, no sólo abarcará la tierra de Israel. Yahvé “juzgará” (= gobernará, salvará) a todos los pueblos, no sólo a “Jacob”. Puesto que todos estarán instruidos por Dios, la paz (shalom, término que no se encuentra en la unidad) será una consecuencia obvia y permanente por lo cual ya no serán necesarios los instrumentos de guerra.

El texto de vv.2-4 se encuentra idéntico en Mic 4,1-4a. No es fácil saber cuál es el original, o si se remiten ambos a un elemento común. Especialmente porque ambos profetas son relativamente contemporáneos y predican en una misma región, Judá (es posible que Miqueas lo haya tomado de Isaías, o de una tradición oral que se remita a éste). La paz esperada es tan definitiva que los viejos medios para hacer la guerra se transformarán en instrumentos de trabajo campesino y ya no harán falta entrenamientos militares (“aprender para la guerra”).

La referencia a la peregrinación a Jerusalén es un tema habitual en el que se insiste frecuentemente en el tema de la paz: Sal 46; 48; 76; 87. “Subir” (v.3) es verbo que se utiliza habitualmente para dirigirse a Jerusalén (cf. 7,6; 11,16; 36,1.10; 37,14… cf. Lc 10,30.31). La “Ley” no ha de pensarse en el sentido de la Torá escrita sino de la instrucción que Dios dirige a su pueblo. 

La paz es el tema central, y es más que ausencia de guerras. La lucha por la conquista no tiene sentido ya que es Dios mismo el que conduce a su pueblo. El rey ideal es “príncipe de paz” (9,5-6; 11,6-9). El trabajo pacífico del campesino (Mic 4,4) es una obvia manifestación de la paz reinante. Se invita a toda la “casa de Jacob” a caminar “a la luz de Yahvé”. Pero esto, no ocurrirá todavía.


Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Roma     13, 11-14a

Resumen: Pablo invita a los romanos a llevar ya desde ahora una vida diferente a la que lleva la sociedad de su entorno. Deben mostrarse distintos porque están ya en un tiempo nuevo, por el espíritu que los introduce en la vida nueva.


Los capítulos finales de la carta a los Romanos son motivo de debate entre los estudiosos. Es que Pablo escribe a una comunidad a la cual no conoce, ni que tampoco lo conoce a él (y en la que hay quienes hablan mal del apóstol diciendo cosas falsas, ver 3,8). A partir del cap. 12 empiezan una serie de exhortaciones, es decir, invitación a vivir de determinada manera, dejando aquello que la perjudica o aceptando lo que la beneficia. Esto lo encontramos hasta el cap. 15  donde Pablo empieza a despedirse (los saludos finales se encuentran en el cap. 16 que también es motivo de debates). El debate tiene su origen en la pregunta: ¿cuánto sabe Pablo de los romanos, como para dar consejos prácticos y exhortaciones precisas? Algunos afirman que hay datos que Pablo tiene y es a ellos a los que enfrenta; otros –en cambio- piensan que puesto que no sabe mucho de la comunidad, las exhortaciones son genéricas y, en muchos momentos, tomadas de lo dicho en otras cartas. En ese contexto, entre los muchos elementos, encontramos el texto litúrgico de hoy. 

En la unidad literaria anterior (13,8-10) había hablado solemnemente del amor como plenitud de la ley (ver Ga 5,14; 1 Cor 13,4-7), la unidad siguiente habla de la “fe” (14,1-15,13).

En esta unidad (13,11-14) el tema principal tiene que ver con cómo deben vivir “hoy” los destinatarios. Toda la perícopa está cargada de temas que se relacionan con el campo semántico del “tiempo” (momento, hora, levantarse del sueño, noche y día, tinieblas y luz, pleno día). Pero evidentemente el acento está puesto en el cómo se debe vivir “ahora”: levantarse, revestirse, caminar respetablemente. Es notable la cantidad de metáforas usadas en la unidad: noche-día, armas, camino, revestirse… Es casi imposible hablar de las cosas más profundas sin recurrir a las metáforas. 

El texto fue leído con frecuencia en un sentido “escatológico”, pero esto no es necesariamente evidente. Sin dudas no se ve la nota de la urgencia, y la imagen de despertar, que se aproxima la hora es coherente con la metáfora del tiempo presente en la unidad. Pero el acento, como decimos, está en la vida que se debe llevar hoy precisamente porque es tiempo de despertar. El verbo caminar (peripatéô) es propio del modo de vida que deben llevar los discípulos (6,4; 8,4; 14,15; cf. 1 Cor 3,3; Ga 5,16…), y lo mismo ocurre con el verbo “revestir” (endúô, vv.12.14; cf. 1 Cor 15,53.54; Gal 3,27; 1 Tes 5,8). La nota escatológica está dada por la vida que “ya” deben llevar los cristianos por haber recibido el espíritu, el don escatológico por excelencia, y que han recibido en el bautismo. Es decir, Pablo los invita a ser desde ahora lo que un día llegarán a ser (la nota de futuro no tiene temas habituales en la escatología como el “día”, la “venida”, el juicio, la futura resurrección, pero sin dudas alude a un futuro indeterminado que va más allá del presente histórico concreto de la comunidad: “no se configuren con este tiempo”, 12,2). Las imágenes de día y noche, luz y tinieblas, aunque son frecuentes en la literatura apocalíptica no conservan aquí esa connotación sino simplemente la metáfora. Esto está puesto en claro contraste con el modo de vida habitual en la sociedad romana de entonces, algo conocido por todos, un comportamiento caracterizado por las comilonas, borracheras, lujuria y desenfreno, rivalidad y envidia. Los cristianos deben mostrar a la sociedad (“camino con decoro”, v.13; cf. 1 Tes 2,12; 4,1.12) una vida contrapuesta a la celebrada en el Imperio, pero deben hacerlo desde ahora. Ya es el tiempo.

Pablo invita a los romanos a comprender el tiempo (kairós). Como se sabe hay diferentes términos griegos para decir “tiempo”. Pablo utiliza con frecuencia el aiôn, que remite al tiempo que no cesa, y puede traducirse como “era”, hasta incluso entenderse como “eternidad”. El tiempo “kronos” es el que es entendido de un modo objetivo, y por tanto medible, por eso puede haber un futuro y un pasado. Kairós es el tiempo en sentido subjetivo, es el momento favorable, estipulado, oportuno. En LXX designa también el tiempo fijado por Dios (Is 49,8; Sal 74,3). Este tiempo fuerte (cf. Mc 1,15; Jn 7,6; Hch 1,7; Mt 26,18; Ap 1,3) es una ocasión que es necesario saber acoger. No necesariamente debe entenderse en sentido escatológico sino en coherencia con el tiempo al que el “día” alude en 11bc-12a). Es el tiempo decisivo de cada persona en la medida de su aceptación de Cristo (1 Cor 7,29; 2 Cor 6,2). La hora (hôra) de levantarse del lecho alude al simple paso del tiempo en el sentido de que “es tarde” (cf. Mt 14,15; Mc 6,35) con lo que prepara lo que viene a continuación. Es necesario levantarse para afrontar la novedad presentada como opuesta a “sueño”. Es el tiempo del “ya” y el “todavía no”. La salvación está próxima, “todavía” no está a nuestra disposición (sin que sea evidente en Romanos qué tan inminente es para Pablo este tiempo. La idea de la “proximidad” (vv.11 y 12, eggys/uzô).

A continuación se destaca la metáfora de “despojarse” y “revestirse” en un sentido de una transformación interior. En un primer momento (v.12) es “vestirse” de las armas de la luz, y en v.14 es “del Señor Jesús, Cristo” (a diferencia de 1 Tes 5,8; 2 Cor 6,7 [cf. Ef 6,13-17] Pablo aquí no describe el armamento, quizás porque a continuación lo identificará directamente con Cristo). La metáfora luz-tinieblas, por su parte (Rm 2,19; 13,12; 1 Cor 4,5-6; 2 Cor 4,6; 6,14; 1 Tes 5,5) en Pablo no tiene implicancias dualistas al estilo de la apocalíptica, se mueve en el terreno de la exhortación, en el plano ético.

En v.13 presenta un pequeño catálogo de vicios. Es sabido que estos son habituales en el mundo greco-romano y en el judaísmo de la diáspora, como un modo de señalar aquello del medio ambiente que culturalmente resulta detestable y que –por lo tanto- se debe omitir. Suelen estar acompañado de catálogos de virtudes, pero aquí no los encontramos. Se trata de tres pares de vicios, el primero (comilonas y borracheras) contrasta con el dominio de sí, el segundo –centrado particularmente en lo sexual, como suele suceder en los catálogos de vicios- (sensualidad y desenfreno) y el tercero alude a las relaciones entre los miembros de la comunidad, lo opuesto a la edificación de la comunidad. A esto Pablo va a oponer lo contrario, pero no lo hace señalando expresamente virtudes contrapuestas sino la actitud fundamental: revestirse del Señor… La imagen del revestimiento tiene que ver con la vida cotidiana, pero en un sentido místico, de fusión. La referencia es bautismal (Gal 3,27), pero este bautismo implica un modo de vida (es interesante notar un semejante contraste entre un catálogo de vicios y la referencia al “ahora” comenzado en el bautismo, en 1 Cor 6,9-11), en cierto modo podemos decir que el bautismo da origen al misticismo paulino, y esto tiene implicancias enla vida cotidiana, es al Señor al que se debe servir, no al emperador ni a otro soberano, solamente al crucificado-resucitado.


+ Evangelio según san Mateo     24, 37-44

Resumen: Con una serie de imágenes con elementos comunes a las expectativas escatológicas Mateo invita a “velar” y “estar atentos” esperando de un momento a otro la venida del hijo del hombre.


Como se sabe, Mateo está compuesto en un cuerpo de cinco grandes discursos, acompañados de cinco secciones narrativas. El quinto bloque –el escatológico- presenta un largo discurso que se encuentra en los caps. 24 y 25 (aunque en cap. 23 también es discursivo). En el v.37 (con el que comienza el texto litúrgico de hoy) Mateo abandona a su fuente Marcos y sigue al documento Q, aunque la continuidad con éste se prolonga hasta el v.51. 

La novedad comienza con el tema de la vigilancia que acompañará el resto de una pequeña serie de parábolas que preparan las grandes parábolas de Mt 25 (las diez vírgenes y los talentos). De hecho, hay una serie de palabras claves que se repiten con frecuencia en esta unidad: “conocer” (24,36.39.42.43.50; 25,13) “día/s” (24,36.37.38.42.50; 25,13), “hora” (24,36.44.50; 25,13), “venir/da” (24,39.42.43.44.46.48; 25,10.19.27), “hijo del hombre” (24,37.39.44), “vigilar” (24,42.43; 25,13).

En la primera parte del capítulo había indicios de la próxima parusía: los que dirán ser el Cristo, los signos de tribulación a los discípulos y a Jerusalén, será visible en cielos y tierra, como una higuera (24,3-36), a continuación destacará que será inesperada (24,37-51). Es en esto que empieza a verse como importante la “vigilancia” aunque no se precise en esta parte en qué consiste esta.

Comienza con un paralelo entre  los días de Noé” y la venida del “diluvio” y la “venida del hijo del hombre”.

El paralelo se ve claramente entre v.37 y vv.38-39:

37«Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre.
38 Porque como en los días (…) Noé en el arca, 39 y no se dieron cuenta (…), así será también la venida del Hijo del hombre.

Es evidente que el v. 37 presenta el paralelo entre ambos períodos que será explicitado en los versículos siguientes.

El acento no está puesto en que en tiempo de Noé eran pecadores (eso ocurre en otros escritos (ver Is 54,9), lo que el autor destaca es que “no conocían” (ouk egnôsan) lo que les esperaban, y vivían desentendidos de ello: comían, bebían, se esposaban o eran dadas en matrimonio (v.38). El paralelo pone en relación la sentencia de tiempos de Noé con la venida del Hijo del hombre, juicio y parusía se interrelacionan, de ese modo el día del hijo del hombre parece interpretarse como una catástrofe. Pero esto será inesperado y provocará fractura (= juicio) un varón en cada lado (v.40), una mujer en cada lado (v.41). El antagonismo tomado – dejado es habitual en el judaísmo (y la voz pasiva remite a Dios como el que tomará o dejará), cf. v.31. 

Este paralelo entre un acontecimiento ocurrido y uno por ocurrir es el que motiva el llamado a la vigilancia (verbo que aparece aquí por primera vez en Mateo, cf. 24,43; 25,13; 26,38.40.41; x6 en Mc, x1 en Lc y x1 en Hch). La imagen del ladrón que entra sorpresivamente en la casa es habitual en la expectativa apocalíptica (1 Tes 5,2.4; 2 Pe 3,10; Ap 3,3; 16,15), su paralelo en Lc 12,39 nos hace saber que es tomada del texto Q. El ejemplo retoma la idea de “estar preparado” en referencia a la venida “del hijo del hombre” que es el tema que articula la unidad. Estar preparado es paralelo, entonces, de vigilar. El verbo ya lo encontramos en 22,4.8 con la cena “preparada” en la parábola (lo mismo en 25,10).