martes, 8 de noviembre de 2016

Comentario domingo 33C

El profeta Jesús anuncia a los suyos una suerte semejante en la que darán testimonio.

DOMINGO TRIGESIMOTERCERO - "C"


Eduardo de la Serna



Lectura de la profecía de Malaquías     3, 19-20a

Resumen: ante la despreocupación de muchos por la intervención de Dios en la historia, Malaquías anuncia que “el día” de Yahvé será indudable, Y el contraste entre lo que les espera a los arrogantes y lo que espera a los justos resulta evidente a la luz del sol.

El final de Malaquías enfrenta a algunos que parecen guiarse por una suerte de “ateísmo práctico”. Dios no se entera de lo que hacemos o dejamos de hacer, es indiferente a nuestro obrar, tanto que “los arrogantes” son proclamados “felices” (v.15). Es entonces que Malaquías anuncia que pronto llegará “el Día” en el que Yahvé venga a los suyos.  Este día es el tema central de todo el cap.3 introducido y concluido por un personaje como Elías que dará la última oportunidad para hacer la voluntad de Dios (3,1.23-24). 

El texto de la liturgia es el final de este anuncio del “día” de Yahvé, día presentado como “abrasador como un horno”, y destaca los dos grupos en cuestión y su consecuencia: los que no escuchan la voluntad de Dios y –por el otro lado- los que “temen mi nombre”. Las consecuencias de su conducta contrapuesta serán también opuestas:

A)    Los arrogantes, cometen impiedad se consumirán (en el horno) como paja

B)   Los que temen el Nombre, brillará el sol de justicia, salud en sus rayos. 

La imagen del fuego es habitual para los malvados (Sof 1,8; Abd 18) pero aquí se trata de un horno (cf. Sal 21,10). En cambio el Sal 84,12; 103,3 presenta a Yahve como sol para los virtuosos. La imagen de los rayos sanadores es habitual en el mundo medio oriental, en Egipto, por ejemplo y en Asiria y Babilonia. Sin embargo los opuestos no son “lineales”: a los arrogantes y malvados se contrasta con los que “temen (= respetan) mi nombre” es decir, supone una relación personal. Por otro lado, la maldad es de los humanos, mientras que la justicia es del sol. En el primer día ya no queda nada, todo es consumido; el nuevo día el sol es un amanecer festivo (“saldrán brincando…”).


Lectura de la segunda carta de san Pablo a los cristianos de Tesalónica     3, 6-12

Resumen: En la comunidad de Tesalónica hay quienes viven de un modo claramente opuesto al ejemplo dado por Pablo cuando estuvo entre ellos. Mientras Pablo trabajó con sus manos para dar ejemplo, algunos no solamente no trabajan sino que “se entrometen en todo”. De allí que “Pablo” reitere el mandato de que deben trabajar pacíficamente para ganarse el pan.


Con mucha influencia de 1 Tesalonicenses (v.7 y 1 Tes 2,1; v.10 y 1 Tes 3,4; v.8 y 1 Tes 2,9), pero también elementos que le son propios, el autor de 2 Tesalonicenses comienza su despedida. Con un “hermanos” comienza la unidad, en v.13 volvemos a encontrar “hermanos” lo que es indicio de un nuevo comienzo, por lo que la unidad literaria puede encontrarse en 3,6-12. La unidad está estructurada en torno a tres temas diferentes. La unidad comienza con un mandato (paraggelô) en el nombre del Señor Jesucristo y finaliza del mismo modo: “mandamos (paraggelô) y exhortamos en el Señor Jesucristo” (v.12).

 Es interesante notar cómo está armada esta unidad:
“Hermanos:
[A] Les mandamos en … Señor Jesús Cristo (v.6)
[B] Desordenada conducta (v.6)

[c] Imitarnos (v.7)
comer el pan…  trabajo (v.8)
[c’] Imitar (v.9)
Mandábamos (v.10)
[d] Trabajar … comer (v.10)
[B’] Conducta desordenada (v.11)
[A’] Mandamos … en Señor Jesús Cristo (v.12)
[d’] Trabajar … comer (v.12)

La unidad literaria, entonces, se muestra integrada, y tiene dos partes claras, la primera en la que “Pablo” invita a imitar su ejemplo de trabajar, la segunda en la que critica a quienes viven sin seguir su testimonio de trabajo.

Esta unidad es presentada como una “tradición” que “recibieron”. Ambos verbos (parádosisparélabon) son tradicionales en referencia a la catequesis, sin embargo en esta carta aluden a una suerte de “ejemplo” que Pablo ha dado (2,15; cf. 1 Cor 15,1.3). En este caso no se refiere a un aspecto teórico sino a que Pablo trabajó con sus manos en la comunidad para “no ser una carga”, y esto “para darles un ejemplo” (ver 1 Tes 2,9). En ese contexto Pablo había dicho “el que no quiere trabajar, que no coma” (v.10). Esto está dicho ya que algunos en la comunidad llevan una conducta desordenada, que –en este caso concreto- es no trabajar nada y meterse en todo. En griego es un juego de palabras imposible de traducir al castellano: “mêdèn ergazoménous allà periergazoménous”. El encargo de “Pablo” es que trabajen tranquilamente. 

Siendo el contexto de la carta la expectativa inminente de algunos en la venida de Jesús, es probable que estos tuvieran la actitud de no trabajar ya que el fin está cercano, de allí que “se metan en todo”, y la insistencia en que si no trabajan, pues que no coman. A esto califica de conducta (camino, peripatôn) desordenada (atáktos, 1 Tes 5,14 donde puede traducirse por indisciplinados). 

Una nota sobre el trabajo: es sabido que en ambiente greco-romano el trabajo no es visto como una virtud. En realidad, las elites se dedican al “ocio” mientras que los que trabajan son sus esclavos y contratados. En ese sentido, el mundo judío es bien distinto y el trabajo es visto como algo que enaltece a la persona. Sabemos que Jesús trabajaba, Pedro trabajaba y Pablo trabajaba. Y si hay algunos que no trabajan en esta comunidad griega, sin duda lo más probable es que se trate de personas acomodadas socialmente. Que “Pablo” les “mande” un dicho tan taxativo como que “el que no trabaja, que tampoco coma” sin duda es también un fuerte desafío cultural.


+ Evangelio según san Lucas     21, 5-19

Resumen: Partiendo de una alabanza a la belleza del Templo que Jesús escucha, él anunciará –pero más precisamente que Marcos- la destrucción del mismo. Esto repercutirá también en la persecución a los seguidores de Jesús, pero el texto invita a no preocuparse por eso ya que Cristo no se desentiende de sus amigos, y lo que contará en este momento será la resistencia.


La unidad literaria del final de Lucas es muy extensa. La misma idea se repite en 19,47-48 y en 21,37-38. El contexto es de controversias en torno al Templo de Jerusalén. Sin embargo, ya en tiempos de Lucas el Templo ha sido destruido, y también Jerusalén. Todo eso es visto por muchos como una suerte de “fin del mundo”. Estas tres destrucciones marcan diferentes partes en la unidad (21,5-19. 20-24. 25-28). El término griego “tauta” (estas cosas) juega un rol de unificador en la unidad (vv.6.7.9.12.28.31.36). “Estas cosas” vendrán acompañadas de signos (vv.7.11.25) que refiere a situaciones dramáticas. Pero Lucas les aclara que los seguidores de Jesús no deben confundir la destrucción del Templo y de la ciudad con el retorno de Jesús (v.8). Los discípulos tienen garantizado de parte de su Maestro que estará de su lado en el conflicto y los llenará de elocuencia en la persecución (cf. 12,11-12 [donde el que dará la elocuencia es el Espíritu] y los casos de Esteban y Pablo en Hch 7 y 21-26 respectivamente).

Como se sabe, en el año 587 a.C. los babilonios destruyeron Jerusalén y su templo. A la vuelta del exilio pudieron reconstruirlo, pero este era pequeño y no tenía el esplendor que se dice tenía el templo salomónico. Fue recién Herodes –amante de las obras “faraónicas”- el que lo reconstruyó dándole esplendor y majestuosidad. Comenzó allá por el año 20 a.C. y la obra no quedó terminada hasta mucho más tarde (en el año 64 d.C.). En tiempos de Jesús todavía se seguía trabajando en ello. En el año 66 d.C. comienza la guerra romana, y estos destruyen Jerusalén y su Templo en el año 70, por lo que la obra concluida tuvo una “vida” efímera. Pero el anuncio de cierta destrucción del Templo es coherente con la predicación de varios profetas (Mi 3,12; Jer 7,14; 26,18). 

Sin embargo, es preciso –brevemente ya que no es este el lugar para presentar extensamente esta distinción- diferenciar lo que puede haber dicho Jesús, que probablemente aludió a esta destrucción del Templo, de lo que Lucas afirma. Jesús tuvo actitudes críticas con respecto al Templo, y una serie de ellas se agrupan en los días finales de su ministerio (expulsión de los vendedores, anuncio de la destrucción, falso testimonio de que destruirá el Templo, rasgadura del velo…), pero la redacción de Lucas da ciertos detalles (como también sobre la destrucción de la ciudad)  que invitan a pensar que el tercer evangelista releyó el texto de Marcos 13, quien a su vez releyó las tradiciones sobre los dichos de Jesús; todo esto a la luz de los nuevos acontecimientos y de la intención teológica del autor.

Coherentemente con ciertas lecturas apocalípticas “todo” aparece entremezclado: la destrucción de Jerusalén coincide a su vez con el fin del mundo y con la venida del hijo del hombre. Lucas, expresamente, pretende desmontar este imaginario. La destrucción de Jerusalén ya ocurrió, el fin del mundo todavía no, y la expectativa de la venida del hijo del hombre fue aprovechada por ciertos personajes (ver Hch 5,36-37), pero todavía no ocurrió, falta un poco aún (“el fin no es inmediato”, v.9).

Los momentos de confusión son alentados por falsos rumores (algo semejante a lo que motiva al discípulo de Pablo a escribir 2 Tesalonicenses). No hace falta ver los conflictos presentes como indicios de un fin inminente. Marcos los había presentado metafóricamente como “dolores de parto” (13,8). Lucas parece haber visto esos indicios no como anuncios del fin del mundo, sino de la destrucción de Jerusalén, como se dijo, algo ya ocurrido. 

Lucas comienza destacando que algunos (probablemente los discípulos) hicieron referencia a los adornos del templo con bellas piedras y ofrendas (anathêma). Lo que cuenta –para ellos- del Templo no es su sentido (ser “casa de oración”, 19,46) sino su esplendor. Así como lo había dicho de la ciudad de Jerusalén, tampoco del templo quedará “piedra sobre piedra” (ver 19,44). La pregunta es cuándo sucederá eso que Jesús anuncia, y para ello recurre a “signos” anticipatorios. Pero estos no son indicio de que está ocurriendo (como parece insinuar Marcos) sino de que eso indica que todavía falta para el fin.

Las autoridades paganas y judías perseguirán a los discípulos de Jesús. Esta es una gran ocasión de dar testimonio de Jesús, y no deben preocuparse por su defensa ya que el mismo Cristo les dará la elocuencia oportuna (en 12,12 lo hará el Espíritu Santo). En Hechos estas cosas son atestiguadas: los apóstoles son apresados (4,1-3; 5,18; 8,3; 12,4), son torturados (16,22-23), comparecen ante autoridades (18,12; 24,1; 25,1; 26,1)... 

Veamos más gráficamente esta relación entre “anuncio y cumplimiento”:

Hecho anunciado (vv.12-16)
Cumplimiento en Hechos de los Apóstoles
Les echarán mano
4,3; 5,18
Perseguirán
9,4; 22,4
En las sinagogas
9,2; 26,11
Cárceles
5,19; 8,3;12,4; 16,23
Reyes
12,1; 25,13
Gobernadores
23,24,26; 26,30
Por mi nombre
4,7.10.17-18; 5,28.40
Para que den testimonio
3,15; 4,33; 5,32; 20,26; 26,22
Les daré una elocuencia
6,3.10
No podrán resistir ni contradecir
6,10; 4,14
Matarán a algunos
12,1-2

Es interesante –añadamos- que esta relación anuncio-cumplimiento queda reforzada por añadidos de Lucas al texto de Marcos a fin de reforzar la relación (por ejemplo, Lucas añade “perseguir”, “sinagogas”…).

Sin duda esta relación fortalece la imagen profética de Jesús que con tanta insistencia Lucas quiere señalar. El profeta Jesús revela que los tiempos escatológicos han comenzado, y la Iglesia –que debe ser profética por vocación- debe continuar esta obra a lo largo de su tiempo.

El historiador romano Tácito confirma lo anunciado en el v.17: los cristianos son “odiados por todos”. Haciendo referencia al incendio de Roma por el que fue acusado Nerón afirma: 

para acabar con los rumores, Nerón presentó como culpables y sometió a los más rebuscados tormentos a los que el vulgo llamaba cristianos, aborrecidos por sus ignominias” y más adelante señala que “se empezó por detener a los que confesaban abiertamente su fe, y luego por denuncia de aquellos, a una ingente multitud, y resultaron convictos no tanto por la acusación del incendio cuanto de odio al género humano…” (Tácito, Anales 15.44.2-5).

La imagen de que los cristianos “serán entregados” (v.12) más adelante es precisada, eso lo provocarán los “padres, hermanos, parientes y amigos” (v.16). Listas semejantes se vuelven a encontrar en el evangelio como los que no deben ser invitados a un banquete (14,12), los que los discípulos deben dejar para seguir a Jesús (18,29). Son los más cercanos los que provocarán esta crisis, del mismo modo que a Jesús lo traiciona “uno de los Doce” (6,16; 22,3). El odio “de todos a causa de mi nombre” (v.17) es eco de la última bienaventuranza: “felices… cuando los hombres los odien” (6,22).

El tiempo de la Iglesia es tiempo de conflicto, y la salvación no llega por la autodefensa, ni por las reacciones, sino por la “constancia” (v.19). La “constancia”, “aguante”, “perseverancia”, “resistencia” (hypomonê) es un término característico de tiempos de conflicto. Sólo se encuentra dos veces en los Evangelios (ambas en Lucas, cf. 8,15), pero frecuente en Apocalipsis (x7), y en Pablo y sus escritos de influencia (x6 en Rom, x3 en 2 Cor, x1 en 1 Tes, x2 en 2 Tes, x1 en Col, y una vez en cada carta pastoral, además de x2 en Heb y en Sgo x3 y x1 en 2 Pe). 

La constancia permitirá “ganar” (ktáomai) las vidas (psyjê). Es interesante que el verbo “ganar” tiene connotaciones económicas, como se ve en otras partes de la obra de Lucas (18,12; Hch 1,18; 8,20; 22,28 [debe destacarse que estas ocasiones son la totalidad de veces que ktáomai se encuentra en Lc-Hch; todas –como se ve- entendidas en sentido económico]. La relación entre la vida y las posesiones es habitual en Lucas 9,24-25; 12,15.33-34; 14,33; 18,29. Lo que Lucas propone es ganar la vida para lo que es necesario estar dispuestos a perderla (9,24; 17,33) que es –precisamente- lo que ocurrirá a los cristianos, pero que en la resistencia darán testimonio.


Foto del recuerdo de los mártires de Acteal (México)

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