martes, 20 de junio de 2017

Domingo 12A

La fidelidad al proyecto de Dios tiene a él mismo como garante

DOMINGO DUODÉCIMO – “A”

Eduardo de la Serna



Lectura del profeta Jeremías                 20:10-13

Resumen: la predicación de Jeremías lo lleva a enfrentar momentos conflictivos por los que el profeta se lamenta ante Dios. Pero – como ocurre frecuentemente – el lamento no está exento de una clara confianza en que Dios intervendrá en favor del suplicante.

El texto litúrgico corresponde a un fragmento de lo que algunos han llamado las “Confesiones de Jeremías”, título inspirado en San Agustín, y con frecuencia releído en esa clave. Veamos brevemente esa serie de textos antes de introducirnos en el que hoy la liturgia nos propone para – a su vez – releer el texto del Evangelio del día.

El profeta Jeremías recibe un llamado en un momento muy conflictivo de la historia de Israel. El poderoso ejército babilónico se aproxima y la pregunta “¿dónde está Dios?” es fundamental para el pueblo. Aparecen falsos profetas señalando que Dios no abandonará a su pueblo y los babilonios “no pasarán”. Pero Jeremías se ubica “en otro lado” y lo que dice es que el ejército enemigo es “castigo” de Dios por haberlo abandonado, que son enviados por Dios y se debe reconocer ese hecho. Obviamente será acusado por muchos – y es el texto de hoy – de “traidor a la patria”, de “hereje”, de falso profeta porque Dios no permitirá que a su pueblo le ocurra nada malo, al fin y al cabo es el “pueblo elegido”.

Una breve nota sobre los “falsos profetas”. Puesto que el profeta es aquel que habla de parte de Dios a un grupo concreto en un tiempo concreto señalándole “esto dice Dios”, resulta en la práctica imposible discernir si se trata de un verdadero o un falso profeta. Señalar que “el tiempo lo dirá” resulta casi sádico cuando de muerte o destrucción se trata. Sin duda muchos eligen creer lo que les agrada, o lo que desde una pobre teología prefieren aceptar; en este caso, que “Dios no permitirá” que Jerusalén sea destruida. En el caso concreto de Jeremías, el criterio que él propone para reconocer un verdadero de un falso profeta, es si anuncia o no “la paz” (14,13-16). Insistimos que en este caso concreto (y por esto – ciertamente – no es válido en otras ocasiones o para otros profetas) si anuncia la paz se trata de un “falso profeta” ya que no es eso lo que Dios le ha enviado decir sino por el contrario anuncia “atropello”, “devastación” (20,8). El conflicto concreto de Jeremías con “falsos profetas” será uno de los temas centrales del libro. El pueblo, los dirigentes, la corte elegirán creerles a éstos con lo que Jeremías será cuestionado, agredido y perseguido, incluso intentando darle muerte. Este es el marco de las “Confesiones”.

Las notas autobiográficas (las “Confesiones”) revelan un “crescendo” que pasa de una simple queja (11,18-12,6), una crisis en su relación con Dios (15,10-21) que se agrava (20,7-9) hasta un lamento desesperado (20,14-18)… Nuestro texto, como se ve, se encuentra entre las dos últimas.

Los que antes eran amigos del profeta, con los que antes estaba en “shalôm” (v.10), ahora quieren su humillación. Esperan su tropiezo para abusar de él (el verbo “pth” puede tener connotaciones sexuales, se trata de una “seducción” con abuso, es el mismo que se encuentra en 20,5; ver Ex 22,15, aunque en general se ha de leer como “engaño”). Lo cierto es que los que antes lo “saludaban” (Shalom) ahora buscan su caída para vengarse de él. Obviamente el cambio dice referencia a la predicación del profeta.

Sin embargo, Jeremías sabe que si él ha hablado es de parte de Dios, por lo que sabe – desde el comienzo de su vocación – que Dios está con él (1,8). El problema es que esa presencia divina cada vez se experimenta menos, a causa de la creciente hostilidad que padece. Pero sabe que no podrán con Dios “soldado poderoso” y experimentarán – confía – una serie importante de tribulaciones: tropezarán, no vencerán, se avergonzarán, fracasarán con un “sonrojo eterno e inolvidable”.

Esta confianza del profeta se transforma en oración dirigiéndose ahora a él con el estilo de las lamentaciones, o súplicas.

Se dirige (repitiendo lo dicho en la primera “confesión”, 11,20) a “Yahvé Tsebaôt”, Dios “de los ejércitos” al que califica de “examinador justo”, que mira atentamente “las entrañas y el corazón”, es decir, los sentimientos y las razones. Es frecuente en las lamentaciones el uso de atributos divinos antes de pedir lo que la situación difícil amerita; en este caso pide ver cómo Dios se “venga” de ellos, “porque” (en hebreo, , muy habitual en los lamentos) a Él le confió, le “descubrió” el litigio (la causa; término que también encontramos en otra “confesión”, 15,10).

Como es frecuente en las lamentaciones o súplicas, esta finaliza con un canto de esperanza confiada; el autor “sabe” que Dios hará algo y lo celebra anticipadamente: en este caso invita a los “oyentes” / lectores en un paralelismo sinónimo a “cantar” / “alabar” a Dios (v.13.a). ¿El motivo? Porque () “ha salvado”. El “liberó” (el verbo nzl se puede traducir como “salvar”, “liberar”) la “vida” (nefesh) del “pobre” (’ebîôn) de las manos de los malvados (es decir, los que buscan el mal del profeta).


Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Roma     5, 12-15

Resumen: en un doble contraste entre dos personajes únicos, Adán y Cristo y sus accionares contrastantes, ese obrar tuvo repercusiones –ciertamente también contrastantes- en “todos”. Pecado y gracia, muerte y vida se presentan como las consecuencias y como el presente por el cual los creyentes en Cristo han logrado vencer todo pecado y sus consecuencias.

El presente texto (aunque en aquel caso hasta el v.19, se ha comentado el 1er domingo de Cuaresma del ciclo A, repetimos aquí lo dicho)

Es muy probable que en el texto que la liturgia nos propone comience la segunda parte de la sección “teológica” de la carta a los Romanos. Pablo ha dedicado la primera a mostrar que “todos” (paganos y judíos) han pecado. Y puesto que todos han pecado, Dios tiene motivos suficientes para descargar sobre “todos” su ira, pero sin embargo, ha preferido descargar su “justicia” (= compasión, su cercanía y misericordia), y “todos” son hechos justos por la fe en Cristo. Luego de señalar esto, la carta empieza a mostrar los efectos que tienen sobre la humanidad ésta “justicia por la fe”. La primera de estas consecuencias es que el creyente es liberado del pecado, y lo explica.

El texto presenta claramente un contraste antitético entre “un solo hombre” y otro “solo hombre”, y los efectos de la obra de uno y otro sobre “todos”. Veámoslo esquemáticamente:

“un solo hombre”
Adán
Cristo
Acción de ese hombre
Pecado | delito      | desobediencia
Gracia        | obediencia
Efectos sobre “todos
Muerte | condenación |  pecadores
Justificación | justos

El texto, como se ve está marcado por un doble contraste, por un lado entre Adán y Jesús (presentado aquí como una suerte de “anti-Adán”) y por otro lado entre “uno” y “todos”. Siendo Adán el “primero”, su accionar actúa sobre “todos”; siendo Cristo “el primer resucitado”, también su “gracia / obediencia” actúa sobre “todos”. El accionar del primer hombre está marcado por tres términos sinónimos: pecado, delito o desobediencia, mientras que el obrar de Cristo está marcado por sus contrarios: gracia y obediencia. Obviamente, lo mismo ocurre con los efectos sobre “todos”. Muerte y vida son las antítesis fundamentales: “reinó la muerte”, “reinarán en vida” (v.17), “reinó el pecado” (pasado aoristo, un hecho puntual y concreto), “reinaría la gracia” (subjuntivo aoristo, también referido a un momento concreto; v.21).

El texto fundamentalmente pretende señalar la realidad superadora de Cristo, el pecado ya ha sido derrotado, ha perdido su capacidad de reinar. 

En v.12 el texto suele entenderse “ya que todos pecaron”, “por cuanto todos pecaron”… El griego utiliza una contracción “ef ’hô” que puede traducirse de diferentes maneras. La Iglesia católica romana ha tomado de aquí el tema del llamado “pecado original” especialmente a partir de san Agustín que lee de este modo a Pablo que a su vez relee Génesis. 

Este contraste entre dos “un solo hombre” no es sin embargo un mero “positivo – negativo” ya que el hecho Cristo supera absolutamente el hecho Adán cosa expresada en la frase de v.20: “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. 

La humanidad entera (“todos”) pecaron, pero por la “fe en Cristo”, ahora “todos” son hechos justos por Dios, todos tienen vida, reinan, y el pecado ha perdido ya y definitivamente toda su fuerza sobre “todos”.


+ Evangelio según san Mateo   10:26-33

Resumen: Mateo afirma a su comunidad que vivirá persecuciones violentas, pero la invita a “no temer” ya que Dios mismo la acompañará y podrá – con su ayuda – predicar a todos la buena Noticia de Dios.

Dentro de los cinco bloques narrativo y discursivo, en los caps. 8 y 9, Mateo ha señalado la fuerza que tiene en sí mismo el Reino y se manifiesta en una serie de milagros (narración). Luego se dirige a los discípulos para invitarlos a predicar y obrar lo mismo (discurso). Sin embargo, el capo. 10 tiene una primera parte sencilla en la que los discípulos pueden esperar aceptación o rechazo mientras que, a partir de v.16 la situación y el conflicto se agravan (ovejas-lobos, entregarán, azotarán, entregar a la muerte, persecución, etc…). Todo indica que se está refiriendo a la comunidad de Mateo, en la cual el conflicto crece.

Dentro de este bloque, el texto litúrgico toma un fragmento. Éste tiene dos partes muy claras:

  • La primera comienza y termina por “no les tengan miedo” (10,26.31); también en v.28.
  • La segunda presenta un refrán antitético conclusivo (10,32-33).
Obviamente, el miedo que invita a no tener remite al conflicto desatado sobre la comunidad.
Breve nota sobre el conflicto en el Evangelio de Mateo: sin duda parece importante distinguir – como en los restantes evangelios – aquello que el texto afirma que Jesús dijo a sus oyentes, de aquello que el evangelista dice a sus oyentes. No parece que el conflicto figure dentro de lo que Jesús dice a los enviados a predicar; sí parece algo propio de tiempos de Mateo. En tiempos de Mateo, cuando en muchos ambientes judíos se refuerza una cierta unidad en torno al fariseísmo rabínico, se rechaza a todos los que llamándose judíos no son tenidos por tales (como los “nazarenos”; = cristianos). Es interesante notar el fragmento que, luego de la caída de Jerusalén en el año 70, se añadió a la oración tradicional de las 18 Bendiciones, o Šemoné Esré:
No haya esperanza para los apóstatas. Y destruye pronto el reino de la tiranía en nuestros días, y perezcan los nsrm (= nazarenos, = cristianos) y los minim (= herejes) en un instante. Sean  borrados del libro de la vida y no queden inscritos con los justos (12)
Ese es el marco del conflicto de la comunidad de Mateo con los “fariseos”, que los “azotarán en las sinagogas” (10,17).
El primer “no teman” (v.26) alude, expresamente, a que Dios no se desentiende de aquellos a los que ha llamado; a quienes no debe temerse – no señalados – refiere ciertamente a los perseguidores. El Siervo de Dios, en Isaías, también ha escuchado “no temas”: 35,3-4; 41,9-10. Se ha de revelar lo que estaba escondido presentado en un cuádruple contraste:



  • Encubierto   ---->   descubierto
  • Oculto      ---->       saberse
  • Oscuridad   ---->    luz
  • Al oído   ---->         en los terrados
Esto que se ha de “descubrir/saber” en “luz/terrados” remite a la buena nueva de Jesús. En la próxima unidad – aquí anticipada – Mateo contrastará lo oculto y lo revelado (del mismo modo que Marcos contrastaba un adentro y un afuera), ver 13,10-17. Los discípulos son quienes conocen algo que Jesús les ha manifestado en una cierta privacidad, pero para que lo divulguen en todas partes sin temor.
El segundo “no teman” (v.28) hace hincapié en la violencia desatada: “pueden matar”, pero no pueden acabar con la “vida” (psyjê). La “geenna” es un término extraño. Se encuentra solamente x12 en la Biblia, solamente en el NT y, salvo Sant 3,6 solamente en los sinópticos: x3 en Mc [en la misma unidad], x1 en Lc [texto semejante al que comentamos] y ¡7 veces! en Mateo. Parece ser un lugar, asociado a veces con el fuego al cual se es arrojado a modo de castigo. Algunas traducciones han utilizado aquí “infierno”. Fuera de estos textos sólo se lo encuentra en un escrito apócrifo:
Las naciones te envidiarán pero no podrán nada contra ti, dice el Señor. Mis manos te cubrirán de modo que tus hijos no vean la Gehena” (2 Esdras 2,29)
Es muy probable que el término remita al valle de Hinnom donde en tiempos antiguos se sacrificaban niños (Jer 7,31; 19,4-5; 32,35; ver 2 Re 16,3; 21,6; 2 Cro 28,3; 33,6). Lo cierto es que se trata de un lugar abominable. Cuando en el período posterior al Antiguo Testamento, se comenzó a recurrir a imágenes de juicio terrible para los adversarios de Dios las imágenes de abismo, aguas o fuego sirvieron para ilustrar el castigo. Así se llega a la “Gehena”, u8n espacio preexistente de un fuego inextinguible. Sin embargo no se hace referencia a los “tormentos” de la Gehena, o a Satanás en relación a ella. Estos serán reflexiones posteriores que “enriquecerán” la metáfora.
A continuación el texto presenta la figura de un pajarito. Pueden venderse, en este caso 2 pájaros por 2 ases, mientras en Lucas 12,6 se trata de 5 pájaros por 2 ases. El “as” es la 1/16 parte de un denario (que equivale a un jornal). Dejando de lado la inflación, o la posibilidad de diferentes precios según los lugares, el acento está puesto en el poco valor de estos pajaritos y ¡sin embargo! Dios se ocupa de ellos.
El texto en griego es extraño, dice literalmente que ningún pajarito caerá a tierra “sin vuestro padre” (áneu toû patròs hymôn). Aparentemente alude al control de Dios de los acontecimientos, aun los menores. Ya en 6,26 se había dicho que “ustedes” valen más que “las aves” (ver Sal 84,4).

De la imagen de las aves se pasa a la de los pelos de la cabeza, algo que es frecuente en el ambiente bíblico (1 Sam 14,45; 2 Sam 14,11; 1 Re 1, 52; Lc 21,18; Hch 27,34), aunque no se afirma que no caerán sino que “están contados”. La conclusión remite a lo aquí dicho en el tercer “no teman” (v.31)
El tercer “no teman” (v.31) se expresa con el contraste de “cuánto más” al que ya hicimos referencia. Precisamente por esto el temor es algo que no tiene razón de ser.
Mateo concluye, como se dijo, con un dicho antitético:

  • Quien me confiese ante los hombres… lo confesaré ante mi Padre que está en los cielos (v.32)
  • Quien me niegue ante los hombres… lo negaré ante mi Padre que está en los cielos (v.33)
No es la primera vez que Jesús establece en Mateo un paralelo entre lo que ocurre “ante los hombres” y lo que ocurrirá “ante Dios”, el ejemplo del perdón es claro (6,12; 16,19; 18,18.35; ver 5,16). Ya se señaló frecuentemente la preferencia de Mateo por señalar al Padre que “está en los cielos”.
Sin embargo, en esta conclusión la imagen no parece definitiva: la “negación” de Pedro (única otra vez en la que Mateo usa el verbo “negar”; 26,70.72) lo manifiesta. En este caso, entonces, la confesión o negación no parece aludir a la imagen del juicio definitivo que está patente en la idea de la Gehena y los tres “no teman” (especialmente los dos finales). La confesión o negación alude a la fidelidad de la comunidad ante las dificultades que “los hombres” puedan provocarles y la invitación a mirar desde el Dios del reino la vida de discípulos a que se nos ha llamado.

Foto tomada de La Rancherita del Aire

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