domingo, 24 de septiembre de 2017

El escándalo del pecado

El escándalo del pecado


Eduardo de la Serna



En cierta perspectiva – quizás legalista – se suele entender que un “pecado” es la violación de alguno de los “mandamientos”, y donde dice que algo se debe hacer hemos omitido hacerlo, o hecho lo que se dice claramente “no lo harás”. Podríamos decir que el tema bíblico es mucho más amplio y complejo, y un “pecado” es una “dirección de vida” más que algo que se hace o deja de hacer, pero podemos partir de este elemento.

Los mandamientos están ejemplificados en el llamado “Decálogo” (los Diez Mandamientos, que la catequesis eclesiástica ha deformado un poco, especialmente centrándose en lo sexual); también podríamos recordar los “tres mandamientos” aymaras: Ama Killa, Ama Lluya, Ama Quella (no robarás, no mentirás, no seas flojo), o los cuatro “mandamientos” de la ética mundial propuesta por Hans Küng:
  1. Compromiso con una cultura de la no-violencia y de respeto a toda vida: la antigua regla: “¡No matarás!” Dicho positivamente: “Respeta la vida”.
  2. Compromiso con una cultura de la solidaridad y con un orden económico justo: el antiguo mandamiento: “¡No robarás!” Dicho positivamente: “Obra con justicia y honradez”.
  3. Compromiso con una cultura de la tolerancia y con una vida en veracidad: la antigua exigencia: “¡No mentirás!”. En otras palabras: “Habla y actúa desde la verdad”.
  4. Compromiso con una cultura de la igualdad de derechos y de camaradería entre hombre y mujer: la antigua máxima “¡No harás mal uso de la sexualidad!”. En forma positiva: “Respétense y ámense los unos a los otros”.
Esto nos lleva a señalar que pareciera que en general, en gran cantidad de culturas, hay una serie de valores que se han de respetar y que la violación de los mismos constituye un delito o – religiosamente hablando – un pecado.

Debemos destacar que – mirando los mandatos bíblicos – no es prudente entenderlos desde una manera simplista:

Por ejemplo, “mentir” es un término muy confuso; llevado al extremo podríamos decir que mentir en un juego – como el “truco” en los naipes, que prevé que eso se haga – sería un pecado, lo cual es absurdo. El texto lo relaciona con el “falso testimonio” lo cual implica a un tercero: “yo soy testigo que fulano es inocente / o que mengano es culpable” lo cual implica sanciones o penas que se sostienen por ese testimonio que es falso. Lo grave está en que perjudica al hermano. O también “robar” es confuso, ya que no hay demasiada defensa de la “propiedad privada” en el Israel bíblico, pero sí ocurre que a veces los poderosos “corren los mojones” de los campos del pobre, o le prestan a usura, o incluso se apoderan de los deudores a fin de esclavizarlos a ellos o a sus familias; así le “roban” su libertad y su dignidad de hermano. Podemos decir que el “Decálogo” es un código de normas que tienen como objetivo primordial que Israel viva y se descubra a sí mismo como un “pueblo de hermanos”. Y el pecado es lo que atenta contra ello.

Con el avance de las ciencias sociales, viniendo más a nuestros días, se ha podido hablar de “violencia institucionalizada”, de “pecado social” o de “situaciones de pecado”. Así monseñor Romero, al recibir el doctorado Honoris Causa por la universidad de Lovaina, definió al pecado como “lo que dio muerte al Hijo de Dios y da muerte a los hijos de Dios”.

Los documentos de Medellín, al hablar de “Justicia” afirman: “Esta falta de adaptación a la idiosincracia y a las posibilidades de nuestra población, origina, a su vez, una frecuente inestabilidad política y la consolidación de instituciones puramente formales. A todos ellos debe agregarse la falta de solidaridad, que lleva, en el plano individual y social, a cometer verdaderos pecados, cuya cristalización aparece evidente en las estructuras injustas que caracterizan la situación de América Latina” y enseguida acota que Dios “en la plenitud de los tiempos, envía a su Hijo para que hecho carne, venga a liberar a todos los hombres de todas las esclavitudes a que los tiene sujetos el pecado, la ignorancia, el hambre, la miseria y la opresión, en una palabra, la injusticia y el odio que tienen su origen en el egoísmo humano”.

Al hablar de la “Paz” reitera: “Al hablar de una situación de injusticia nos referimos a aquellas realidades que expresan una situación de pecado”.

Al hablar de los “Sacerdotes” insiste: “Esto exige en todo sacerdote una especial solidaridad de servicio humano, que se exprese en una viva dimensión misionera, que le haga poner sus preocupaciones ministeriales al servicio del mundo con su grandioso devenir y con sus humillantes pecados; e implica también un contacto inteligente y constante con la realidad, de tal modo que su consagración resulte una manera especial de presencia en el mundo, más bien que una segregación de él”.

Al hablar de la “Pobreza en la Iglesia” destaca que “La pobreza como carencia de los bienes de este mundo es, en cuanto tal, un mal. Los profetas la denuncian como contraria a la voluntad del Señor y las más de las veces como el fruto de la injusticia y el pecado de los hombres”. La Iglesia debe ser pobre ya que así “Denuncia la carencia injusta de los bienes de este mundo y el pecado que la engendra”.

En nuestro reciente mensaje a la sociedad, los curas señalamos (cito la frase exacta):
Matar de hambre, desamparo o indiferencia al pobre es un pecado. Votar un gobierno que asfixia a los pobres, creemos que también lo es.
Algunos y algunas de buena voluntad (no me refiero a los centenares de trolls, mercenarios o fundamentalistas que inundan las redes sociales a los que nada que se diga por más razonable que sea les serviría) vieron con preocupación esta frase. Es más, ni siquiera la primera parte, la segunda es la incómoda. “Creemos” es la clave, un análisis prudencial, una mirada “desde” los pobres es la que nos lleva a hacer esa afirmación; no se trata de ponernos en un pedestal doctrinal, sino una invitación a mirar desde los pobres. “Este sistema mata” repite el Papa Francisco, ¿puede un cristiano, con su voto, avalarlo o ser indiferente a eso? Es eso lo que hemos señalado. “Invitar” a votar contra la muerte y la pobreza, la mentira y la indiferencia no parece demasiado exagerado; de eso se tratan los mandamientos.

Puede ser que algunos se sintieran incómodos por el “tono” o el “modo” del mensaje; no está mal tener presente que la realidad y la vida (y muerte) de los pobres, y los cada vez más empobrecidos por este sistema que mata es bastante más dura que el tono elegido. Y si sirve para sacudir modorras, despertar conciencias o estar alertas ha logrado su objetivo. No parece que fuera distinto el rol de los profetas en los tiempos bíblicos, y el profeta Jesús no parece haber sido demasiado “diplomático” cuando de defender a los pobres o los despreciados se trataba.



Imagen tomada de Enlace Judío

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