jueves, 30 de agosto de 2018

Profetas, pastores y ¡un! mártir


Pastores, profetas y ¡un! mártir

Repercusiones de un discurso cardenalicio en los 50 años de Medellín

Eduardo de la Serna



Inaugurando el reciente congreso organizado por el CELAM con motivo de los 50 años de la histórica conferencia del episcopado Latinoamericano en Medellín se presentó un libro coordinado por la historiadora Ana María Bidegaín: “Obispos de la Patria Grande: Pastores, profetas y mártires”. En ella se presenta a 21 obispos que intentaron mirar la Iglesia con anteojos propios, que fueron obispos de los pobres, que acompañaron el Pacto de las Catacumbas al decir de la coordinadora en la conferencia inaugural. Acompañaron a esta presentación las palabras del presidente del CELAM y cardenal de Bogotá Rubén Salazar quién reconoció que acababa de recibir el libro (es decir, presentó un libro que no había leído).

De un modo esquemático (no rígido ya que la vida de los mencionados es amplia) se los catalogó como 5 obispos ligados al CELAM, 3 que trabajaron en ambientes urbanos pobres, 3 en ambientes rurales pobres, 4 ligados a la búsqueda de justicia y derechos humanos y 6 al trabajo con grupos indígenas, afrodescendientes o con los hispanos en los EEUU.

En lo personal no conozco a todos los mencionados, pero sí a la inmensa mayoría y dudo que se hubieran podido elegir mejores o más representativos que los estudiados (el criterio es académico e histórico, no una hagiografía, según se dijo).

Ahora bien – y acá mi intención – como el mismo título lo indica, estos 21 obispos son “pastores, profetas y mártires”, pero esto no implica que los 21 sean todo ello. Es evidente. Por lo que sé – valga mi desconocimiento de algunos y la duda sobre las circunstancias de la muerte de Valencia Cano – sólo Enrique Angelelli es mártir de esos 21 obispos.

No me voy a detener en otros elementos de lo dicho por el obispo Salazar, aunque debo confesar mi desconcierto al referirse a Moisés. Por ejemplo, calificarlo de “cobarde” por huir de Egipto a Madián no parece hacer justicia. El mismo verbo (anajôreô) se usa para decir que Jesús huyó cuando supo que Juan el Bautista había sido entregado. Sí es cierto – y creo que esa fue la intención – que con mucha frecuencia Dios elige personas (y también a un pueblo) no por sus cualidades y capacidades. Esto le sirvió para decir que él (y tampoco los presentes, acotó) no es como Helder Cámara o Leónidas Proaño, algo que era evidente para todos. Pero si sonó a excusa, y eso es algo diferente. Pero me quiero detener en su referencia a que los 21 obispos mencionados fueron pastores (imagino que lo fueron), los 21 fueron profetas (no estoy seguro que los 21 lo fueran) y los 21 fueron mártires. ¡Y estoy seguro que eso no es así!

Y acá mi tema: es sabido que en ambientes de la derecha eclesiástica hay mucha molestia por la declaración de los martirios de Oscar Romero, o de Enrique Angelelli y sus compañeros. Y decir que “todos son mártires” es casi como decir que ninguno lo es. Es “bajar el precio” al martirio. En lo personal creo que Helder Cámara es uno de los mejores obispos de los que he tenido noticias, y – junto con otros – son los que con justicia José Comblin llamó “santos padres de la Iglesia latinoamericana”. Pero no fue mártir. Como no fue mártir (por poco) Samuel Ruiz, ni lo fue Eduardo Pironio, ni Alberto Devoto, ni Marcelo Mendiharat… Muchos no lo fueron no por falta de deseo de los poderosos; quizá por falta de oportunidades. El accidente de Valencia Cano puede ponerse en duda con bastantes motivos, pero en ese caso sería un segundo mártir en la lista de los 21. Proaño no fue mártir, ni Larraín, ni Silva Henriquez, ni McGrath, ni Landazzuri… Insisto: creo que no es inocente decir que los 21 fueron mártires, y me gustaría insistir más aún.

Enrique Angelelli (de inminente beatificación con sus compañeros) fue mártir: fue asesinado porque los violentos no soportaron su militancia en favor de los pobres y la justicia motivada por la fe (odium fidei). Una reciente carta a los lectores en el conservador diario La Nación del obispo emérito de La Plata, Héctor Aguer, reiteró la negación del asesinato. Insisto que la derecha está molesta con el reconocimiento de este martirio. Y me parece entender que, mucho más diplomáticamente, es lo mismo que hizo Rubén Salazar, ciertamente muy lejos de Proaño o Helder Cámara. Obispo elegido por Juan Pablo II y nombrado en Bogotá y elegido cardenal por Benito XVI, ciertamente. El CELAM ya no es lo que fue entonces.


Foto tomada de http://www.celam.org/cebitepal/detalle_boletin.php?id=ODU%3D

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