martes, 14 de enero de 2020

Comentario domingo 2A

Jesús camina a nuestro lado y estamos invitados a reconocerlo, y a seguirlo

DOMINGO SEGUNDO - "A"

                                                                                            
Eduardo de la Serna



Lectura del libro del profeta Isaías     49, 3-6

Resumen: Un personaje desconocido que se define como “siervo” de Yahvé, y por momentos se identifica con Israel, y en otros en relación a este, aparece como luz de los demás. El grupo que vuelve del exilio se muestra ante los judíos e israelitas dispersos por toda la diáspora como una lámpara que señala los caminos de liberación.

Se habla con frecuencia de los cuatro (o quizás más) cantos del Siervo sufriente de Yahvé que se encuentran en el llamado Segundo Isaías. El texto litúrgico forma parte del segundo de estos “cantos”. Un personaje desconocido se dirige a los lejanos (“islas” y “pueblos lejanos”; es posible que con estas imágenes se refiera a los judíos dispersos por el mundo, por exilio o por cautiverio. Ya hemos conocido algunas de estas ideas en las páginas anteriores de Isaías (“llamar”, “recordar el nombre”, cf. 42,6: 45,3.4; 48,12).

La imagen de la protección divina sobre el personaje se ve en una serie de metáforas: espada, saeta, carcaj, sombra de su mano y recurriendo a elementos que caracterizan por una parte a los profetas (la boca, la palabra, el llamado “desde el seno materno”, que relee en primera persona el texto de Jer 1,5). El siervo es expresamente señalado como “Israel” (cf. 43,1.21; 44,2.21.24; 45,11). Sin embargo, tiene a su vez elementos personales (por ejemplo en relación con el mismo pueblo de Israel, v.5) lo cual invita a pensarlo diferente. Quizás un pequeño grupo (¿los deportados que regresan?, ¿un “resto”?, ¿los exiliados?) se presente a semejanza del gran profeta. La alusión en más de una ocasión a “Jacob” y a “Israel” (v.5.6) y también a otros grupos: “las gentes” (vv.6.7), los “confines de la tierra” (v.6), y a los adversarios de Israel (dominadores, reyes y príncipes, v.7). Sin embargo, el contrasto viene dado en que, para estos, Israel es “despreciado”, “abominado”, “esclavo”, mientras que es “valioso a los ojos de Yahvé y mi Dios ha sido mi fuerza” (v.5). Esta actitud violenta y de rechazo es lo que caracteriza el sufrimiento del siervo que se irá acentuando en los restantes cantos; pero este sufrimiento no quedará sin producir un efecto: será rescatado, se pondrán de pie los reyes y se postrarán los príncipes a causa de haber sido “elegido” por Dios, que es leal (v.7). El siervo tiene una misión liberadora que produce su efecto en Israel. Encontramos elementos reales, elementos proféticos y de ese modo el siervo será “luz de las naciones”. El grupo liberado del cautiverio en Babilonia que regresa a su tierra entre sufrimientos tiene una misión clara para los demás miembros del pueblo de Judá y de Israel para ser luz y hacer volver.



Primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto     1, 1-3

Resumen: con un esquema habitual Pablo da comienzo a la carta a los Corintios. Para ello saluda ecuménicamente a los miembros de la comunidad y los reconoce como miembros del pueblo de Dios.


Las cartas de Pablo suelen tener todas un esquema semejante (puede verse esquemáticamente lo que ya hemos señalado al presentar Romanos 1 en http://blogeduopp.blogspot.com.ar/2013/12/comentario-adv4a.html). Digamos brevemente que este viene presentado como:

1.     Remitente/s
2.     Destinatario/s
3.     Saludo de “gracia y paz”
4.     Una acción de gracias (sólo omitida en Gálatas, precisamente a causa del enojo que Pablo tiene con los destinatarios) que concluye el saludo y a su vez inicia el corazón de la carta.

A continuación, encontramos lo que puede llamarse el “cuerpo” de la carta. Lo que hoy presenta la liturgia es, precisamente, los tres primeros elementos de este esquema. Pero aprovechemos esta ocasión para destacar algunos elementos.

La carta nos muestra como co-remitente de Pablo a un tal Sóstenes, a quien desconocemos. Se trata de un miembro pleno de la comunidad puesto que lo llama “hermano”. En Hch 18,17 se menciona otro personaje con el mismo nombre, el jefe de la sinagoga. Nada invita a pensar que se trate de la misma persona.

Pablo nos dice que es “llamado a ser apóstol” (cf. 9,1-2). “Apóstol”, para Pablo es alguien que se ha beneficiado con una aparición del resucitado y en consecuencia tiene la responsabilidad de anunciarlo vivo (para Pablo los “apóstoles”, entonces, no son [solamente] los Doce).

El término “Iglesia” (ekklêsía) en la Biblia griega, lo encontramos con cierta frecuencia se utiliza para traducir el hebreo qahal (= asamblea; cf. Dt 4,10; 9,10; 18,16…), se trata, por tanto, del pueblo de Dios reunido. Pero, a su vez, es usado en el ambiente greco-romano para indicar a los “ciudadanos” que se reúnen y toman decisiones para el funcionamiento de la ciudad (las asambleas ciudadanas son importantes en la “demos”); son súbditos del Emperador, le deben fidelidad, pero son a su vez importantes en la ciudad. En este segundo caso (recordar que los lectores de Pablo son “griegos”), Pablo utiliza el término de un modo contra-cultural para señalar que hay otra ciudadanía, que no se trata de elites ciudadanas sino de los “llamados” por Cristo en el bautismo.

Ahora bien: lo que señala de esta asamblea son dos características: en primer lugar, que han sido “hechos santos” a partir de algún momento (por lo tanto, es evidente que “antes” no lo eran; cf. 6,9-11). El paralelo invita a pensar en el bautismo. Esta separación (recordar que “santo” indica algo o alguien “separado” para Dios) invita a los corintios a descubrir que deben llevar una vida diferente a la que se vive en Corinto. Son miembros de Cristo, y no clientes del César (una “asamblea/ekklêsía” distinta). El segundo elemento toma lo dicho y lo resalta: “llamados a ser santos” (cf. 1,26) y ser –por lo tanto- miembros de la Iglesia (v.9) en una comunión (koinônía); Israel es un pueblo que está llamado a ser santo (Ex 23,22; Num 16,3; Jl 2,16; 2 Cr 30,17; Sal 88,6 y el tema es frecuente en Qumrán).

Concluyendo el saludo inicial, Pablo otorga, y a su vez desea, la “gracia y la paz”. El saludo propio del ambiente hebreo es “Salom” (que puede traducirse, de un modo no preciso, por “paz”, en griego eirênê). Los griegos, en cambio, se comunican la “alegría” (jaire; cf. Lc 1,28). Es interesante notar que (al igual que en castellano) la alegría y la gracia son palabras semejantes (por ejemplo, en castellano fuera del campo teológico, se asemejan algo que nos “causa gracia” y algo que nos da “alegría”); en griego son jaire [alegría] y jaris [gracia]. Con el saludo de “gracia y paz” Pablo parece abrir todas sus cartas de un modo ecuménico empezando así el mensaje a todos los miembros (judíos y griegos) de la comunidad. 

Así, Pablo nos prepara para dar comienzo a la carta.



Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     1, 29-34

Resumen: Juan el Bautista da testimonio de Jesús a sus discípulos y así también a nosotros para que reconozcamos quién es este Jesús que camina en nuestra historia. Una serie de títulos e imágenes con fuerte tradición judía empieza a presentarse, cosa que continuará a lo largo del Evangelio para profundizar en la revelación de Jesús en el Cuarto Evangelio.

Después del prólogo poético, el Evangelio de Juan comienza su evangelio con un “prólogo histórico”. Así como el prólogo poético comienza con las mismas palabras del libro del Génesis (“en el principio”), el prólogo histórico presenta una primera “semana” narrativa en la que “todo” comienza: 

Primer día (v.19)
Segundo día (v.29)
Tercer día (v.35)
Cuarto día (v.43)
Séptimo día (“tres días después”, 2,1)

Como se ve, el texto litúrgico de hoy está formado por el “segundo día”. El primer día presenta a Juan el Bautista, el segundo, Juan habla de Jesús, el tercero Juan envía a sus discípulos tras Jesús y en el cuarto (Juan ya ha desaparecido) Jesús empieza a reunir discípulos junto a él. Estos discípulos, con Jesús y su madre son testigos del primer signo en Caná el día séptimo.

Juan Bautista, que no hablaba de sí mismo (vv.20-21), se vuelve presto para hablar (dar testimonio) de Jesús; lo cual demuestra que el acento de la misión del Bautista es el testimonio. Por medio de una serie de títulos se empieza a desarrollar una cristología: Cordero de Dios (29), preexistente (30), portador del Espíritu (32-34). 

La fórmula es común a Jn: un mensajero de Dios ve a una persona y dice: "¡Miren!"; a esto sigue una descripción que revela el misterio que esconde esta persona (1,35-37; 1,47-51; 19,24-27); tiene sus raíces en el AT (cfr. 1 Sam 9,17).

         Ve... venir: Mirando los Evangelios sinópticos se piensa en Jesús que viene a bautizarse; la construcción deja suponer que esto ya se ha realizado pero en Juan no se lo menciona (propiamente hablando, no hay bautismo de Jesús en el Evangelio de Juan). Jesús viene hacia Juan Bautista cumpliendo lo dicho en Is 40,10, viene para el sí de Dios. Nada nos dice de dónde viene ni a dónde va.

           El Cordero al que se hace referencia sin dudas tiene sentido mesiánico; no es improbable que provenga de la liturgia de la comunidad joánica: es a partir de esto que Andrés declara a Simón: "encontramos al Mesías" (1,41); pero ¿por qué "Cordero"?; no es evidente a qué tipo de “cordero” se refiere; hay diferentes opiniones (todas con elementos interesantes, pero ninguna totalmente satisfactoria):

1.- En la apocalíptica judía el cordero victorioso aniquilará el mal, los lobos... Es la paradoja de la debilidad que -con Dios- triunfa sobre el mal (TesJos 19,8; Ap 6,10; 7,17; 17,14. 

"Las ovejas eran todas blancas, y su lana espesa y pura. Todos los que habían perecido y habían sido dispersados... El dueño de las ovejas se alegró muchísimo pues todos eran buenos y habían vuelto a su casa. Vi que depusieron la espada que había sido entregada a las ovejas... Vi que se trasmutaban las especies y se convertían todas en toros blancos..." (Henoc 90,38)
  
Quizá Juan Bautista saludó a Jesús como el cordero de la expectativa apocalíptica, suscitado para destruir el mal (Ap 17,14). 

2.- Como Siervo doliente (Is 53,7). El Siervo aparece en 4 cantos del Segundo Isaías. La relación con otros justos del AT que sufren es normal que fuera hecha en el cristianismo primitivo. Es probable que el evangelista lo interpretara así. En vv. 32-34 hay dos temas que pueden referir al Siervo: el Espíritu que reposa sobre él y Jesús como Elegido: Is 42,1 (cfr. 61,1); la supresión del pecado es característica de los tiempos mesiánicos; Jesús hace triunfar la justicia y el derecho en una ansiada victoria escatológica.

3.- Como Cordero pascual. Mientras el Siervo es una figura, el Cordero pascual es real; el simbolismo pascual es frecuente en Jn (19,14; la referencia y la cita de Jn 19,36 es de Ex 12,46; Num 9,12 pero también Sal 34,21 que refiere al justo que sufre, cfr. 8,29; 16,32 y Zac 12,10); en el Apocalipsis (que es de la escuela joánica) junto al Cordero aparece el tema pascual (en 5,6 es degollado; 15,3 el canto de Moisés es el del Cordero; 7,17 y 22,1 es fuente de agua viva; 5,9 su sangre es de rescate). Pero el cordero pascual no era un sacrificio. Pero si los cristianos ven a Jesús como Cordero, sí vale decir que este Cordero los quita. De todos modos, empezaba a unirse a este tema: es sacrificado por sacerdotes, y se daba importancia a su sangre... Cuando los cristianos compararon a Jesús con este cordero pascual, no dudaron en usar lenguaje de sacrificio (1 Cor 5,7). En 1 Pe 1,18-19 se dice que los cristianos fueron rescatados por una sangre como de cordero sin mancha.

No se ve motivo para negar que quiera hacer ambas alusiones. Ambas son coherentes con la cristología de Juan (¿y de 1 Pe? cfr. 2,22-25= Is 53,5-12). No es imposible que a esto se unan ecos de Juan Bautista referidos al cordero apocalíptico. 

4.- Puede, igualmente, referir a los sacrificios de Israel, de comunión, de reconciliación... al sacrificio cotidiano en el Templo (Salmos de Salomón 8,28). En el tiempo de la esperanza, Israel debe renovar cotidianamente su lugar existencial frente a Yahvé. La promesa es realidad con la presencia del Mesías, el pecado fue redimido (Is 40,2), con Jesús, por tanto, Dios otorga la plenitud del perdón a Israel y al mundo. Jesús no es una nueva víctima, es por quien Dios interviene reconciliando al mundo. La esperanza de Israel, ¿no llega a su fin? 

5.- Otras opiniones: uso de Jer 11,19 (¿diferente de Is 53?); cordero del sacrificio (Ex 29,38-46) o del pecado (Lev 4,32) [explicaría por qué quita el pecado del mundo; pero eran más frecuentes el toro o el macho cabrío]; otros lo refieren al chivo expiatorio (Lv 16,7ss); la referencia a Moisés como cordero (Targum de Jerusalén) y la referencia a Isaac: "Dios proveerá el cordero" 22,8 son importantes si tenemos en cuenta los paralelos Jesús/Moisés y Jesús/Isaac (cfr. 3,16 y Gn 22,2; 19,17 y Gn 22,6. De todos modos, algo nuevo ha comenzado entre Dios y los hombres, una nueva economía de salvación.

Pero este cordero es “de Dios”: ¿calcada de Siervo de Yahvé o cordero pascual dado por Dios? 

       Y el cordero quita (presente; ¿con valor de futuro?). En LXX, airein relacionado al pecado equivale a afiénai, perdonar (cfr. Ex 28,38; 34,7; Nu 14,18; 1 Sam 15,25; Sal 32,5; 85,3; Mi 7,18). Pero, ¿quién quita? ¿el Cordero-de-Dios o Dios? Puede ser “de” en sentido de “dado por”, es el Cordero que Dios da para quitar el pecado. 

        El pecado está en singular (cfr. 1 Jn 3,5 en plural; 1 Sam 15,25; 25,28 LXX) refiere a la condición pecaminosa. En 1 Jn 1,7; 2,2; 4,10; 5,6 debemos pensar que se trata de una muerte expiatoria vicaria. No es el pecado en el mundo sino del mundo, por lo que debemos pensar en la cruz. Parece referir a la desaparición del pecado al final de los tiempos: cfr. Ez 36,25-28; 37,23-28; Za 13,2; Is 11,9; 1QS 4,20-21; ApBar 63,1-4; 1 Jn 3,5. Pero Juan Bautista no habla de los pecados de los seres humanos sino del pecado del mundo. Su misión es vencer el imperio del pecado. La hamartía (pecado) alcanza su profundidad escatológica en la anomía (1 Jn 3,4), el mundo separado de Dios. Refiere a un sacrificio (cordero) nuevo y superior a todo (es común en Jn que todas las instituciones de "los judíos" sean superadas en Jesús: 2,19; 4,21; 5,17.39.47; 6,4; 10,1; 13,34).

        Juan dice que “detrás de mí”: ¿es espacial? En ese caso se refiere al discipulado; para los rabinos es propio del discípulo que el discípulo vaya detrás (Mc 1,17.20; 8,34; Lc 14,27)] ¿o es temporal?; el paralelo con v.27 parece referir al tiempo. ¿Y el "delante"? puede referir a superioridad, o a que Jesús pasa a ser Maestro; el que -en cuanto Palabra- puede decir la voluntad de Dios. El motivo es su dignidad que está más allá de todo lo concebible.

      "Existir antes" alude a la preexistencia (cf. 1,1) Palabra preexistente que aporta la plena revelación de Dios.

La preexistencia (cfr. 8,58; 17,5). El texto tiene paralelos en la tradición sinóptica y, por tanto, encaja con la tradición de Juan Bautista. El problema radica en la tercera expresión: "existía antes que yo". Puede partir de una polémica con los seguidores de Juan Bautista: Juan Bautista vino primero y eso indicaría mayor rango (cfr. Gn 48,20). El Bautismo de Juan Bautista no se asocia al perdón de los pecados (como sí en Mc 1,4) sino en revelar al que va a venir. Los judíos hablan de 7 (o 6, según las tradiciones) cosas que existen desde antes de la creación: la Torah, la penitencia, el Gan-Edén, el gehinnom (la Gehena), el trono de gloria, el Templo y el nombre del Mesías. Es una preexistencia en la mente de Dios, no "real". En la apocalíptica, el Hijo de hombre aparece como preexistente (Hen 39,7s; 52,9; 62,7; cfr. 4Esd 13,26. 52ss)

"Antes de que se creara el sol y las constelaciones, antes de que se hicieran los astros del cielo, su nombre fue invocado ante el Señor de los espíritus... Por eso fue elegido y escogido junto a él antes de crearse el mundo y por la eternidad" (Hen 48,3.6;). 

Juan bautiza “con agua”; descubriendo quien es Jesús, Juan Bautista descubre más plenamente su propia misión. El espíritu señala a Jesús y, asimismo, hace posible el nuevo bautismo.

       “He visto” (en tiempo perfecto: perdura en sus efectos); implica que el Espíritu permanece todavía. El doble "he visto" refleja la profecía (Is 40,5). Supone la acción del bautismo sin mencionarla. Hay una evolución desde Mc, a Lc, que la menciona tangencialmente y Mt que trata de explicar el por qué. Hay, de todos modos vestigios de la tradición: la paloma, el Espíritu, el reconocimiento de Jesús como Hijo... Juan Bautista no lo conocía (v.31a) pero puede manifestarlo porque "ha visto".

           La referencia a la paloma que se posa sobre él alude al descenso del Espíritu. 

"...el Señor levantará un nuevo sacerdote sobre quien las palabras del Señor serán reveladas. Efectuará sobre la tierra el juicio de la verdad muchos días. Su estrella se levantará en los cielos como un rey ...los ángeles de la gloria de la presencia del Señor lo llenarán de gozo. Los cielos se abrirán y del templo de la gloria descenderá sobre él santificación... El espíritu de entendimiento y santificación permanecerá sobre él en el agua..." (Testamento de Leví 18,2-11) 
cumpliendo así el anuncio de Is 11,2; 61,1; Jesús no lo recibe para cada caso (como es el caso de los jueces) sino de una vez para siempre. El testimonio, que será tan importante en Juan, llega a través de Juan Bautista (en 5,33-35 se lo nombrará entre los que testimonian a favor de Jesús. La teofanía (descenso del Espíritu, voz del cielo) es más sencilla que en los Sinópticos. Pero, de todos modos, es coincidente que el descenso del Espíritu lo señala como instrumento singular de Dios (Is 11,2)

"Luego de esto, se levantará una estrella de Jacob en Paz; un hombre surgirá como Sol de justicia de mi posteridad, caminando con los hijos de los hombres en dulzura y justicia, y en él no se encontrará pecado. Los cielos se abrirán sobre él depositando el espíritu como bendición del Padre Santo. El pondrá el espíritu de gracia en ustedes, y ustedes serán hijos en verdad y caminarán en el primero y el último de sus decretos" (Testamento de Judá 24,1-3).
  
           “Bautizará con Espíritu Santo”, no coincide con los Sinópticos: Mt y Lc hablan de "con Espíritu Santo y fuego" (cfr. Is 4,4: fuego como purificación destructiva). El espíritu es considerado purificador (Is 32,15-18; 44,3-5; Ez 36,25-27; Jub 1,23; 4 Esd 6,26; TestJud 24,3; 1QS 4,20s). Juan Bautista comprende que su actividad prefigura el verdadero bautismo. El suyo es un acto de conversión y renacimiento en las simbólicas aguas del Jordán; Juan Bautista está anticipando la afirmación de que para entrar al Reino hace falta renacer del agua y el Espíritu. Y es Jesús mismo quien es la fuente del Espíritu para los creyentes; sobre él permanece, él lo da (3,5.34; 7,38-39; 14,16; 20,22). Pero Juan va a referir a un nacimiento (3,5), el bautismo que eleva a la condición de hijos de Dios (1,12). Sólo el que viene de lo alto (3,31) puede hacer nacer de lo alto (3,6-8). El Mesías aportará el don por antonomasia, el Espíritu (3,34; 6,63; 7,37-39).

         “He visto...” es “he dado testimonio” (el tiempo es perfecto y por tanto la acción persiste); su testimonio, valedero para siempre, es estable, se basa en el ver.

Algunos manuscritos leen “elegido” y muchos otros dicen “hijo”. Resultaría extraño que cambiaran "Hijo" por "Elegido", mientras que lo contrario es probable (cambiado en la discusión contra los adopcionitas). 

Un texto de Qumrán refiere "elegido" a un personaje providencial: 

"todos sus cálculos sobre él fracasarán, aunque la oposición de todos los vivientes será grande. ... sus proyectos, porque él es el elegido de Dios. Su nacimiento y el soplo de su aliento sus proyectos existirán por siempre" [4QMess aram (4Q534) o 4QNoé I,10].

Aunque Dios eligió a muchos, la referencia a Is 42,1 recuerda la relación bautismo-Siervo (cfr. 1 Hen 49,2; 50,5). 

"En aquel día, mi Elegido se sentará en el trono de gloria..." (1 Hen 45,3)

La referencia es al Siervo, sobre quien reposa el Espíritu.

Relacionándolo con el Prólogo y la conclusión se atribuye a Juan Bautista la plenitud de inteligencia del misterio. La frecuencia del verbo "ver" invita a releer: a los ojos de Juan Bautista el Espíritu permanece en Jesús quien, dada la palabra de Dios, bautiza en Espíritu. El testigo concluye: es Hijo de Dios; rey de Israel, delegado de Yahvé, manifestado en términos de filiación (Sal 2,7). Juan Bautista continúa hablando el lenguaje del AT. Juan Bautista puede no haber pasado la perspectiva accesible a sus oyentes, pero Juan Evangelista incluye toda otra perspectiva La referencia a la "voz", a pesar de su paralelo sinóptico, tiene una diferencia: no es, aquí, una voz del cielo, sino la de un hombre; es un acontecimiento revelador, el testigo, de no saber pasa a anunciar la palabra divina. La fe lo transforma en la más íntimo de su ser.


Foto tomada de www.antenamisionera.org

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