martes, 19 de mayo de 2020

Comentario Ascensión A


Jesús permanece en medio de su Iglesia misionera

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR – “A”


Eduardo de la Serna


Lectura de los Hechos de los apóstoles     1, 1-11

Resumen: Como el comienzo del Evangelio, el comienzo de Hechos muestra el despliegue de los preparativos para el fiel cumplimiento de la misión. Los Apóstoles deben continuar la obra de Jesús expandiendo por todas las regiones la Palabra de Dios hasta que Él vuelva. Aunque antes, deben esperar la fortaleza que Dios mismo le garantiza con el envío del Espíritu Santo.

Lo que llamamos “Ascensión” es una creación literaria-teológica de Lucas. Con ella finaliza su Evangelio (como se ve en el día de hoy) y con ella comienza su segundo volumen, Hechos de los Apóstoles. Por un lado, se puede ver que hay un enlace entre el final de uno y el comienzo de otro, y a su vez un paralelo entre ambos comienzos. Lucas quiere mostrar claramente que hay una estrecha relación entre la predicación de Jesús y la predicación de la comunidad cristiana. Veamos esquemáticamente ambos paralelos, y algunos elementos del texto que la liturgia nos propone.


Paralelos entre el final de Lc y el principio de Hch

Lucas
temas
Hechos
24,13-43
Pruebas de que vivía
1,3
24,4
dos hombres vestidos
1,10
24,10
mujeres con los apóstoles
1,14
24,47
predicar a todas las naciones comenzando por Jerusalén
1,8
24,48
ser testigos
1,8
24,49
promesa del Padre
1,4
24,49
no se vayan de Jerusalén
1,4
24,51
elevado al cielo
1,9


Paralelos entre el comienzo de Lucas y el comienzo de Hechos


Lucas
temas
Hechos
1,1-4
introducción a Teófilo
1,1-3
4,2
40 días antes de la misión
1,3
4,1.14.18
comienzo por medio del Espíritu Santo
1,2
4,43 (ver 1,33)
Reino de Dios
1,3
3,16
Juan bautizó con agua
1,5
3,3
proclama de arrepentimiento
2,38
1,21.22.39.41
Cumplimiento de las leyes
1,12
6,12-16
elección de los Doce
1,16-26
3,22
Llenos del Espíritu Santo
2,1-4
3,21
... del cielo
2,2
3,22
un ruido
2,6
4,18-21
después del envío del Espíritu se cumple la Escritura
2,14
4,24 (25-30)
profeta (por el Espíritu)
2,17-18
4,36
milagro, asombrar
(thambô, sólo aquí [y Lc 5,9] en todo el NT)
3,10
5,1-12; 27-28; 6,12-16
la comunidad crece
2,17-18
9,51
tomó la decisión de ir a Jerusalén
19,21
13,33
dispuesto a morir en Jerusalén
21,13
23,18
reclamo de muerte
21,36
23,1
tribuno romano
21,37
20,20; 21,12
procurador
23,24.26; 24,1
23,8-12
ante el “rey”
25,13
24,27.44
cumplimiento de la Ley y los Profetas
24,14; 28,23
24,48
testimonio de Jesús
28,23

De todos modos, detengámonos en algunos elementos que hacen a una mejor comprensión del texto. No sólo son evidentes los paralelos que hemos destacado. Hay aspectos valiosos a considerar. Por ejemplo: si bien el tema del “reino de Dios” es tema fundamental en la predicación de Jesús, no es tema aparentemente importante en Hechos. Sin embargo, no podemos descuidar que el tema se encuentra presente en los momentos clave de este libro, y también en el comienzo y en el final (1,3.6; 8,12; 14,22; 19,8; 20,25; 28,23.31). Del mismo modo que antes de comenzar su ministerio Jesús pasa 40 días en el desierto (Lc 4,2), la Iglesia se encuentra con Jesús 40 días, antes de empezar el suyo (algo especialmente significativo si recordamos que en el Evangelio de Lucas, Jesús asciende el mismo día de su resurrección; es evidente que Lucas quiere destacar aquí el número 40; ver Hch 1,3). El encuentro con Jesús, como es frecuente en el Evangelio se da en el marco de una comida, del mismo modo que se destaca la centralidad de Jerusalén para la misión evangelizadora (v.4) y se prepara la venida del Espíritu Santo para esta misión (del mismo modo que ocurrió con Jesús.  Se pone en paralelo expresamente el bautismo de Juan con el que empieza el ministerio de Jesús con la venida del Espíritu (v.5) y se continúa destacando la centralidad del tiempo –tema característico de toda la obra de Lucas- (v.7). Hay consenso general entre los estudiosos que el v.8 es clave en toda la obra de Hechos: así como Lucas tiene una clara distribución geográfica e histórica, también esto se puede ver en Hechos. Pero no es “meramente” una distribución en orden a lo “narrativo” sino con explícita intencionalidad teológica. Así como Jesús en todo su evangelio se dirige a Jerusalén “porque no debe un profeta morir fuera de Jerusalén” (13,33), aquí se señala que el Evangelio y su testimonio se entenderán “en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta los confines de la tierra” (v.8). Es por eso que cuando Pablo llega a Roma (el acceso a “los confines de la tierra, porque “todos los caminos conducen” a ella) Lucas puede terminar su obra sin contarnos que le sucedió a Pablo. Su lema –a lo largo de la obra es que “la palabra (de Dios) crecía” (6,7; 12,24; 19,20) y crece tanto que llega hasta la capital del imperio. Mirando la estructuración de Hechos puede verse que toda la primera parte muestra cómo se predica en Jerusalén, luego en Judea y Samaría, y la palabra crece hasta llegar a Antioquía, Asia Menor, Europa, y finalmente hasta Roma. El “programa” del v.8 se despliega a lo largo de todo el libro.

En este marco, luego de haberle señalado a los apóstoles su misión, es que ocurre la ascensión. Jesús ya puede irse, tiene quienes continúen su tarea. El modo de elevarse es con características propias de las teofanías (manifestaciones de Dios), nube, cielo, hombres vestidos de blanco, y finalmente la confirmación de la visión. La palabra de los hombres marca también el sentido teológico de Hechos: Jesús vendrá del mismo modo que se lo vio partir, ¿qué hacen mirando al cielo? Es decir: “¡a trabajar!” Jesús va a volver y hasta que vuelva, a ustedes les toca anunciar el Evangelio, hacer que la palabra de Dios crezca y se anuncie en todo el mundo. Entendido en este sentido, Hechos no ha terminado, seguimos en el “tiempo de la Iglesia” y debemos continuar la tarea de la Evangelización.

La Ascensión es como un juego de postas: ahora les toca a los sucesores, los apóstoles (que en Lucas son los Doce). Esto también se destaca en Hechos de un modo claro, luego le tocará a otros (los Siete, Bernabé y Pablo) y más tarde a otros, “los presbíteros”. El anuncio del reino debe continuar hasta que Jesús vuelva como se lo vio partir. Pero para que este pueblo profético pueda desempeñar su misión, debe estar acompañado por el Espíritu Santo, que es el gran responsable de la tarea evangelizadora. Pero la venida del Espíritu, el próximo paso antes de comenzar la misión, será en unos pocos días más.


Lectura de la carta a los cristianos de Efeso     1, 17-23


Resumen: La estrecha unión entre Cristo y su Iglesia marca un camino. Allí donde ya está el Señor se dirige su “Cuerpo”. Utilizando los Salmos el autor muestra que Jesús ya está junto a Dios habiendo vencido a las fuerzas del mal y la muerte y hacia donde nos dirigimos.


Después de un interesante Himno eclesial (1,3-14) el autor, un discípulo de Pablo, se dirige a los destinatarios (¿una comunidad? ¿una “carta abierta”?), haciendo expresa referencia a la misión de la Iglesia en medio del mundo (pagano). El autor señala que esto que destacará es lo que él pide a Dios en sus oraciones, por lo que el texto es claramente una “oración”. Si se ve atentamente, estamos ante una oración larguísima, sin punto desde el v.15 hasta el v.21. Los vv.22 y 23 constituyen finalmente la conclusión, o la motivación, que es la estrecha relación entre Cristo y su Iglesia, tan estrecha como la de un cuerpo con la cabeza.

En la oración, fundamentalmente lo que el autor pide para la Iglesia es que “conozca”. Sabemos que “conocer”, en el mundo bíblico es una experiencia profunda del objeto, no se trata de algo expresamente “racional”, o intelectual. Pide que Dios, “el Padre de la gloria”, el “Dios de nuestro Señor Jesucristo” les  conceda “espíritu de sabiduría y revelación” precisamente para “conocerlo perfectamente”. De ese modo, podrán profundizar 3 elementos importantes: la esperanza en la llamada, la riqueza de la gloria y la grandeza del poder desplegado en la Pascua. Es decir, conocer a Dios implica conocer su intervención activa en la historia de la salvación, llegada a su plenitud en el “acontecimiento Cristo”. Pero esto es imposible sin el espíritu (no pensemos aquí que se refiera explícitamente al Espíritu Santo) de sabiduría, esto es la capacidad de comprender, el reconocer el paso de Dios en la vida, y de revelación, es decir la explícita manifestación de Dios que aclara, interpreta la historia. Sin dudas esto es necesario e imprescindible para reconocer el obrar de Dios que a continuación explicitará como llamada, gloria y poder. Pero todo esto es “en relación” a la comunidad, la esperanza es “a la que fuimos llamados”, la gloria es “en herencia a los santos” y el poder manifestado en la resurrección y ascensión es “poder para con nosotros”. La relación de la Iglesia con Cristo es inseparable. Es interesante notar (aunque aquí sólo es insinuado y desarrollará más adelante, esta unión de los creyentes con Cristo es tan plena que así como Cristo está resucitado y sentado junto a Dios, del mismo modo, estando plenamente unidos a Cristo, los creyentes ya están resucitados y sentados conjuntamente a él (2,6) a fin de “mostrar la sobreabundante riqueza de su gracia“.

Esta estrecha interrelación se expresa en la conclusión con la metáfora del cuerpo y la cabeza. No es unánime entre los estudiosos la afirmación de que la imagen esté tomada del ambiente estoico, o quizás también (pre) gnóstico, Lo cierto es que la imagen alude a –por un lado- una estrecha interpenetración, y también a un sentido de superioridad. La cabeza es, aparentemente, la conducción en este caso. No parece que deba entenderse en sentido de precedencia, sino de gobierno. El tema “cabeza de su cuerpo, la Iglesia” es tema recurrente en Colosenses y Efesios (Col 1,18.24; 2,10.17.19; 3,15; Ef 1,22-23; 2,16; 3,6; 4,4.12.15; 5,23.30; ver Ef 1,10). Esta comunión entre cuerpo y cabeza permite la esperanza ya que “precedernos como Cabeza nuestra, para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza” (Prefacio).

Es interesante señalar que esta “elevación” es “por encima” de todo “principado [arjê], poder [exousía], virtud [dynamis] y señorío [kyriótês]”. Estos extraños personajes (ver 3,10; 6,12; Col 1,16; 2,10.15) parece que deben entender como por poderes “de este mundo”, como personajes diabólicos, fuerzas del mal que son vencidas por Cristo aunque parezcan “todopoderosas”. Todo (panta) está puesto “bajo sus pies” constituido “cabeza del cuerpo” (v.22-23). Y así es “la plenitud del que todo en todo es plenificado” (así parece conveniente leer literalmente el versículo conclusivo). La fórmula “todo bajo sus pies” está tomada del Sal 8,7 y se refiere al “todo” de la creación sometido al señoría del ser humano que es “apenas inferior a un Dios” (v.6). Sin embargo, otro salmo está en el trasfondo de la idea de la ascensión al destacar al resucitado como “sentado a la diestra (de Dios) en los cielos” (Sal 110,1). Aquí volvemos a encontrar la idea de “los pies”, aunque en este caso se refiere explícitamente a los vencidos (cf. Jos 10,24). El rey se sienta a la derecha de Dios que lo guiará para triunfar sobre los enemigos, “quebrará a los reyes” (enemigos, v.5). Este Salmo fue muy utilizado por el primer cristianismo (ver Hch 2,33.35; Mc 12,35-37) para aludir a la resurrección (y el autor de Hebreos encuentra en el v.4 elementos para profundizar el sentido sacerdotal del Mesías). La ausencia de Jesús, el haber sido resucitado por Dios supone que Dios lo ha “llevado” junto a sí, y “sentado a su derecha”. El Salmo, que está en el trasfondo de este y otros textos es claramente usado por el cristianismo primitivo para mostrar que las Escrituras ya aludían a la resurrección de Jesús.



Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     28, 16-20

Resumen: Jesús resucitado se encuentra con los Once en Galilea. Allí pronuncia el último discurso del Evangelio enviándolos de un modo misionero. Pero les garantiza que él estará siempre en medio de los suyos acompañándolos.



El texto evangélico es el final del evangelio de Mateo (Evangelio que se lee en este tiempo litúrgico). El texto no hace referencia a la Ascensión ya que esta es, propiamente hablando, una creación literaria de Lucas. Toda la larga unidad anterior estaba constituida por tres escenas en torno al sepulcro:


1.    Las mujeres (María Magdalena y la otra María; cf. 27,61, seguramente la madre de Santiago y José, cf. 27,56) van al sepulcro [28,1-8]. El ángel les dice: “Y ahora vayan enseguida a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea; allí le verán.» Ya se los he dicho” (28,7);

2.    Las mujeres se encuentran con Jesús que les dice: «No teman. Vayan, avisen a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán». (28,10)

3.    Los sumos sacerdotes sobornan a los soldados (28,11-15)


La escena con la que concluye en Evangelio es precisamente el encuentro de los discípulos (a los que Jesús llama “hermanos”) en Galilea (cf. 26,32). Mateo acota que el encuentro ocurre en un “monte”, que “Jesús les había indicado”. La importancia de los montes en Mateo es fácilmente notable: en un monte ocurre una tentación (4,8), en un monte Jesús comienza sus enseñanzas (5,1), Jesús ora en un monte (14,23), sigue enseñando y sanando desde un monte (15,29), en otro se transfigura (17,1) y finalmente en uno se encuentra resucitado con los “hermanos” (28,16).

La resurrección ha provocado un encuentro, y los que lo ven lo “adoran” (prosekynêsan). En la tentación Satanás le pide ser adorado a cambio de los reinos del mundo y su gloria (4,9) y Jesús les dice que a Dios se ha de “adorar y sólo a él se dará culto” (4,10). Sin embargo, en el Evangelio son varios los que se postran ante Jesús: un leproso (8,2), un magistrado (9,18), los discípulos en la barca (14,33), una mujer cananea (15,25), la madre de los hijos de Zebedeo (20,20) e incluso las mujeres ante el resucitado (28,9). Sin embargo, algunos “dudan” (distázô). Este verbo se encuentra sólo una vez más en el NT, Pedro duda al caminar sobre las aguas manifestando así su “poca fe” (Mt 14,31). Algunos manifiestan su poca fe ante el resucitado. Esto motiva una última intervención de Jesús en el Evangelio:

Jesús reconoce que “me ha sido dado” (la voz pasiva indica que Dios se lo ha dado; el aoristo indica un momento preciso: ¿la resurrección?) “todo poder” (exousía) en el “cielo y en la tierra” (es decir, en todo el mundo). Ese poder se manifiesta en la enseñanza de Jesús (7,29), en su capacidad de perdonar pecados (9,6), en la expulsión de los vendedores en el Templo (21,23). Con la autoridad de su palabra los envía a “hacer discípulos” (el verbo, mathêteúô se encuentra una vez en Hechos -14,21- y luego solamente en Mateo: 13,52; 27,57; 28,19) a “todas las naciones” (ethnê), en el Evangelio se refiere a los paganos (4,15; 6,32; 10,5.18; 12,18.21; 20,19.25; 21,43; 24,7.9.14). Aunque la invitación a “todas las naciones” parece incluir aquí también a los provenientes del judaísmo. La Iglesia –tema importante en Mateo- es una nueva nación (ethnê) que debe dar frutos (21,43), que debe reconocer con fe a Jesús presente en los que tienen hambre, sed, frio… (25,32). 

Este “hacer discípulos” se concretizará en el bautismo. Parece provenir de la comunidad de Mateo la novedad de bautizar “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” ya que el cristianismo de los orígenes bautizaba en el nombre de Jesús (cf. Hch 2,38; 8,12.16; 10,48; 19,5; cf. 1 Cor 1,13.15; lo que no quita que la fórmula trinitaria tenga elementos paulinos, cf. 1 Cor 12,4-6; 2 Cor 13,13). La importancia que este Evangelio tuvo en los comienzos (probablemente por la importancia a la identidad propia de los cristianos, que da el Evangelio de Mateo) influyó en que esta fórmula característica del bautismo se impusiera luego en la Iglesia universal. 

Al hacer discípulos deben “enseñar” (didáskontes) a guardar (ver 19,17; 23,3) lo que ha “mandado” (entéllô, de donde viene entolê, mandamiento; aunque es sólo una cosa la que Jesús “ordena” y es no contar la transfiguración hasta la resurrección, 17,9; sin embargo, el uso es bíblico: Ex 7,2; 29,35; Dt 1,41; 4,2…). Este mandato misionero es la clave de toda esta unidad, la Iglesia no es un grupo cerrado en sí misma sino una comunidad que debe salir de sí hacia los otros. “Enseñar” y “bautizar” se encuentran ambos en participio presente, quizás bautizar y enseñar a hacer lo mandado por Jesús constituye el modo en que los discípulos “harán discípulos” a todos los pueblos.

El Evangelio culmina con una imagen clave de todo el libro. Desde el comienzo sabemos que Jesús es “Dios con nosotros” (1,23). Jesús dirá que “está” en medio de dos o tres que se reúnen en su nombre (18,20), que está en los pobres, hambrientos, sedientos, enfermos, presos… (25,40.45), en los discípulos (10,40), ahora afirma que estará “hasta el fin del mundo” en medio de los suyos (28,20). El Jesús de Mateo no se va (en ese sentido, no “asciende”) sino que está siempre en medio de los suyos.



Dibujo tomado de www.doloresmendieta.com.ar

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