martes, 30 de junio de 2020

Video con reflexión del Evangelio, domingo 14º "A"

Comparto un video con la reflexión bíblica a partir del Evangelio del domingo 14 durante el año (ciclo A)



También se puede ver en


Eduardo de la Serna

Comentario domingo 14A

La revelación de Jesús desata un conflicto por los destinatarios escogidos

DOMINGO DECIMOCUARTO - "A"


Eduardo de la Serna



Lectura de la profecía de Zacarías     9, 9-10

Resumen: en medio de los oráculos del profeta irrumpe un canto a un rey humano que sorprenderá por su humildad y su firmeza. Es con ella que llegará la paz a las naciones en un rey desarmado y que alcanzará a toda la tierra, con límites geográficos jamás vistos.

El texto de Zacarías irrumpe en medio de una serie de oráculos conflictivos que hacen referencia a los pueblos vecinos. En este contexto se alude a la “hija de Sión” haciendo referencia a un “rey” que viene. Pero este rey es humano, no se refiere a Dios, como sí ocurre en muchos textos posteriores al exilio; algo novedoso en un tiempo en el que ya no hay reyes en Israel. Este rey es calificado de “justo, victorioso y humilde”. Para algunos autores, se asemeja al personaje de Is 53 en cuanto a que Dios lo hace justo, lo salva  y es humilde (vv.4.6.7.10). Los primeros jefes de Israel montaban en burros, como este: Gen 49,10-11; Jue 5,10; 10,4; 12,14; 2 Sam 19,27; cf. 1 Re 1,33.38). La humildad ciertamente contrasta con lo habitual en la monarquía que era el lujo y el boato (1 Re 10,14-29; Jer 17,25; 22,4)

Pero esta humildad no está reñida con la firmeza que manifestará el rey combatiendo contra la guerra y la violencia. Para ello se enfrenta con las armas del mismo pueblo de Dios (cuernos de Efraín –norte- y caballos de Jerusalén –sur-), como ya lo había señalado Mi 5,9-10. Él (y no Dios) proclamará la “paz a las naciones” (Is 2,2-4 // Mi 4,1-3), y –sin ejército- alcanzará un territorio que ni siquiera David tuvo (de mar a mar, del río al confín de la tierra).

La humildad por un lado, y su firmeza por el otro parecen paradojales. Cosas reservadas antiguamente a Dios se esperan aquí de un rey humano. El mesianismo bíblico empieza a desplegarse, aunque este sea –probablemente- el último texto antes de empezar el periodo intertestamentario. Por otro lado, quizás haya que ver en el texto una crítica al poder de los sacerdotes alentando la esperanza en un rey por venir.


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma     8, 9. 11-13

Resumen: la vida y la muerte, el espíritu y la carne se presentan ante los lectores como dos caminos. El creyente tiene abierto ante sí el camino de la vida por estar conducido por el espíritu de Dios que es espíritu dador de vida. 


Por cinco domingos consecutivos leeremos, a partir de hoy, el importantísimo capítulo 8 de la carta a los romanos. Allí san Pablo da un cierre a toda la primera parte de la carta, estableciendo, fundamentalmente un contraste con el ser humano de la debilidad, la ley y el pecado que ha presentado en el cap. 7. Ante esa debilidad la persona se encuentra sin salida: ¿quién me librará? (v.24), no hago el bien que quiero sino el mal que no quiero (v.19), es el pecado el que habita en mí (v.17). Ese ser humano sin salida encuentra otro camino:
 
Pues lo que era imposible a la ley, reducida a la impotencia por la carne, Dios, habiendo enviado a su propio Hijo en una carne semejante a la del pecado, y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne, a fin de que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros que seguimos una conducta, no según la carne, sino según el espíritu (8,3-4) 

Ese ser humano que se dirigía a la muerte encuentra súbitamente abierto el camino hacia la vida, algo expresado –como es frecuente en Pablo- en los términos “carne” y “espíritu”. Con esta temática en el horizonte conviene leer la lectura (y las que siguen los próximos domingos) de este capítulo.

Los términos “carne” y “espíritu” son los que marcan el ritmo de esta unidad, pero estos no han de entenderse –como lo hemos señalado otras veces- en sentido del dualismo helénico, sino en un sentido “escatológico”, es decir, señalando la llegada del fin de los tiempos – comenzada en la resurrección de Cristo a la que nos unimos plenamente por el bautismo – en la cual el espíritu es el don por excelencia recibido por los que creen. Los que no creen, en cambio, están precisamente ante esa debilidad sin salida de la que hablaba en el cap. 7. Podríamos parafrasearlo de este modo: “ustedes no están en el tiempo de la carne sino en el tiempo del espíritu”; pertenece a Cristo (es de Cristo) quien tiene su espíritu. El v.10 – omitido por el texto litúrgico – hace referencia a la muerte, que es consecuencia del pecado (5,12.21; 6,23; 7,13; 8,2) y a la vida, fruto del espíritu por la justicia que viene de la fe (1,17; 3,22.25.26.28.30; 4,3.5.9.11.13; 5,1…). Ese espíritu que Dios ha dado es dador de vida, como ya lo ha mostrado al resucitar a Jesús de entre los muertos; por eso, nuestros cuerpos, que caminan hacia la muerte, recibirán ese mismo espíritu que es dador de vida (1 Cor 15,45). 

Así, los creyentes, no deben nada a la carne, sino al espíritu, y por tanto están frente a dos opciones (dos caminos, como es frecuente en la literatura bíblica): la vida y la muerte según vivan “según la carne” o “según el espíritu” (v.13).


Evangelio según san Mateo     11, 25-30

Resumen: tres pequeñas unidades ponen a Jesús en conflicto con las autoridades judías de tiempos de Mateo mostrando la predilección de Jesús, y en él, del Padre, por los pequeños, los que están sobrecargados por los fariseos. 


En medio de una serie de textos en los que Jesús se encuentra con gente que no lo comprenden del todo (unos más, otros menos, pero ninguno plenamente) Mateo presenta estos tres dichos de Jesús que se encuentran en el Evangelio de hoy. El texto comienza señalando “en aquel tiempo” (en ekeínô tô kairô) y la siguiente unidad (12,1) comienza con la misma fórmula marcando así el límite del texto en 11,25-30 como lo presenta la liturgia. 

Los tres dichos son fácilmente reconocibles: el primero Jesús se dirige a Dios (vv.25-26), en el segundo Jesús habla a su auditorio sobre su relación con Dios como de Padre e hijo (v.27) y finalmente una invitación al auditorio a recibir el mensaje de Jesús (vv.28-30).

I) vv.25-26: en el contexto del relato, Jesús acaba de señalar que su mensaje no fue recibido en Corazín, Betsaida, Cafarnaúm, ciudades donde hay importantes grupos rabínicos en tiempos en que se compone el Evangelio de Mateo. En contraste con estos “sabios e inteligentes ” (sofôn kaì synerôn) que se niegan a aceptar el mensaje de Jesús, los “pequeños” (nêpios) lo han recibido: un “pequeño” grupo de la región, los destinatarios del Evangelio. Esto es algo que refleja la voluntad de Dios. En un marco semejante (y constituye la única vez que vuelve a encontrarse en Mateo el término “pequeños”, nêpios, 21,15-15) los niños (paidós) gritan “Hosana” ante la llegada de Jesús al templo, lo que provoca el rechazo de sumos sacerdotes y escribas a quienes Jesús les cita la Escritura: “de la boca de los pequeños (nêpiosy lactantes (thêlazóntôn) te preparaste alabanza” (Sal 8,3). Nuevamente se encuentra un contraste entre los “pequeños” (en este caso mostrados como sinónimo de “niños”) y los letrados frente a Jesús. 

Lo llamativo es que Jesús señala que estas cosas Dios las ha “ocultado” (kriptô) algo que es importante en Mateo. Lo “oculto” ha de ser “revelado”, como se ve la ciudad en la cima del monte (5,14), como las parábolas lo manifestarán (13,35), como el tesoro escondido (13,44) que es expresión del Reino; pero en este caso está en contraste con lo revelado a los pequeños. La situación de la comunidad de Mateo en contraste con la importante comunidad rabínica de su tiempo y región (en Antioquía) parece estar en el núcleo del relato, algo que –a su vez- manifiesta la actitud de los “sabios e inteligentes” hacia Jesús en el Evangelio. Ese ocultamiento a unos y revelación a otros es lo que le place (eudokía) a Dios. Es interesante que una imagen semejante, de contraste con los "sabios e inteligentes" se encuentra en Pablo en 1 Corintios: "Como está escrito: Acabaré con la sabiduría de los sabios y confundiré la inteligencia de los inteligentes" (1,19).


II) v. 27: Pero este ocultamiento – revelación es algo que Dios ha manifestado en el accionar del hijo. Puesto que solamente el hijo conoce al Padre, el modo de revelación que el hijo ha escogido refleja esto que da placer a Dios. El uso de "Padre e hijo" en esta unidad tiene bastante “color joánico” ya que “hijo” en absoluto (“el hijo”) no es habitual en los Sinópticos, y sí es muy frecuente en Juan. La relación entre el hijo Jesús con su Padre (abbá) es tal que puede afirmar que “lo conoce” (otro tema joánico), y precisamente por eso lo revela en sus palabras, pero también en el modo de revelarlo, que implica a los destinatarios. Jesús se ha dirigido – y el capítulo de las parábolas, que se aproxima es una buena expresión de esto – a los que no contaban a los ojos de los “sabios e inteligentes”, y por esto lo han rechazado. 

III) vv.28-30: Es precisamente a esos destinatarios a los que ahora Jesús se dirige, los que están cansados (kopiáô es cansancio por lo que resulta trabajoso, fatiga) y están “cargados” (fortízô) ya que Jesús les ofrece “aliviar” (anapaúô). El alivio es lo que provoca, por ejemplo, el descanso sabático (Ex 23,12; Dt 5,14) o también el descanso que debe tener la tierra (Lev 25,2). Lo religioso no puede ser motivo de cansancio y carga. El “yugo” es imagen de lo que los oprimía en Egipto (Lev 26,13), Babilonia (Jer 27,11), o la opresión de los griegos (1 Mac 8,18; 13,41), la esclavitud en general (Gal 5,1); Salomón ha oprimido a una parte importante del pueblo y a su hijo se le pide que “alivie el yugo” (2 Cr 10,9). Pero la imagen también es usada como expresión de “sometimiento” a la ley (Sir 51,26; Sof 3,9; Hch 15,10). Como los maestros de la ley, Jesús también tiene un yugo pero él mismo se presenta como manso (praûs; a los que Jesús llama bienaventurados porque serán consolados, 5,5, y alude al rey montado en burro de Zac 9,9 en 21,5) y humilde de corazón (tapeinós tê kardía; sabiendo que Dios ensalza al que se humilla, 23,12). Este yugo de Jesús dará “reposo” (anapausis, como ya lo había señalado) ya que es “suave” (jrêstós, suave, bueno, agradable) y la “carga” (fortíon) es ligera (elafrós, suave, leve). El texto aparece en claro contraste con las cargas pesadas (barys) que los fariseos echan en las espaldas de sus discípulos (23,4, a pesar que lo más “pesado”, importante, “de la ley es la justicia, la misericordia y la fe”, 23,23). 

El texto es ciertamente conflictivo con los fariseos de tiempos de Mateo (como se ve claramente en el cap.23) con quienes el evangelista está en conflicto; a los lectores les contrasta dos yugos, dos mensajes y –por lo tanto- dos actitudes frente a él, la aceptación de los pequeños, y la incomprensión de los “sabios e inteligentes”. No es diferente a lo que dice el texto del profeta: 

Yo decía: «Naturalmente, el vulgo es necio, pues ignora el camino de Yahveh, el derecho de su Dios. Voy a acudir a los grandes y a hablar con ellos, porque ésos conocen el camino de Yahveh, el derecho de su Dios». Pues bien, todos a una habían quebrado el yugo y arrancado las coyundas”. (Jer 5,4-5) 

La novedad de Jesús viene dada, precisamente, por ser el hijo que conoce al Padre y elige el modo y los destinatarios de la revelación: los pequeños.


foto tomada de www.catolicidad.com

miércoles, 24 de junio de 2020

Una respuesta creativa ante la peste

Una respuesta creativa ante la peste


Eduardo de la Serna




En la localidad de Klaros, en la actual Turquía, había un gran templo a Apolo donde solían pronunciarse oráculos a quienes lo solicitaran (en general, luego de un buen pago por ello). En la década del 160 una gran peste (peste Antonina) asoló la región.

Cuando los habitantes de Cesarea Torcheta (Lidia) fueron a consultar al oráculo, este ordenó:

“que se saque agua de siete fuentes cuidadosamente preparadas” y con ella se rocíen las casas. y en las afueras de la ciudad “se debe erigir una gran estatua de Apolo, con un arco amenazante en su mano derecha”. Hecho esto, la peste desaparecería.

Cuando – por el mismo motivo – fueron a consultarlo los ciudadanos de Pérgamo, el oráculo dijo:

“durante siete días seguidos ofrezcan carne en el altar de Atenea, quemando un novillo de dos años, puro, virgen, y tres toros a Zeus y a Baco celestial. Asimismo, para el hijo de Coronis [Esculapio] despedacen un toro según la costumbre y organicen un sacrificio y una fiesta. Y los jóvenes, todos vestidos con atuendos militares, con sus padres, derramen una libación tras otra y pidan el remedio a la peste a los inmortales”

Lo interesante es que, no solamente no se preguntan por la causa de la peste, sino que las soluciones no modifican en nada las costumbres y hábitos, por el contrario, responden a ellas. La vida, la ética no forma parte de las perspectivas de los dioses griegos.

En cambio, poco después, en otra peste (250), el obispo de Cartago (norte de África), Cipriano, no respondió llevando a cabo actos de culto para calmar “las iras divinas” sino ocupándose de la ayuda a quienes sufrían las consecuencias (además de que muchos de la ciudad culpaban a los cristianos por la peste).

Cipriano sabe que en medio de esta situación (y recién salidos de la persecución de Decio) los cristianos precisan palabras claras y una orientación precisa (y no serían los oráculos quienes las darían). Cipriano reunió a los cristianos de la ciudad invitándolos al valor y la paciencia. Su discurso fue profético y pastoral. Los cristianos, dijo, son tan afectados por la peste como los paganos. La cosa no era el por qué sino el cómo responder ante este hecho. Y para ello, recurrió a las Escrituras y la Tradición. En primer lugar, señalando la centralidad del amor y la misericordia. Destacando, además, que, desde hace muchos años, “la iglesia se ha dado una organización del cuidado de los enfermos”. El dinero de la comunidad, mujeres dedicadas y diáconos debían salir hacia los demás en estos momentos. No es posible que “gente muera en las calles y sin pan ni agua”. Y siguiendo el Sermón del monte invitó a ir más allá del amor al hermano, amando más que los “escribas y fariseos”, amando incluso a los enemigos, es decir a los vecinos paganos (es decir, no solo a los cristianos), dando de comer y beber a todos, también a los que ayer “nos han perseguido” o a quienes hoy nos calumnian. Lo importante es que, a diferencia de los oráculos paganos, que no modificaban las actitudes y habitus sociales que los constituían, la propuesta de Cipriano ante la peste, fue modificar el hábito: la confianza en Dios debía llevar a un cambio de vida “en salida”.

[inspirado en A. Kreider, La Paciencia. El sorprendente fermento del cristianismo en el imperio romano, Salamanca 2017, 86-95]


Foto tomada de Wikipedia, "Apolo"

martes, 23 de junio de 2020

video comentando Evangelio domingo 13º durante el año

Video con reflexión a partir del texto bíblico del domingo 13º durante el año "A"

 
En el video se hace referencia a “Vicentín”. Un caso emblemático en el presente argentino. La empresa Vicentín, una de las principales agro exportadoras de Argentina, y la principal aportante en la campaña de Mauricio Macri (2019), consiguió préstamos espurios de ese gobierno por más de 300.000.000 de dólares, incluso a días de que ellos dejaran el gobierno. Llamó a convocatoria de acreedores dejando miles de campesinos y pequeños trabajadores sin pago ni justicia además de la millonaria deuda con el Estado. Sin embargo, cuando el gobierno de Alberto Fernández anunció su expropiación, a fin de recuperar para el país las deudas, evitar la extranjerización de la empresa y cumplir con los pequeños campesinos, la prensa hegemónica hizo una feroz campaña (“comunismo”, “vamos a ser Venezuela”, etc.) logrando que gente que no tiene campos, ni conoce del tema saliera a la calle diciendo: “todos somos Vicentín”. A eso se alude en el video expresamente.

Puede verse también en 


Comentario domingo 13A

Jesús no se desentiende de los suyos y de cómo son acogidos
Domingo decimotercero – “A”

Eduardo de la Serna



Lectura del segundo libro de los Reyes        4:8-11, 14-16

Resumen: el relato de Eliseo, en medio de otras acciones del profeta, muestra a una mujer importante acogiéndolo hospitalariamente, y la recompensa que recibirá engendrando un hijo.

En el llamado “ciclo de Eliseo” es frecuente encontrar milagros; ningún profeta de Israel es tan portentoso como él en este aspecto.

La hospitalidad – tema importantísimo en el ambiente del desierto – de la mujer (y su marido; es de notar que es ella y no él quien ocupa un lugar preponderante en el relato) no se limita a acogerlo cuando “pasa” sino incluso a edificarle una habitación. La causa es porque se trata de “un santo hombre de Dios” (îsh ’elohîm qadôsh), la mujer es calificada de “gran mujer” (’ishah gedôláh) y en el relato es ella quién lleva la iniciativa, toma las decisiones y actúa en consecuencia.  

No era bueno, en aquel tiempo, quedar como desagradecido, y así quiere obrar Eliseo manifestando su gratitud por haber sido “recibido como profeta” (el tema, al que alude el texto del Evangelio, es el que motiva su incorporación en este día). Guejazí, el criado de Eliseo (que es importante en este capítulo pero actúa de modo negativo en el próximo), que actúa como intermediario en estas unidades, lo pone al tanto de la situación: la mujer no tiene hijos y su marido es anciano. También es interesante notar que no se hace referencia al topos habitual de la “esterilidad” de la mujer (de hecho, el anuncio de que tendrá un hijo no es motivo de júbilo sino de serena incredulidad). Es de señalar que el relato es más extenso y complejo (vv.8-37): en un primer diálogo (por intermedio de Guejazí) Eliseo le ofrece interceder ante el rey o el ejército (lo que revela el status importante del profeta), lo que la mujer declina. El anuncio de un nacimiento se concreta, y el niño nace. Pero enferma y muere (siempre centralizado en la mujer, el marido es más bien “actor de reparto”) por lo que la sunamita va a buscar a Eliseo reclamándole que “no pidió” un hijo, lo cual motiva a Eliseo a devolverle la vida. Esta revivificación del niño es lo central del relato (y paralelo a Elías, 1 Re 17,17-24), pero está omitido en el texto litúrgico solo centrado en “el que recibe a un profeta” y su recompensa.


Lectura de la carta de san Pablo a los Romanos    6:3-4, 8-11

Resumen: estar sumergidos en Cristo nos hace morir al pasado, morir a la muerte para introducirnos en una vida nueva, un morir al pecado para vivir en la vida de Cristo.

Luego de una importante unidad (1,16-5,11) en la que Pablo quiere destacar a los romanos que aunque “todos pecaron” Dios no descargó sobre ellos su merecida cólera sino que lo hizo con “justicia” (= misericordia) dedica el resto de la unidad teórica a mostrar las consecuencias de esta justicia en los creyentes (5,12-8,39). La lectura de la semana pasada había mostrado que “todos” somos libres del pecado porque “donde abundó el pecado sobreabundó la gracia” (5,20), ahora (cap. 6) quiere mostrar que somos a su vez “libres de la muerte”.

Una serie de elementos propios de la carta dan comienzo a la unidad: “¿qué diremos?” (3,5; 4,1; 6,1; 8,31; 9,14.30) frase (frecuentemente, como aquí, una síntesis de lo hasta ahora señalado que espera una respuesta negativa: “¡de ningún modo!” (v.1). Esto se sintetiza con “¿es que ignoran?” (6,3; 7,1) que también supone una respuesta negativa: ciertamente no lo ignoran. La reflexión incluye un potencial (pues si…, ei gàr, también habitual [13 veces] en la carta).

El texto litúrgico luego de la presentación temática (vv.3-4) omite el “pues, si…” para continuar en “y si...” (v.8) destacando la consecuencia del hecho en la comunidad.

El castellano no permite descubrir fácilmente el juego visual de Pablo: los que fuimos bautizados (= sumergidos) en Cristo Jesús” fuimos sumergidos (= bautizados) en su muerte [es sabido que “bautizar” significa en castellano “sumergir”]. La dinámica muerte-sepultura-resurrección de Cristo nos integra a quienes nos hemos bautizado en Cristo. La imagen de la persona que desaparece de la vista al sumergirse en el agua para el bautismo, y que en ese hecho “muera” el hombre viejo (v.6) permite que al emerger, levantarse (= resucitar) una vida nueva.

Breve nota sobre el “hombre nuevo”. Pablo no habla del “hombre nuevo”, pero sí contrasta el “hombre viejo” con “una vida nueva”. Los discípulos de Pablo, que escribieron Colosenses y Efesios, sí hablan de “hombre nuevo”, pero de “un solo hombre nuevo”, Cristo (Ef 2,15). Estando “en él”, revestidos de él (por el bautismo; Col 3,10; Ef 4,24) se alcanza justicia, santidad y verdad. La imagen de “ser hombres nuevos” es posterior al ambiente bíblico.

Sin embargo, Pablo tiene claro que aunque hayamos muerto al pecado, eso no significa que poseamos un estado definitivo. De allí que señala que “los que hemos muerto con Cristo [el tiempo griego está en aoristo, lo que indica un momento puntual; es decir, nuestro bautismo], creemos que también viviremos [futuro] con Él” (v.8). Esa vida es la responsabilidad del creyente.

“Si hemos muerto con Cristo”, Él murió “de una vez para siempre, de allí el poder de la resurrección que aniquila el “señorío” de la muerte. El juego de palabras y de sentidos es suficientemente claro:

Asi, él murió
al pecado murió para siempre
pero él vive, vive para Dios (v.10)

Es interesante por un lado el doble “él” “murió” (apéthanen, indicativo aoristo) y el doble “él” “vive” (, indicativo aoristo). El primero dice relación “al” (dativo) pecado, muerte para siempre, el segundo dice relación “al” (dativo) Dios.

Una nota sobre “su muerte fue morir al pecado”. Los escritores bíblicos son unánimes en negar pecado en Cristo (Jn 9,16.31; Heb 4,15; 1 Pe 2,22; 1 Jn 3,5), ¿cómo se debe entender esto, entonces? “Dios lo hizo pecado” (2 Cor 5,21), “envió a su propio Hijo de modo semejante a la carne del pecado y con respecto al pecado condenó el pecado en la carne” (Rom 8,3). Al asumir solidariamente la humanidad pecadora, en su muerte dio muerte al pecado. Para siempre.

La conclusión de esta parte es evidente: “así pues ustedes” (houtôs kaì hymeîs) aludiendo, precisamente, a esta muerte y esta vida, como la de Cristo ya que “hemos muerto con” Él. Afirma que debemos “considerarnos:

Muertos al (dativo) pecado
Vivos a (dativo, “para”) Dios

Es precisamente todo lo que se vive a partir del bautismo (indicativo) lo que debemos (imperativo) vivir en consecuencia.

Es importante notar que en Pablo “el pecado” no se trata de algo que se “comete”, no se entiende en nuestro sentido habitual de tal o cual pecado, sino como un “poder” (= señorío) que domina sobre la humanidad, o que ha perdido su capacidad y “autoridad”. No figura en el horizonte paulino la idea de hacer esto o aquello que es o no pecado, sino de vivir sometidos al poder del pecado o ser liberados (por Cristo) de este señorío.

Y todo esto – como es frecuente en Pablo – ha de ser “en Cristo”. “En” como una suerte de espacio “en el que se está” alude precisamente al bautismo (sumergidos “en””) y su consecuencia. Vivir, actuar, ser “en Cristo” es lo propio de los discípulos, de la vida conforme el bautismo, de vivir en los tiempos definitivos y plenos.


+ Evangelio según san Mateo         10:37-42

Resumen: una serie de dichos de Jesús sobre cómo ser discípulos y cómo comportarse con ellos destaca la estrecha relación entre el maestro y los suyos. Dios y su enviado no se desentienden de los discípulos, aunque estos deben caracterizarse por una serie de notas que los ponen en estrecha relación con Jesús.

En el largo discurso a los enviados a la misión Mateo finaliza con una serie de dichos aislados (logia) que parecen no tener relación entre sí, aunque señala que quienes vivan de determinada manera son discípulos mientras que no lo son quienes no lo hacen y qué ocurre con los que reciban o no a los que lo son. Se los puede calificar de “dichos que garantizan la fidelidad”.

+ logion de “amar más” que a la familia;
+ logion de “no tomar la cruz”;
+ logion de la vida perdida o encontrada
+ logion de ser recibidos como recepción de Jesús
+ logion de la recepción de profetas y justos
+ logion de dar de beber

Todos estos dichos suponen una conclusión por lo hecho/dejado de hacer: ese tal “no es digno”, la perderá/encontrará, me recibe, recibe recompensa…

Veamos brevemente:

  •         Un logion doble destaca que no se puede amar más que a Jesús a padre o madre ni a hijo o hija. Quién lo hiciera “no es digno de mí”.
  •      Un logion sobre tomar o no la cruz.
  • Un logion antitético señala el contraste entre quien busca, que perderá y quién pierda que encontrará.
  • Un logion sobre los destinatarios y su relación con Cristo: quien recibe a ustedes me recibe a mí, y ese recibe al que me ha enviado.
  • Dos logia sobre recibir a otro como profeta o como justo y la condigna recompensa de profeta o justo.
  • Finalmente un logion anunciando la recompensa a quien dé de beber un vaso de agua a un pequeño creyente.
Sin embargo, los tres primeros conforman una cierta unidad: “el que” aludiendo a características (activas) que deben tener los que son seguidores de Jesús. Estos son continuados por una triple referencia (pasiva) a “recibir”. La conclusión refiere a los “pequeños” (mikroi), es decir a los miembros de la comunidad de Mateo (18,10.14), los “discípulos”.

Algunas anotaciones sobre estos dichos de Jesús:

Amar padres / madres / hijos / hijas “más que” a Jesús es algo sumamente razonable en Israel. El amor expreso a los padres está señalado en el mismísimo Decálogo. Jesús se pone a sí mismo por encima de la familia. Lucas utiliza el verbo “odiar” (14,26) pero se trata de un semitismo en el sentido de “amar menos”. Se trata de lo que nosotros llamaríamos una “escala de valores” y Jesús se pone por encima del valor soberano de la familia.

Nota sobre la familia: en general, en los evangelios es habitual la relativización de la familia, lo cual manifiesta un esquema contracultural ante el valor cuasi absoluto de la familia de su tiempo. No se trata de que Jesús no la valore, ciertamente, pero que la ubica en un lugar secundario con respecto a los valores del Reino. Se trata de lo que se ha llamado “fidelidades en conflicto”.

Lo que señala es que quien no valore a Jesús por encima de todo, “no es digno” de él. La dignidad permite recibir a los mensajeros (10,11), y recibir (o no) la paz (10,13). Se deben dar “frutos dignos de la conversión” (3,8) como han de ser “dignos” los invitados a las bodas (22,8). Ser dignos de Jesús es una cierta valuación (precisamente para quienes valoran correctamente el amor primero: a Jesús).

Tomar la cruz y seguir a Jesús (van juntos) supone una identificación con el Maestro. Asumir su proyecto con todas sus consecuencias. En este caso “tomar” es aferrarse, agarrar (lambánô); el verbo habitual es aírô, cargar, asir, aunque Lc 14,27 (y Jn 19,17) utiliza bastazô, en el sentido de arrastrar, tirar; en 23,26 usa férô (cargar, llevar). “Tomar” en este caso no hace referencia a cargarla, ni a arrastrarla sino a hacerla propia, tomar en posesión. Se trata de asumir la cruz y seguir a Jesús.

El contraste entre encontrar y perder es habitual (el texto se repite en 16,25). Lo usa Abraham cuando “regatea” con Dios a fin de evitar la destrucción de la ciudad (Gén 18,28.29.30.31.32). Encontrar algo perdido no autoriza a nadie a apropiárselo (Dt 22,3). En Lc 15 la imagen de lo perdido - encontrado alude a la misericordia de Dios (vv. 8.9.24.32); en este caso se trata de perder / encontrar la “psyjê” (vida, alma), donde “encontrar” ha de entenderse en el sentido de “buscar”. Sin duda se ha de entender en el mismo sentido de lo anterior: Jesús debe estar por encima, ya no de la familia, sino aun de la valoración de la propia “vida”. Así como era imposible amar “más que a mí”, “no es digno de mí”, en este caso se trata de perder la vida “por mi”; la centralidad de Jesús es la clave de interpretación de estos logia.

Luego nos encontramos con los textos que destacan la recepción: la unión entre Cristo y los suyos es habitual en Mateo: Jesús está donde dos o más se reúnen “en mi nombre” (18,20), y aquel que expresamente se había señalado como “Dios con nosotros” (1,23) afirma que no se irá sino que “estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (28,20). Por otra parte, recibir a Jesús es recibir al Padre que lo ha enviado (cf. Mc 9,37). “Recibir” es acoger a los enviados de Jesús (10,14), como también se acoge a un niño “en mi nombre” (18,5).

De un modo excesivamente repetitivo sintetiza la recompensa de un profeta o de un justo (3 veces cada palabra en sólo medio versículo). La “recompensa” es término agradable a Mateo (x1 en Marcos, x3 en Lucas y x10 en Mateo; x1 en Juan y x1 en Hechos). La recompensa puede ser eterna (5,12) o terrena (6,1.2.5.16). “Profetas” y “justos” son una bina propia de Mateo (10,41; 13,17; 23,29), aquí quizás paralelos.

Dar un “vaso fresco” a los pequeños es hacerlo al mismo Jesús (“tuve sed y me dieron de beber”, 25,35) por cuanto llevan el nombre de discípulos. Nuevamente se alude a la recompensa. Si en la primera parte el acento estaba puesto en el compromiso y modo de ser del discípulo, aquí se destaca la actitud de “otros” frente a ellos, y la toma de partido de Dios, que no se desentiende de sus amigos.



Foto tomada de Sputnik Mundo

sábado, 20 de junio de 2020

Me convencieron… ¿ahora apoyo la pena de muerte?

Me convencieron… ¿ahora apoyo la pena de muerte?


Eduardo de la Serna




No logró convencerme la diva glamorosa cuando decía “el que mata tiene que morir”. No me parecía coherente con la que apoyó un genocidio, o se hizo la distraída… murieron 30.000 y no pidió que murieran los asesinos. Para “peor” las principales afectadas, Madres, por la desaparición, torturas, saqueos, violaciones, y robo de bebes a los hijos nunca lo pidieron. Entonces debía guardar silencio. El que mata no “tiene que” morir, sino esperar justicia. Una lenta, esclerótica y elefantiásica justicia. Pero justicia.


No logró convencerme el mediocre petardista televisivo que cuando moría un ladrón celebraba diciendo “uno menos”. Algo de mi matemática no me cerraba. ¿Cuál era el criterio de la suma o de la resta? Si moría un torturador, ¿había que sumar? Si moría un gendarme represor de jubilados, ¿era resta? ¿Cuándo? ¿Quiénes? No me quedaba claro si no se escondía racismo, aporofobia o simple y vulgar nazismo. Así que me parecía que, otra vez la paquidérmica justicia, debía tener la última palabra.


No logró convencerme el slogan que se logró popularizar: “hay que matarlos a todos”. De nuevo el “todos” no me resultaba claro. ¿Todos “quienes”? o ¿todos los qué? todos los pobres, me resultaba complicado, especialmente si digo que soy cristiano. Todos los ladrones, pareciera. Pero los que fugan divisas a Panamá, vacían el Correo, ¿son ladrones? Los que no pagan sueldos justos a sus trabajadores ¿son ladrones? ¿O es solo un tema de gallinas? Otra vez la justicia, entonces.


Pero resulta que creo que la democracia es “el menos malo de los sistemas de gobierno que podemos darnos”. Es decir, el pueblo es el que fija nuestro destino por un tiempo. Es el que ejecuta proyectos o los legisla; no el que juzga, porque la última instancia de la “democracia” no la tiene el pueblo sino una elite enquistada, que nadie ha elegido y que se gobierna a sí misma. Y resulta que un grupo de poderosos (de economía se trata) manejan la mente y el sentir, el expresarse y el decir de un grupo importante de la sociedad que malquista, que molesta, que quita la alegría de vivir a otros muchos. La imbecilidad al palo, podría cantarse mirando Cabildo y Juramento, el Obelisco y algunos lugares donde bobos manejados de las narices por dos slogans, incapaces de pensar frente a delincuentes que los han maltratado, estafado, basureado y estafado salen a defenderlos... y creen que argumentan. ¿Será que tengo que desear una bombita en Nordelta, en algún canal de televisión, o en alguna marcha de idiotas útiles? Al fin y al cabo – y usando los criterios de los anteriores – me molestan, me perjudican, están en contra de todo lo que pienso y creo. Me cuesta aceptarlo, así que voy a pensarlo un poquito más… pero ¿ganas? ¡¡¡Ufff!!!

 

Foto tomada de https://www.minutouno.com/notas/5016344-una-foto-que-duele-una-anciana-junta-berenjenas-del-suelo-la-represion-al-feriazo


La bandera... un trapo

La bandera… un trapo

Eduardo de la Serna


Hoy se conmemora en Argentina el día de la bandera. En homenaje a su creador, uno de los grandes: Manuel Belgrano.

Su vida, gesta y gestos, historia y palabras merecen todas las memorias. Pero a nivel simbólico, la bandera argentina dice poco, y dice todo.

Recuerdo cuando estaba en el colegio que un día, cuando se izó la bandera, esta resultó teniendo un sol en la mitad, y muchos se asustaron porque entendían que con sol era “bandera de guerra”. Recuerdo, mucho antes, que de chicos en el colegio un día “juramos” a la bandera, algo que era solamente un momento pintoresco sin significado real. Pero también recuerdo otros momentos y otras militancias. Evita decía, con pasión y profetismo que muchos “recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria”. Embanderar es lucha, porque es identidad. Y de eso se trata.

Crear la bandera es dar identidad. “Estos somos”. Esto nos guía; no un trapo, no unos colores. ¡Una bandera! Cuando en una batalla una bandera flamea, eso “dice” algo. Arriar las banderas, enarbolarlas, capturarlas, mancillarlas dice algo. Es una guía, conduce, orienta. Estos somos. Esos son los otros.

Crear una bandera en un conflicto es dar una dirección. Marcar rumbo. Y en ocasiones, marcar el enemigo, el cual también está embanderado.

Sin duda, por ser símbolo, también puede ser ahuecada, vaciada de sentido y contenido, y vaya si lo sabemos.

Debo confesar que, en mi adolescencia, cuando empecé mi militancia, la bandera (y otros símbolos, como el himno) me llenaban de orgullo. Recurría (mos) a ellos con frecuencia. Sin embargo, a partir del 24 de marzo de 1976, ver la bandera me llenaba de tensión. Era casi como ver “al enemigo” (de hecho, así nos hicieron sentir, con “eso del enemigo interno”). Debió pasar un buen tiempo post-dictatorial para que la bandera volviera a tener para mí el significado que siempre tuvo, pero del que la habían vaciado.

La bandera es la que enfrentó “la tiranía”, la que condujo a ignorantes e iletrados detrás de un sueño: ¡libertad! frente a “la patria esclavizada” llamada a romper los “vínculos” de la opresión. Es un símbolo de los mejores ideales y sueños, los que nos identifican y señalan causas y luchas. Es cierto que están también los que pretenden adueñarse (como los dictadores) de los sentidos y contenidos. Y de los embanderados depende que no nos dejemos arrebatar causas y metas. No está mal, en estos tiempos, mirar a Belgrano y sus luchas, sus palabras y gestos. Cuando tomó un puñal y lo puso sobre el cuello del virrey, no parecía demasiado “angustiado”; cuando conducía las tropas y vació ciudades enteras para que no fueran tomadas por el enemigo, ¡tampoco!, cuando propuso leyes y condujo gestas, ¡menos! Y cuando los apropiadores del sentido lo sometieron a la pobreza e ignominia logrando su muerte en la miseria, quizás sí. Ver a los que supuestamente tienen la misma bandera haciendo suyas las causas contrarias, es por lo menos angustiante. Es casi como ver salir a Belgrano de los billetes para poner un hornero, o creer que el 25 de mayo es el “día de la bandera”. Ese día, en realidad, es cada día que la libertad campea, que la dignidad se enarbola, que los pobres y los trabajadores, los campesinos y los indígenas, las mujeres y los negros son mirados, reconocidos y tratados como hermanas y hermanos. Ahí sí, “levantamos los trapos”, y podemos cantar viéndola tremolar triunfal. Porque la bandera es una identidad y una lucha. La identidad y la lucha de un pueblo. Aunque a veces haya enemigos internos (anti-pueblo los llamábamos entonces). El celeste y el blanco no son los colores de los ojos de un gracias a Dios ya ex presidente, sino una lucha que queremos seguir dando. Hay millones de pobres que lo merecen. Merecen seguir “la enseña que Belgrano nos legó”.


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martes, 16 de junio de 2020

"Cristo Vence"

“Cristo Vence”

Eduardo de la Serna




Tengo 65 años. Soy del 55, por lo tanto. En mi familia y su ambiente nunca oí hablar de los bombardeos asesinos sobre la población civil y el intento de un golpe de estado del 16 de junio de ese año. Sí oí hablar de que Perón persiguió a la iglesia, y que incendió (él, nadie más que él) templos. Nunca me contaron que los bombardeos llevaban una insignia y parecían conducidos por “Cristo” que “vence”. No había relación causa – efecto entre uno y otro. Uno no había existido, el otro era expresión evidente de la maldad y perversión.


En mi ambiente eclesial, la cosa no era diferente: profanaciones y atrocidades semejantes. Gente (mi papá entre otros) fueron a defender las iglesias de los perversos perseguidores. Conocí curas que contaban, desde sus salidas del seminario “clandestinamente” (sin sotanas ni nada indicador de clerecía, por la perversión del gobierno que podía agredirlos) hasta sus guardias para impedir nuevas profanaciones; conocí incluso los sótanos y túneles en el seminario en los que algún casquillo de bala todavía se podía ver. Había que entrenarse y estar preparados. El ateísmo avanza. Pero “Cristo vence”.


Fue Carlos Mugica el que por primera vez me abrió los ojos: autocriticándose por haber estado “preocupado por los templos quemados y no porque habían asesinado a más de 300 templos vivos del Espíritu Santo”, dijo.


Por años se podían ver las huellas de balas y bombas en los edificios cercanos a la Casa Rosada. Los vi sin sacar las conclusiones que se imponían.


Y tampoco saqué, en ese entonces, las conclusiones de que un ejército era capaz de atacar con todo su poder de fuego a su propia población inerme, matarla y bombardearla sin que ningún artista reflejara su Guernica [menos de 130 muertos en Guernica, más de 300 en el “Cristo vence”].


Pero claro… después de escuchar a Mugica, y después que el pueblo me hiciera mirar con otros ojos nuestra historia, aprendí que había militares capaces de torturar, violar y matar argentinos, pero no ingleses [no celebro estas muertes, solo lo señalo irónicamente destacando que, en una situación de guerra real, mostraron a las claras su incapacidad y cobardía que no manifestaban ante cautivos atados, amordazados y con ojos vendados].


Pero también saqué la conclusión que hay un conjunto de nuestra sociedad que sigue ciega ante los bombardeos, que sigue escuchando sus propias voces. Incapaces de escuchar las voces del pueblo, de los que ayer fueron a la plaza, aunque no había chori ni coca, sino una defensa de la conquista de sus derechos, de los que fueron asesinados, perseguidos o desaparecidos mientras otros eligen mirar sus fascinantes ombligos o bailar ante el D.J. de la nada.


Pero otra conclusión, personal en este caso, es que Cristo venció. Al menos en muchos y muchos espacios. Porque descubrimos a Cristo en los bombardeados, los torturados, los desaparecidos, los perseguidos. Ese Cristo que nos invita a descubrirlo allí y reconocerlo, y seguirlo. Algunos, más tarde que otros, hemos reconocido al Cristo quemado en las brujas de la inquisición, en las víctimas de todas las atrocidades humanas y en los empobrecidos de todos los neoliberalismos. A ese Cristo hemos aprendido a reconocer, amar y dar culto en la lucha por la justicia y la paz, la dignidad y los derechos, la verdad y la esperanza de un mañana que no niegue a los asesinados y torturados, sino que, por lo menos, pueda mirarlos a los ojos, reconocer sus nombres y andar sus caminos.

 

Foto tomada de https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/244266-cristo-vence-a-65-anos-del-bombardeo-a-plaza-de-mayo-dirigida-por-francisco-alcaro-escenarios-amp-sociedad.html

 


Video comentario Evangelio domingo 12 "A"

Video reflexionando las lecturas bíblicas 
(Domingo 12 durante el año, ciclo "A")




También puede verse en

Comentario domingo 12A

La fidelidad al proyecto de Dios lo tiene a él mismo de garante

DOMINGO DUODÉCIMO – “A”

Eduardo de la Serna



Lectura del profeta Jeremías                 20:10-13

Resumen: la predicación de Jeremías lo lleva a enfrentar momentos conflictivos por los que el profeta se lamenta ante Dios. Pero – como ocurre frecuentemente – el lamento no está exento de una clara confianza en que Dios intervendrá en favor del suplicante.

El texto litúrgico corresponde a un fragmento de lo que algunos han llamado las “Confesiones de Jeremías”, título inspirado en San Agustín, y con frecuencia releído en esa clave. Veamos brevemente esa serie de textos antes de introducirnos en el que hoy la liturgia nos propone para – a su vez – releer el texto del Evangelio del día.

El profeta Jeremías recibe un llamado en un momento muy conflictivo de la historia de Israel. El poderoso ejército babilónico se aproxima y la pregunta “¿dónde está Dios?” es fundamental para el pueblo. Aparecen falsos profetas señalando que Dios no abandonará a su pueblo y los babilonios “no pasarán”. Pero Jeremías se ubica “en otro lado” y lo que dice es que el ejército enemigo es “castigo” de Dios por haberlo abandonado, que son enviados por Dios y se debe reconocer ese hecho. Obviamente será acusado por muchos – y es el texto de hoy – de “traidor a la patria”, de “hereje”, de falso profeta porque Dios no permitirá que a su pueblo le ocurra nada malo, al fin y al cabo es el “pueblo elegido”. 

Una breve nota sobre los “falsos profetas”. Puesto que el profeta es aquel que habla de parte de Dios a un grupo concreto en un tiempo concreto señalándole “esto dice Dios”, resulta en la práctica imposible discernir si se trata de un verdadero o un falso profeta. Señalar que “el tiempo lo dirá” resulta casi sádico cuando de muerte o destrucción se trata. Sin duda muchos eligen creer lo que les agrada, o lo que desde una pobre teología prefieren aceptar; en este caso, que “Dios no permitirá” que Jerusalén sea destruida. En el caso concreto de Jeremías, el criterio que él propone para reconocer un verdadero de un falso profeta, es si anuncia o no “la paz” (14,13-16). Insistimos que en este caso concreto (y por esto – ciertamente – no es válido en otras ocasiones o para otros profetas) si anuncia la paz se trata de un “falso profeta” ya que no es eso lo que Dios le ha enviado decir sino por el contrario anuncia “atropello”, “devastación” (20,8). El conflicto concreto de Jeremías con “falsos profetas” será uno de los temas centrales del libro. El pueblo, los dirigentes, la corte elegirán creerles a éstos con lo que Jeremías será cuestionado, agredido y perseguido, incluso intentando darle muerte. Este es el marco de las “Confesiones”.

Las notas autobiográficas (las “Confesiones”) revelan un “crescendo” que pasa de una simple queja (11,18-12,6), una crisis en su relación con Dios (15,10-21) que se agrava (20,7-9) hasta un lamento desesperado (20,14-18)… Nuestro texto, como se ve, se encuentra entre las dos últimas.

Los que antes eran amigos del profeta, con los que antes estaba en “shalôm” (v.10), ahora quieren su humillación. Esperan su tropiezo para abusar de él (el verbo “pth” puede tener connotaciones sexuales, se trata de una “seducción” con abuso, es el mismo que se encuentra en 20,5; ver Ex 22,15, aunque en general se ha de leer como “engaño”). Lo cierto es que los que antes lo “saludaban” (Shalom) ahora buscan su caída para vengarse de él. Obviamente el cambio dice referencia a la predicación del profeta. 

Sin embargo, Jeremías sabe que si él ha hablado es de parte de Dios, por lo que sabe – desde el comienzo de su vocación – que Dios está con él (1,8). El problema es que esa presencia divina cada vez se experimenta menos, a causa de la creciente hostilidad que padece. Pero sabe que no podrán con Dios “soldado poderoso” y experimentarán – confía – una serie importante de tribulaciones: tropezarán, no vencerán, se avergonzarán, fracasarán con un “sonrojo eterno e inolvidable”. 

Esta confianza del profeta se transforma en oración dirigiéndose ahora a él con el estilo de las lamentaciones, o súplicas. 

Se dirige (repitiendo lo dicho en la primera “confesión”, 11,20) a “Yahvé Tsebaôt”, Dios “de los ejércitos” al que califica de “examinador justo”, que mira atentamente “las entrañas y el corazón”, es decir, los sentimientos y las razones. Es frecuente en las lamentaciones el uso de atributos divinos antes de pedir lo que la situación difícil amerita; en este caso pide ver cómo Dios se “venga” de ellos, “porque” (en hebreo, , muy habitual en los lamentos) a Él le confió, le “descubrió” el litigio (la causa; término que también encontramos en otra “confesión”, 15,10). 

Como es frecuente en las lamentaciones o súplicas, esta finaliza con un canto de esperanza confiada; el autor “sabe” que Dios hará algo y lo celebra anticipadamente: en este caso invita a los “oyentes” / lectores en un paralelismo sinónimo a “cantar” / “alabar” a Dios (v.13.a). ¿El motivo? Porque () “ha salvado”. El “liberó” (el verbo nzl se puede traducir como “salvar”, “liberar”) la “vida” (nefesh) del “pobre” (’ebîôn) de las manos de los malvados (es decir, los que buscan el mal del profeta).


Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Roma     5, 12-15

Resumen: en un doble contraste entre dos personajes únicos, Adán y Cristo y sus accionares contrastantes, ese obrar tuvo repercusiones –ciertamente también contrastantes- en “todos”. Pecado y gracia, muerte y vida se presentan como las consecuencias y como el presente por el cual los creyentes en Cristo han logrado vencer todo pecado y sus consecuencias.

El presente texto (aunque en aquel caso hasta el v.19, se ha comentado el 1er domingo de Cuaresma del ciclo A, repetimos aquí lo dicho)

Es muy probable que en el texto que la liturgia nos propone comience la segunda parte de la sección “teológica” de la carta a los Romanos. Pablo ha dedicado la primera a mostrar que “todos” (paganos y judíos) han pecado. Y puesto que todos han pecado, Dios tiene motivos suficientes para descargar sobre “todos” su ira, pero sin embargo, ha preferido descargar su “justicia” (= compasión, su cercanía y misericordia), y “todos” son hechos justos por la fe en Cristo. Luego de señalar esto, la carta empieza a mostrar los efectos que tienen sobre la humanidad ésta “justicia por la fe”. La primera de estas consecuencias es que el creyente es liberado del pecado, y lo explica.

El texto presenta claramente un contraste antitético entre “un solo hombre” y otro “solo hombre”, y los efectos de la obra de uno y otro sobre “todos”. Veámoslo esquemáticamente:

“un solo hombre”
Adán
Cristo
Acción de ese hombre
Pecado | delito      | desobediencia
Gracia        | obediencia
Efectos sobre “todos
Muerte | condenación |  pecadores
Justificación | justos

El texto, como se ve está marcado por un doble contraste, por un lado entre Adán y Jesús (presentado aquí como una suerte de “anti-Adán”) y por otro lado entre “uno” y “todos”. Siendo Adán el “primero”, su accionar actúa sobre “todos”; siendo Cristo “el primer resucitado”, también su “gracia / obediencia” actúa sobre “todos”. El accionar del primer hombre está marcado por tres términos sinónimos: pecado, delito o desobediencia, mientras que el obrar de Cristo está marcado por sus contrarios: gracia y obediencia. Obviamente, lo mismo ocurre con los efectos sobre “todos”. Muerte y vida son las antítesis fundamentales: “reinó la muerte”, “reinarán en vida” (v.17), “reinó el pecado” (pasado aoristo, un hecho puntual y concreto), “reinaría la gracia” (subjuntivo aoristo, también referido a un momento concreto; v.21).

El texto fundamentalmente pretende señalar la realidad superadora de Cristo, el pecado ya ha sido derrotado, ha perdido su capacidad de reinar. 

En v.12 el texto suele entenderse “ya que todos pecaron”, “por cuanto todos pecaron”… El griego utiliza una contracción “ef ’hô” que puede traducirse de diferentes maneras. La Iglesia católica romana ha tomado de aquí el tema del llamado “pecado original” especialmente a partir de san Agustín que lee de este modo a Pablo que a su vez relee Génesis. 

Este contraste entre dos “un solo hombre” no es sin embargo un mero “positivo – negativo” ya que el hecho Cristo supera absolutamente el hecho Adán cosa expresada en la frase de v.20: “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. 

La humanidad entera (“todos”) pecaron, pero por la “fe en Cristo”, ahora “todos” son hechos justos por Dios, todos tienen vida, reinan, y el pecado ha perdido ya y definitivamente toda su fuerza sobre “todos”.


+ Evangelio según san Mateo   10:26-33

Resumen: Mateo afirma a su comunidad que vivirá persecuciones violentas, pero la invita a “no temer” ya que Dios mismo la acompañará y podrá – con su ayuda – predicar a todos la buena Noticia de Dios.

Dentro de los cinco bloques narrativos y discursivos, en los caps. 8 y 9, Mateo ha señalado la fuerza que tiene en sí mismo el Reino y se manifiesta en una serie de milagros (narración). Luego se dirige a los discípulos para invitarlos a predicar y obrar lo mismo (discurso). Sin embargo, el cap. 10 tiene una primera parte sencilla en la que los discípulos pueden esperar aceptación o rechazo mientras que, a partir de v.16 la situación y el conflicto se agravan (ovejas-lobos, entregarán, azotarán, entregar a la muerte, persecución, etc…). Todo indica que se está refiriendo a la comunidad de Mateo, en la cual el conflicto crece.

Dentro de este bloque, el texto litúrgico toma un fragmento. Éste tiene dos partes muy claras:

  • La primera comienza y termina por “no les tengan miedo” (10,26.31); también en v.28.
  • La segunda presenta un refrán antitético conclusivo (10,32-33).
Obviamente, el miedo que invita a no tener remite al conflicto desatado sobre la comunidad.
Breve nota sobre el conflicto en el Evangelio de Mateo: sin duda parece importante distinguir – como en los restantes evangelios – aquello que el texto afirma que Jesús dijo a sus oyentes, de aquello que el evangelista dice a sus oyentes. No parece que el conflicto figure dentro de lo que Jesús dice a los enviados a predicar; sí parece algo propio de tiempos de Mateo. En tiempos del evangelista, cuando en muchos ambientes judíos se refuerza una cierta unidad en torno al fariseísmo rabínico, se rechaza a todos los que llamándose judíos no son tenidos por tales (como los “nazarenos”; = cristianos). Es interesante notar el fragmento que, luego de la caída de Jerusalén en el año 70, se añadió a la oración tradicional de las 18 Bendiciones, o Šemoné Esré:
No haya esperanza para los apóstatas. Y destruye pronto el reino de la tiranía en nuestros días, y perezcan los nsrm (= nazarenos, = cristianos) y los minim (= herejes) en un instante. Sean  borrados del libro de la vida y no queden inscritos con los justos (12)
Ese es el marco del conflicto de la comunidad de Mateo con los “fariseos”, que los “azotarán en las sinagogas” (10,17).
El primer “no teman” (v.26) alude, expresamente, a que Dios no se desentiende de aquellos a los que ha llamado; a quienes no debe temerse – no señalados – refiere ciertamente a los perseguidores. El Siervo de Dios, en Isaías, también ha escuchado “no temas”: 35,3-4; 41,9-10. Se ha de revelar lo que estaba escondido presentado en un cuádruple contraste:



  • Encubierto   ---->   descubierto
  • Oculto          ---->   saberse
  • Oscuridad    ---->   luz
  • Al oído         ---->   en los terrados
Esto que se ha de “descubrir/saber” en “luz/terrados” remite a la buena nueva de Jesús. En la próxima unidad – aquí anticipada – Mateo contrastará lo oculto y lo revelado (del mismo modo que Marcos contrastaba un adentro y un afuera), ver 13,10-17. Los discípulos son quienes conocen algo que Jesús les ha manifestado en una cierta privacidad, pero para que lo divulguen en todas partes sin temor.
El segundo “no teman” (v.28) hace hincapié en la violencia desatada: “pueden matar”, pero no pueden acabar con la “vida” (psyjê). La “geenna” es un término extraño. Se encuentra solamente 12x en la Biblia, solamente en el NT y, salvo Sant 3,6 solamente en los sinópticos: 3x en Mc [en la misma unidad], 1x en Lc [texto semejante al que comentamos] y ¡7 veces! en Mateo. Parece ser un lugar, asociado a veces con el fuego al cual se es arrojado a modo de castigo. Algunas traducciones han utilizado aquí “infierno”. Fuera de estos textos sólo se lo encuentra en un escrito apócrifo:
Las naciones te envidiarán pero no podrán nada contra ti, dice el Señor. Mis manos te cubrirán de modo que tus hijos no vean la Gehena” (2 Esdras 2,29)
Es muy probable que el término remita al valle de Hinnom donde en tiempos antiguos se sacrificaban niños (Jer 7,31; 19,4-5; 32,35; ver 2 Re 16,3; 21,6; 2 Cro 28,3; 33,6). Lo cierto es que se trata de un lugar abominable. Cuando en el período posterior al Antiguo Testamento, se comenzó a recurrir a imágenes de juicio terrible para los adversarios de Dios las imágenes de abismo, aguas o fuego sirvieron para ilustrar el castigo. Así se llega a la “Gehena”, un espacio preexistente de un fuego inextinguible. Sin embargo no se hace referencia a los “tormentos” de la Gehena, o a Satanás en relación a ella. Estos serán reflexiones posteriores que “enriquecerán” la metáfora.
A continuación el texto presenta la figura de un pajarito. Pueden venderse, en este caso 2 pájaros por 2 ases, mientras en Lucas 12,6 se trata de 5 pájaros por 2 ases. El “as” es la 1/16 parte de un denario (que equivale a un jornal). Dejando de lado la inflación, o la posibilidad de diferentes precios según los lugares, el acento está puesto en el poco valor de estos pajaritos y ¡sin embargo! Dios se ocupa de ellos.
El texto en griego es extraño, dice literalmente que ningún pajarito caerá a tierra “sin vuestro padre” (áneu toû patròs hymôn). Aparentemente alude al control de Dios de los acontecimientos, aun los menores. Ya en 6,26 se había dicho que “ustedes” valen más que “las aves” (ver Sal 84,4).

De la imagen de las aves se pasa a la de los pelos de la cabeza, algo que es frecuente en el ambiente bíblico (1 Sam 14,45; 2 Sam 14,11; 1 Re 1, 52; Lc 21,18; Hch 27,34), aunque no se afirma que no caerán sino que “están contados”. La conclusión remite a lo aquí dicho en el tercer “no teman” (v.31)
El tercer “no teman” (v.31) se expresa con el contraste de “cuánto más” al que ya hicimos referencia. Precisamente por esto el temor es algo que no tiene razón de ser.
Mateo concluye, como se dijo, con un dicho antitético:
  • Quien me confiese ante los hombres… lo confesaré ante mi Padre que está en los cielos (v.32)
  • Quien me niegue ante los hombres… lo negaré ante mi Padre que está en los cielos (v.33)
No es la primera vez que Jesús establece en Mateo un paralelo entre lo que ocurre “ante los hombres” y lo que ocurrirá “ante Dios”, el ejemplo del perdón es claro (6,12; 16,19; 18,18.35; ver 5,16). Ya se señaló frecuentemente la preferencia de Mateo por señalar al Padre que “está en los cielos”.
Sin embargo, en esta conclusión la imagen no parece definitiva: la “negación” de Pedro (única otra vez en la que Mateo usa el verbo “negar”; 26,70.72) lo manifiesta. En este caso, entonces, la confesión o negación no parece aludir a la imagen del juicio definitivo que está patente en la idea de la Gehena y los tres “no teman” (especialmente los dos finales). La confesión o negación alude a la fidelidad de la comunidad ante las dificultades que “los hombres” puedan provocarles y la invitación a mirar desde el Dios del reino, la vida de discípulos a que se nos ha llamado.

Foto tomada de La Rancherita del Aire