viernes, 12 de junio de 2020

Dicta-dura de la academia

Dicta-dura de la academia

Eduardo de la Serna




Antes de comenzar, necesito expresar algo que, en mi país, Argentina, y en otros de la región, es demasiado importante. Para nosotros, “Dictadura” es un momento concreto de nuestra historia, demasiado terrible (1976-1983) que nos ha marcado a “sangre y fuego” y resulta ofensivo aplicar el término a otros contextos. Pero el término, en sus acepciones, tanto en los diccionarios como en su etimología, permite el uso (“la dictadura de la moda”). El sufijo “—ura” expresa la realización, concreción, y se refiere a un “dictado” (de una persona o grupo con poder omnímodo, particularmente). Como esa es la situación que quiero expresar, pero de ninguna manera quiero relativizar nuestro doloroso pasado, usaré la palabra con un guión intermedio, para que quede claro que se refiere a algo que es “dictado”, pero que no estoy comparando situaciones incomparables.


Y antes de entrar en tema voy a ilustrarlo con un ejemplo. Claudio, un conocido italiano, hijo de campesinos italianos, me contaba la dicta-dura que representa para ellos la Comunidad Europea; y ponía dos ejemplos expresos: los porcentajes y las fechas de vencimiento. Decía que ellos, Italia, por ejemplo, no podían producir más de un porcentaje de lácteos de los que finalmente iban a consumir; el resto debían traerlo de otros países de la Comunidad. Ellos, entonces, no podían producir demasiado, o debían hacerse cargo del excedente. Lo mismo ocurría con las fechas de vencimiento, “cada vez más breves”, con lo que “benefician a las grandes empresas, que tienen grandes stocks y perjudican a los pequeños campesinos”, me contaba.


Y, me pregunto, si no es algo por el estilo lo que ocurre entre nosotros. ¿Cuánto hace que no podemos comer tomates y choclos (= maíz) con gusto a tomates y choclos y debemos consumir "eso", porque no se consigue por ninguna parte accesible tomates rojos y con sabor, o choclos con granos grandes y blancos?


Y yendo al tema académico, me encuentro que estamos “sometidos” a un esquema, a un “dictado” que no parece estar al servicio de la libertad y de la calidad, precisamente.


Hace un tiempo, acepté la propuesta de encargarme de un número de una revista. Para ello, escribí a varios estudiosos conocidos de diferentes países pidiéndoles su colaboración. Y es interesante señalar tres casos concretos:


  • Uno me dijo: “¡Los requisitos editoriales me llevan más tiempo que el contenido del artículo!” Se refería, obviamente, a los criterios que se solicitan para la publicación. Que, además, son tales en una revista, cuales en otra y diferentes en una tercera. Tanto que, si uno debe mudar un artículo preparado para una a fin de presentarlo en otra, debe tomar mucho tiempo para la adaptación. A eso se refería.
  • Otro, un gran biblista brasileño, me envió un excelente artículo, y me preguntó: “Tratando-se de autor estrangeiro, posso utilizar a metodologia que utizamos no Brasil?” No hubo caso, y terminó retirando el artículo para, finalmente, entregarlo en una revista de su país.
  • Finalmente, un tercero, otro de los más conocidos biblistas de América Latina, directamente me respondió: “Escribir un artículo con todos los instructivos exigidos ya no me interesa. El abismo entre la exégesis y comunidad es ya demasiado grande. Yo busco superar ese abismo”.


La sensación que tengo es que, finalmente, la calidad del artículo debe quedar supeditada a los “dictados” que impone no sé quién y a los que nos hemos sometido si queremos publicar. Una revista, “debe” asumir una serie de indicaciones lo suficientemente rígidas sin los cuales “no figura”. Obviamente, si no figura, un artículo publicado allí no será leído, o – al menos – no será leído por los académicos, luego, no será citado. ¿Para qué (y quién) escribir, entonces?


Sin ninguna duda es de esperar que un artículo sea lo suficientemente serio como para que la revista no quede “desprestigiada”, y es para ello que se recurren a los arbitrajes. Pero quién fija el equilibrio para determinar la seriedad y no quedar sometidos a la dicta-dura de “los tomates y los choclos”. Y pongo otro ejemplo: en un artículo yo señalaba un dicho conocido, y fue cuestionado como “poco serio”. Ahora bien, un gran biblista español también lo utiliza (en un contexto semejante). ¿Será que si cito al biblista puedo citar el dicho? Otro ejemplo es la exigencia (dicta-dura) de un número ORCID. Estos señalan como su primera función básica crear “un registro para obtener un identificador único y gestionar un registro de las actividades”. Pero una cosa es que un nombre sea más o menos conocido por sus obras, y otra la creación de un “registro”. En lo personal no tengo ganas de estar en más registros de los necesarios, que ya son demasiados. Otro ejemplo es el portal “Academia.edu”. Aparece como una oportunidad de conocer y dar a conocer artículos, lo cual permite una mayor difusión y circulación del pensamiento. Pero, resulta que constantemente se nos “bombardea” con indicaciones de que en la versión “plus” (= paga) podríamos saber quiénes, cuándo y dónde nos citan. Lo que permite tener un mayor “prestigio”. Y dejo de lado (pero no porque no me parezca lo principal) la pregunta de qué tan evangélico es todo esto. Puedo poner un ejemplo de lo que me ocurrió con alumnos en una facultad después de dar clases, pero prefiero no hacerlo.


Y, por supuesto, todo esto está dictado desde “allá” (nunca desde “acá”). Y si no nos sometemos, no existimos (aunque en lo personal estoy convencido que, aunque nos sometamos totalmente, “allá” jamás existiremos); y queda el dicho de la “cola de león o cabeza de ratón”. Y temo que tengamos (o terminemos teniendo) la actitud que se ve en algunos en nuestras calles, que cacerolean en favor de delincuentes y de poderosos (se llama tener al amo “introyectado”, creo). O, al decir de Arturo Jauretche, son los que gritan defendiendo a las patronales del campo, a los grandes terratenientes, pero la única tierra que tienen en la de dos macetas. ¿Por qué nos sometemos? Creo que es una pregunta a la que nos debemos respuesta. ¿Hay posibilidades de resistencia? sería otra. Creo que sí, por supuesto, pero nunca es sin consecuencias. Pero sí creo que al menos ser conscientes, sería un primer paso. Y me interesa darlo.

 

Foto tomada de https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-47954640


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