martes, 28 de julio de 2020

Reflexión domingo 18º (video)

Video con reflexión 
Lecturas bíblicas, domingo 18º ciclo "A"



También puede verse en 


Eduardo

Comentario domingo 18A

La compasión mueve a Jesús a alimentar a las multitudes.
DOMINGO DECIMOCTAVO - "A"


Eduardo de la Serna



Del libro del profeta Isaías     55, 1-3

Resumen: a un grupo del pueblo en situación de angustia y opresión por encontrarse en el exilio el profeta les anuncia la renovación de la alianza en amor y fidelidad comprometiéndose con su vida amenazada.

Si bien es bastante debatido hoy en día la existencia de un gran profeta al que se conocía como “Segundo Isaías” [cuya obra se encuentra en los caps. 40 – 55 del libro del profeta Isaías] y muchos prefieren ver aquí una obra colectiva, se sigue sosteniendo, en general, que el libro presenta palabras pronunciadas durante el exilio y ante la inminencia del final del mismo (o primeros momentos del post-exilio). El mensaje de liberación dirigido a aquellos que se encontraban en la situación de opresión es ciertamente un grito de esperanza. Las personas en ese contexto son obviamente pobres, oprimidos, sin dinero, y con hambre. El contexto económico, entonces, del texto es sin duda esperanzador y no conviene leerlo espiritualmente. 

La sed es una temática frecuente en el ambiente del desierto (Ex 17,3; Neh 9,15.20) y también en el asedio militar (Dt 28,48; Lam 4,4), incluso existen, en algunos poblados, vendedores de agua que vocean por las calles o es frecuente que por la tarde las mujeres fueran a los pozos a buscar agua para el día. Se utiliza también metafóricamente (“tierra sedienta”) para referir a los lugares áridos (Dt 29,18; Is 44,3). En varios textos de este libro se hizo referencia al agua (41,17; 43,20; 44,3; 48,21; 49,10). También se ha encontrado en el libro referencias al banquete. Pero si en 25,6 el acento estaba puesto en la calidad de los manjares, aquí el acento está puesto en la gratuidad. Los verbos lo repiten con insistencia:

Los “que no tienen plata”, “sin plata y sin pagar”, por qué “gastar dinero”, “(gastar) salario”… Si v.1 insiste en lo gratuito, v.2 en el sinsentido de usar el jornal en lo que no alimenta (puede aludir al dinero que no alcanza, a causa de la opresión o la inflación, o al pago usurario o las tasas imperiales), lo cierto es que el acento está puesto en la fiesta y la comida. El fin del versículo podría traducirse “escúchenme escuchando” y lo que Dios quiere es que coman cosa buena (tôb), disfrutar algo sustancioso (con grasa) para la vida (néfes, vida, garganta, alma). 

Inclinar el oído está en continuidad con lo que dijo (“háganme caso”) y es lo principal a continuación (inclinar el oído, acudir a mí, oigan y vivirá su néfes). Esta vida, añorada y amenazada por los exiliados es ahora una nueva promesa de Dios, una alianza reconfirmada (literalmente “cortada”, como se cortan los animales con los que se “sella” la alianza amenazada por los buitres, cf. Gen 15,7-11). Como aquella firmada con David (ciertamente dirigida a un pueblo que ya no tiene rey por lo cual en este caso estamos ante una invitación a la esperanza). Pero es la vieja alianza reformulada, precisamente; alianza cuya característica es el amor (jésed) y la fidelidad (ne’eman) [cf. 2 Sam 7,15-16; Sal 89]. 

Sin embargo, precisamente esta imagen de la alianza, que es calificada de “eterna”, del venir a Dios, del banquete ha de entenderse en el sentido liberador del Dios que da la vida a su pueblo y a los exiliados, a diferencia de los dioses de los otros pueblos – de Babilonia especialmente – que dan la muerte. Esta vida está expresada en el banquete de la gratuidad. 


Carta de san Pablo a los cristianos de Roma     8, 35. 37-39

Resumen: con una serie de preguntas retóricas que esperan respuesta negativa, Pablo señala que nada – y lo hace presentando listas de dificultades – nos puede separar del amor que Jesús nos tiene y que es manifestación visible del amor de Dios. 


Con un himno finaliza el cap. 8 de la carta a los Romanos. Formado por una larga serie de preguntas retóricas que suponen una respuesta negativa: ¿quién estará contra nosotros? ¡Nadie! ¿Quién acusará? ¡Nadie! Entre estas preguntas se encuentra el primer párrafo de la lectura de hoy: ¿quién podrá separarnos? ¡Nadie! Ni siquiera las situaciones conflictivas más duras (tribulaciones, angustias, persecución, hambre, desnudez, peligros o espada). El contexto de violencia de los conflictos recién mencionados invita a notar que hambre y desnudez en este caso parecen entenderse como consecuencia de una invasión y derrota militar. Ni siquiera estas situaciones de violencia extrema – a las que somos sometidos por “la causa” de Dios / Jesús (la cita del salmo 44 está omitida por la liturgia; obviamente el "Señor" del Salmo alude a Dios, mientras que en su contexto la cita alude a Cristo) – nos pueden separar del amor que Cristo tiene por nosotros (amor “de” Cristo es subjetivo).

La lista de dificultades es algo frecuente en la antigüedad. Era frecuente la presencia de “listas” o “catálogos” tanto de vicios / pecados, como virtudes, y – en este caso – dificultades. Veamos a modo de ejemplo en el apócrifo Testamento de los Doce Patriarcas lo que cuenta “José”:


3 Yo vi en mi vida la envidia y la muerte, pero no me desvié por la fidelidad del Señor.
4 Mis hermanos me odiaron, pero el Señor me amó;
ellos quisieron matarme, pero el Dios de mis padres me guardó.
A una cisterna me bajaron, pero el Altísimo me sacó.
5 Fui vendido como esclavo, pero el Señor me liberó.
Fui llevado a la cautividad, pero su mano poderosa me ayudó.
Me sentí agobiado por el hambre, pero el Señor me alimentó.
6 Estuve solo, pero Dios me consoló;
estaba enfermo, pero el Altísimo me visitó.
Yacía encarcelado, pero el Salvador se apiadó de mí.
Entre grilletes estaba, pero él me desató.
7 Me vi rodeado de calumnias, pero él me defendió;
entre terribles palabras de los egipcios, pero él me salvó;
entre las envidias de mis consiervos, pero él me exaltó (Testamento de José 1,3-7)


Como puede verse – y es lo habitual – el primero de los miembros de la lista es el que sintetiza el todo; en nuestro caso, la “tribulación” (thlipsis) que puede entenderse como la característica de las dificultades de los tiempos escatológicos. 

La cita del Salmo – un canto del justo que sufre, en este caso en sentido colectivo – es más bien ilustrativa antes que demostrativa. Los salmos del justo sufriente han sido muy tenidos en cuenta por el cristianismo primitivo relacionados con los cantos del siervo sufriente de Yahvé para ligarlos a la pasión de Cristo y para comprender los momentos críticos de los cristianos.

Estas dificultades finalizan con un canto de triunfo: “vencemos”, pero no gracias a nuestra capacidad o fortaleza sino al mismo amor de Cristo (“aquel que nos amó” [también puede referir a Dios]). La debilidad propia es sostenida por la fuerza de Cristo (2 Cor 12,9: “me jactaré de la debilidad para que habite en mi la fuerza de Cristo … cuando soy débil soy fuerte”). 

A modo de conclusión Pablo señala otra larga lista de cosas que “no podrán separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo”. Nuevamente un elenco de dificultades (como más arriba) pero con elementos contrapuestos: muerte – vida; presente – futuro; altura – profundidad y más abstractos que los anteriores.

Esta nueva lista viene a dar conclusión positiva (“estoy seguro”, v.38) a las preguntas retóricas que hemos visto y comentado. La respuesta negativa que se presuponía es explicitada claramente: ¡nada / nadie! “podrá separarnos”. 

La fórmula “Cristo Jesús Señor nuestro” es una fórmula conclusiva en varias partes de la carta (1,7; 5,1.11.21; 6,23; 7,25) y en este caso concluye así no solamente el cap. 8 sino también toda la primera gran parte de la carta a los Romanos (1 - 8) para dar comienzo a una nueva unidad (9 – 11) donde afrontará un tema totalmente nuevo.



Evangelio según san Mateo     14, 13-21
 

Resumen: movido por su compasión por las multitudes, Jesús multiplicará para ellas los panes como un anticipo de la fracción eucarística del pan que alimenta al pueblo de Dios reunido.

Mateo sigue el esquema de Marcos presentando la multiplicación de los panes después de la muerte del Bautista, aunque, como suele ser su característica, lo abrevia bastante. Así como en 4,12 (“oyendo Jesús que Juan había sido encarcelado se retiró a Galilea”) ahora “oyendo” acerca de la muerte de Juan “se retiró” en una barca a un lugar “desierto”. Jesús ya había dicho que cuando los persigan en una ciudad, escapen a otra” (Mt 10,23), y es eso lo que aparentemente él hace aquí. 

Como en castellano, “desierto” (érêmon) significa tanto un lugar sin agua y estéril como también una región sin gente; obviamente el texto se refiere a esta última acepción ya que los discípulos proponen que compren comida en “los poblados”. 

Las multitudes, “oyéndolo” lo siguieron “a pie” (única vez en el NT junto con su paralelo de Mc) desde las ciudades. El texto puede tener cierta conexión con 2 Re 4,42-44 donde Eliseo multiplica los panes, pero no se ve, en este texto al menos, una relación que pretenda destacarse. De todos modos no conviene detenerse a buscar el acontecimiento histórico subyacente ya que no es eso lo que los Evangelios pretenden en sus narraciones.

La compasión de Jesús (splagjnsthê) es lo que lo mueve a actuar en favor de alguien. Pero es interesante notar que en Mateo esta compasión ocurre en contexto de multitudes (ojloi; 9,36; 14,14; 15,32; 20,34 y en una parábola, 18,27). La curación (therapeúô) de enfermos (arrôstous, de debilitados, única vez en Mt, 3x en Mc y en 1 Cor 11,30) aparece aquí como una suerte de sumario. A diferencia de Marcos, Mateo omite que Jesús “comenzó a enseñarles”; es que, como hemos visto en los textos anteriores, las multitudes (13,36) aunque tienen una actitud generalmente positiva hacia Jesús, no lo comprenden. Estos dos versículos forman como una suerte de marco narrativo para lo que sucederá a continuación: la multiplicación de los panes. 

El diálogo de Jesús con los discípulos – en el que Jesús toma la iniciativa y manifiesta saber qué va a hacer – revela la “poca fe” de los discípulos, algo que es frecuente en Mateo, especialmente en el relato que viene a continuación (Pedro caminando en las aguas). 

Hay algunos términos que son significativos en el relato: esto ocurre “llegada la tarde” (cf. 26,20), la gente se “recuesta” (v.19, anaklíthênai, cf. 8,11; Lc 2,7) sobre la hierba, “bendecir” y “partir el pan” (klasas… tous artous; cf. 15,36; 26,26; Lc 24,30; 1 Cor 10,16; 11,24), lo “dio a los discípulos” (cf. 15,36; 26,26): mirando los textos paralelos que hemos señalado puede verse que el marco lingüístico es evidentemente eucarístico (algo que queda reforzado cuando al repartirse entre la multitud se hace referencia a los panes omitiéndose los peces). 

La bendición a Dios tomando los panes no es diferente de lo que todo padre de familia realiza en su casa en la comida diaria, por lo que no hay que ver aquí otras connotaciones (el texto no dice que bendijo los panes sino que “bendijo”, seguramente a Dios por la comida recibida). Tampoco conviene dar sentido “simbólico” a los números dos y cinco (peces y panes). 

La abundancia sobrante es expresión de los dones escatológicos: Dt 6,11; Is 49,10; 65,10; Sal 132,15. Siendo que en la primera multiplicación (Mateo y Marcos transmiten dos relatos) los canastos sobrantes son 12 y en la segunda son 7, y que el territorio del segundo hecho es extranjero, no ha de descartarse una referencia a los Doce y a los Siete aludiendo a que “Jesús sigue multiplicando los panes en las eucaristías que celebramos” en territorio judío, presidida por los Doce y territorio pagano, presidida por los Siete (aunque en Mateo el territorio extranjero – destacado en Marcos – queda disimulado). 

Mateo añade, que los beneficiarios del hecho son 5.000 “sin contar las mujeres y los niños” (lo repite en 15,38); probablemente un indicio del patriarcalismo incipiente (es interesante que Mateo omite el texto paralelo de la parábola del pastor que busca la oveja, el de la mujer que busca la moneda, que probablemente se encontrara en Q, cf. Mt 18,12-14. Seguramente por ese patriarcalismo al que hacemos referencia). De hecho, en Mateo el lugar de la mujer no es diferente del que ocupaba en el judaísmo contemporáneo y no hay en él mujeres que tengan importancia con la excepción de la sirofenicia (de “gran fe”, 15,28), la mujer anónima que unge a Jesús (26,7) y las mujeres que miran al crucificado desde lejos (27,55). y quizá también la mujer de Pilatos (27,19).


domingo, 26 de julio de 2020

Santa Evita

Santa Evita

No estoy de acuerdo con la beatificación de Evita

 

Eduardo de la Serna



Antes de empezar este escrito, quiero dejar claro desde donde lo hago. Mi objetividad en este tema es nula. Hasta hace poco yo afirmaba que había dos personas que me conmocionaban hasta la médula. Una, negativamente: Videla. Solo ver una foto, solo recordarlo y se me revolvían las tripas de asco, de bronca. Revulsión total. La otra, positivamente: Evita. Solo verla, escucharla y me conmocionaba totalmente. Las tripas, ahora, saltaban de emoción y fiesta. Digo que “hasta hace poco” porque después hubo macrismo, y debo añadir a unos cuantos a la lista del desagrado. Pero hoy, esto no es el caso. El tema es Evita (+ 26 de julio 1952).


  • Y lo primero que quiero señalarla es como pontífice. Pontífice es hacer puentes. Y vaya si Evita los hizo y los tendió. Un puente entre ella y el pueblo que se volvió indestructible. Y pasaron décadas y más décadas y ella sigue ahí. Viva.
  • Después, ella es bandera. No sólo “bandera a la victoria”, sino bandera de rebeldía, bandera de pueblo, bandera de olor y bandera de colores. Claro que una bandera es un bando, y si algo saben los pobres de la Patria/Matria es de qué bando está Evita. “El pueblo, cariñosamente, me llama Evita”.
  • También es sangre. Pero no la sangre derramada por la violencia, que esa la tiene “el otro bando”, sino la sangre que fluye, que da calor, vida, que late. La sangre es vida y ¡vaya si tenía sangre Evita! Nadie la llamaría “pecho frío”, porque el calor y la vida la constituyen.


Tan pueblo era que atrajo sobre sí todo el odio del antipueblo. Una de las cosas que, hace ya tiempo, le cuestionaban a la “teología del pueblo” era que en ella no había conflicto. Eso solo podía decirlo alguien que nunca hubiera conocido a Evita. Cuando enfermó, el antipueblo pintó paredes: ¡viva el cáncer! (esa es la vida que tienen, ese es el lenguaje que conocen…); cuando el peronismo fue derrocado en 1955 el cuerpo de “esa mujer” fue mancillado, ultrajado, violentado y “desaparecido”. ¿Y no había conflicto? Pero el pueblo, por su lado, ya hacía tiempo que la tenía en sus altares.


Mientras de ella decían cosas, de su pasado y su presente (cosas que no resultan creativas, y están casi todas en el “Manual del perfecto Machirulo”) el pueblo la lloraba, y la amaba. ¡Y la ama!


En su ardor y fuego, supo criticar – con profética certeza – a las jerarquías eclesiásticas. Decía que habían olvidado a Cristo, que debían “convertirse al cristianismo”, que habían “olvidado a los pobres”, que a Jesús lo tenían escondido “detrás del humo con que lo inciensan”. Ese Jesús que prefiere alojarse en una custodia de oro antes que en un rancho de barro y lata, poco se parece “al que anduvo en la mar”. Lamentablemente, en la iglesia, “domesticar” a los que están en los altares, es casi un hábito. Hemos domesticado a Jesús, a la Virgen María, a los santos, santas, beatos y beatas. Por eso no quisiera que Evita sea beatificada. Porque el pueblo ya la tiene en su “gloria de Bernini”, porque el pueblo ya la tiene en sus altares domésticos, porque el pueblo la custodia. Y el pueblo sabe cuál es, donde está la Evita que tendió un puente con su corazón, que plantó bandera de rebelión en la historia y que es un corazón que sigue latiendo la sangre que es vida. De la muerte, las banderas arriadas y de las grietas, se ocupan los otros… los de la lista del desagrado. El pueblo la sigue llamando “Evita”.

 

Foto tomada de https://elciervoherido.wordpress.com/2017/05/08/jirones-de-mi-vida-discurso-de-despedida-de-eva-peron-1951/


sábado, 25 de julio de 2020

Una primavera desteñida

Una primavera desteñida

Eduardo de la Serna



Hace ya casi una eternidad, el papa Benito XVI nos hizo el mejor de los regalos: ¡su renuncia! Dejando así claro que ser – o haber sido – un teólogo excelente no lo transformaba en un buen pastor, y menos aún un buen obispo de Roma. ¡No lo fue! En realidad, había sido una de las dos manos derechas del Papa eterno, Juan Pablo II. Si Benito había sido débil, dulce, temeroso y de escucha, Juan Pablo había mostrado todo lo contrario. Autoridad y rigor… o autoritarismo. Pero, y acá lo grave, ambos abrieron las puertas (o mejor, cerraron) a todos los conservadurismos. Tanto que muchos creyeron, ¡y siguen creyendo! que tal es la Iglesia, ¡la verdadera! ¡La única! y – por tanto – toda otra mirada, perspectiva o disidencia debía ser sancionada. ¡Y vaya que hubo sanciones! Pero al abrir las puertas a los conservadurismos, que idolatran el rigor, la firmeza y el poder, abrieron las puertas a muchos demonios que empequeñecen a Pandora: amantes del poder, y dispuestos a ejercerlo, se hicieron patentes los abusos. Abusos en su mayor parte callados o disimulados por los papados idos: Legionarios de Cristo, Verbo Encarnado, Karadima, Toca de Asís, Sodalicios, Miles Christi… y siguen. Y, entre tanto, los poderes se anquilosaron en la curia. Mafia, lo llaman algunos. Renunciado Benito, ¡“habemus Papam!”, Francisco. Hace ya más de 7 años tenemos nuevo Papa. Era difícil que fuera peor, así que había motivos para tener esperanza. Un Papa con experiencia pastoral (algo de lo que Benito carecía absolutamente), que conocía el mundo de los pobres, era motivo de confianza.

Pero los “papólatras” empezaron a hablar de “primavera de la Iglesia”. ¡Como si un Papa fuera la Iglesia! Seguía toda la estructura creada por el papado interminable y continuada por el papado débil… ¿Seguía? ¡Perdón! … ¡Sigue! Podríamos preguntarnos ¿qué cambió en la iglesia con el nuevo Papa? Cambió un tono, no hay teólogas ni teólogos señalados, hay un lenguaje más amable, se puede hablar de los pobres sin ser señalados… Pero ¿qué cambió? La curia (= mafia), allí sigue; las mujeres, allí (no) siguen; los cardenales y nuncios allí siguen; los sínodos no escuchados allí siguen… El reciente documento de la Congregación para el Clero, la presencia de Sarah… ¿Qué cambió? Lindos gestos, buenas palabras, nada de fondo. ¡Y van más de 7 años! Pero, eso sí, el papa “creó una comisión”.

 

 

Foto tomada de http://www.platensesigloxxi.com/institucional/130-un-campeonato-de-entresemana-y-a-puertas-cerradas


miércoles, 22 de julio de 2020

La Magdalena y su (no) pecado

La Magdalena y su (no) pecado

Eduardo de la Serna



No pretendo ser ni creativo ni novedoso al escribir sobre María Magdalena en esta nota, menos después de que Carmen Bernabé escribiera su libro ¿Qué se sabe de…? María Magdalena (Verbo Divino 2020). Pero sí quiero tratar de aclarar algunas cosas…


Era frecuente ver que se ponía en paralelo como ejemplo de grandes pecadorxs y grandes arrepentimientos a san Agustín y santa María Magdalena. Y – como era de esperar por cierta perversión – sus pecados habían sido sexuales. Por ejemplo, la conversión de Francisco de Asís, que va a la guerra (con lo que esa palabra significa) y llega a ser el hermano universal no es tan importante como la conversión de Agustín que tuvo sexo (sic). Pareciera que las negaciones de Pedro y la huida de los demás amigos dejándolo sólo al Maestro no es tan grave como una supuesta e inexistente prostitución


No es la ocasión de ser detallado, pero, en el caso de la Magdalena, la falta de datos históricos de los Evangelios (que no están interesados en brindarlos, porque no son para eso los Evangelios), llevó a que con el tiempo se integraran en uno a dos o más personajes. La idea era “rellenar los huecos”. Así se unió a Judas con Tadeo, a Bartolomé con Natanael, por ejemplo. Y el caso emblemático fue María Magdalena, es decir, de Magdala. En los Evangelios encontramos una mujer anónima, en Betania, casa de Simón, que unge la cabeza de Jesús (Marcos 14,3), pero Juan nos dirá que esa fue María, de Betania, la que ungió los pies (Juan 12,3) y los secó con los cabellos. Ahora bien, Lucas nos narra, en otra casa, de otro fariseo, también Simón, que una "pecadora en la ciudad" ungió los pies de Jesús y llorando los secó con los cabellos. Es decir, sin duda, un hecho de la vida de Jesús es interpretado por los distintos evangelistas de distinta manera (anticipo de la sepultura, en Marcos y Juan, arrepentimiento de los pecados, en Lucas), y atribuido a diferentes personas: una "pecadora en la ciudad", en Lucas, María de Betania en Juan, una mujer anónima, en Marcos. ¿Cómo terminamos en María Magdalena? Difícil saberlo.


A María de Magdala sólo la encontramos en los relatos de la Pasión, Sepultura y Resurrección salvo una vez (Lucas 8,1-3), en donde Lucas adelanta lo ya anunciado (que un grupo de mujeres acompañó a Jesús desde Galilea a Jerusalén; cf. Marcos 15,40-41). Lo que nos había dicho Lucas es que de María Jesús había “expulsado siete demonios” (Lucas 8,2, lo que repetirá un añadido a Marcos en 16,9). Es sabido que el número siete es indicativo de plenitud, y que los demonios suelen referir a enfermedades o situaciones de alienación. Es decir, María había estado muy enferma y Jesús la había sanado, a partir de lo cual ella lo “siguió” (verbo que sin duda, indica discipulado). Quizás aquí radica la confusión… La obsesión con lo sexual (a partir del rechazo helenista del cuerpo, seguramente) llevó a entender los siete demonios como un gravísimo pecado sexual. Como en Lucas el relato de la "pecadora en la ciudad" y la referencia a María están cerca, “el plato estaba servido” (porque para la mentalidad patriarcal "pecadora en la ciudad" debía ser pecado sexual): María Magdalena había sido prostituta. Quedaba otro elemento, si María (nombre notablemente común en el judaísmo, ya que había sido la hermana de Moisés), era de Magdala, ¿cómo decir que era de Betania? Lo cierto es que, en la liturgia, hoy tenemos fiesta de María Magdalena, de santa Marta, de Betania, pero no de María, de Betania (a pesar que, si se trata de la misma persona, parece ser que eligió mejor que Marta, Lucas 10,42).


Queda, todavía, un elemento más… el gnosticismo de los siglos II y III intentó confrontar con la Institución (Pedro), en nombre de la sabiduría, sofía. La Magdalena, discípula central, servía claramente para contrastarlos, y entonces la puso tan a la par que, en momentos, aparece como pareja de Jesús. Un tema teológico e ideológico se transformó en sexual. Y entonces, para muchos (todavía hoy) Magdalena fue compañera de Jesús. Es interesante notar que o era prostituta o era la pareja… Magdalena no importaba. Importaba su cuerpo.


Los evangelios la presentan como discípula (“seguía”, “servía” a Jesús). Y de tanta importancia como para que, salvo en la escena de la Madre de Jesús al pie de la cruz, la Magdalena siempre es mencionada en primer lugar. Incluso es llamativa la diferencia de los nombres de las otras mujeres que la acompañan en la escena de la ida al sepulcro en los cuatro evangelios:  María de Santiago y Salomé (Marcos), la otra María (Mateo), María de Santiago y Juana (Lucas), solo ella (Juan), lo cierto es que los cuatro evangelios afirman la presencia de la Magdalena, y mencionándola siempre en primer lugar. Por eso es coherente que sea ella (haya sido como fuere su encuentro con el Resucitado; quizás en los momentos de duelo y visita a la tumba, frecuente en las mujeres de su tiempo) la que es enviada (apostelô, en griego) a avisar a los compañeros de Jesús sobre lo que acaba de ver. De allí que sea llamada “apóstola de los apóstoles”. ¡Nada menos!

 

Imagen tomada de http://sersaldelatierra.blogspot.com/2014/07/santa-maria-magdalena-apostol-de-los.html


martes, 21 de julio de 2020

Video domingo 17 "A"

Comparto el video con una reflexión sobre el Evangelio del domingo 17 "A"




También puede verse en 


Eduardo

Comentario domingo 17A

La paciencia permite reconocer a los hijos del reino
DOMINGO DECIMOSÉPTIMO - "A"


Eduardo de la Serna






Lectura del primer libro de los Reyes     3, 5-6a. 7-12

Resumen: El nuevo rey, Salomón, reconoce su impotencia para gobernar sucediendo nada menos que a David y – en sueños – pide a Dios sabiduría para gobernar.



La figura de Salomón no es muy favorable en los libros de los Reyes. La primera parte de su presentación es positiva (caps. 3-10), pero especialmente por su relación con David (que, para esta obra, es el rey modelo), luego empezará a mostrar sus pecados – deteniéndose especialmente en la idolatría – que comenzó en Israel a partir de su reinado – siendo este el pecado por antonomasia (cap. 11). La liturgia ha seleccionado hoy el comienzo del período salomónico y, por lo dicho, encontramos una imagen positiva del rey. Él pedirá sabiduría (v.9) para gobernar “en lugar de David” (vv.6-7). Salomón ha pedido – y Dios le otorgará – discernir “el bien y el mal” (cf. Gen 2,17; 3,22). 


El texto está lleno de exageraciones: Salomón ofrece “mil holocaustos” como manifestación pública de su religiosidad (v.4), luego Salomón manifiesta exageradamente su humildad (“soy un muchacho joven que no sé empezar ni terminar”, v.7) pero pide un corazón (sede de la razón y la conciencia) para juzgar. Semejante actitud “agradó a Yahvé” (v.10). Esto ocurre mientras Salomón duerme (v.5), al despertar ve que todo fue un sueño (v.15) y ofrece nuevamente holocaustos pero ahora en Jerusalén. 



Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Roma     8, 28-30

Resumen: Encadenando una serie de verbos, Pablo destaca la plenitud de salvación que ya tienen los que Dios ha elegido por la posesión del espíritu que han recibido. 



Continúa la lectura del importante cap. 8 de la carta a los Romanos. Habíamos visto que el espíritu de Dios viene en ayuda de nuestra debilidad (v.26) permitiéndonos intervenir y pedir de modo que esto sea según Dios (v.27). El texto ahora nos señala que Dios interviene (synergei) en favor (para bien, agathon) de los que le aman, de los que fueron llamados. El acento está puesto en una “cadena” de verbos que se interrelacionan. Pablo recurre a esto en otras ocasiones en la misma carta (cf. 10,14-15):

Allí, los verbos son invocar – creer – oír – predicar – enviar (obviamente tienen como punto importante el primero de los verbos, “invocar”, pero esto no es posible sin haber sido “enviados”). Del mismo modo en nuestro texto: conoció – predestinó – llamó – justificó – glorificó. En este caso la glorificación (edóxasen) es la conclusión de un proceso que comienza con el conocimiento que Dios tiene y por el cual llama. La larga lista de verbos son sumamente importantes, y cada una merece un párrafo. Diremos brevemente algo de ellos. Todos se encuentran en aoristo, por lo que se refiere a un momento concreto y puntal del tiempo pasado. 

  • “conoció de antemano” (proginôskô) puede aludir a un conocimiento que ya lleva tiempo (Sab 18,6; Hch 26,5; Rom 11,2), a estar prevenidos (2 Pe 3,17) o al conocimiento por parte de Dios (que puede ser anterior al tiempo; 1 Pe 1,20).
  • “predestinó” (proorizô) es un verbo ligado a la “elección” (cf. Ef 1,5.11) y a la gloria futura (1 Cor 2,7); dice relación al plan de Dios de salvación (Hch 4,28). En este caso, antes del siguiente verbo hará explícita esta predestinación de los que conoce: “reproducir la imagen” del hijo. Con el objetivo de que no sea “hijo único” sino “primogénito” de “muchos hermanos”.
  • “llamó” (ekálesen) es un verbo obviamente “vocacional” y alude con frecuencia a Israel (9,7.12.24.25.26) pero también al llamado a la fe, a la comunidad cristiana (cf. 1 Cor 1,9; 7,15.17.18.20.21…; Gal 1,6.15; 5,8.13).
  • “justificó” (dikaióô) es un verbo clave de toda la carta a los romanos (15x). Dios reconoce como justos a aquellos que creen (= fe) en Cristo. Aquellos que porque son conocidos por Dios, él los prepara para repetir la “imagen” de su Hijo, de allí que los llame para que creyendo sean justos ante Dios.
  • “glorificó” (doxazô) es dar gloria. Lo frecuente es “dar gloria a Dios” (1,21; 15,6.9) pero puede significar que alguien (incluso uno mismo) “hable bien” (u otros lo hagan) de una persona (11,13; 1 Cor 12,26) con lo que se asemeja a “bendición”. 

El cristiano, poseyendo el espíritu – que es el tema de todo el capítulo 8 – ha sido liberado de la ley del pecado y de la muerte (8,2) de allí que en cierto modo ya participe plenamente de la gloria de Adán (cf. 3,23).



Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     13, 44-52

Resumen: con elementos propios de Mateo el evangelista concluye el capítulo de las parábolas; presentando un par que señalan el valor del reino que algunos no saben reconocer, la de una red que invita a la paciencia hasta el tiempo de la recolección y concluyendo con la referencia a un escriba discípulo.



En el final del bloque de parábolas, las últimas tres, son propias de Mateo. Las tres expresamente destacan la semejanza del Reino con una dimensión fácil de reconocer para los oyentes: un hombre que encuentra un tesoro escondido en un campo, un comerciante de perlas, y una red que se recoge para la pesca. 


Es interesante notar que en la primera parábola, el punto de comparación es el tesoro escondido; en la segunda el comerciante y en la tercera la red. Es decir, el reino es como ese tesoro (no como el hombre que lo encuentra), como el comerciante (que reconoce el valor de una perla que ha encontrado) y la red que no discrimina peces buenos e inservibles. 

Esta última tiene – como es propio en Mateo en esta unidad – una pequeña alegorización (los ángeles, los justos, los malos…). Todo concluye con una pregunta de Jesús: ¿han comprendido? Que desencadena un último dicho sobre el escriba discípulo del Reino. 

Las primeras dos parábolas (la del tesoro y la del comerciante) parecen tener un tema común y es la repetición de que “al encontrar” algo valioso, “va, vende todo” para comprarlo (vv.44 [pôlei].46 [pépraken]).


El tesoro escondido
La perla valiosa
El Reino de los Cielos es semejante a
un tesoro escondido en un campo que un hombre
un hombre comerciante que anda buscando   perlas finas, y que
al encontrarlo
vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da,
al encontrar una perla de gran valor, va
vende todo lo que tiene y compra
el campo aquel
aquella


No se trata de invitar a los oyentes a reconocer el valor del reino – el que les sería reconocido a los destinatarios – sino a invitar a quienes lo han encontrado, a vender todo para poseerlo. Vender todo [pôlêsón] y darlo a los pobres es signo de la perfección del discípulo que da cumplimiento a “la ley y los profetas” (19,21); no es distinto – en este caso – a “dejar todo” (cf. 19,27.29). El que comprende (como el negociante que sabe reconocer la perla) sabe que “vale la pena” la renuncia a todo por el Reino. En cierta manera ese tesoro estaba oculto, como el tesoro en el campo, o como la perla que andaba buscando el hombre comerciante (anthrôpô empórô) y es al hallarlo que se desencadena la valoración y la renuncia.

A continuación el tema cambia: nuevamente la misma fórmula de vv.44 y 45 “el reino de los cielos es semejante a” (v.47). En este caso, para reforzar la centralidad en la red (y no en el pescador) el texto lo omite (“se echó” [voz pasiva, aoristo] y no “echó un pescador”, por ejemplo). Incluso no se menciona sujeto alguno aunque se lo supone: la sacan, se sientan, recogen, tiran (v.48). Recién en la alegorización se hace referencia a los personajes que, en este caso, son “los ángeles” (v.49). En el reino todos tienen cabida, recién al final – escatológico – se sabrá reconocer lo bueno de lo malo (en esto se asemeja a la parábola de la cizaña). La predicación de Jesús sobre el reino encontrará resistencias (parábola del sembrador), pero fructificará (parábolas de la levadura y la mostaza) por lo que se hace imprescindible tener paciencia y no querer precipitar el final (parábola de la cizaña). Es una pena que los fariseos (recordar que se refiere a los contemporáneos de los destinatarios del Evangelio) se nieguen a reconocer el valor que el reino tiene negándose a entrar en él y quedándose fuera.

La frase “llanto y rechinar de dientes” se encuentra una vez en Q (Lc 13,28 / Mt 8,12) y fuera de eso es exclusiva y frecuente en Mt (13,42.50; 22,13; 24,51; 25,30). La imagen es la de un dolor insoportable, a lo que serán llevados los que se nieguen entrar.

  • En 8,12 quedan fuera de la mesa del reino
  • En 13,42 son arrojados al horno de fuego los hacedores del mal
  • En 22,13 es arrojado fuera de la fiesta quien no tiene vestido de bodas
  • En 24,51 un mal siervo es “cortado” y echado fuera de la hacienda
  • En 25,30 el siervo que no dio intereses de los talentos encargados es echado

En todos estos casos el contexto parece escatológico y podría hacer referencia al “infierno” cosa que en el contexto alegórico de la parábola es sensato.

La parábola de la red tiene muchos elementos en común con la explicación de la parábola de la cizaña:

  1. Se recoge la cizaña (v.40) / los peces (v.48)
  2. La buena semilla (v.37) / los buenos peces (v.48)
  3. Los arrojan al horno (v.42) / fuera de la canasta (al mar) (v.48)
  4. El fin del mundo (vv.39.49)
  5. Los ángeles (vv.41.49)
  6. La oposición justos / malos (vv.41.43) y los “peces” malos y justos (v.49)
  7. El horno encendido (vv.42.50)
  8. Los llantos y rechinar de dientes (vv. 42.50)

El paralelo es evidente e insiste en la importancia de la paciencia aguardando el momento oportuno sin pretender acelerar los tiempos. 

El texto concluye con la pregunta si han comprendido (v.51), el verbo syníêmi es particularmente frecuente en esta unidad (9x en Mt, de las que 6x aquí): 

  • Jesús habla en parábolas porque oyendo no oyen ni entienden (v.13)
  • Se cumple la profecía, “oír, oirán pero no comprenderán” (v.14)
  • No "sea que con su corazón entiendan…” (v.15).
  • El que oye la palabra del reino y no la comprende (v.19)
  • En cambio otro oye la palabra y la comprende (v.23)

La comprensión se refiere expresamente a la palabra / parábolas que Jesús pronuncia. Puesto que los destinatarios de la explicación (los discípulos en la casa, v.36) han comprendido el misterio del reino, lo compara a un “escriba que se ha hecho discípulo del reino” (es extraña la frase ya que – como en Marcos – los escribas en general conforman el grupo adversario de Jesús. Sin embargo, al referirse a quienes han comprendido el significado de las palabras / parábolas – lo que implica dar frutos – es posible que se refiera a algunos miembros de la comunidad de Mateo que comprenden la novedad del reino predicado por Jesús y a su vez lo antiguo de su ministerio de comentadores de la palabra, de la enseñanza tradicional. Así como en ocasiones habla de "sus sinagogas", quizás presuponiendo un contraste con "nuestras sinagogas", de tiempos de Mateo; aquí se aluda a "nuestros escribas" en contraste con otros.




Foto tomada de www.laingarciacalvo.com

sábado, 18 de julio de 2020

Escondiendo la Apóstola

Un sencillo verso a una discípula ejemplar


Eduardo de la Serna


Escondiendo la apóstola

 

La cosa es que molestaba

así, siendo lo que era…

¡Mejor se la invisibilizaba

para sacarla de escena!

 

¿Y cómo se la tapaba,

si ella estaba en el camino,

era mujer, y primereaba

comió el pan, tomó del vino?

 

Pero el cuerpo revelaba

y rebelaba (es otra cosa),

y por ese lado se ensuciaba:

 

si es mujer… o bien es mala

y si no es mala es que es su esposa

¡la discípula... de Magdala!


Un sanador que no sana?

¿Un sanador que no sana?

Eduardo de la Serna


En un reciente e impresentable mensaje, el Cardenal primado, Mario Poli, con otros líderes religiosos, afirmó que “El mismo Dios que ordena ir al médico es el Dios que cura”. En un más impresentable mensaje, si esto fuera posible, una exdiputada, ex-sensata, ex todo, o casi todo, quizás aprovechando “el pie” que el cardenal le diera, afirmó que “Jesús es el que sana y cura”.

Y como yo estoy de acuerdo con lo dicho, pero a su vez no lo estoy, quisiera ponerme de acuerdo conmigo mismo y decir algo. “Sanar” y “curar” parecen las palabras clave.

“Curar” (de donde viene “cura”) es tener cuidado. Pero no en el sentido de tener miedo, de temer, sino en el sentido de proteger, defender. Lo que antiguamente se llamaba “cura de almas” (cura de Ars, cura Brochero…, que originalmente se decía del párroco) es el que se preocupa por ellas. Antes de seguir, una palabra sobre el “alma”. Si bien es cierto que muchas veces el dualismo griego impregnó la Iglesia (cuerpo y alma), en la Biblia, tanto el hebreo (nefesh) como el griego (psyjé) la palabra designa también la “vida”, tanto que en numerosas ocasiones son sinónimos. El alma, entonces, es lo vital, lo que vivifica, no una parte etérea del ser humano. El cura de almas, entonces, es el que cuida la vida. Porque la vida es lo más divino que tenemos (y espero que no me lea Amalia, que todo lo interpreta mal). Por eso es también parte de lo que hace un cura educar (escuelas) o alimentar (comedores), por ejemplo; no es solo lo mal-entendidamente “espiritual”, sino todo lo “vital”. En ese sentido, entonces, Dios cura, es decir, cuida.

“Sanar” es salvar. “Tu fe te ha salvado”, frase que dirige Jesús a marginados, refiere a sanar o también perdonar. Decir que Jesús es “sanador” quiere decir, especialmente, Salvador. ¿O, acaso, cuando Francisco de Asís abrazó a una persona con lepra, despreciada, excluida, descartada, no lo estaba sanando?

Ahora bien, ¿de qué cura?, ¿de qué salva Jesús? Ante todo, de lo que deshumaniza a los humanos. Porque, convengamos, el ser humano, es la única especie capaz de hacer algo que la niegue (in-humano). Y el ser que es imagen y semejanza de Dios, nunca es más divino que cuando es verdaderamente humano. Porque, aceptémoslo, la injusticia, la violencia, la mentira, el desinterés frente al dolor, y tantas cosas del estilo, des-humanizan, tanto a las víctimas, como a los victimarios. Sólo cuando somos verdaderamente hermanas y hermanos Dios se alegra de ser Padre. Y de eso precisamos ser salvados y tener cuidado.

Corremos el riesgo de entender “sanar” y “curar” de un modo infantil o simple, como que – en este caso – Dios nos curará y sanará del coronavirus. Y entonces, surge la pregunta evidente ¿y por qué no lo hace?, ¿por qué se demora?, ¿por qué tantos muertos? Y, si lo llevamos a su máxima lógica, ¿por qué el hambre?, ¿por qué sequías, maremotos o terremotos? (y dejemos de lado las guerras, torturas, tráficos ilegales que son más fácilmente atribuidos a los humanos y no a Dios).

Antes de seguir, una nota sencilla sobre los “milagros”. En los Evangelios se narran varios hechos milagrosos de Jesús, y es difícil dudar que el Jesús de la historia haya hecho algunos. Una pregunta sensata es ¿por qué los narran los Evangelios? Precisamente, porque quieren ser buenas noticias para los lectores, lo que quieren decir (más allá de los hechos históricos pasados) es que Jesús nos quiere poner de pie, llenar de vida, hacer ver el camino… Eso es para nosotros “Buena Noticia” (eu-angelio).

Entonces vamos a la pregunta que me parece fundamental. ¿Cómo es Dios?, ¿cómo es Jesús? Porque de lo que hace (o deja de hacer, como, por ejemplo, dejar morir inocentes) estamos diciendo algo de Dios (teo-logía). Y yo no creo en un Dios que pudiendo sanar y curar no lo hace. Y no lo hizo en la historia, ¡que de plagas y pandemias estamos hechos! Y algo más, antes de ir terminando. “Hágase tu voluntad” repetimos en el padrenuestro. Voluntad que habitualmente no se hace. “Ámense los unos a los otros”, repite Jesús, ¡tantas veces en vano! Eso es lo que Dios quiere: que vivamos el amor verdadero y militante en favor del otro, empezando por los pobres. ¿Qué no lo hacemos? ¡Vaya novedad! Por ahí va el cuidado y la salvación: por el amor; no el amor light, o de mero sentimiento, sino el compromiso por el cuidado de los otros, de su salvación. Dios no quiere pandemias, enfermedades ni muertes provocadas o desentendidas. Pero Dios no es un titiritero que maneja los hilos de la historia, es un Padre que se desvive por seducir a sus hijos para que se cuiden, para que se salven los unos a los otros. Y eso es la oración: un entrar en sintonía (en “sym-pathía”, decía el gran teólogo judío Abraham Herschel) con Dios y hacer su voluntad. Claro que Dios sana y cura, y cuando nos ocupamos de las hermanas y de los hermanos, Dios está curando, cuando abrazamos a los desheredados de la historia, Dios está sanando. Toda otra manipulación de las palabras se parece más a una manipulación de los malos momentos que estamos viviendo, a infantilizar la fe que queremos vivir, cuando no a “tomar el Santo Nombre de Dios en vano”. Eso de “santificado sea tu nombre” … ¡esa te la debo!

 

Foto tomada de https://cooperacioambalegria.co/2014/08/31/abrazando-a-las-personas-con-lepra/


viernes, 17 de julio de 2020

Las praxis frente a los pobres en los primeros siglos del cristianismo

Las praxis frente a los pobres 

en los primeros siglos del cristianismo


Eduardo de la Serna


En un planteo quizás teológico, es pertinente saber qué decía tal o cual autor acerca de los pobres. Podemos ver qué decían los profetas bíblicos, por ejemplo, o Jesús y los primeros cristianos, o incluso los grande Padres de la Iglesia. Eso nos permite pensar con seriedad acerca de cómo se ve la vida (o la muerte) de los pobres. Por ejemplo, los pobres como “sacramento de Cristo”, o “vicarios de Cristo”, por decir lo más común. Pero, por aquello de la “recepción”, de la vida y tradición, por la presencia del Espíritu Santo, parece oportuno pensar, no sólo la teoría sino también la praxis eclesial frente a los pobres, de leer la vida de los cristianos se trata. Y me permito comentar tres elementos de diferentes tiempos y lugares de la Iglesia de los primeros siglos.


I.- El testimonio (o no) frente a los pobres. Es conocido el texto del gran Tertuliano de Cartago (norte de África, ca. 160-220) acerca de la reacción de la sociedad al “ver” a los cristianos, especialmente en su actitud frente a los pobres: “¡miren cómo se aman!” (Apología 39,7). Pero eso no significa que, en la práctica, siempre haya sido así. Y encontramos algunos textos que lo afirman: “Los ricos, por su parte, con dificultad se juntan con los siervos de Dios por miedo a que se les pida algo” (Hermas [Roma, primera mitad del s. II], Similitudines IX, 20.2) y también: “Así, pues, no nos contentemos con llamarle Señor, pues esto solo no nos salvará (…) Debemos, eso sí, compadecernos los unos de los otros y no ser avaros. Confesémosle con estas obras y no con las contrarias” (2º Clemente [mitad del s.II, autor y región desconocida], IV.1-3). La avaricia (que el discípulo de Pablo llama “idolatría”, Colosenses 3,5) es una de las grandes manifestaciones de la fuerza demoníaca contra la que era necesario el exorcismo (así Orígenes, “durante muchos años Satán nos ha tenido atados y cautivos”… “la palabra y la predicación de Cristo liberan” [Homilía, Josué I.7] y Justino, “cuatro demonios esclavizan en particular a la gente: libertinaje, artes mágicas, afán de riquezas y posesiones y la violencia” [1ª Apología 14,2-3]); es de señalar que para Orígenes, cualquiera y sin ninguna formación especial podía realizar un exorcismo (Contra Celso VII.4).

El testimonio, o la falta de él, en la atención de los pobres y la solidaridad es un elemento constitutivo fundamental de la fidelidad (o no) que la Iglesia reconoce.


II.- Los tesoros de la Iglesia. Durante la persecución de Valeriano (256-259) el Papa Sixto II es capturado y ejecutado. Lorenzo era su diácono y el gobernador de Roma – para financiar las guerras – le preguntó por los tesoros de la Iglesia. Lorenzo le prometió que se los mostraría. Al día siguiente llevó a los pobres. Interrogado dónde estaban los tesoros que había prometido, mostró a los pobres diciendo: "Estos son los tesoros de la Iglesia” (Hi sunt thesauri ecclesiae) (San Ambrosio [ca. 340-397], De officis ministrorum, II,2.28; PL 16, col 141). Es de notar que, si bien en Oriente se conservaron las “Actas de los mártires”, en Occidente no ocurrió esto [¿quemados en la persecución de Dioclesiano (primeros años del s. IV)?], por lo que debemos recurrir al testimonio posterior de los cristianos, como Ambrosio).


III.- El puesto de los pobres. Durante la primera mitad del s. III, en Siria un autor desconocido, quizás judeo-cristiano, escribe una obra que se conoce como “Didascalia de los Apóstoles”, que se conserva solamente en siríaco. En ella se narran diferentes situaciones de la Iglesia. Los ministerios ya estaban más establecidos, y una cierta discriminación de género y social es evidente. En la celebración eucarística – dice – en la punta oriental se sienta el obispo rodeado de los presbíteros. Varones y mujeres laicos están separados. Los niños en un costado. Cada quién debe ubicarse en el lugar que le corresponde, teniendo en cuenta el honor, y quién no tenga la debida compostura será reprendido por el “diácono interior”. El “diácono exterior”, en la puerta, recibe a los rezagados y les franquea o impide la entrada, según el caso. Si es una persona honorable, debe conducirla al “lugar que le corresponde”. Si fuera un presbítero u obispo, ha de conducirlo al lugar oriental de preeminencia. Si alguien no cediera su puesto al honorable recién llegado, el obispo no interrumpe su predicación, pero el diácono interior debe avergonzarlo en público. Todos deben aprender “a ceder su sitio a quienes son más honorables”. ¿Pero qué ocurría si el recién llegado fuera un pobre? Sorprendentemente, ahora, al obispo, que no había interrumpido en ningún momento su sermón, “Tú, obispo (dice la Didascalia) interrumpirás tu sermón y harás un sitio para el pobre cediéndole tu sede… deberías actuar de corazón en favor suyo, aun cuando tú debas sentarte en el suelo” (DidAp II.58.6).


En la Iglesia primitiva, es evidente, no sólo se teologizó acerca de los pobres, incluso con vehemencia y profetismo, sino que, también, se pretendió militantemente, que la praxis eclesial reflejara el lugar que los pobres han de tener, y la reacción cuando esto no ocurriera. O tempora, o mores!

 

Dibujo tomado de https://www.lmcomboni.org/exe/EvangeliiGaudiumES/la_inclusin_social_de_los_pobres.html