sábado, 4 de julio de 2020

Los menos competitivos

Los menos competitivos

Eduardo de la Serna



Recuerdo hace mil años que con un amigo gastábamos tiempo y saliva en encontrar las mejores frases que entonces definíamos como auto-contradictorias. La que nos parecía excelente, recuerdo, era “¿estaré dudando?” En un momento, uno de los dos, no me acuerdo quién, dijo: “Yo soy mucho menos competitivo que vos”. Celebramos el hallazgo.


Y esto me sirve para pensar. Para pensar la competencia, el éxito y el fracaso. Recuerdo también, hace un par de años, que conversábamos con Eli – que no soñaba con ser ministra, supongo – que siempre quedábamos del lado de los perdedores. Y sigue siendo cierto. El tema es que no me imagino en otro lado. No quiero estar en otro lado; estar con los perdedores, lo que – obviamente – me transforma en un perdedor. Tan habituado a perder que celebro un empate, diría con humor (que no pienso perder). Creo que la clave está en saber si lo que quiero es ganar, o lo que quiero es estar donde creo que “debo” (¡perdón, Kant!) estar; y debo porque es mi lugar, el lugar donde creo que puedo aportar, o no… o simplemente estar.


Pero ¿cómo estar y querer estar sin que sea “opio del pueblo” (¡perdón, Carlitos!). A lo mejor, para empezar, molestando “de solo estar”. Como molestan esos maravillosos perdedores que son los villeros en medio de la ubre… perdón, la urbe. O a veces gritando, con palabras o piquetes. Se llama “resistencia”, creo. Y otras veces poniendo en palabras las palabras. A eso lo llamaban “ser la voz de los que no tienen voz”, recuerdo. Claro que para eso hace falta primero estar y escuchar. Y después, no vaciar las palabras primeras. Lealtad, le dicen. Creo que para ser fiel a los perdedores de la historia hace falta ser perdedor, también uno. En lenguaje teológico y bíblico se trata de un asimilarse a la cruz. Muchos creemos que Jesús fue un gran perdedor. Y ahí puede volver el opio. Porque la cruz es vida cuando viene con la resurrección, cuando es siembra. Pero es cruz. Para que no sea opio, quizás deba ser lucha. Pero no una lucha que busca un éxito. Ni tan siquiera un empate. Lucha para que otros vivan, para que los perdedores puedan sonreír… no por un triunfo, sino por la vida. Es la vida la que se celebra, no los triunfos.

 

Foto tomada de https://www.pxfuel.com/es/free-photo-xvxtc

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