martes, 27 de octubre de 2020

Comentario Todos los Santos

Jesús invita a sus amigos a participar de su vida
TODOS LOS SANTOS
1° de noviembre

Eduardo de la Serna



Lectura del libro del Apocalipsis     7, 2-4. 9-14

Resumen: en una visión y su dialogo explicativo el vidente observa una multitud incalculable que son los amigos de Dios, los que se han mantenido fieles en medio de las dificultades y gozarán de la vida resucitada.

El libro del Apocalipsis no es con frecuencia tenido en cuenta en la liturgia a pesar que tener un marco litúrgico el libro para mostrar la unión entre cielo y tierra. Los frecuentes himnos y cantos son buen ejemplo de ello. Sin duda la referencia a los “elegidos”, los “siervos de nuestro Dios”, los “sellados” y la “muchedumbre inmensa” son la razón de su incorporación en la liturgia del día. Veamos:

Nos encontramos con un libro cerrado con sellos, siete, como es frecuente en la apocalíptica… Obviamente el libro recién se podrá abrir (recordar que se trata de un rollo), sólo puede desenrollarse cuando los siete sellos sean rotos, por lo que el “séptimo sello” será el definitivo. En el rollo-libro están escritos los nombres de los “elegidos”, o salvados (es el libro de la vida), por lo que los asistentes están expectantes para conocer los nombres. Se destacan los primeros cuatro sellos (con sus correspondientes jinetes y caballos, cf. 6,1-8) y luego los restantes dos (cf. 6,9-17). Antes de la apertura del séptimo sello, y definitivo, el libro hace como un paréntesis a fin de crear clima de suspenso. Es el capítulo 7, correspondiente al texto litúrgico. En 8,1 se abre el séptimo sello.

El texto nos presenta una visión (7,1-12) y un diálogo (7,13-17) entre el vidente (el autor del libro del Apocalipsis) y uno de los ancianos que estaba junto al cordero (7,11; ver 4,4). Como suele ocurrir en los apocalipsis, el diálogo es explicativo de lo que se ha visto. 

El vidente observa cuatro (otro número preferido por la literatura apocalíptica, como se dirá) ángeles a los que se ha encomendado causar daño “a la tierra y el mar” (es decir en todas partes), pero eso todavía no ha de ocurrir (ocurrirá en 8,7); antes se ha de marcar en la frente a los siervos de Dios (la imagen es tomada de Ez 9,4). Todavía – hasta la explicación – no sabemos de quienes se trata, sólo se nos aclara el número: 144.000. Como es habitual en la literatura apocalíptica, el número debe entenderse simbólicamente, es 12x12x1000; 12 es el número característico del pueblo de Dios y 1000 es propio de “una multitud” (ver 2 Pe 3,8). Lo que quiere señalar es que “todo el pueblo de Dios” está marcado por ser “siervos de Dios” (“siervo de Dios” se dice del vidente en 1,1; de los profetas en 10,7, de Moisés en 15,3 y se alude a “los siervos”, los fieles en 19,5; 22,3.6). 

Esta “muchedumbre”, “imposible de contar” proviene de toda “nación, raza, pueblo y lengua” (4 cosas para señalar la universalidad de la proveniencia de los que están de pie ante el Cordero). Los 144.000 provienen de todas partes, tienen vestiduras blancas (signo de resurrección; cf. 6,11) y palmas. La palma es utilizada habitualmente en la liturgia del Templo (cf. Lev 23,40; 1 Re 6,29.32.35; 7,36; 2 Cro 3,5; Ez 40,16.21.22.26.31.34.37; 41,18.19.20.25; Jn 12,3), de hecho el salmo canta que “el justo florece como una palma” (92,13) [este texto prepara la lectura posterior sobre la “palma del martirio”, pero no hace aquí referencia a eso]. Y la muchedumbre canta que la salvación viene “de Dios y del Cordero” a lo que los asistentes responderán “Amén”. En 12,10 se nos dirá que la salvación es que “el acusador” (el satán) de los hermanos “ha sido arrojado” y ha llegado el reinado de Dios (basileía tou theou) y el poderío (exousía) de su mesías. La salvación, la gloria y el poder (dynamis) son de nuestro Dios (19,1) [notar que en estas tres citas el cantante habla de “nuestro Dios”; cf. 4,11; 5,10; 19,5.6]. El “Amén” viene acompañado de ¡siete! cosas que se dirigen a “nuestro Dios”: “alabanza (eulogía), gloria (doxa), sabiduría (sofía), acción de gracias (eujaristía), honor (timê), poder (dynamis), fuerza (isjys)”. 

Luego de este himno de reconocimiento de “nuestro Dios” comienza el diálogo entre el anciano y el vidente.

La pregunta del anciano es retórica, ya que sabe la respuesta pero pretende “interpretar” al vidente la visión (la interpretación está interrumpida en el texto litúrgico en v.14 aunque continúa hasta v.17). Pregunta quiénes son y de dónde han venido pero sólo responderá la primera parte, ya que conocemos la respuesta de la segunda: de toda nación, raza, pueblo y lengua… Y destacará dos elementos dramáticos: que vienen de una “gran tribulación” y que han “blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero”. 

La comunidad a la que se dirige el libro está padeciendo una tribulación (thlipsis) y el autor se presenta como “compañero en la tribulación” (1,9). Algunos destinatarios (la Iglesia de Esmirna, 2,9.10) padecen la tribulación pero ésta es calificada de breve (“diez días”). Se trata de un gran conflicto que se espera para los “tiempos finales” (cf. Dn 12,1; Mc 4,17; 13,19.24). La comunidad (o algunos) están padeciendo una situación violenta. Es muy posible que en algunas ciudades los gobernantes hayan sancionado violentamente a los que se negaban a dar culto al emperador (culto imperial) y los cristianos fueran víctimas de esto  (no consta que sea algo general, pero probablemente sí localizado. Los judíos no fueron maltratados en este contexto por ser tenidos como “religión lícita”, incomprendidos seguramente, pero tolerados). Aquellos que fueron maltratados “blanquearon sus vestiduras con la sangre del cordero” (obviamente la imagen es metafórica, no se trata de que la sangre purifique sino de su identificación con el cordero que también fue asesinado). De hecho, en 12,11 “nuestros hermanos” se han enfrentado al “acusador” y lo vencen “gracias a la sangre del cordero y a la palabra de testimonio (martyrías) que dieron, porque despreciaron su vida ante la muerte”.

La multitud incontable canta la gloria de Dios y el cordero y por eso le darán culto día y noche, no tendrán hambre, ni sed, ni padecerán el sol, ni el calor, serán apacentados por el Cordero que los guiará a manantiales de agua de vida y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos (7,15-17).



Lectura de la primera carta del apóstol san Juan     3, 1-3

Resumen: la relación entre Dios y los cristianos lo lleva a una relación de amor filial que se dirige hacia la meta del encuentro definitivo.

La carta de Juan debe leerse en coherencia con la teología del cuarto Evangelio (sea escrita por la misma persona o la misma escuela). Empieza señalando el inmenso “amor” (agapê) del Padre. El “Padre” es el modo característico como Jesús se dirige a Dios que es, a su vez, llamado “hijo” (sin acotaciones, lo que es muy propio de Juan; los sinópticos prefieren “hijo del hombre”, a veces “hijo de Dios”). El amor es lo propio de Dios, hasta el punto de afirmar que “Dios es amor” (1 Jn 4,8) y de Jesús (Jn 13,1), por eso Jesús “manda” a sus discípulos amar con un amor semejante (“como yo los he amado”) para que se los reconozca como tales (Jn 13,34-35; cf. 15,9-14). Ese amor ha conducido a Dios a llamarnos “hijos”, ¡y lo somos! Es de notar que el griego conoce dos sustantivos para decir “hijo”: huios y tekna. En Juan (Evangelio y cartas) se dice que Jesús es “hijo”-huios, mientras que nosotros somos “hijos”-tekna. Es interesante cómo lo presenta el prólogo del Evangelio:


Pero a los que la recibieron (a la Palabra), a los que creen en ella, los hizo capaces de ser hijos (tékna) de Dios (Jn 1:12).


El contraste viene dado entre la actitud del Padre hacia nosotros y la actitud del “mundo”. El mundo, en general, es el ámbito que rechaza a Jesús (el diablo es el “príncipe de este mundo”, Jesús ha “vencido al mundo”, los discípulos están pero no son del “mundo”… y Jesús es rey, pero no de “este mundo” que lo rechaza). El mundo no conoce a Dios y tampoco a sus hijos (Jn 1,10; 14,17; 15,25). 

La vida ya se ha manifestado (faneróô) (1 Jn 1,2), el obrar de los injustos manifiesta su actitud (2,19) y Jesús se manifestó para borrar los pecados (3,5) para deshacer las obras del diablo (3,8). El amor de Dios se ha manifestado en el envío del hijo (4,9).  La plenitud de lo que se espera no se ha manifestado aún ya que “seremos semejantes a él, lo veremos tal cual es”. A Jesús lo hemos “visto” en su “manifestación” (1,2) y por eso lo “anunciamos” (1,3); de hecho, “el que peca… no lo ha visto” (3,6). A Dios no se lo ve, pero sí se ve al hermano, de allí que es en él donde se debe expresar el amor concreto (4,20). Y en cierto modo, al obrar el bien ya “vemos” a Dios (3 Jn 11). 

La “esperanza” y la “purificación” se encuentran sólo aquí en los escritos joánicos (aunque Jn 11,55), pero sin duda alude al “aun no” del v.2, aún no se manifestó lo que seremos que es cuando seremos semejantes y lo veremos. Es posible que los adversarios internos que se detectan en la carta por doquier crean y proclamen que ya hemos alcanzado la meta y nada queda por esperar y no precisan por tanto purificación alguna y ya se sienten “semejantes” y “ya ven” a Dios. El “ya” y el “todavía no” no es frecuente en los escritos joánicos, pero el autor de la carta quiere alertar a los suyos de una espiritualismo peligroso que lo aleja a su vez de los hermanos y del amor concreto.



Evangelio según san Mateo     4, 25 -- 5, 12

Resumen: Jesús empieza su predicación reconociendo como felices a los que vivan de una manera coherente con el Reino que él anuncia. Dios se manifiesta del lado de sus amigos.


La referencia a las multitudes que siguen a Jesús forma, en realidad la conclusión de la sección narrativa (“Jesús recorría toda Galilea… lo siguió una gran multitud de Galilea…”, 4,23-25) pero está colocada con la finalidad de entender la actitud de Jesús en 5,1 al “ver la multitud”.

Nos encontramos con el primer discurso de Jesús lo cual, sin duda tiene una particular connotación (lo mismo ha de decirse de las primeras palabras de Jesús en los restantes evangelios). Jesús "sube al monte” (5,1) del cual recién descenderá en 8,1 constituyendo una larga sección discursiva conocida como “el Sermón del monte", 5,1-7,28 enmarcado, además con la palabra clave “enseñar” (5,2; 7,29).

El texto da por supuesto que se sabe a qué monte se refiere (al monte, tó oros) aunque la localización precisa no sea importante. En Ex 19,3.20; 24,12.15.18; 34,1.2.4; Dt 9,9; 10,1.3 se señala que Moisés “sube al monte”. La actitud de “sentarse” es propia del maestro (Mt 13,1.2; 23,3; 26,55; Lc 2,26; 4,20). En este caso la montaña quizás simplemente sea presentada como un lugar en el que es posible dirigirse a una multitud (que no cabría, por ejemplo, en una sinagoga). 

Lo primero que el Maestro dirá son una serie de reconocimiento de que determinadas personas han de reconocerse como “bienaventuradas”, makarioi.

Makarioi”, felices, dichosos es un reconocimiento a las personas que están en una situación determinada, cf. 1 Re 10,8; 2 Cro 9,7; Tob 13,14; Sal 1,1; 2,12; 32,1; 84,5; 106,3; 119,1.2; 128,1; Sir 25,8-9; 48,11; Is 30,18; 32,20; Bar 4,4. Se trata de una felicitación por vivir de esa manera (y es lo contrario de los “ay”, también frecuentes). 

Para comprender bien las bienaventuranzas de Mateo es importante mirar las bienaventuranzas de Lucas que parecen más fieles a la fuente, el texto Q. Esto nos permite descubrir lo que Mateo quiere destacar.

Para empezar, las bienaventuranzas de Lucas son dirigidas a los que están presentes (“ustedes”) mientras que las de Mato se dirigen a un público impreciso, “aquellos que” eligen vivir de determinada manera.

En segundo lugar la característica de Lucas es que la situación cambiará, entonces lo que se celebra no es tal o cual situación sino la nueva situación que sobrevendrá en un futuro (los que lloran serán consolados; pero se refiere a un futuro histórico, "ahora", no “celestial”). Es que la situación actual es negativa, mientras que la futura es beneficiosa. Mateo, en cambio, presenta situaciones beneficiosas. Para ello, espiritualiza lo que encontró en Q. Veamos un ejemplo: es malo tener hambre, lo positivo es que en el futuro “serán saciados” (= Lucas); Mateo, en cambio destaca que esta hambre y sed es “de justicia” (con lo que esa hambre pasa a ser positiva) y la saciedad ocurre en la consecución de la justicia. Otro elemento - que no hace a nuestra lectura - es que las cuatro bienaventuranzas de Lucas se corresponden con cuatro ayes contrapuestos. Como también la situación se invertirá, la antigua situación beneficiosa será tenida por negativa en el tiempo futuro. Lo que interesa es que se constata una situación y se reconoce felices a los que la viven. En Mateo se trata, entonces, de virtudes.

Hay indicios que nos permiten concluir que Mateo debió incluir una nueva bienaventuranza (la novena) a su cuadro original, seguramente a raíz de la situación concreta de su comunidad. En primer lugar, la primera y la octava se justifican en presente, y no en futuro y finalizan idénticamente: “a ellos les pertenece el reino de los cielos”. En segundo lugar, porque la temática no parece muy diferente de la octava (“los perseguidos”) lo que lleva a pensar que Mateo quiso reforzarla. En tercer lugar, la novena, a diferencia de las restantes – y a semejanza de Lucas – se dirige a “ustedes” y no a “aquellos que…”.

Se podría destacar mucho de cada bienaventuranza. Veamos brevemente:

Felices los pobres de espíritu: Como se dijo, Mateo espiritualiza a fin de que lo que es en sí malo, pero cambiará en el futuro, sea ahora positivo. La primera bienaventuranza, “felices los pobres” la transforma en “pobres de espíritu”. Mateo dirá que Jesús viene a evangelizar a los pobres” (11,5), pero – como en los restantes textos – se refiere a que su situación cambiará, como los ciegos, los lisiados o los cojos, que serán sanados. Ahora se refiere a algo que se da “en el espíritu”. Por ser la primera es la que marca el sentido de las restantes. Los términos que hacen referencia a los económicamente pobres en la Biblia hebrea van adquiriendo paulatinamente un sentido religioso, por ejemplo en el Salmo 69 (notar que el salmista se siente ubicado entre los pobres):

El nombre de Dios celebraré en un cántico, le ensalzaré con la acción de gracias… Lo han visto los humildes y se alegran; ¡viva el corazón de ustedes, los que buscan a Dios! Porque Yahveh escucha a los pobres, no desprecia a sus cautivos. (Sal 69:31-34).

En una misma línea, Sofonías toma la idea de la pobreza e invita a buscarla.

Busquen al Señor, los humildes (anû, pobres) que cumplen sus mandatos: busquen la justicia, busquen la humildad, tal vez así encontrarán un refugio el día de la ira del Señor. (2:3)

Y claramente se afirma en Qumrán:

Bendito sea el Dios de Israel… Él ha llamado… ha reunido… A rodillas que tiemblan da fuerza para estar en pie. Y ciñe los riñones de los lomos quebrados. En los pobres de espíritu [anû rûah]… al corazón duro. Por los perfectos del camino serán destruidas las naciones impías” (Regla de la guerra, 1QM 14,7).

Se trata del que no pretende nada ante Dios, no argumenta méritos [por esto algunos autores lo han asemejado a la “infancia espiritual”] no se considera autosuficiente sino necesitado de Dios (en su espíritu), reconoce su pobreza y la elige. Ser pobres por elección es el camino necesario para que de ese modo “Dios reine” (en presente). 

Felices los afligidos: las causas de la aflicción ciertamente son muy variadas, desde un duelo a una situación nacional de desgracia, y también la aflicción por haber ofendido a Dios. La causa de esta aflicción no queda especificada, pero es probable pensar en los sufrimientos a causa de la fidelidad. La felicidad radica en que aunque la situación sea negativa el destinatario tiene la oportunidad de ser testigo visible y público de su fe. 

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar una buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la liberación a los cautivos y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor, el día del desquite de nuestro Dios; para consolar a los afligidos (Is 61:1-2).


Como en otras bienaventuranzas la razón de la alegría está puesta en un verbo en voz pasiva; es lo que se llama un “pasivo divino”, es decir – en este caso “serán consolados” – es Dios el que dará el consuelo. El tiempo de la prueba terminará definitivamente.

Felices los pacientes: [en algunos manuscritos y ediciones bíblicas – por ejemplo la Biblia de Jerusalén – esta bienaventuranza antecede a la anterior. El tema no es seguro, y seguimos, entonces, el orden propuesto en la liturgia]. El término praeîs puede traducirse por mansos, humildes, incluso pobres (cf. Job 24,4; 36,15). Las restantes veces que se encuentran en Mateo parecen recomendar la traducción por mansos (11,29; 21,5). Pero se trata de una “mansedumbre” activa, resistencia no violenta. El texto parece inspirado en el Salmo 37:

Vive en calma ante Yahveh, espera en él, no te acalores contra el que prospera, contra el hombre que urde intrigas. Desiste de la cólera y abandona el enojo, no te acalores, que es peor; pues serán extirpados los malvados, mas los que esperan en Yahveh poseerán la tierra. (Sal 37:7-9).


La sociedad está habituada a que los violentos sean los poseedores de la tierra. Mateo les asegura que Dios intervendrá y dará, regalará la tierra a los no violentos. La verdadera fortaleza está del lado de la no violencia porque tiene a Dios de su parte.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia: La espiritualización a la que hicimos referencia en este caso se manifiesta en relación a la justicia, es decir a la búsqueda de la voluntad de Dios (5,10.20; 6,1; 21,32). Es decir, se declara felices a los que tienen deseo (= hambre, sed; cf. Am 8,11; Sal 63,2) de buscar la realización de la voluntad de Dios (= el Reino de Dios). Pero el hambre y la sed también son imagen de una carencia. La justicia falta en el mundo, y las víctimas de la injusticia cuentan con que serán saciados por Dios quien los sentará en el banquete del Reino (cf. 26,29). El don de Dios es a su vez tarea humana.

Felices los misericordiosos: La relación "don y tarea" vuelve a manifestarse en esta bienaventuranza ya que hay una relación entre la búsqueda, la práctica de la misericordia y la obtención de la misericordia. Misericordia no se trata de un sentimiento sino de una praxis, una actitud hacia el prójimo, en especial al “mísero”, por ejemplo en el perdón (cf. 18,23-35): “¿no debías tú también haber tenido compasión de tu compañero como yo la tuve de ti?” (v.33).

Felices los limpios de corazón: el añadido “de corazón” refuerza la espiritualización. La pureza era un gesto ritual que Jesús cuestiona (23,36) ya que pretende que esta sea “del interior”. Es importante tener presente que a diferencia de nuestras lenguas, en la Biblia, el corazón es el ámbito de las decisiones y los pensamientos, es el que permite discernir el bien del mal (1 Re 3,9; Dn 2,30; cf. Mt 15,18.20). Ya los profetas señalaban que la pureza no ha de ser primeramente ritual sino una actitud de vida (practicar el derecho y la justicia; cf. Is 1,16). “Crea en mí, Dios mío, un corazón puro”, dice el Salmo 51,12 (ver Joel 2,12-13). Se trata, en suma, de ser leales con Dios y con el prójimo. Y lo que se dice es que “verán a Dios” que se hará presente en el camino de la vida.

Felices los artesanos de la paz: El trabajo por la paz (eirenopoioi) no es un término frecuente. Pr 10,10 considera trabajador por la paz a aquel que critica con franqueza (contrariamente al que cierra los ojos); y Sgo 3,18: los que trabajan por la paz consiguen justicia. Nada semejante a una actitud pasiva ya que es claramente activa (poieo). La paz es la plenitud, el bienestar, la felicidad personal o social. Esos serán tenidos por Dios como hijos, algo que ya ocurre en la comunidad de discípulos (cf. 6,9).

Felices los perseguidos por la justicia: Se refiere, como se ha dicho a aquellos que buscan ser fieles a la voluntad de Dios (= justicia), y por tanto entre ellos “Dios reina” (= 5,3).

Felices serán  ustedes cuando…: como se dijo, esta parece repetición de la anterior, aunque se ha ampliado, además que aquella se refiere a una situación concreta mientras ésta a una situación probable de futuro. Esta situación es “a causa de mi” (de fidelidad a Cristo). Probablemente la situación que afecta a la comunidad de Mateo por parte de los grupos judíos de la ciudad (Antioquía, probablemente) haya provocado la ampliación de esta bienaventuranza. 

La persecución pasada de los profetas es un honor para los contemporáneos perseguidos a causa de Cristo. La recompensa será grande en el cielo. Las bienaventuranzas anteriores hablaban de la intervención de Dios expresada en la voz pasiva. Aquí el anuncio futuro alude al cielo en retribución por la situación padecida.


Cuadro de Cerezo Barredo tomado de rubenavamartin.wordpress.com

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