jueves, 24 de diciembre de 2020

Comentario Sagrada Familia "B"

 Sagrada Familia "B"

Una familia en camino tras las huellas de las manifestaciones de Dios


Eduardo de la Serna



Reiteramos lo dicho en más de una ocasión: la liturgia presenta –podemos llamarlo así- dos tipos de textos bíblicos: los textos continuados, donde se deja hablar al texto que corresponda (aunque escogido, por cierto, ya que hay textos que son “salteados”) y textos “temáticos” escogidos a partir del tema litúrgico que se celebra. En estos casos, lo principal no está puesto tanto en lo que el texto dice, sino en lo que este afirma a partir de lo que “se le pregunta”. En este caso concreto, sobre la “Sagrada Familia”. Nuestra intención en estas páginas es procurar leer lo que los textos dicen, aunque no siempre “digan” lo que se busca en ellos. Sin embargo, la enorme diferencia cultural entre nuestro tiempo y el tiempo bíblico debe tenerse en cuenta. En el caso de la “familia”, por ejemplo, es evidente que el modelo familiar bíblico en muy poco se parece al nuestro; los horizontes son muy distintos y la pregunta quizás deba ser “¿qué nos aportan los textos bíblicos, al hablar de la familia, a las familias de hoy?” Pretender una lectura “lineal”, o un “repetir” modelos sería fundamentalismo, sin duda alguna.


Lectura del libro del Eclesiástico     3, 3-7. 14-17


Resumen: el mandamiento de “honrar padre y madre” es reiterado y ejemplificado en clave religiosa por el sabio.


La religión de Israel –expresada en los mandamientos- no se limita a un modo de encuentro con Dios, sino que es inseparable del encuentro con los “otros”, y en este caso, en primer lugar con los progenitores. “Honrar padre y madre” (cf. Ex 20,12; Dt 5,16) es el primero de los mandamientos que dice relación a los “demás”. La teología de la retribución sostenía que el cumplimiento de los caminos de Dios repercutiría positiva o negativamente, según se cumpliera o no, en la vida del sujeto. Así, quién “honra a su padre”, tendrá una larga vida (1,12), verá perdonados sus pecados y alcanzará otra serie de bendiciones (cf. Ex 21,17; Tob 4,3-4; Pr 1,8). 

Y este “honor” debe mantenerse particularmente cuando los padres ya estén ancianos, débiles o seniles ya que no hacerlo es semejante a “blasfemar” y provocar a Dios (cf. Lv 20,9; Pr 20,20). Ese es el orden social establecido por Dios (3,1-2). El relato luego de presentar el tema, partiendo del mandamiento y su contexto sapiencial, lo ejemplifica con una serie de “aquel que…” (vv.3.5.6) destacando las consecuencias benéficas del cumplimiento. Pero existe la posibilidad de que el hijo (no parece referirse a los hijos menores, ya que es un maestro de sabiduría el que se dirige a ellos como “hijos” [v.1], por tanto deben ser sus discípulos) no honre a su padre. La vergüenza de semejante actitud se manifestarán entonces en una serie de términos maléficos: como blasfemo y maldito.

 

 Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas     3, 12-21


Resumen: Una serie de normativas presenta la parte exhortativa de la carta a los Colosenses. Empezando por las consecuencias del bautismo en la vida cotidiana, siguiendo por la reunión litúrgica de la comunidad y finalmente mostrando cómo debe vivir una familia en este tiempo en el que la familia (= la casa) era vista como una ciudad en miniatura y por tanto debía manifestar su adaptación al mundo contemporáneo. La carta, sin embargo, no omite destacar los elementos propios que reflejan la propia identidad.

 

Como es habitual en las secciones exhortativas de las cartas paulinas, nos encontramos una serie de verbos en  imperativo, “mortifiquen”, “desechen”, “revístanse”… (vv.5.8.12…).


La insistencia en “revestirse” proviene del v.10 donde se presenta como antítesis de “despojarse”, contrastando el “hombre viejo” y el “hombre nuevo”. El contexto del revestimiento es bautismal, como lo hemos señalado en otra ocasión y se refleja aquí en el texto aparentemente pre-paulino “no hay griego y judío…” (cf. 1 Cor 12,13; Ga 3,28). Las consecuencias visibles en la vida de este “revestimiento” se presentan como “ser elegidos, santos, amados, con entrañas de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportando a los otros y perdonando a los demás”. Este catálogo de “capacidades bautismales” llega a la plenitud en el máximo “revestimiento”, el del amor (v.14) que es lo que integra plenamente (syndesmos) en la “perfección” (teleiotês). La unidad concluye con una referencia a la paz y a la acción de gracias (eujaristoi) que deben acompañar al cuerpo eclesial.


La segunda unidad (vv.16-17) concluye también con una invitación a “dar gracias” (eujaristéô). En este caso se exhorta a que en la comunidad “habite” (enoikéô) abundantemente. Esa presencia de la “palabra de Cristo” llevará a la instrucción y amonestación con “toda sabiduría”. Y a cantar “salmos, himnos y odas espirituales” (psalmois hymnois hôdais pneumatikais) en gracia (en járiti) a Dios en los corazones (en tais kardiais). Y a que todo lo que hagan los miembros de la comunidad, sea de palabra o de obra (en logô ê en ergô) sea hecho “en el nombre” de Jesús, dando gracias al Padre.


La tercera unidad (que es probablemente la razón por la que es incorporada esta lectura en la celebración del día) conforma lo que se conoce como “códigos domésticos”. En la antigüedad eran frecuentes los “códigos”, es decir, listas de acciones a evitar o a realizar en determinadas circunstancias. Pecados que se han de evitar en un ambiente donde abundan (catálogos de vicios), cosas que se han de practicar en esos mismos ambientes (catálogos de virtudes), cosas que debe practicar el ministro en una ciudad o comunidad (catálogos de ministerios) y cómo debe comportarse un “amo de casa” (oikodespotespaterfamilias) para ser reconocido en esa comunidad; la “casa” era tendida como una “ciudad en pequeño” y así se debía manejar la casa, como un gobernante la ciudad. Estos catálogos (todos ellos) son frecuentes en el ambiente greco-romano, y son también habituales en el Nuevo Testamento. En concreto, un buen “amo de casa” debe mostrar visiblemente que lo es “sometiendo” a su/s mujer/es, a sus hijos y a sus esclavos. Así funciona una “casa” en el mundo antiguo. Los cristianos, que cuando ya han pasado los primeros tiempos carismáticos empiezan a organizarse y estructurarse, lo harán precisamente siguiendo ese modelo: la casa. Es una manera demostrarse ante la sociedad como un grupo que no va a romper con lo establecido. Pero –sin embargo- hay una diferencia con respecto a los catálogos de la sociedad, y eso es precisamente destacar y fortalecer la propia identidad. “No somos revoltosos, pero tenemos nuestro modo propio de vivir”. 


Por ejemplo, así dice Platón: 

«si hubiera necesidad -añadí- de decidir cuál de estas cualidades constituirá principalmente con su presencia la bondad de nuestra ciudad, sería difícil determinar si será la igualdad de opiniones de los gobernantes y de los gobernados o el mantenimiento en los soldados de la opinión legítima sobre lo que es realmente temible y lo que no o la inteligencia y la vigilancia existente en los gobernantes o si, en fin, lo que mayormente hace buena a la ciudad es que se asiente en el niño y en la mujer y en el esclavo y en el hombre libre y en el artesano y en el gobernante y en el gobernado eso otro de que cada uno haga lo suyo y no se dedique a más» (República IV, 433 cd).


Con la intención de que el judaísmo sea aceptado por los romanos, Flavio Josefo presenta su modo de vida con criterios semejantes:


«¿Y en lo referente a los matrimonios? Nuestra ley aprueba únicamente aquellas relaciones sexuales que son la unión con la esposa, y sólo cuando tiene por objeto engendrar hijos (…) La mujer, dice la escritura, es en todo inferior al varón. Por lo tanto, que obedezca al varón, no para su ignominia, sino para que siga su dirección y mandato, porque Dios otorgó al varón fortaleza y poder (…) La ley ordena criar a todos los hijos (…) desde la primera infancia la educación de los hijos debe encaminarse a la sobriedad; la ley ordena enseñarles a leer, los preceptos de la ley y los hechos de nuestros mayores…» (Contra Apión II,199).


Lo interesante del código de colosenses es que está dirigido en primer lugar a los débiles (mujeres, hijos y esclavos) –quienes son mencionados en primer lugar-.  La actitud de los débiles es teologizada (vv. “conviene en el Señor”, v.19; “es grato a Dios”, v.20; “temiendo al Señor”, v.22), pero el “amo de casa” tiene la responsabilidad de “no abusar” de su poder, este es limitado.


El texto litúrgico (seguramente por motivos de que no se supone que hoy haya esclavos, lo cual es evidentemente dudoso) omite el tercer par: esclavos y amos, que es el más extenso y parece haber sido importante en su incorporación en esta sección.


Sin duda, este texto leído fuera de su contexto histórico-cultural ha sido responsable de grandes injusticias con los esclavos y con las mujeres, lo que –además- se pretendió justificado teológicamente. Sin duda no es así como hoy a de leerse este “código”. Ciertamente no es “aquella casa” semejante a “la casa” en la que hoy se despliega la humanidad, y es en “esta” en la que debiéramos encarnar los valores del Evangelio.



+ Evangelio según san Lucas     2, 22-40


Resumen: el cumplimiento de la Ley es una suerte de elemento que se repite constantemente. María y José son fieles a la ley de Dios y presentan al niño al Templo haciendo la ofrenda de los pobres. Un varón y una mujer enviados por Dios reconocerán en el niño el cumplimiento de las expectativas bíblicas.



Uno de los elementos característicos de las escenas de la infancia en Lucas es remarcar el cumplimiento de la ley por parte de los padres de Jesús. En el texto de hoy esto se repite frecuentemente (vv.22.23.24.27.39).


El texto en su estructura es paralelo a Juan el Bautista:


Juan el Bautista
Jesús
Circuncisión al 8vo día: 1,59
Circuncisión al 8vo día: 2,21
Imposición del nombre: 1,60
Imposición del nombre: 2,21
Cántico (con referencias al AT): 1,69-79
Cántico (con referencias al AT): 2,29-32
Crecimiento del niño: 1,80
Crecimiento del niño: 2,40



Muchos elementos conforman el relato de la liturgia de hoy. El esquema es sencillo:


Purificación de “ellos” (vv.22-24)

Un varón justo / una mujer justa reconocen al niño (vv.25-35 / 36-38)

Sumario conclusivo (vv.39-40)



El texto es muy complejo e interesante; pero para la celebración de hoy señalaremos solamente aquello que hace a la liturgia del día. El texto comienza y termina con una referencia a que los padres de Jesús actúan conforme a “la Ley” (vv.22.39). Esto es algo importante en Lucas (cf. 2,21.41; cf. Hch 1,12), y precisamente “conforme a la ley” presentan el niño al Señor.


Destaquemos que en el mundo antiguo es propio de las personas religiosas ser agradecidos con la divinidad que nos ha dado sus dones. Precisamente por eso, por ejemplo, se le ofrecen las primeras crías de ganado, o las primicias de la cosecha. Sin embargo, en Israel no se ve con buenos ojos “ofrecer” a Dios el hijo primer nacido; los sacrificios humanos son aborrecidos (aunque hubo algunos casos detestados por la Biblia; 2 Re 21,6; cf. Lev 18,21; Dt 18,10; 2 Re 23,10; Gén 22,1-19). Casi podríamos imaginar de este modo la ofrenda: a Dios se le puede dar lo mismo que se puede comer, como si Dios lo “comiera”. Caso contrario, aquello que no es “puro” para ser alimento no se ha de “ofrecer”, y por tanto se ha de “rescatar”. Es decir, se ofrece algo sustitutivo, como un cordero o un cabrito. Es –fundamentalmente- el caso de los hijos, en este caso de han de presentar una “res menor”, y si no alcanza el dinero para hacerlo presentarán dos tórtolas o dos pichones (Lev 12,7b-8), se los rescata, se le “presentan” a Dios. María y José, es evidente, son pobres y presentan agradecidos la ofrenda de los pobres.. 


El Evangelio extrañamente informa que es el tiempo de la purificación de “ellos”. No se refiere a la madre, que debe purificarse después de la maternidad, sino de “ellos”; es posible que esté aludiendo a que con la presentación de Jesús ha comenzado el “día” y así “los hijos de Leví” sean purificados porque la ofrenda que se ha presentado en el Templo es perfecta (cf. Mal 3,3, primera lectura). 


Ante esta presentación se acercan al Templo –como es frecuente en Lucas- un varón y una mujer (cf. 13,18-21; 15,4-10; etc.) que hablan públicamente del niño. La “esperanza en la consolación de Israel” y la “esperanza en la redención de Jerusalén” enmarcan la doble escena (vv.25.38). En medio de esta escena Lucas incorpora (como lo ha hecho en otras ocasiones, cf. 1,46-55; 1,68-79; 2,14) un canto que manifiesta la realización de las esperanzas de Israel con la alegría de los “pobres de Yahvé”. 


La escena concluye con un relato sobre el crecimiento del niño, semejante a lo dicho sobre Juan, el Bautista (1,80) que parece a su vez remitir a Samuel: “iba creciendo y haciéndose grato tanto a Yahvé como a los hombres” (1 Sam 2,36).


foto tomada de ¿Quién es Jesucristo? - blogger

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