miércoles, 7 de julio de 2021

Un enemigo del Evangelio

Un enemigo del Evangelio

Eduardo de la Serna



No creo estar diciendo nada nuevo. Pero por no original no implica no veraz. Creo que debe repetirse una y mil veces que la consecución de seguridades suele deformar las cabezas y con frecuencia nos hace perder, olvidar o negar todo lo que vivimos, sostuvimos o fuimos antes.

Un ejemplo más que evidente es el de aquellos o aquellas que no hace mucho estaban en una situación de inseguridad notable: sin vivienda, sin trabajo, o hasta sin patria, y cuando su situación algo, o bastante cambió, empiezan a manifestarse críticamente contra aquellos que hoy son o están donde estos fueron o estuvieron ayer.

A esto es a los que el lenguaje popular suele calificar de “piojos resucitados”.

Mucho más visible (aunque no creo que diferente) es el de aquellos que no sólo olvidan su pasado, sino que militan en contra de lo que fueron. El caso de futbolistas (Carlos Tévez es el más emblemático ejemplo, porque en un tiempo pasado se lo creía “el jugador del pueblo”; pero detrás de él hubo otros, siendo Gabriel Batistuta el más reciente) es paradigmático. En su inmensa mayoría provenientes de estratos sociales muy bajos, lograron hacerse millonarios. Y al decir “millonarios” no exagero: están dentro del limitadísimo grupo que debe aportar una parte muy pequeña de sus riquezas a fin de sostener políticas de cuidado para la inmensa mayoría de la población, tan afectada por la pandemia. Y, olvidando, negando y militando en contra de aquello que fueron, hacen todo lo posible, con la esperada complicidad de sectores del poder judicial, para no hacer el aporte, tan necesario como justo.

Y no me parece que sea distinto a lo que se ve en otros ambientes, que, al conseguir fama, prestigio y dinero, olvidan su país, de dónde vinieron, lo que fueron, para militar firmemente en contra. Simplemente en contra. Y vale esto otrora para Juan Manuel Fangio, como hoy para Susana Giménez, actores y actrices varios, para algo que se parece a cantantes, o simplemente imbéciles que se quejan del precio de la carne en Miami. No son pocos, incluso algunos que luego dan el paso a la política (que los aprovecha por aquello de “cara conocida”), que todo lo que defienden, o lo que votan, en adelante será en favor de “sus intereses” (sus nuevos intereses), que suele ser exactamente lo contrario de “los intereses del pueblo”, o intereses de lo que fueron. Para decirlo en lenguaje popular, esto fue lo que – además de su juego – hizo grande a Maradona.

Ya Francisco de Quevedo hablo de que “poderoso caballero es don dinero”. No deberíamos olvidar, también por sabido no menos cierto, y necesario de insistir, que Jesús de Nazaret lo puso como ejemplo de un ídolo enemigo de Dios: “no se puede servir a Dios y al dinero (= Mammón)”. Con mucha frecuencia, además, lo puso como característico de aquello que rompe la solidaridad o la familiaridad, como lo contrario del Evangelio. La imagen de un camello que no pasa por el ojo de una aguja no deja de ser chocante y molesta en muchos ambientes (algunos intentan edulcorarla, precisamente por eso). Si la característica del Evangelio es reconocer a Dios como Padre afectuoso que a todxs nos vuelve hermanxs, es evidente que aquello que – como el dinero – provoca distancias, rupturas, egoísmos, indiferencias o, peor aún, opresiones, injusticias, violencias, es un claro adversario del Reinado de Dios que Jesús quiere mostrar y presentar a los suyos.

En la Biblia, los grandes enemigos o enemigas de Dios son las y los ídolos. Pero, y también esto es sabido, estos no son solamente los dioses de los pueblos vecinos o invasores, sino también aquello que no es Dios, el único Dios de la Biblia, y en lo que las personas ponen su seguridad. La búsqueda de seguridades fuera del encuentro con Dios, para la Biblia, nos introduce en el terreno de la idolatría. Y ciertamente es evidente que el dinero (el oro, la plata) son un ejemplo casi sacramental de la idolatría de ayer, y de hoy.

Ciertamente no es algo penado por ley ser idólatra, no es delito adorar al dinero, tampoco lo es no seguir o aceptar al Dios de Jesús y su proyecto. Pero, al menos, para los que pretendemos ser cristianos, no está de más tenerlo en cuenta. Como tampoco está de más recordarlo en las elecciones.

  

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