miércoles, 19 de enero de 2022

Abrojos en el camino

  Abrojos en el camino

Eduardo de la Serna



Señalaba, en un escrito anterior, la importancia de, cada tanto, hacer un alto para sacar los abrojos que se nos han adherido en el camino. De ninguna manera se trata de “adaptarse a las modas”; toda renovación eclesial debe tener dos puntos principales: Jesús y la historia. Jesús para ver, del modo más profundo posible, qué es lo que Jesús quería; y la historia, para intentar “encarnar” el Evangelio en nuestro presente concreto.

«Por tanto, aunque la renovación de la Iglesia sólo puede venir del retorno a su origen, tal renovación es algo completamente distinto de restauración, glorificación romántica del pasado (que, a fin de cuentas, sería tan poco cristiana como la simple modernización). Y esto se debe, en última instancia, a que el Jesús histórico, en el que se apoya la Iglesia, es a la vez el Cristo que ha de venir, el que la Iglesia espera; a que Cristo no es simplemente un Cristo ayer, sino a la vez el Cristo hoy y siempre (cfr. Heb 13, 8)» (J. Ratzinger).

I.- Señalábamos como un “abrojo” la sacralidad, que se parece más a algo propio del Antiguo Testamento que a la novedad que trae Jesús y su movimiento. Pareciera que, como somos incapaces de entender nuestra relación con Dios fuera del culto y los sacrificios, había que entender la Eucaristía como uno de ellos, para lo cual debe recurrirse a figuras extrañas como “sacrificio incruento” o cosas semejantes. La misma muerte de Jesús fue vista como “sacrificio” a pesar que nada lo indica.

Me permito un breve paréntesis, expresado en el debate entre dos grandes autores, René Girard (que sostiene que la lectura no sacrificial de la muerte de Jesús de todo el Nuevo Testamento, sufre un retroceso en la carta a los Hebreos, que sí la hace) y Albert Vanhoye (que explica convincentemente el sentido espiritual, alegórico, de la carta a los Hebreos. Sensatamente sostiene que un sacrificio [sacrum faciens] es hacer sagrado algo, con lo que la muerte de Jesús lo sería). De todos modos, y fuera del lenguaje alegórico, un encuentro de amigos puede ser, entonces, algo sagrado, pero nadie llamaría a eso un “sacrificio”.

Sin duda no se está negando la importancia de la Eucaristía; sólo cuestiono que esta sea sacrificio, dirigida por un sacerdote en un altar. La mesa compartida, que remite al discipulado de iguales, al reconocimiento de hermanxs, al pan para todxs, a un Jesús que se dona en el amor pleno y extremo, a un banquete sencillo, expresión del reino de Dios, parece tener bastante densidad como para olvidarla.

II.- Otro abrojo frecuente es la imagen habitual de que los seres humanos se realizan plenamente en el “matrimonio”. Entonces, además de aquellos que eligen contraerlo, se ha interpretado la vida religiosa como un matrimonio, expresado simbólicamente en el añadido al nombre “de…. sumado a un aspecto religioso: (p.e.: Teresa "de Jesús"). Esto, llega a la incomodidad en el caso de la vida religiosa masculina de entenderse, a veces, como un matrimonio entre el alma [que sería femenina, sic] y Dios [que sería masculino, sic]. E incluso, hasta hay imágenes de que los presbíteros también “se casan con la Iglesia” (sic). La incapacidad de entender la plenitud humana fuera del esquema matrimonial lleva a afirmar cosas insensatas como estas. Mucho más sensato sería afirmar que la plenitud humana está dada por la vida del amor. Este, sin duda, puede ser matrimonial, o también consagrado, ministerial, y también de otros tipos según como cada quién entienda que puede vivir, amar y servir del mejor modo posible. Muchas personas que han elegido no vivir en pareja no merecen la sospecha de que su vida no es plena. Tampoco los que han elegido otro tipo de relaciones que no están marcada por “lo establecido”.

III.- Otro abrojo notable es la separación entre lo sagrado y lo profano, que también mencionamos en otro escrito. Es cierto que esta separación marcó todo el universo del Antiguo Testamento, pero no es menos cierto que en Jesús muchas cosas han cambiado. No comparto los que creen que lo sagrado ha desaparecido y que todo es profano, pero sí que (como la historia de salvación) es en la historia concreta donde debemos descubrirlo y fecundarlo. Lo sagrado y lo profano, antes intocables, han entrado en comunión y en lo cotidiano podemos vivir lo sagrado (sacrum faciens) y lo sagrado debemos vivirlo en la cotidianeidad.

IV.- Otro abrojo es la actitud frecuente de creer que la actitud de sacrificio, ascetismo o “con-tracción” es necesariamente más buena (y santa) que la “dis-tracción”. Jesús, más de una vez lleva sus amigos a descansar. De hecho, el descanso es algo sagrado, y no solamente el sábado (¡que lo es!) sino el descanso de la tierra, los animales y los esclavos… Es interesante que, en Marcos, cuando Jesús elige a los Doce, una de las cosas principales que se afirma es que eso ocurre, “para que estén con él” (3,14); es sabido que la actitud de “comer y beber” provocó que fuera criticado como un “hijo rebelde” (Dt 21,20; Mt 11,19 / Lc 7,34). Es sabido, también, que mientras Teresa de Ávila quería que fuera visible su vida de “oración y recreación” su sucesor pretendió, al menos en Adviento y Cuaresma que las recreaciones no ocurrieran o fueran reducidas. La fiesta, el Descanso, el encuentro de amigos para “estar con ellos” es sencillamente expresión de vida. No es en las actitudes que limitan la vida sino en las que la expanden donde Jesús elige hacerse presente. La alegría no es solamente un don del Espíritu Santo sino también una vida que se expresa y se celebra.

Cuando hablo de “abrojos” me refiero a cosas adheridas, a veces casi encarnadas, que no son, por lo menos necesarias y fundamentales, para vivir “como Jesús quería”, y que a veces, incluso, distorsionan hoy de tal modo la vida de fe que nos impiden una verdadera espiritualidad (caminar según el Espíritu). De buscar ser fieles – libres – cristianos se trata; de ir siempre a las fuentes, como señala el texto arriba citado. Nada menos.


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