sábado, 28 de mayo de 2022

Los ángeles en la Biblia

                             Los ángeles en la Biblia

Eduardo de la Serna



Antes de entrar en tema es importante señalar que la palabra “ángel” es una palabra en griego que significa “mensajero” (por ejemplo, está en la palabra Evangelio) y en ocasiones se trata de un mensajero humano, como es el caso de Elías (ver Malaquías 3,1.23) o de Juan, el Bautista (Marcos 1,2). A los ángeles en cuanto seres espirituales nos referiremos.

Hablar de diferentes seres espirituales – y por lo tanto invisibles – es algo difícil, ya que nos movemos en el ámbito de las creencias, de las experiencias, de las sensaciones, de las ilusiones o fantasías, etc. Vale esto para los demonios y también para los ángeles. La tradición apocalíptica (frecuente entre los años 200 a.C y 200 d.C.), por ejemplo, empezó a hablar de los demonios como “ángeles caídos” o algo semejante. Pero, digamos, las miradas en la Biblia sobre los ángeles no son uniformes (como tantas cosas en la Biblia no lo son). Y notemos, además, que la tradición posterior al Nuevo Testamento, impulsada seguramente por la importancia dada al número siete, decía que las “categorías angélicas” eran siete: arcángeles, ángeles, querubines, serafines, tronos, dominaciones y potestades (incluso un escritor del s. VI, que remite a Dionisio, habla de 9 categorías). Curiosamente, mientras estos tres últimos no son evidentes en las cartas de Pablo, en sus discípulos – claramente – son vistos como demoníacos (ver Efesios 6,12). Los querubines y serafines en ningún momento son presentados en la Biblia como ángeles, y de los “arcángeles” sólo se hace mención dos veces (en realidad, en ambas se usa el singular, “el arcángel”, que en Judas 9 es Miguel mientras que en 1 Tes 4,16 se habla simplemente de “él”, quizás también Miguel). La tradición posterior, especialmente la legendaria, comenzó a hablar de tres arcángeles (Gabriel y Rafael, además de Miguel), luego se añadió un cuarto (Uriel) y finalmente un importante número de ellos. Propiamente hablando el “arcángel” es el ángel “primero” (en griego arjê; arjê-ággelos), por lo que es razonable que se trate de solo uno. La carta de Judas, sensible a la influencia apocalíptica, al mencionarlo lo hace en conflicto con el Diablo, que como sabemos es el jefe del ejército de los demonios. Es decir, no es improbable que en estos textos la lucha se entable entre dos generales (arjê) y sus ejércitos.

Deteniéndonos en los ángeles, es interesante notar que, salvando unos pocos textos (de los que algo debe decirse) las referencias a los mismos son siempre en los últimos escritos del Antiguo Testamento, en los escritos de esa época y en el Nuevo Testamento. Es decir, se trata de algo común en un tiempo tardío, no algo que atraviesa toda la Biblia.

En los primeros textos – y es notable en el caso de Génesis 19 – es evidente que estos personajes son un modo de aludir a Dios mismo (ver 18,1 y 2).

Notemos, también que, en un primer tiempo, en Israel la idea es que había muchos dioses y diosas, pero el Pueblo de Dios sólo debía dar culto a Yahvé, pero, luego, empieza a ir teniendo cada vez más claro que esos otros dioses no existen: sólo hay un solo Dios. Así, cuando la Biblia se traduce al griego (después del 200 a.C.) en ocasiones, allí donde decía “ídolos”, se traduce por “demonios”. Pero el mundo antiguo estaba habitado por seres invisibles benéficos o maléficos, y el monoteísmo impedía ver en ellos unas divinidades. Así, tardíamente, comienza a hablarse de ángeles y demonios. Algo que se acrecienta cuando la religiosidad judía trata de impedir nombrar a Dios. Entonces, uno de los modos de estar en contacto con Él son los ángeles (otros son el culto, los sueños, etc.; no son pocas las veces que ante un sueño el texto dice “el ángel le dijo…”). Este es el ambiente y la mentalidad vigente en la literatura judía (especialmente en la apocalíptica, como hemos dicho) y, por lo tanto, es la mentalidad cultural que también tendrá Jesús.

En los Evangelios (y Hechos) es diferente la referencia a los ángeles en general (“Dios y sus ángeles”) a lo que sería una relación personal con los ángeles. Y, en este último caso, es diferente los textos de la “infancia” de Jesús, pintados con colores del Antiguo Testamento, que la vida de Jesús. También la referencia a los anunciadores de la resurrección, que se mueve en un terreno claramente “escatológico” (es decir, que hace alusión a la llegada del final de los tiempos). Lo cierto es que en ningún texto se hace referencia a que alguien puede comunicar, pedir, rezar a los ángeles. Son, en todo caso, enviados de Dios a los seres humanos para algo muy específico.

Para que se vislumbre claramente lo que venimos diciendo, veamos un simple dato estadístico de la referencia a ángeles en el resto del Nuevo Testamento: los encontramos 10x en Pablo, 4x en cartas de sus discípulos, 5x en las cartas “católicas”, 13x en Hebreos y ¡67x! en Apocalipsis.

En Pablo son mencionados sólo como ejemplo figurativo. En la carta a los Colosenses se critica duramente el “culto a los ángeles” (2,18). En la carta a los Hebreos también se critica el culto y la importancia que se les da (especialmente en los capítulos 1-2; ver 2,16). En Apocalipsis se trata de intermediarios enviados por Dios (con frecuencia son 7, como es habitual en este texto) para la gran liturgia que es todo el libro y también los aliados de Dios en el conflicto con el Dragón (= diablo) y sus ángeles (12,7).

Señalemos, en síntesis, que la imagen de los ángeles es vista como de intermediarios de Dios con los seres humanos para transmitir un mensaje de Su parte, por ejemplo; pero de ninguna manera seres a los que se puede rezar y, menos aún, dar culto. El mediador entre Dios y los seres humanos a quien debemos recurrir, sin duda alguna, es Jesús (ver Gálatas 3,19-20; 1 Timoteo 2,5; Hebreos 8,6; 9,15; 12,24); no hay otro.

 

Foto tomada de https://pxhere.com/es/photo/1285817

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