jueves, 29 de septiembre de 2022

El infierno, un lugar no deseado

El infierno, un "lugar" no deseado

Eduardo de la Serna



Con mucha frecuencia hemos escuchado hablar del “infierno”, y en ocasiones, fue motivo de espanto y terror, de amenazas y condenas. Pero veamos, para empezar, de qué hablamos, para luego intentar mirar con más atención.

Empecemos señalando que en la Biblia griega y hebrea no existe el término infierno como nosotros lo entendemos. En algunas traducciones castellanas lo encontramos, pero para traducir palabras como “fosa”, “tumba”, o semejantes. Y lo primero que debemos señalar es que el término (originalmente en plural, luego usado en singular) se refiere a las regiones inferiores de la tierra. Es en ese sentido que se utiliza en el Credo al decir que Jesús “descendió a los infiernos”. Es en esas regiones, a las que el hebreo suele llamar Sheol y el griego Hades, donde se dirigen los muertos, como un cementerio simbólico, como decir genéricamente “la tumba”. El infierno, entonces, suele ser visto sencillamente como lugar de los muertos.

Como sabemos, en el mundo bíblico, sólo muy tardíamente empieza a pensarse la idea de un volver a vivir después de la muerte (o la entrada en una vida nueva) a la que llamamos genéricamente “resurrección”. Pero no todos los primeros creyentes en la resurrección confiaban en una suerte de “resurrección de todos los muertos”, y algunos esperaban la vuelta a la vida (a esta vida nuestra, la vida "normal") solo de aquellos que habían sido justos. Recién cuando la resurrección empieza a comprenderse como una vida nueva, divina (eterna) también surge la pregunta por la muerte “eterna”. Por ejemplo, en el Apocalipsis se recurre a la imagen de una “muerte segunda”, es decir, la muerte física, pero también una muerte definitiva. Esta imagen – y otras semejantes, como el “lago de fuego” – son frecuentes en el Apocalipsis, lo cual es coherente con su género literario que recurre, como hemos dicho, a un dualismo que se mueve entre extremos: vida / muerte, luz / tinieblas, verdad / mentira, etc. En este caso, frente a una “bestia” que mata a los que son de la luz y la vida, los seguidores de esta bestia caerán en la muerte segunda. El Hades, que es arrojado al lago en Ap 20,14; en cambio, es sencillamente el lugar de los muertos en Mateo, y la puerta de la muerte que no prevalecerá frente a la Iglesia basada en Pedro (16,18), o es desde ese lugar, en Lucas, que el rico contempla a Lázaro vivo junto a Abraham (16,23). En Hechos el Hades no pudo retener a Cristo resucitado (2,24.27.31).

Pero hay otros términos que nos invitan a pensar en lo que nosotros llamamos “infierno”. Tal es el caso de la “Gehena”. Originalmente remite al Valle de Hinnom (o de los hijos de Hinnom), al sur de Jerusalén, pero es un lugar despreciado ya que allí, se dice, los reyes Ajaz y Manases sacrificaron a sus hijos, por lo que el rey Josías lo declaró “impuro” (2 Re 23,10). La imagen de fuego permanente, propia de los basurales, acompañó a este lugar. Sabiendo que el fuego es imagen de purificación (Num 31,23; Sir 2,5) la referencia, entonces, alude a un espacio crítico, impuro, pero que puede ser purificado. Esta imagen de “fuego eterno” será la que tendrá en cuenta Mateo al señalar – en paralelo con la Gehena de fuego – un lugar donde es arrojado el “pecador” (Mt 18,8-9) y se encuentra en claro contraste con “la vida”. Volvemos al campo semántico de la muerte / vida. En 25,41.46 el “fuego eterno” está también en contraste con “vida eterna” y es un lugar preparado para “el diablo y sus ángeles”.

Como puede verse, la imagen tiene directa relación con la muerte. Se puede afirmar que hay quienes no resucitarán a la vida (muerte segunda), estarán en el lugar de los muertos (Hades / Sheol).

Hace muchos años algunas personas desprevenidas se sorprendieron cuando el papa Juan Pablo II afirmó que ni el cielo ni el infierno eran un lugar, repitiendo algo que ya sostenía la teología por siglos. Por tanto, no se trata de un espacio al que va, por premios o castigos, una persona en consecuencia de un pago por su vida buena o mala. Se trata, en todo caso, de un estado. Estar vivo o no estarlo, sencillamente. Nuevamente no entra la “meritocracia” en el terreno de Dios y su horizonte. Se trata de que una comunidad de personas “está” con Dios (o muerta, sin Dios). La amenaza con el infierno resulta, entonces, bastante absurda. Sería como decirle a alguien “si te alejas de la calefacción vas a tener frio”, lo que es una obviedad, pero resulta extraña imaginarla como sanción.

Finalicemos señalando, por un lado, que de nadie se ha afirmado jamás que “estaba en el infierno” (y no es algo que decidamos nosotros con nuestras apreciaciones, simpatías o rechazos), pero fundamentalmente, es evidente que los creyentes estamos llamados a mostrar a todas y todos un Dios que vale la pena conocer y amar, un Dios que nos llena de vida y vida plena y que, por eso, casi no sería necesario invitar a nadie a abrazarlo porque su brillo nos atrae naturalmente a todos. Una antiquísima oración (que durante un tiempo se atribuyó a Teresa de Ávila) decía:

No me mueve, mi Dios, para quererte,

el Cielo que me tienes prometido,

ni me mueve el Infierno tan temido,

para dejar por eso de ofenderte.


Tú me mueves, Señor. Muéveme el verte

clavado en una cruz y escarnecido,

muéveme el ver tu cuerpo tan herido,

muévenme tus afrentas, y tu muerte.


Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,

que, aunque no hubiera Cielo, yo te amara,

y, aunque no hubiera Infierno, te temiera.


No me tienes que dar porque te quiera,

pues, aunque lo que espero no esperara,

lo mismo que te quiero te quisiera.

 


Imagen tomada de https://quierocuidarme.dkv.es/salud-para-ninos/temores-infantiles-los-miedos-mas-comunes-en-los-ninos


miércoles, 28 de septiembre de 2022

Por un instante voy a hacer como si no…

Por un instante voy a hacer como si no…

Eduardo de la Serna



Sabiendo que existe, incluso entre mis conocidos, quienes creen que el atentado contra Cristina Fernández de Kirchner fue una farsa, armado, teatro, o como prefieran llamarlo, voy a fingir creer también yo eso. Y repito, “fingir”, porque de ninguna manera tengo sospechas ni dudas al respecto.

¿Es posible que todo haya sido una farsa en el contexto del juicio de “Vialidad”, los alegatos de Luciani y Mola, y de instalar a Cristina de caras al 2023 (elecciones)? Sin duda que creo que  sí es posible. Pero muy distinto es creer que sea probable… y mucho menos aun se así sea. Pero, como digo, haré como que creo que eso posible fue real…

  •          No fue ficción una persona con megáfono en la puerta del Instituto Patria pidiendo “la horca” para la vicepresidenta.
  •          No fue ficción ver personas en marchas ultra agresivas reclamando “cárcel o bala”, o con carteles aludiendo expresamente a la muerte de “Cristina”.
  •          No fue ficción ver bolsas mortuorias con caras o nombres colgadas de las rejas de la casa Rosada.
  •          No fue ficción que en marchas agresivas todos pudiéramos ver una horca o una guillotina.
  •          No fue ficción que alguien, con un arma apta para el disparo, gatillara en la cara de la vicepresidenta.
  •          No fue ficción que el responsable de gatillar fue detenido en el lugar por la militancia – no por la policía – y retenida también el arma (¡y que no fue linchado!) la cual se demostró que no era de agua, sino que tenía 5 balas reales en el cargador, pero ninguna en la recámara.
  •          No fue ficción la comunicación entre los actuales detenidos donde se aludía a la torpeza de Sabag Montiel, a que “a mí no me temblaría la mano”, y a que concretar el homicidio la convertiría en “San Martín” y otros mensajes reales y violentos.
  •          No fue ficción el stand up de la “vecina” y su paseo por los canales.

Y, además, me preguntaba: ¿yo sería capaz de permitir que alguien, que me diera todas las garantías de que el arma – real y apta – no tendría bala en recámara me gatillara en la cara? ¡Ni loco!, diría, en el lenguaje popular (y con perdón de los “locos”).

Pero, además, tampoco fue ficción:

  •          No fue ficción que varios dirigentes de la derecha se negaron a condenar el hecho.
  •          No fue ficción que los que lo hicieron, rápidamente, acompañaban la condena con un “pero…”
  •          No fue ficción que los medios ligados a Clarín y La Nación rápidamente dejaron un manto de sospecha sobre el intento (“supuesto atentado”).
  •          No fue ficción que rápidamente se concentraron horas y horas, tapas y tapas en temas que desviaran la atención, desde la muerte de una señora en Gran Bretaña hasta la detención de un ex conductor televisivo…
  •          No fue ficción que se buscó instalar la idea de “un loquito suelto”, un “lobo solitario”.
  •          No fue ficción que, después del hecho, todos los medios, de lo que Gramsci llama la “hegemonía”, no bajaron ni un cambio en sus discursos de odio, de mentira o de crear enemigos a los que debemos temer…

Es posible que el “kirchnerismo” busque sacar rédito político del hecho, real o ficticio… ¡posible es! Pero no es menos posible que la oposición busque taparlo, negarlo, “dar vuelta la página”, simularlo o dar rápidamente vuelta la página precisamente para sacar rédito político también.

Me parece peligrosa la actitud de “no me interesa”, o “no me importa”. Y, lamentablemente, la sé frecuente en algunos ambientes. O, un poquitito más “micro política”, “no la quiero a Cristina”; como si la cosa fuera querer o no querer, como si el hecho del atentado debiera moverse en esos carriles y no en “real – no real”, o, peor aún, ¿qué hubiera pasado sí…?

Teniendo todo esto en cuenta, vuelvo a mis convicciones. Ver que con intensidad Clarín y La Nación buscan desviar el eje, o – peor aún – negar el hecho, creo que allí está una de las razones fundamentales de mi firme persuasión de que estuvimos frente a un atentado, afortunadamente fallido (la quiera o no a Cristina, afortunadamente fallido, lo repito). Que Clarín y La Nación, que todo un grupete de engendros o engendras políticos intente negar o, por lo menos, tapar el hecho, me hace estar firmemente convencido de que el hecho ocurrió, de que hubiera sido gravísimo que ocurriera lo por ellos deseado, que ellos no son ajenos a que un nuevo “borderline” (o los mismos que serán liberados rápidamente por un poder judicial perverso y cómplice) vuelva a intentar el hecho (en Cristina o en otro sujeto)…

Si antes no tenía dudas, ver que La Nación, en un aberrante editorial de uno de sus apropiadores, con complicidad clarinezca, se dedique a negar el hecho y sembrar dudas, me reafirma en mis convicciones… No sólo de que el hecho ocurrió, sino también de que algunos pretenden que vuelva a ocurrir dejando claro que los autores materiales no serán socialmente condenados por todos y todas aquellas personas que “no la quieren a Cristina”, por todos los que esperan ser gobierno el año que viene ni por la opinión pública-publicada debidamente formateada. ¡Será injusticia!

 

Foto tomada de https://es.123rf.com/photo_128919973_vela-de-humo-y-extinta-sobre-fondo-negro.html?vti=mzbqzcwe1mbij6i7w2-1-3

 

martes, 27 de septiembre de 2022

Dos dosis de miedo, unas gotas de odio… y el fracaso del Evangelio

Dos dosis de miedo, unas gotas de odio… y el fracaso del Evangelio

Eduardo de la Serna



No hace falta hacer referencia a los temores infantiles a la oscuridad, a personajes mitológicos (el cuco, el hombre de la bolsa) o a los temores introyectados por otros temores anteriores, por ejemplo, paternos, a animales, tormentas, etc. También es evidente que estamos transidos por fobias (fobos, en griego es miedo) … en todas las variantes contemporáneas sean sociales o neuróticas, etc. … Lo que me parece evidente es que en nuestra sociedad (quizás a cusa de las inestabilidades, la falta de cierto tipo de seguridades, etc.) es muy fácil introyectar miedos. Y saber que esos tales temores serán fácilmente creídos. Los inventos recurrentes de una “camioneta blanca” que secuestra niñxs, en ciertos tiempos, suelen ser muy frecuentes. Pero lo que me parece para destacar es que hay quienes sacan mucho provecho de los miedos reales o ficticios que se han creado: miedo a los extranjeros (y a lo extraño), miedo a los mapuche, miedo a la inseguridad, miedo hasta al que vendría a realizar el censo (entre paréntesis… ¿cuándo se va a realizar el censo en los innumerables lugares no censados?). La cuestión es crear miedos… y el miedo a los migrantes logra, por ejemplo, el auge de las derechas en Europa y el Norte (lo de Italia, lo de VOX, Le Pen y otros engendros del temor me parece evidente… y preocupante). Y una vez que ha sido abundantemente creado el miedo, aparecen las pocas gotas de odio que provocan la mezcla explosiva que vivimos en el día a día (o morimos, quizás). Una vez que el miedo nos paraliza, basta con un poquito de odio para que solo busquemos la desaparición física o simbólica de quien nos aterroriza de solo pensarlo o pensarla. Su exterminio nos dará la paz tan ansiada. ¿Quién no quiere vivir en paz?

Siempre es más fácil creer, aunque más no sea una tontería. Al fin y al cabo… “más vale…”, “el miedo no es zonzo”. 

El miedo nos encierra en nosotros mismos, nos hace abrirnos solo a unos pocos, bien probados, familiares y amigos. El otro, la otra, otre, otros, otres entra en el resbaloso espacio del adversario, o incluso, del enemigo. Espacio que, por lo menos, deseamos lejos (los pobres lejos de la ciudad, por ejemplo; los migrantes en sus países de origen, y otros u otras, mejor muertos (total, después, nuevo miedo mediante, haremos creer que “todo fue armado”).

La Primera carta de Juan lo dice con meridiana claridad:

Nosotros hemos conocido y hemos creído en el amor que Dios nos tuvo. Dios es amor: quien conserva el amor permanece con Dios y Dios con él. El amor llegará en nosotros a su perfección si somos en el mundo lo que él fue y esperamos confiados el día del juicio.

En el amor no cabe el temor, antes bien, el amor desaloja el temor. Porque el temor se refiere al castigo, y quien teme no ha alcanzado un amor perfecto.

Nosotros amamos porque él nos amó antes.

Si uno dice que ama a Dios mientras odia a su hermano, miente; porque si no ama al hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y el mandato que nos dio es que quien ama a Dios ame también a su hermano. (1Jn 4:16-21).

El amor y el odio van de la mano, y ahí no tiene cabida el amor. El amor es el corazón del Evangelio de Jesús, y es evidente que, en nuestra sociedad, el amor a Dios y a los / las / les hermanxs ha dejado su lugar al encierro, la cancelación, la negación o hasta la búsqueda de la desaparición del otro, otra u otre. Eso sí, para tener “paz” (yo, claro… el resto que reviente).


Foto tomada de https://www.hogarmania.com/salud/salud-familiar/prevencion-cuidados/miedo-paraliza.html

El reino de Dios y el fracaso de la cruz. Comentando un artículo reciente.

El reino de Dios y el fracaso de la cruz. 

Comentando un artículo reciente.

Eduardo de la Serna



Acabo de leer un muy interesante artículo de Benjamin J. Burkholder, “The Kingdom of Jesus and Atonement Theology: Friends or Foes?Biblical Theology Bulletin 52 (2022) 111-120. Partiendo del presupuesto, que parece indiscutible, que el tema central de la predicación es el Reino de Dios, la pregunta es si este tiene o no relación con la “teología de la expiación”. Presenta a una serie de autores contemporáneos que rechazan a uno u otro tema por entenderlos contradictorios entre sí, pero, finalmente, recurriendo a Albert Schweitzer y a Martín Hengel (autores de principios y mediados del s. XX respectivamente) concluye:

Hemos establecido que el Reino fue central en el ministerio de Jesús y que los pasajes del Evangelio más citados como apoyo a la teología de la expiación tienen próxima la llegada del Reino y el mesianismo de Cristo. Por lo tanto, corresponde a aquellos que desean ser fieles a los Evangelios unir la expiación y el Reino y dar a la proclamación del Reino la centralidad que posee (120).

Sin embargo, me parece importante aclarar algunos elementos que acotan el texto, lo relativizan, o, incluso, lo enriquecen.

No es claro, en el texto, que el autor distinga el Jesús histórico del Jesús de Marcos (o de Mateo, al que también alude). Que Marcos presente una teología o interpretación de la muerte de Jesús no debería, al menos no necesariamente, interpretarse como propia de Jesús. Parece sensato entender que Jesús, a medida que avanzaba en su ministerio y que se aproximaba su pasión, probablemente en parte prevista por él, intentara entender, pensar, teologizar su vida, su muerte, su sentido. Y, obviamente, lo mismo hicieron, con aportes, nuevos criterios, intenciones acordes a sus comunidades y problemas, los Evangelistas… Nada de esto quita un ápice a la seriedad y profundidad de la interpretación y sentido que, por ejemplo, Marcos da a la pasión de Jesús, pero no sería sensato identificar su clima de conflicto y violencia, crisis con el Imperio Romano y la situación particular de martirio de la comunidad como algo que, al menos “a la letra” fuera propio de Jesús. Nada de esto parece ser tenido en cuenta en el texto.

Con razón señala el rol del relato de la Cena en la lectura expiatoria de la muerte de Jesús, particularmente en las palabras sobre la copa (14,24). John P. Meier sostiene que al final de su ministerio Jesús juega la “carta David” (157, 160) lo que acentúa el conflicto con las autoridades del Templo. A esto no será ajeno el poder político. Así lo dice:

Con este final de acciones simbólico-proféticas Jesús interpretó su muerte cercana como la total donación de sí mismo para llevar a cabo lo que había buscado realizar, pero no hizo: la restauración de la relación de alianza de todo Israel con Dios en el fin de los tiempos. Si la alianza sellada por la sangre de Jesús se parece más a la alianza original mediada por Moisés en el Sinaí (Ex 24:8) o la a nueva (¿renovada?) alianza prevista por Jeremías (31:31) no está claro. Por estos símbolos, sin embargo, Jesús interpretó su muerte como una especie de sacrificio de la alianza (¿con insinuaciones adicionales de un sacrificio expiatorio a través del siervo sufriente de Isaías 52-53 o los mártires Macabeos? [John P. Meier, “The Historical Jesus”, en The Jerome Biblical Commentary for the Twenty-First Century, J. J. Collins - G. Hens-Piazza - B. Reid - D. Senior (eds.), London-New York (2022) 145-163 (160)].

Como se ve, la lectura del Jesús histórico que hace Meier afirma que él interpreta su muerte como “una especie de sacrificio de la alianza” y lo expiatorio pueden ser “insinuaciones adicionales”; no da por supuesto un sentido expiatorio a la interpretación que Jesús mismo da de su muerte. La referencia que hace a los Macabeos se refiere al apócrifo llamado 4to libro de los Macabeos. Allí, luego de hablar del martirio de los siete hermanos, el autor concluye interpretando:

Ellos, que se santificaron por causa de Dios, no solo fueron honrados con tal honor, sino también por causa de Dios, no sólo fueron honrados con tal honor, sino también con el de lograr que los enemigos no dominarán a nuestro pueblo, que el tirano fuera castigado y nuestra patria purificada: sirvieron de rescate por los pecados de nuestro pueblo. Por la sangre de aquellos justos y por su muerte propiciatoria la divina providencia salvó al antes malvado Israel (4 Mac 17,20-22; trad. M. López Salvá, en Apócrifos del Antiguo Testamento III, A. Diez Macho (ed.), Madrid 1982, 164).

Un problema adicional en la lectura del texto radica en qué se entiende y cómo se entiende la llamada “teología expiatoria”. Sensatamente Christopher M. Tuckett sostiene que la idea de la expiación es claramente amplia y las imágenes son variadas. Algunos autores bíblicos, por ejemplo, utilizan más de una imagen en sus escritos, por lo que parece sensato no concluir de una imagen más de lo que el mismo texto afirma, y – además – estar abiertos a la ampliación o relativización de la imagen. Es clásica, por ejemplo, la lectura expiatoria surgida a partir de la teología de San Anselmo, y – debe entenderse – ciertamente hoy ésta es hoy muy discutible en ambientes académicos, como Burkholder mismo lo señala (117, partiendo de Schweitzer). Tuckett destaca, por ejemplo [C. M. Tuckett, “Atonement in the NT”, Anchor Bible Dictionary I (1992), 518-522], que hay muchas imágenes que reflejan la idea de expiación, es decir, que los seres humanos estén en plena relación con Dios. Para ello influye, sostiene, entender qué se entiende de la condición humana que rompe, obstaculiza o dificulta esa relación: puede ser el pecado, la impureza, la ignorancia, la opresión, etc. Así visto, por ejemplo, será expiatorio un sacrificio, la reconciliación, la revelación, la victoria sobre los poderes maléficos, etc. Y cada cosa es verdaderamente expiatoria. Un buen ejemplo viene dado por la idea de la redención – rescate (al que recurre Marcos 10,45 y alude el autor). El rescate empieza su imagen en el ambiente de los esclavos (o de los prisioneros de guerra) por los que alguien (un go’el, por ejemplo) paga un rescate en orden a obtener su liberación. Ahora bien, en el ejemplo supremo de la idea, Dios rescata a su pueblo esclavo de Egipto, y allí no se hace referencia a ningún pago (Dios no pagó por el rescate) ni tampoco a un destinatario del pago. Los padres de la Iglesia se preguntaban a quién pagó Cristo por el rescate (ver 1 Cor 6,20; 7,23) y algunos decían que a Dios y otros que al diablo… Nada de eso interesa en el texto, por cierto.

A esto debemos añadir que el problema de la concepción sacrificial y su trasfondo de violencia sagrada no parece figurar en las preguntas del texto. Y parecieran necesarias de ser formuladas. Sin detenerse en el análisis, sino solamente presentando el hecho, por ejemplo, ese es el motivo por el que Stephen Finlan – uno de los autores contemporáneos que cita al comienzo del artículo – rechaza los textos que implican un “pensamiento sacrificial” entendiéndolos como no provenientes del Jesús histórico, aludiendo a un marco litúrgico (113). No necesariamente lo expiatorio debe ser “sacrificial”, especialmente entendido desde los trabajos de René Girard, y no parece justo ignorarlos.

Finalmente, creo importante notar que, en varios autores del Nuevo Testamento, la muerte de Jesús no parece separable de la resurrección, y – entonces – si bien el escándalo de la cruz debe seguir vigente, no siempre parece sensato relacionar la reconciliación con la cruz de Jesús desligándola de la resurrección, por ejemplo.

La sangre de Jesús, sacrificial, expiatoria, como pago por los pecados, pareciera estar en el trasfondo de al menos cierta “teología expiatoria” y, así vista, no parece coherente ni con la predicación del Reino de Dios, ni con los dichos que parecen sensatos atribuir al Jesús histórico en el final de su ministerio. Textos como Mc 10,45 y 14,24 tienen otras lecturas muy probables y no tener en cuenta, al menos para el diálogo, las otras opiniones, quita profundidad a un texto que podría haber sido más interesante y prometía ser más sugerente.

Comentario a las lecturas bíblicas, domingo 27º C

 La fidelidad en el servicio no espera recompensa

DOMINGO VIGESIMOSÉPTIMO - "C"

Eduardo de la Serna




Lectura de la profecía de Habacuc     1, 2-3; 2, 2-4

Resumen: La situación del pueblo es dramática. La opresión imperial lo angustia y Dios parece en silencio. Pero Dios le afirma que más tarde o más temprano El tomará partido por el justo, y aniquilará al injusto. Y  Dios es fiel y llevará al justo a la vida plena.

No es fácil leer el profeta Habacuc. Especialmente porque su obra aparece como ambigua en lo cronológico, y lo literario. Con frecuencia se habla de los justos y los impíos, sin que haya indicios para saber a quiénes se refiere en particular. Es probable que la reflexión del mismo profeta a lo largo del tiempo lo haya invitado a ser más genérico porque lo que plantea no es sólo para un momento concreto sino abierto a otros. Pareciera que la primera parte – siempre presentado como un diálogo entre el profeta y Dios (cap. 1-2; el profeta se queja: 1,2-4 y 1,12-17; y Dios responde 1,5-11 y 2,1-5) - Habacuc se queja del silencio de Dios ante la opresión de los egipcios a Israel con el rey títere que estos pusieron luego de la muerte de Josías (v.2). Pero se levanta Babilonia como nuevo imperio que destronará a los asirios y acabará con la opresión de los egipcios (que eran aliados de éstos) [vv.5-8]. Sin embargo, Babilonia será más terrible todavía (vv.12-17) y Dios le afirma que muy pronto llegará el tiempo de la venganza (2,2-5). La desaparición literaria de los personajes (Egipto, Babilonia) permite leer el texto como una crítica aguda a todos los imperialismos. Incluso va más allá de Judá y se preocupa por todos los saqueados (2,8), humillados (2,10), destruidos (2,15) por la potencia imperial. Este es el contexto de la lectura de hoy.

El clima desde el que el profeta clama a Dios –que no parece intervenir- es de “violencia”, término usual en el texto [1,2.3.9; 2,8.17 (x2)] con la que se refiere a las violaciones a la dignidad humana propias del imperialismo. Esa anarquía se manifiesta en el triunfo del injusto frente al justo (v.4), el “justo / inocente” oprimido por el culpable, sin que nos quede claro quiénes son estos sujetos, a los que se aludirá nuevamente en la segunda pregunta-respuesta. Como es frecuente en los Salmos, el profeta clama “hasta cuándo” ocurrirá esto? (Sal 13,2-3)

El diálogo entre el profeta y Dios sigue, pero es omitido por la liturgia que salta al cap. 2 que retoma con una nueva respuesta de Yahvé (2,2) [de este modo, la primera pregunta del profeta aparece como respondida con la segunda respuesta, particularmente porque el motivo por el que se ha incorporado esta lectura litúrgica parece radicar en 2,4; “el justo, por su fidelidad vivirá”]. 

Dios presenta lo que va a decir de un modo solemne (vv.2-3) afirmando que eso ocurrirá, aunque se demore un poco; el profeta debe escribir la respuesta de Dios (es aquí donde probablemente se quiera destacar que esto, válido para un momento concreto de la situación dramática del pueblo, es válido para todos los momentos, y por eso debe dejarse por escrito). Y el contraste está entre la suerte final del justo y el injusto: la vida y la muerte (v.4). Aquí se presenta la sentencia, aunque en los versículos siguientes se detendrá en la suerte del impío, que será acompañado de 5 lamentaciones (“¡Ay de…!”, 2,6b. 9. 12. 15 y 19). La construcción del anuncio sobre el injusto no es sencilla. Literalmente dice “He aquí, el inflado no se mantendrá en su alma”. El término hebreo nepes permite diferentes lecturas (alma, vida, garganta, respiración, tragar) que le servirá para jugar con los sentidos en los versos siguientes aludiendo a que la muerte “tragará” al injusto así como es insaciable el apetito del imperio (babilonio, en este caso) por saquear y “devorar”.

El contraste viene dado, obviamente con la suerte del fiel. Éste justo se confía en Dios y no en sus riquezas y poder (v.5) y por eso “vivirá” (de la suerte del justo hablará en el cap.3). Su vida es consecuencia de su (“su” ¿de quién? ¿De Dios o del justo?) ‘emunah (que en hebreo es fidelidad, confianza) traducida al griego por písteôs (fe) señalando un pequeño cambio que influirá en el NT. La fidelidad, algo que afecta toda la vida del justo, repercutirá en su vida (“vivirá”). Puede decir que el justo vivirá por la fidelidad de Dios a su pueblo y la Ley (que el injusto viola sistemáticamente), y esto queda escrito para la posteridad. No es que el justo viva (en el texto hebreo, porque -como se dijo- el griego modifica esto) por sus actitudes, sino porque Dios es “creíble”, “fiel” y eso lo ha “escrito” para la posteridad. 


Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo     1, 6-8. 13-14


Resumen: el discípulo de Pablo se dirige a Timoteo señalándolo como heredero auténtico de la predicación del Apóstol. Predicación ya presentada como algo “fijo” que se debe cuidar y conservar, y transmitir “fielmente” movido por el Espíritu, a diferencia de lo que los “falsos maestros” hacen en la comunidad.

La organización y estructuración avanza en el cristianismo de la segunda y tercera generación. Y un discípulo de Pablo, en su nombre, intenta ayudar en este sentido. Es posible que para la redacción de esta carta se haya ayudado de viejos fragmentos de cartas auténticas de Pablo (de hecho parece bastante más personal que las otras dos “Pastorales”). Sin embargo, la redacción tardía nos permite reconocer un elemento clásico en ellas: conservar lo recibido (vv.12.14). 

La primera referencia es a la “imposición de las manos” con la que hay expresada una delegación. Timoteo tiene la responsabilidad de transmitir y conservar fielmente el “depósito” que Pablo le ha comunicado. Para ello Timoteo cuenta con el espíritu que le fue dado que es espíritu de fortaleza, amor y autocontrol (moderación), entendidos como don de Dios; con el evangelio que nos salva y llama, y del cual Pablo es buen testigo de quien Timoteo puede aprender. Es posible que “Pablo” tenga en mente Dt 34,9 donde “imposición de manos” y “espíritu” vuelven a encontrarse para referir a una sucesión: Josué es señalado como sucesor del ministerio de Moisés. El marco conflictivo de la carta puede indicar que Timoteo -y no los adversarios- es el verdadero heredero de Pablo.

Pablo ya ha muerto (4,6) y Timoteo aparece como un buen continuador de su ministerio, por eso debe “reavivar el carisma” de Pablo (v.6); en 1 Tim 4,14 ese carisma fue comunicado por la imposición de las manos de los presbíteros, pero con el acento –aquí- en la delegación misionera personal de parte de Pablo (de hecho hay textos con reminiscencias paulinas expresamente escogidos: cf. Rom 1,16; 8,12-17; Ef 2,4-8).

Los vv.13-14 anuncian dos aspectos que luego desarrollará negativamente en v.15 y positivamente en vv.16-18. Lo importante es que –a diferencia de Pablo- aquí el Evangelio es algo fijo, estable que se debe “conservar” y transmitir “fielmente”, ya se trata de un depósito.


Evangelio según san Lucas     17, 3b-10


Resumen: Una serie de textos señalan algunas características del discipulado: el perdón, la importancia de la fe y la disponibilidad en el servicio que no espera recompensa. Los primeros parecen más universales que el segundo, que parece dirigido a los que tienen alguna responsabilidad en la comunidad.

Una serie de textos diversos componen un nuevo discurso de Jesús en su viaje a Jerusalén. Uno sobre los escándalos (17,1-3a), sobre las ofensas entre hermanos (3b-4), sobre la fe (vv.5-6), sobre el servicio (vv.7-10). Los tres últimos constituyen el texto del día. El primero [1] (3b-4) tiene alguna semejanza con Mt (18,15.21-22), el segundo [2] tiene su paralelo en Mt y Mc (Mc 11,20-24 / Mt 17,20; 21,20-22) y el tercero [3] es propio de Lucas. Veamos brevemente ambos paralelos para notar sus diferencias:

[1] 

                             Mt 18
                 Lc 17.3b-4
15 «Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, 
a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. (Mt 18:15)
¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?»  22 Le dice Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete». (Mt 18:21-22)
«Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale.



4 Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: «Me arrepiento», le perdonarás».

Y el otro: 
[2]

Mt 17,20
      Mt 21:20-22
     Mc 11:21-24
     Lc 17:5-6









Él les contestó: –
Porque ustedes tienen poca fe. Les aseguro que, 


si tuvieran la fe del tamaño de una semilla de mostaza,

dirían a aquel monte que se trasladara allá, y se trasladaría.







Y nada sería imposible para ustedes.


20 Al verlo los discípulos se maravillaron y decían: «¿Cómo al momento quedó seca la higuera?»
 21 Jesús les respondió:   
«Yo les aseguro: si tienen fe y no vacilan, no sólo harán lo de la higuera, 



sino que si aún dicen a este monte: «Quítate y arrójate al mar», así se hará.





22 Y todo cuanto pidáis con fe en la oración, lo recibiréis».


21 Pedro, recordándolo, le dice:
«¡Rabbí, mira!, la higuera que maldijiste está seca».
 22 Jesús les respondió: «Tengan fe en Dios.





 23 Yo os aseguro que quien diga a este monte: «Quítate y arrójate al mar»


y no vacile en su corazón sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá.
 24 Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis.
5 Dijeron los apóstoles al Señor; «Auméntanos la fe».





6 El Señor dijo:




«Si tuvieran fe como un grano de mostaza,

habrían dicho a este sicómoro: «Arráncate y plántate en el mar», y les habría obedecido».

El texto propio de Lucas, en cambio, parece el contraste de lo señalado en Lc 12. Notar, por ejemplo este contraste:
 [3]

12,37
17,7-8
37 Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo les aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá.
7 «¿Quién de ustedes tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: «Pasa al momento y ponte a la mesa?»  8 ¿No le dirá más bien: «Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?»


El primer texto [1], sobre la ofensa y el perdón presenta, por un lado la primera actitud, la reprensión. Esto supone corregir al errado. Es posible que a causa de eso el ofensor se arrepienta, y allí se propone la segunda actitud: el perdón. Quien espera ser perdonado por Dios, debe ser capaz de perdonar, él a su vez, a los que lo han ofendido. Pero esta capacidad de perdón, debe ser ilimitada (el número 7 tiene aquí ese sentido –ver Sal 119,164-; en Mateo alude a Lámek, Gen 4,24); pero es “7 veces al día”, como cada día debe cargarse la cruz (9,23) porque la exigencia del discipulado es cotidiana. Pero siempre debe presuponerse el paso previo de la conversión, como condición necesaria. En esta segunda parte, se refiere al pecado interpersonal (“contra ti”), no a una violación de la Ley, en este caso. Los verbos “pecar” y “arrepentimiento” junto al término “hermano” pueden remitir fácilmente a la parábola del padre y los dos hijos.

En el apócrifo judío Testamento de Gad se encuentra una sentencia semejante:

“Ámense de corazón unos a otros, y si alguno comete una falta contra ti, díselo con paz, apartando el veneno del odio sin mantener el engaño en tu alma- Y si tras confesar su culpa se arrepintiere, perdónale…” (6,3)


El segundo texto [2], sobre la fe, como se ha visto es diferente en Lc (quizás más fiel a Q) que en Mc, donde hace referencia a un monte. Un dicho semejante encontramos en 1 Cor 13,2. Es posible que la referencia al “monte” fuera un dicho o proverbio tradicional. El sicómoro (sikáminos) sólo se encuentra aquí en todo el NT (y su semejante sikomoréa solamente en Lc 19,4 en todo el NT) y es probable relectura de Lucas al texto.

El pedido de aumento en la fe (¿o de seguridad en la fe?) es rechazado. El más o menos no cuenta si la fe existe. Si la hay, es capaz de obrar milagros. 

Finalmente [3] se presenta una parábola de un hombre que tiene un siervo (esclavo) en el campo. La idea de “¿quién de ustedes?” que tiene un esclavo no parece siempre coherente con las multitudes que escuchan y siguen a Jesús. Es posible que el texto sea originalmente parte del debate con las élites (como los fariseos) a los que reclama que sean capaces de servir sin reclamar su recompensa. 

La parábola está presentada como una doble pregunta, una que requiere una respuesta negativa, seguida por una que reclama una afirmación de parte del auditorio. El auditorio comprende fácilmente que el siervo no ha de esperar nada por haber hecho lo mandado (la analogía patrón / esclavo es habitual en Lucas: 12,35-40.42-48; 13,25-27; 14,16-24; 16,12-13). Obviamente, Lucas lo está refiriendo a la relación de los discípulos con respecto a Dios. El siervo reconoce su inutilidad (no se trata de “simple servidor” sino de “servidor inútil”, arjeirós). El contraste con aquellos que esperan la recompensa de parte de Dios refuerza el sentido de este reconocimiento. No es improbable que en la comunidad de Lucas ya hubiera quienes tenían cierto sentimiento de “casta”, de “clero” y el autor quiere invitarlos a la humildad.

El video con comentario al Evangelio del domingo se puede ver en

https://blogeduopp1.blogspot.com/2022/09/video-con-comentario-al-evangelio-del_26.html

o también en

https://youtu.be/psVfu0f1QpQ



Foto tomada de cvclavoz.com

lunes, 26 de septiembre de 2022

Video con comentario al Evangelio del domingo 27º "C"

Video con comentario al Evangelio del domingo 27º "C"


también puede verse en

https://youtu.be/psVfu0f1QpQ

Eduardo

sábado, 24 de septiembre de 2022

Elogio del fracaso

Elogio del fracaso

Eduardo de la Serna



Quiero hacer una breve reflexión. En realidad, parto de una convicción personal y, a partir de ella, algo que me resulta divertido. Divertido y curioso.

Lo que me resulta tal es el hecho de que muchos amigos y amigas buscan denodadamente defenderme… ¡de mí!

No se trata, por cierto, de que yo busque lastimarme, agredirme, u otras variantes autodestructivas. No es eso.

Me explico. Hace muchos años (¡muchos en verdad!) yo vengo sosteniendo y diciendo claramente que ¡he fracasado! Me explico: Ya desde el seminario he dado clases. Y desde el diaconado (1981) clases de Biblia en institutos, profesorados, facultades, cursos y charlas. Y, en general, la recepción que he escuchado o han repetido ha sido muy halagüeña, felicitaciones, aplausos. Pero, después, a la hora de las repercusiones, en general, veo que nada de lo que he comunicado ha sido acogido. Pongo ejemplos: cuando me cuentan que el cura X dijo Tal cosa, o escucho o veo “Via Crucis” o “Pesebres”, o comentarios, o preguntas me digo: alguien que fue estudiante y de quien yo fui su docente ¡no puede!, bajo ningún punto de vista puede decir eso, o preguntar aquello. ¡No puede! Y cuando no es uno, no son dos, sino que es la inmensa mayoría, la sensación obvia es que he fracasado. Y trato de mejorar la dinámica, la pedagogía, los ejemplos, pero no puedo dejar de decir lo mismo (actualizado, por cierto, porque los estudios bíblicos son muy activos, afortunadamente). No puedo porque creo que eso es lo que hay que decir. Es decir, saber que el fracaso seguirá vigente.

Pero lo divertido, y a eso me refiero aquí, es que cuando lo comento, decenas de amigos y amigas me quieren defender (además que aquellos y aquellas que cambian de tema o hacen silencio tipo “¡otra vez este con esas tonterías!”). Y acá mi reflexión.

¿Cuál es el problema de fracasar? ¿Por qué tanto miedo al fracaso? Yo no me muevo ni quiero mover en el esquema de winner – loser. No entiendo la vida como un partido de fútbol o un campeonato en el que, obviamente, se pretende ganar, o evitar perder.

Hace muchos años, mirando a Jesús (y – para que no se me malinterprete – sólo lo menciono a modo ilustrativo, no como ejemplo o comparación) es evidente que, en su ministerio, en algún momento, a raíz de circunstancias varias, Jesús experimentó el fracaso (“fracaso de Galilea” lo llaman algunos). ¿Y qué hizo Jesús en el contexto del fracaso? ¡siguió haciendo lo mismo! Él estaba convencido que eso era lo que debía hacer y siguió haciéndolo. Quizás en lugar de dirigirse a las multitudes empezó a dirigirse especialmente al grupo que lo acompañaba, pero siempre haciendo lo mismo, diciendo lo mismo. El fracaso no era el problema ni el tema. El Reino de Dios, predicarlo, ilustrarlo, presentarlo era el tema. Y ese fracaso llegó a la plenitud en la cruz. Expresión plena del fracaso. En todo caso, si se quiere, el tema no es el fracaso de Jesús sino si fracasó o no el Reino de Dios.

Otro ejemplo, también ilustrativo, ocurre en un texto de Pablo (2 Corintios 2,14). Allí Pablo dice que “Dios nos lleva en su triunfo en Cristo”. Cuando comento el texto, lo primero que hago es explicar de qué se trata con un “triunfo” (que nada tiene que ver con nuestro uso habitual del lenguaje). Muestro que se trata de una liturgia militar, en la que delante van los jefes vencidos son paseados con sus mejores atuendos, junto con los trofeos de guerra para “honrar” al jefe vencedor de la guerra que mereció tal celebración (que rara vez se concedía). Detrás del vencedor, a quien se le concedía “el triunfo” y se exhibía en un carro con cuatro caballos, que pasaría debajo de un “arco de triunfo”, marchaban los generales co-vencedores. La procesión finalizaba con el sacrificio a los dioses de los vencidos y la fiesta de los vencedores. Cuando cuento esto, formulo la pregunta: Dios nos lleva en su triunfo, ¿cómo vencedores o como vencidos? Y unánimemente la respuesta es como “vencedores” (yo creo todo lo contrario, y trato de mostrarlo, a continuación). Ser vencidos, ser derrotados, parece algo espeluznante.

Y aquí empieza mi pregunta… Si somos seguidores de un derrotado, ¿por qué tenemos tanto miedo a serlo? ¿Por qué mis amigos me quieren defender de mi explicándome cosas que no logro creer o asumir?

En lo personal, obvio que, en clases, trato de explicar lo mejor que sé, ilustrar lo mejor posible, actualizarme y ser el mejor docente que estoy capacitado a ser, pero mi objetivo es tratar de que sea recibido aquello que debo transmitir. Obviamente no puedo cambiarlo, minimizarlo, acotarlo… Ser profesor de Biblia significa tratar que la Biblia sea conocida, recibida, aceptada, y hasta amada. Pero sabiendo que, como pasó con Jesús, por ejemplo, con Pablo, con tantos y tantas, eso no significa que vaya a ser bien recibida, o aceptada, o conocida.

Finalizo con un ejemplo más: es evidente que muchísimas veces, los seres humanos, al exaltar a alguien (y “en cristiano” un ejemplo es el reconocimiento de alguien como santa o santo) solemos domesticarlo. Hacerlo entrar en casa (domus) de modo que no nos obligue a cambiar, que no nos desarme todo lo que ya tenemos organizado y estructurado. Y, entonces, bien acomodado o acomodada lo/a recibimos y “aplaudimos”. Con lo que solemos amputarle toda su novedad, lo subversivo, lo profético, lo creativo, sus desafíos. En cierto modo, al domesticarlo, lo o la hemos hecho “como nosotros”, uno o una más. Y nos quedamos cómodos con eso. Hemos hecho triunfar a alguien, pero ella o él, ¡han fracasado!


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