jueves, 24 de noviembre de 2022

“Salva tu alma”

“Salva tu alma”

Eduardo de la Serna



Durante mucho tiempo se escuchaba decir y repetir como una fórmula, “salva tu alma”. La frase ya no se escucha tanto, aunque, cada tanto, algo semejante reaparece.

"Salva". Empecemos destacando que, como ya lo hemos dicho, si de “salvación” se trata, esta, siempre, es un regalo de Dios. Por tanto, por encima de todo se debe destacar que no existe posibilidad de que alguien “salve” o "se salve". En todo caso se debería pedir, o buscar, o esperar que “Dios te (o "nos") salve”. En este caso, se puede dejar el terreno sembrado para que Dios actúe, se puede pedir que Dios lo haga, se puede colaborar con el obrar de Dios, pero siempre sabiendo que de iniciativa de Dios se trata. Nadie puede “salvarse”, sin duda ninguna.

"Tu". En segundo lugar, destaquemos que el encuentro con Dios no es individual. Se trata de una comunidad eclesial. Lo que se ha repetido con mucha frecuencia (quizás tomando la imagen de la vid y los sarmientos que encontramos en Juan 15,1-17) es que no nos salvamos solos, sino “en racimo”. En ese sentido, entonces, tampoco tiene cabida el “tu” ya que este es parte de un “nosotros”, parte de un pueblo.

"Alma". Pero, quizás, el tema más importante radique en la idea del “alma” (como cuando hacíamos referencias a las “almas del purgatorio”). Influido por el ambiente griego, que es dualista, a imagen comúnmente usada empezó a ser que el ser humano estaba “dividido” en “cuerpo y alma”, y que en la muerte “se separa el alma del cuerpo”. El alma asciende, o espera o es “condenada” mientras el cuerpo aguarda la resurrección para luego seguir los pasos del alma. Esto es aun más serio cuando el cuerpo es visto como algo negativo que se debe “domesticar” como ocurrió y ocurre en algunas espiritualidades para las cuales “el cuerpo es cárcel del alma”. Para estas antropologías, se trata del alma, que está ya, o no con Dios. En ese caso, son las almas las que participan o quedan excluidas del encuentro con Dios.

Pero, como ya lo señalamos, esto tiene influencia griega, no es así como lo plantea la Biblia. Para el mundo bíblico, el ser humano no acepta “divisiones” (como las de “cuerpo y alma”). El ser humano es una integridad, y si por algún motivo se destaca algún elemento, es en orden a la totalidad bajo un aspecto. El término hebreo néfesh, que se traduce al griego psyjê, hace referencia a lo que llamamos “alma”, pero también a la “vida”. Todo “ser vivo” es “alma viviente” (también los animales, por cierto). Así, por ejemplo, como la experiencia de la violencia indica que una persona que se desangra, muere, la imagen indicará que “el alma” (= la vida) está en la sangre (Génesis 9,4), por eso los judíos no pueden comer comida sin desangrar. Así, concretamente, al hablar de “cuerpo”, se destaca el ser humano - la totalidad - bajo el aspecto de la comunicación; también el “alma” es el ser humano - la totalidad - como ser vivo, etc. No se acepta una división, en el ambiente bíblico. Por eso, al morir, todo el ser humano va al lugar del “descanso” (sheol, hades). Cuando, tardíamente, se empieza a pensar en la resurrección, ese ser humano que “dormía”, todo él se levantará, no una "parte".

Como puede verse, no tiene sentido bíblico la imagen de las almas como sobrevivientes de la muerte.

Por tanto, ni es posible “salvar”, ni es “mi” sin un todos ni un “alma” sin un cuerpo. Esto explica por qué, en general, la fórmula ya no se utiliza. Se trata de toda una comunidad humana (eclesial) la que se sabe amada por Dios a quien, Él, a su vez, ama. Es por ese encuentro de amor que, la comunidad, espera confiada que Dios se le dé a sí mismo como don y regalo. Y ese regalo será, precisamente, que esa comunidad, viva y llena de la vida regalada por Dios, participará íntegramente de la fiesta del encuentro. A eso llamamos "salvación".

La imagen de “salva tu alma”, además de poner el acento en uno y no en Dios, en los méritos, o sacrificios que se supone que se deben hacer para “salvar”, es no solo notablemente individualista y no deja lugar a Dios, sino que pretende alcanzar la salvación por el propio esfuerzo y mérito, sino que, además, omite la humanidad plena (solo el alma). Esto es muy diferente a la imagen, que, sí es bíblica, y frecuentemente usada por Jesús, de una fiesta. Una fiesta es comunidad, es cuerpo, es vida. Sin duda no se trata de que Dios mire como espectador nuestros esfuerzos por merecer la salvación, sino de que el nos invite, y celebre con nosotros la vida, la música, la comida y la bebida, el canto y el baile, el encuentro y la alegría.

 

Imagen tomada de https://phmuseum.com/marcovernaschi/story/ahicito-nomas-e46da6d4c2

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