sábado, 30 de diciembre de 2023

Por un 2024 de abrazos resistentes (curas OPP)

Por un 2024 de abrazos resistentes

 


Se acerca un fin de año desconcertante y triste. No solamente las mesas estarán vacías, sino que las esperanzas de miles de hogares están sin motivos de alegría y de encuentro. Empieza un nuevo año, que siempre es motivo de celebraciones y de ilusiones que hoy se enfrentan con la angustia y la motosierra a sus expectativas.

La democracia, que, con todas sus limitaciones, aporta un marco de reclamos, de resistencia o de división de poderes, se ve avasallada con un DNU a todas luces inconstitucional y con leyes autoritarias, represivas y violentas que generan graves perjuicios desordenando la vida de la gran mayoría de los habitantes de nuestra Patria. El poder legislativo es reemplazado por un decreto de cosas sin necesidad ni urgencia algunas, y un poder judicial cada vez más cómplice del saqueo y el racismo.

Sabemos que en muchas casas de nuestras comunidades se mirarán a los ojos como no entendiendo, como no esperando. Y escuchando, entristecidos, algunas voces que celebran que “hay que darles con todo a estos negros planeros” o cosas por el estilo. Y, con la esperanza que nos da saber que Dios siempre está del lado de las y los pobres, queremos invitar a nuestras comunidades a una esperanza resistente, a reclamos en paz, para no alentar a represores o represoras borrachas de sangre y odio y a unirse y reunirse (aunque sean más de tres) para rezar, para pensar, para mirar desde la Palabra y la realidad que “Dios no quiere” que haya víctimas de modelos económicos de hambre y de miseria.

Queremos desearles a todos y todas un buen año 2024 con la esperanza de que otro mundo es posible, y que más tarde o más temprano lo iremos construyendo. Y celebrando.

 

Curas en opción por los y las pobres

30 de diciembre de 2023

Contactos: 

 

Guillermo Fernández Beret (La Rioja) 380 428 6596

Roberto Ferrari (San Isidro) 11 2611 0002

Eduardo de la Serna (Quilmes) 11 3296 8389

Sergio Rafaelli (Santiago del Estero) 385 478 0808

 

viernes, 29 de diciembre de 2023

Leyendo y recordando a Jeremías

Leyendo y recordando a Jeremías

Eduardo de la Serna



Resulta que avanzaba el ejército babilónico. El más poderoso de su tiempo. Y, tras su paso, y todos lo sabían, deportación, crímenes, exilios, desmembramientos, violaciones, destrucción. Y avanzaba resueltamente. ¿Quién podría detenerlo?

En Israel el terror estaba en las mentes de todos. Algunos pudieron escapar; Egipto parecía una buena solución. Pero ¿y la mayoría? ¿Dios podrá protegernos?, se preguntaban. Y acá empezó un debate. Incómodo debate. Político debate.

Estamos en la tierra que Dios nos ha prometido, está el rey, que es “hijo de Dios” por adopción, está, nada menos, que el Templo. ¡No pasarán! Repetían muchos. El profeta Jananías lo repetía con signos y palabras: ¡No pasarán! Esto alivió considerablemente a muchos… la mayoría. Con Dios de nuestra parte, y con la confirmación de la palabra del profeta, podremos tener un poco de paz. El ejército babilónico será poderoso, pero ¡Quién como Yahvé! Definitivamente no lo lograrán. Estamos salvados, concluyeron muchos; el rey y los sacerdotes respiraron aliviados.

Pero resulta que había otro profeta. Un tal Jeremías. Y este profeta dijo todo lo contrario: si un profeta dice que todo está bien, seguro que es un falso profeta. Es más, ¡sí pasarán! Y Jerusalén y el templo pasarán a un buen recuerdo. ¿Y Dios? Dios se ha desentendido… se desentendieron de Dios, ¿y ahora lo llaman? Lo siento, si hubieran vivido como Dios quería, sin explotarse unos a otros, sin reconocerse mutuamente como hermanos, si hubieran encontrado a Dios en la historia, hoy la historia sería distinta. Carcomieron las raíces del proyecto de Dios, ¿por qué extrañarse que hoy Dios se haya retirado y todo se desmorone?

Pero, Jeremías, ¿no estás mirando que tu palabra es “políticamente incorrecta”? Con eso se desalienta la resistencia. Es más, estás cerca de ser acusado de traidor a la patria. Lo mejor que se puede hacer es silenciar la voz del profeta que socaba las raíces del statu quo… preso, amenazado, sentenciado a muerte. ¿Y Dios? ¿Qué dice Dios? Lo siento, Jeremías, pero tendrás que decirles que Dios “se fue”. Que vayan al templo a protegerse, ya que “no pasarán”. Que se atrincheren en la tierra santa, ya que es casi una cueva de bandidos donde están protegidos y seguros.

Parece que don Jeremías, cuando vio la realidad… la dura realidad… y la vio desde Dios, no hizo una “evaluación política”, no siguió el consejo de Jananías, y – a veces contra su misma voluntad, y contra su propia seguridad – habló de parte de Dios. Quería callarse, pero una brasa lo quemaba desde adentro y ¡no podía! Tuvo que hablar. Si, hasta parece, para que no lo maten, finalmente un grupo de amigos se lo llevó a Egipto. En su tiempo, aunque quería callarse, no pudo. La fuerza de Dios no se manifestó en la defensa de la ciudad sino en la palabra de Jeremías. El análisis político que tapaba y hasta negaba el proyecto de Dios fue finalmente tapado por los cadáveres sembrados por el ejército babilónico. Hubo que esperar años, ¡muchos años!, hasta que la voz de Jeremías se recuperara y el pueblo de Dios volviera a escucharla. Y marcara rumbos, caminos y esperanzas.

Leyendo “La Verdad los hará libres” y viendo que la Conferencia Episcopal “evaluaba políticamente”, que el marxismo, que pueden ganar los “pinochetistas”, que el mal menor y demás sandeces, recordaba a Jeremías. Y mirando el silencio episcopal de ayer, de hoy y – lamentablemente – casi seguro también de mañana, vuelvo a recordar a Jeremías. Y mirando y leyendo textos episcopales, tristemente, recuerdo a Jananías. De memoria, y de Dios se trata… ah, y también de falsos profetas.


Imagen tomada de https://buenanueva.es/los-falsos-profetas/

jueves, 28 de diciembre de 2023

Ezequiel, un profeta mudo

Ezequiel, un profeta mudo

Eduardo de la Serna

 


De la vida de Ezequiel sabemos bastante poco. Era sacerdote (Ez 1,3) pero nunca aparece en actos de culto; aunque hacia el final de su libro tiene una magnífica visión de la restauración del Templo y de Jerusalén (caps. 40-48). Está en Babilonia, en el cautiverio.

Es bueno recordar que cuando los babilonios dominan sobre los judíos (año 597 a.C.), toman la ciudad de Jerusalén, ponen un rey vasallo y llevan cautivos a la elite de la ciudad (Ezequiel entre ellos). Cuando diez años más tarde, el rey vasallo amaga con rebelarse, los babilonios destruyen la ciudad, llevan más cautivos aún y arrasan con el Templo (año 587 a.C.). Ezequiel escribe en este tiempo intermedio entre ambas deportaciones; por eso en un primer momento critica mucho la ciudad y su pecado (ver caps. 4-24. 33-36), pero cuando ocurra la destrucción final, dejará esta actitud crítica y pasará a predicar la esperanza (ver cap. 37-39 y lo ya dicho de 40-48). Así que tenemos dos momentos clave en la predicación de este profeta. Sin embargo, hay un elemento que merece nuestra atención, más allá de esta doble etapa. A ella queremos dedicarnos en esta nota.

Como a los demás profetas, Dios lo llama para hablar en su nombre a su pueblo. Eso es lo propio de los profetas: “hablar en nombre de Dios”. Lo hacen con palabras características: “así dice el Señor” (Is 1,18; 10,24; 22,15...; Jer 2,2; 4,3...; Am 3,11; 5,3...; Abd 1; Ag 1,2; 2,6; Zac 1,16; 2,12; Mal 1,4; 3,10...), “fue dirigida la palabra de Dios al profeta...” (Is 38,4; Jer 1,2.11; 2,1...; Jon 1,1; 3,1; Ag 1,1; 2,1; Zac 1,1; 7,4...), “oráculo del Señor” (Is 1,24; 3,15...; Jer 1,8.19; 2,9...; Os 2,18.23; 11,11; Joe 2,12; Am 2,11; 3,10...; Ab 1,4.8; Mi 4,6; 5,9; Nah 2,14; 3,5; Hab 2,18; Sof 1,2; 2,9; Ag 1,9; 2,4; Zac 1,16; 2,9; Mal 1,2... [todas estas citas son sólo ejemplos, porque se encuentran estas palabras muchas más veces; sólo pretendemos mostrar que la idea es muy frecuente, y que se da en todos los profetas. No señalamos ejemplos de Ezequiel ya que de él estamos hablando]) ... Y esas palabras de Dios están dirigidas sea a un rey, un juez, a falsos profetas, o al mismo pueblo. Claro que lo habitual en los profetas es que no fueron escuchados, o – peor aún – fueron maltratados por hablar, como es el caso especialmente nítido de Jeremías (ver, por ejemplo, Jer 20,7-10). La cosa es que Ezequiel recibe un llamado de Dios quien le pone las palabras en su boca, en este caso en una visión: debe tragarse un libro donde están escritas las palabras (2,8-3,3). Pero lo dramático está en que Ezequiel sabe, ¡y Dios mismo se lo dice!, que no lo escucharán (2,7; 3,6-7.11.27). ¿Para qué lo envía entonces Dios a hablar si no será escuchado? O peor aún, lo escucharán pero como quien escucha a un buen cantante, pero las palabras “entrarán por un oído y saldrán por el otro”:

«Y tú, Hijo de hombre, la gente de tu pueblo anda murmurando de ti junto a los muros y a la puerta de las casas, diciéndose uno a otro: Vamos a ver qué palabra nos envía el Señor.  Acuden a ti en tropel y mi pueblo se sienta delante de ti; escuchan tus palabras, pero no las practican; con la boca dicen elogios, pero su ánimo anda tras el negocio.  Eres para ellos como un cantante de amor, tienes buena voz y tocas armoniosamente. Escuchan tus palabras, pero no las practican». (33,30-32).

Incluso, llega a ocurrir que Ezequiel quedará mudo hasta que sea el momento preciso de hablar de parte de Dios (3,24-27), con lo que el fracaso parece total: cuando hable no será escuchado y en los demás momentos no podrá hablar. Podemos decir que no es muy diferente a lo que sabemos de otros profetas, pero no podemos dejar de preguntarnos el porqué de esta vocación. El ejemplo que el mismo Dios le da, el de un centinela es clarificador (3,16-21), pero insuficiente: está puesto para alertar los peligros, si avisa y no cambian de actitud, ellos serán responsables, pero el centinela habrá cumplido su misión; en cambio, si no avisa (por ejemplo, sabiendo que no será escuchado: “¿para qué voy a hablar si no me escucharán?), ellos serán responsables de su situación, pero el centinela también habrá fallado. Pero esto también parece insuficiente, parece un ejemplo, pero en medio de una vocación al fracaso.

Y acá es importante recordar que los profetas no son llamados “para sí mismos” (en realidad, esto es válido para todos los ministerios y servicios en la comunidad). El profeta existe para hablar de parte de Dios a su pueblo, por tanto, no es el profeta el que cuenta, sino que cuenta Dios y cuenta el pueblo. Dios habla, pero el pueblo no quiere escuchar, ¿y entonces? Pues entonces, la palabra del profeta resulta un testimonio contra quienes no escucharon. No podrán decir que Dios no dijo nada, no podrán decir “no sabíamos”, “nadie nos avisó”. Serán responsables de su propio fracaso, porque Dios no se desentendió de ellos. El profeta, que es “voz de Dios” debe – precisamente – hacerla escuchar, y no puede omitir pronunciarla; al hacerlo “se darán cuenta de que tenían un profeta en medio de ellos” (2,5; 33,33). Dios no se desentendió de su pueblo, pero él no quiso escucharlo. Y eso que le ocurre a Dios es semejante a lo que le ocurre al profeta. Éste debe repetir – como buen centinela – “así dice el Señor” (2,4; 3,11.27). Es interesante en estos textos recién citados que no se dice qué es, en este caso, lo que debe repetir el profeta que dice el Señor; aquí no interesa la palabra concreta sino el hecho mismo de que Dios habla a su pueblo y este no lo escucha. Él no se desentiende de nosotros, aunque a veces no sabemos o no queremos escucharlo. Pero sigue enviando profetas, aunque a veces los prefiramos mudos, o no nos interpelen sus palabras.

Pintura de Miguel Ángel tomada de  https://es.wikipedia.org/wiki/Ezequiel_%28Miguel_%C3%81ngel%29

martes, 26 de diciembre de 2023

La Verdad los hará libres, tomo 3. Comentario y reflexiones.

La Verdad los hará libres, tomo 3. 

Comentario y reflexiones.

Eduardo de la Serna



Finalmente, tal como estaba anunciado, se publicó el tercer, y último, tomo de La Verdad los hará libres (editorial Planeta, Buenos Aires 2023). Tal como se había informado, este volumen se presenta como interdisciplinar (hay artículos jurídicos, filosóficos, sociológicos, de derecho canónico, teológicos, bíblicos, etc.). Si el tomo 1 tenía como subtítulo “La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina (1966-1983) y el tomo 2, “La Conferencia Episcopal Argentina y la Santa Sede frente al terrorismo de Estado (1976-1983), este tomo 3 se presenta como “interpretaciones sobre la Iglesia en Argentina (1966-1983). El recorte cronológico del tomo 2º resulta comprensible.

Hacía tiempo yo estaba enterado que la investigación estaba en curso, por lo que no me sorprendió el informe de la publicación del tomo 1. Sin haberlo aun leído, la introducción que se hizo pública me daba un sinsabor incómodo; la presencia por doquier del obispo Casaretto no me daba demasiadas esperanzas. Para más, a los pocos días, un diario, ciertamente de derecha (Infobae), publicó un apartado sobre lo que allí se decía sobre el asesinato de Carlos Mugica. Realmente mi sinsabor aumentó. Viendo el índice, le pedí a alguien que tenía acceso al libro si me podía hacer llegar lo que se decía acerca de dos casos que yo conocía y veía en el índice: el asesinato de Pancho Soares y el de Juan Isla Casares. Esto me motivó a escribir una breve primera nota: “cuando somos esclavos de la mentira” [https://blogeduopp1.blogspot.com/2023/02/cuando-terminamos-esclavos-de-la-mentira.html]; allí aclaraba que no había leído la obra, pero comentaba acerca de estos tres casos que, obviamente, sí había leído. Esto motivó el malestar de Carlos Galli quien me pidió autorización para publicar en mi blog su descargo, a lo cual accedí [https://blogeduopp1.blogspot.com/2023/02/acerca-de-la-nota-de-eduardo-de-la.html]. Ciertamente no estuve de acuerdo con lo que él allí decía, pero no lo manifesté en mi blog hasta pasado mucho tiempo para no alentar los desencuentros. Tiempo después sí lo publiqué en el mismo texto de Galli al finalizar el mismo.

Poco después se publicó el tomo 2º, centrado fundamentalmente en el acceso a los archivos. Algo muy importante, pero que – creía y creo – debía ser relativizado, cosa que escribí [https://blogeduopp1.blogspot.com/2023/03/una-relativizacion-sobre-los-archivos.html].

Una vez que leí detenidamente el tomo 2º, publiqué un comentario crítico al mismo [https://blogeduopp1.blogspot.com/2023/04/una-mirada-atenta-la-verdad-los-hara.html]. Y, más adelante, hice lo mismo con el tomo 1º [https://blogeduopp1.blogspot.com/2023/04/la-verdad-los-hara-libres-tomo-i-mirada.html]. Finalmente, enterado que se incluirían en el tomo 3º unas erratas del tomo 1º (que incluiría una referencia a lo dicho por mí sobre Juan Isla Casares; curiosamente algunos me criticaron escribir sin haber leído, pero debió hacerse una errata sobre lo que yo dije y que no habían percibido quienes sí lo habían leído) escribí proponiendo otras varias erratas que podrían incluirse [https://blogeduopp1.blogspot.com/2023/07/fe-de-erratas-en-la-verdad-los-hara.html], cosa que, como imaginaba, no ocurrió.

Vaya ahora, un comentario al nuevo y conclusivo tomo 3º.

Para empezar, celebro que haya opiniones bastante diferentes, “muy diferentes, incluso a veces contrarias” (p. 453 [si no se indica lo contrario, las páginas pertenecen a este tomo 3; caso contrario se indicará volumen y página]). En lo personal, hay artículos que yo jamás hubiera leído de no estar en esta obra que quería leer en su integridad, por ejemplo, por tratarse de temas que no me interesan. Hay artículos que – obviamente desde mi mirada personal – además, me resultaron parciales, superficiales, pobres, y otros que me resultaron muy positivos, constructivos y hasta excelentes. No es el caso señalarlos ya que se trataría de una mirada personal.

Es sabido que en la mirada de las ciencias sociales suele hacerse una distinción entre una perspectiva a la que se califica de Emic [punto de vista del “nativo”] y otra Etic [punto de vista del “analista”]. En esta obra (en los primero y tercer tomos) probablemente haya una preponderancia de miradas Etic y sería de desear incluir – no siempre es fácil por la distancia cronológica – una perspectiva también Emic (no me refiero al apartado con la recuperación de los archivos en este caso, evidentemente).

Como ya lo he señalado, las distintas miradas son “al modo del recipiente” como también lo son las “lecturas”. No estaría de más que en esta obra se explicite el “desde dónde” se habla, porque lo asépticamente puro no existe (lo indican, p.e. Gustavo Morello, pp 121-122, Luisa Ripa, p. 190 y Aldo Duzdevich, p. 489). Como también es situada mi lectura, obviamente. Yo viví la dictadura, padecí la dictadura, y me informé entonces y después sobre la dictadura. Saber quién escribe (y, por tanto, el “desde donde” lo hace, aporta claridad para la comprensión. Tener que imaginarlo o sospecharlo hace correr el riesgo del prejuicio que, lamentablemente, acompaña las lecturas. Por ejemplo, saber que Horacio García Bossio adhiere al desarrollismo hace comprensible su idea de la “teología del desarrollo” (y una extraña referencia a la teología de la liberación y del pueblo) y luego afirmar que

“cuando se promulga la encíclica Populorum Progressio (26 de marzo de 1967), sus orientaciones para la Iglesia universal y toda persona de buena voluntad significaron un grito desesperado encarnado en la lucidez de un Papa humano. Su eco no fue lo suficientemente oído, ya que cuando el 9 de octubre de ese mismo año es fusilado Ernesto Guevara, nació el mito de un Che que le daba carta de defunción a la quimera del desarrollismo para reconvertirlo en teoría de la dependencia y de la liberación. La recepción del documento de Medellín en 1968 en nuestro país y en América Latina expresaba esa muerte del escenario del desarrollo y el nacimiento de una polarización intransigente que detonó en la violencia de las armas” (p. 119).

En realidad, por muchas partes (no todas) se percibe una actitud auto-laudatoria, casi como que sin “La verdad los hará libres” no se pudiera hablar de la Dictadura y de la Iglesia, cosa que, ciertamente, no comparto.

Creo que sigue faltando un análisis exhaustivo, histórico, sociológico, etc. integral sobre la violencia. Recurrir a slogans del tipo “la violencia es anti-cristiana” no permite un análisis detallado. La violencia de las luchas independentistas no parece que se incluya en ese dicho (sólo para poner un ejemplo, Santa Juana de Arco no parece “anti-cristiana”). La legitima defensa también es contemplada. Por tanto, en lo personal echo en falta un detenido análisis. Ya he señalado la carta de curas latinoamericanos al Papa y los Obispos reunidos en Medellín que parece haber sido “recibida” en los Documentos, que permite un detenido análisis sobre la violencia; algo semejante hace Mons. Oscar Romero en una carta pastoral. Hablar de “la” violencia se parece más a una mirada superficial que analítica. Porque falta un detallado análisis cabe la pregunta, ¿toda violencia, en toda circunstancia y siempre es mala?; por ejemplo, en Argentina, ¿todas las guerrillas pretendían la toma del poder (pp. 26; 435)? El comentario de pp. 110-120 no parece contemplar la realidad, es pura teoría; el de pp. 312-332 es teológico, eclesiológico. Y que no se entienda que mi propuesta de analizar la violencia pretende justificar una y condenar otra, que no lo es; simplemente pretendo eso, analizar, porque – además – cualquier ejercicio de la violencia, en cualquier lugar y tiempo ocurre en un contexto, circunstancia, frente a antagonistas, situaciones y las propias (in)capacidades, con un Sitz im Leben y un Sitz im Tode (contexto vital y contexto mortal). Es sabido que hubo circunstancias en América Latina que señalaron la revolución armada como una alternativa posible: en noviembre de 1979 la conferencia Episcopal nicaragüense publicó la pastoral “Compromiso Cristiano para una Nicaragua Nueva” que considera el “proceso revolucionario” como una oportunidad para el país. Y, de ninguna manera, repito, estoy estableciendo paralelos, sino señalando la importancia y necesidad de un detenido análisis histórico, político, de la situación ausente en la obra.

Por todas partes se repite la ambigua idea de la "espiral de violencia", que puede resultar útil para no comprometerse en la palabra.

Por ejemplo, por doquier se descubre (como en los volúmenes anteriores) una identificación entre terrorismo, guerrilla, subversión y sedición; y es evidente que de ninguna manera se han de identificar; cf. p.24; 139; 149 [pero ahí mismo también positiva]; 200 n.28; 210; 235… Creo que podemos acordar que siempre el terrorismo es perverso, que no siempre las guerrillas son negativas, y que la subversión en muchos casos no sólo es positiva sino también Evangélica: “el que se humilla será ensalzado…”

Reitero que me parece parcial hacer comenzar el período de análisis es 1966 (en el mismo tomo 3 más de uno se remonta a 1930 (p. 520), aunque ciertamente la dictadura cívico-militar con bendición eclesiástica haya comenzado en 1976, cosa que lleva a algunos a confundir ambas fechas (p.e. 37).

Sigue el problema de ausencias imprescindibles entre los/as autores/as. Para la obra se puede pedir la opinión a quien se desee o a quien se considere adecuado; pero esa elección (quién sí, y por qué, y para qué, y cómo; y quién no) será, obviamente, sólo su mirada y perspectiva. Y esta obra, leída desde “mi mirada y perspectiva”, tan válida como las otras en cuanto “opinión”, será acorde o no (o más o menos) con la opinión personal. Sigo sorprendido que en el equipo de investigación están ausentes nombres que considero indispensables, para empezar – y quizás el más imprescindible – Miguel “Vitín” Baronetto, a quién se puede añadir Fortunato Mallimaci, Mirta Guarino, Oscar Campana y, disculpen, Eduardo de la Serna. En lo personal creo que hubo censura (además de “indicaciones precisas” a los participantes). Pero, si los 3 tomos se presentan como un paso de la Iglesia Argentina para reconocer los hechos en orden al reconocimiento (“aun abierto”, p. 371) de sus fallas… si es así, no comprendo por qué se censuran participantes.

 

Recordemos: el tomo 1 hace una presentación, “desde” los autores. ¿Honesta?, no lo dudo, pero parcial, como no puede ser de otra manera. El tomo 2 (el principal) presenta “los archivos”, pero pocas veces en un contexto histórico, político, sociológico, etc. Ayuda a conocer mejor a “algunos” actores (quizás los principales) pero sobre el todo del episcopado, la gran mayoría permanece oculto en el “todos” o “la mayoría” … Por ejemplo, los archivos, por ser un trabajo enorme, y ser mucho más lo que es sin importancia que lo importante (p.32), por elegir un modo de trabajo (no se podría de otro modo), bien pueden esconder, o no ver, u olvidar elementos. Pero, además, no está de más recordar, por ejemplo, que – al menos por ahora, y no en todas partes, muchos juicios siguen, se revelan actores, elementos, situaciones. ¿Se puede pensar “la historia” sin recurrir también a “esos archivos”? Me consta, por ejemplo, que, en un juicio reciente, se dijeron nombres y situaciones del asesinato de un cura. ¿No debería eso incluirse en “la historia”? Ciertamente eso excede en mucho la propuesta de la obra, pero, solo lo señalo para destacar que esta es solamente una pieza en el rompecabezas, no “la” pieza fundamental, como pareciera concluirse de algunos textos.

Es importante señalar que en cierta manera la obra entera se presenta como un aporte a la “historia de la Iglesia”, y se destaca un debate teórico acerca de la misma (p.e. cap. 3 [pp.48-68] un debate sobre la misma “historia de la Iglesia”; cf. caps. 2 y 4). No muchos lectores estarán interesados en esa temática.

En p. 15, la frase “obtener información de 3115 personas detenidas ilegalmente o desaparecidas” es ambigua. Distinto sería decir “por las que se consultó a los obispos”, o cosas semejantes. Así dicho, pareciera que los 30.000 detenidos desaparecidos se reducen a 3115.

Enseguida acota que “la relevancia del material condujo a que el episcopado argentino pusiera su información a disposición de la justicia” lo cual parece omitir las décadas de reclamos de organismos y familiares a la CEA obteniendo por respuesta el silencio. Ese “poner a la disposición” no parece haber sido ni espontáneo ni fácil.

No se entiende que se hable de “los diálogos de Medellín” y no de los “Documentos”; la referencia a los MSTM es parcial, incompleta y no exacta al señalar que actuaron: “optando por alinearse explícitamente en la política” (sic). Además, menciona algunos nombres también parciales e incompletos (“Mujica”, sic). Menciona el regreso de Perón en 1973 omitiendo el de 1972 (p. 27).

Si bien los autores parecieran querer despegarse de la “teoría de los dos demonios” (p. 20; 235) a veces se “cuela” (p. 98. 105): “uno y otro bando” (p. 38); cf. 113; ¿194?; 199; 388; 473; 474; en 512-515 parece haber un solo demonio, la guerrilla.

Hay frases incomprensibles como las referencias a “las políticas de la memoria y del olvido” (p.38)

Afirmar que la enorme cantidad de “cartas, peticiones, solicitudes” dirigidas a la CEA son porque “la Iglesia católica (es) percibida como el único organismo humanitario e institucional que «no es hostil e indiferente»” (p.39) es una interpretación entre otra decena de posibles; y en lo personal, no es a esa interpretación a la que adhiero.

La figura que se presenta de F. Cavalli y E. Pironio (p.42) no es la que emerge de los archivos del tomo 2. La referencia al asesinato de Angelelli (p. 43) no es completa [y no se entiende, acá, la referencia a Mugica: “mártir de las villas miserias (sic) … un asesinato cuyas circunstancias saltan a la vista (sic)”]. Afirmar que “el momento de quiebre entre la Iglesia y el régimen militar se produce a raíz de la muerte del obispo Angelelli (el 4 de agosto de 1976), que conmociona a la opinión pública argentina e internacional” solo puede afirmarlo quien ni siquiera leyó el tomo 2 de esta obra; en p. 352 se reitera el encuentro de Primatesta con Pablo VI el 23 de mayo de 1977 hablando de lo cristiano del gobierno militar y la inexistencia de una persecución a la Iglesia.

Afirmar que, a fines de la década de 1960 en América Latina, “fueron muchos los católicos que se adhirieron a los movimientos guerrilleros (…) prestigiosos teólogos defendían en sus escritos la posibilidad de una conexión legítima entre Evangelio, violencia y revolución” es, por lo menos, tendenciosa (¿quiénes?, ¿dónde?).

La referencia a los DDHH, el tomismo (en la figura de mons. Derisi), la visita de la CIDH, es “terreno resbaladizo” donde “radica la desconfianza del episcopado argentino hacia el movimiento de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, que llevó a los obispos a negarse a reunirse…” (p.46) ¿De dónde concluye semejante tontería?

Vuelve a quedar maravillosamente bien Jorge Novak (p. 41… passim) En muchas partes la mirada parece “casaretteana” (pp. 41.55. y en muchos de los testigos).

Se usa “liberacionismo” (sic) (pp. 72) o “progresismo” (p.55) terminologías, además de ambiguas, usadas en los “setentas” por la Dictadura para justificar la persecución.

Decir que la Iglesia fue la única que alzó la voz (p.41), la única que pidió perdón (p. 236; p. 521) … no es verdad, pero, si lo fuera, no es un “campeonato”; la Iglesia no hace sino lo que “debe” hacer.

En p.109 se cita Sal 43 (42): 4 “alegra mi juventud” ¿de dónde sale la cita? ¿de la Vulgata? Bastaría que la autora buscara una buena edición / traducción de la Biblia para saber que la cita no es correcta.

Es sugerente la reflexión de William T. Cavanaugh profundizando el tema teológicamente en referencia a “los cuerpos”. Es coherente con lo que hace también Daniel G. Groody, A Theology of Migration. The Bodies of Refugees and the Body of Christ (Orbis Books, New York 2022). En este trabajo, los artículos citados quizás convendría que la bibliografía que existe en castellano, sea citada en esta lengua en beneficio de los lectores (p.e. p. 143 n.29 Jon Sobrino [p. 234]; Gustavo Gutiérrez p. 144 n. 30). Curiosamente en p. 146 n. 34 se cita la obra en castellano, pero no remite a este sino al inglés [p. 298].

Ver al mártir como el que “da la vida” es, cuanto menos, discutible. En realidad, no la “da” sino que… se la quitan (p. 169). Es interesante que en griego no se utiliza el verbo “dar”, sino “poner” (títhêmi): el pastor se pone delate, el amigo se pone delante para cuidar la vida del rebaño o del amigo. Sobre el martirio, es sabido que el tema fue debatido en tiempos de Puebla: así lo plantea G. Gutiérrez, en un artículo sobre el documento de Consulta [en La fuerza histórica de los pobres, Sígueme: Salamanca 1982, 147-149], la nota 10 del Documento de Trabajo y el documento final donde en el índice la palabra “mártires” figura encomillada.

También se hace referencia a los martirios de Larrabure (186-187; 513); o Sacheri (p.512). ¿Tenemos derecho a negar la honestidad de su “autopercepción” cristiana? ¡No! Pero ¿son “mártires conciliares”? Se suele hablar de los mártires del movimiento obrero, mártires de la policía… Es correcto siempre que se entienda, entonces, que la referencia es a quienes son miembros de la comunidad eclesial, “mártires del concilio”, como fueron llamados los mártires riojanos en la homilía de su beatificación. En el caso de Larrabure, además, queda la seria duda de que se haya tratado de un suicidio; cf. https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-130454-2009-08-23.html.

Como en los tomos anteriores se hace referencia a Emilio Mignone aludiendo a un dicho de Gerardo Farrell en su velatorio: él habría dicho que “criticó a la Iglesia porque la amó”. El dicho es incompleto… “la Iglesia jerárquica debe pedirle perdón, porque tenía razón. Criticó a la Iglesia porque la amaba”, dijo Farrell. La cita está tomada de M. del Carril, La vida de Emilio Mignone. Justicia, catolicismo y derechos humanos (ed. Emece, Buenos Aires 2011). La referencia a que Mignone “tenía razón” está omitida por del Carril, pero la fuente de su dicho soy yo mismo: “El padre Eduardo de la Serna dijo…” (p. 371). Y recuerdo perfectamente el momento y lo que dije.

En lo personal, no puedo comprender que se afirme que “en el origen de casi todas las Conferencias Episcopales juega un papel decisivo la necesidad perentoria de mejorar las relaciones entre la Iglesia y la autoridad del Estado… o de restablecerlas cuando estas se hayan interrumpido” (p. 207).

No se entiende la referencia a N. Healy en toda la primera parte del cap. 14 (pp. 262-264) que no es distinto a lo que otros hemos planeado antes (E. de la Serna, la Iglesia que “es”, la que “debe ser” y la conversión del “ser” al “deber ser”; Con los pies en el barro, Montevideo 1993, pp. 49-54, haciendo alusión a la “verdadera” Iglesia) y a lo que el mismo Gera señala, que es el tema en cuestión.

Las referencias a Gera (en p. 509 se cuestiona que esta obra sea “gerista”, [el término es mío]) y sus distancias en ambientes episcopales, omiten completamente que fue invitado como perito a Puebla, y al Sínodo de 1983 (p. 390). Invitado, ¿por quién? ¿para contrarrestarlo con Gutiérrez? (la supuesta “teología de la cultura” como contraria a la “teología de la liberación” sirvió a los sectores afines a Alfonso López Trujillo).

Curiosamente en más de una ocasión se habla del “Concilio II” (pp. 79, 303, 315 [2x]).

La división de 3 tipos de obispos como la que presentan Pio Laghi y Casaretto no se parece a los tres tipos que propone Gera [p. 326]). Son esquemas y nombres muy diferentes. Presentar, por ejemplo, a Novak (Gera no lo menciona ya que no era obispo cuando publicó el texto) como “muy avanzado” no parece fiel a la realidad; cuando Casaretto afirma que “obispos como Novak, De Nevares, Angelelli (…) plantearon desde el inicio del golpe militar una posición de claro enfrentamiento” parece ignorar que Novak no era obispo al comenzar la Dictadura que Casaretto no enfrentaba.

Resulta sintomático que en 1977 la Comisión Ejecutiva dice al Gobierno ¿qué dirá la Asamblea?. la cual se reuniría a fin de año (p. 349). Eso, claramente puede entenderse como un “alerta”. Entonces, el Gobierno manda 3 generales que fueron recibidos por la Asamblea a la que le pasan un video (p. 358). Es decir: se trata de subir la apuesta: “si la asamblea habla, nosotros mostraremos a la sociedad la complicidad de sectores eclesiásticos con la guerrilla” (además que nunca se preguntaron si el video era real, si era ficcionado, si se había obtenido bajo tortura… simplemente le dieron crédito). De un modo semejante, el año anterior, Jalics y Yorio fueron liberados un par de días antes que sesionara la segunda asamblea del 76. Me permito, además, una anécdota. Mons. Novak dijo que escuchar a los militares le había resultado suficiente, pero se negó a ver el video de “un montonero arrepentido”. Un día, hablando con él, le comenté que yo conocía a la ex-montonera (no montonero), si él quería decirle algo yo se lo transmitiría. A lo cual me dijo: “decile que, si ella quiere que un obispo la escuche, yo estoy dispuesto”. Ella accedió a encontrarse, pero la salud de Novak se deterioró muy rápidamente y no pudieron lograrlo.

Se insiste por doquier en la importancia de la “unidad” episcopal … Pero, ¿la unidad es un valor en sí? “no se puede pretender uniformidad, sí unidad” (acotó Pablo VI; p. 372). Dudo que necesariamente la unidad sea un valor definitivo, sí lo es la comunión, y precisamente una comunión que permite, y hasta celebra, el disenso.

Se afirma que “(l)a dinámica pendular entre el deber de denunciar y el temor de debilitar al gobierno se inclinó ampliamente en la segunda dirección, al menos hasta la intervención de Juan Pablo II” (en el Angelus, octubre 1979). En lo personal, no estoy de acuerdo; creo que esa actitud sigue en general en la Jerarquía hasta el día de hoy.

Se cita a “Gabriela” Fernández Meijide; es Graciela (pp. 392. 396).

También se cita G.S. 1 y en el texto se omite a “los pobres y los que sufren” (p. 399 [curiosa omisión]). En todo el artículo no habla de “dictadura”. Y señala una reconciliación “sin que se arrepientan” (p. 396); algo contrario en 450: “sólo es posible… si se arrepiente”. Pero en p. 480 otro autor insiste: “si perdonas solamente al que te pide perdón…” Es de destacar que - por la fecha de redacción - habla de 133 nietos recuperados, cuando, al día de hoy, son 137 (p. 393).

El texto bíblico destaca correctamente el sentido cristológico de la verdad, y el contraste libres-esclavos; quizá debería haber reforzado que la libertad es la de hijos. Falta destacar el sentido activo, no cognitivo de “conocer” (pp. 405-408); sobre esto volveré al final.

Quizás “su recepción (del sentido de liberación que da Gustavo Gutiérrez [1986]: social, de la persona humana y del pecado para vivir en el amor) en la Iglesia latinoamericana haya sido parcial o sesgada y, por ello, polémica” (p. 410). Eso es algo que desde López Trujillo ha ocurrido con Gustavo hasta ahora. Por otra parte, H. Lona puede hablar de Biblia, pero ¿de Teología de la liberación (especialmente en 1974), por el mero hecho de ser latinoamericano? (p. 409).

Se repite que Jesús “da el Espíritu” (p. 400; cf. 405; 417) algo que sin duda sería muy criticado por las Iglesias orientales.

Resulta lamentable la idea de que “todos tenemos culpabilidad (sic)” (p. 395); es decir "nadie lo es".

Por todas partes se usa el término “grieta” lo cual es indicio de un “lugar” desde el que se habla.

Se hace referencia a la política de países vecinos, aludiendo a Rousseff, Mujica, Bachelet (p. 394). Parece ignorar que, las dictaduras fueron distintas, los episcopados también, y los procesos de “memoria, verdad y justicia” también. Es evidente que son diferentes los procesos en Irlanda, Sudáfrica, Colombia, etc. Los contextos y situaciones, las posibilidades ciertamente deben tenerse en cuenta. Por ejemplo, ¿hubiera ocurrido lo mismo en Argentina si los militares no hubieran sido derrotados en Malvinas? Difícilmente.

Espeche Gil alude a los palotinos, al perdón y reconciliación (p. 471). Luego entra en una extraña referencia sobre Marx en la Gregoriana ¿a qué viene? Afirma que Ponce de León era amenazado “por la mafia local” (¿es decir, no por los militares?) … Contra el comunismo (p. 472). En una crítica a Kissinger afirma que es una “grave imputación sobre alguien que todavía está con vida” (ya no lo está; p. 473). Habla de “gobierno militar” (pp. 472.473), y que es mentira hablar de los 30.000 (Ripa defiende el número, p. 204: “el número de 30000 es inverificable. Tampoco es refutable”).

Cacabelos dice que sacerdotes llevaban a jóvenes a la violencia (p. 474) y en p. 475 (y lo repite más de una vez) menciona a Pichi Meisegeier, cosa con lo que está de acuerdo Pérez del Viso (p. 479). En “la verdad…” – afirma – falta cuestionar la adhesión de curas a la violencia” (muchos “Pichis”, acota) y el MSTM (p. 481). Finaliza diciendo que Juan Carlos Aramburu queda deslucido; quizás no haya leído atentamente el tomo 2 donde en “los archivos”, Aramburu no queda deslucido, sino franca y claramente mal. Quienes, además, hemos conocido y querido (y gozado de su amistad) a Pichi, ciertamente no guardaremos ni la misma memoria ni un buen recuerdo de este pobre artículo.

Sobre Mónica Quinteiro hay una mirada positiva en p. 480 (n.33) y otra negativa en p. 491.

Sobre la foto de tapa (p. 507; en lo personal me parece una tapa muy fea, pero es mi opinión) afirma que se trata una visita a una tumba, ¿no leyó II,245?  Curiosamente, a la vez que cuestiona la mirada “subjetiva” de la historia, en el tema Ligas Agrarias y Gianfranco Testa le da crédito a mons. Di Stéfano (p. 509) cuya postura frente al tema es claramente conocida (cf. p.374). El autor debería leer una buena biografía sobre Testa (fundador, en Milán, de la Universidad del Perdón) antes de dar crédito incuestionable a un obispo claramente parcial.

Curiosamente se hace referencia al período 1976-1983 como de una guerra (sic, p. 513). Y se acota que “en ambos casos (hippies y guerrilleros) los unirá la fascinación por la utopía, un signo de los tiempos setentistas, pero una herejía perenne”. Quizás deba recordar, el autor, la Carta de Pablo VI, Octogesima Adveniens, al cardenal Roy que en el n.37 habla del “renacimiento de las utopías”, claro que se trata de una carta de 1971, por lo que podrá calificarla de “setentista”.

En mis comentarios anteriores yo señalaba que los tomos no aportaban demasiado nuevo; asimismo lo afirma Memoria Abierta:

“La documentación utilizada para la investigación, si bien no muestra datos particularmente no conocidos, sí revela la información que circulaba en las esferas eclesiásticas, así como revela la inacción frente a lo que estaba ocurriendo” (p. 511).

Pero, para mostrarlo con un ejemplo concreto, la obra nos permite saber que cuando Primatesta le dice a Baronetto que no tiene “información sobre la existencia de cárceles clandestinas” (en septiembre de 1982, p.469) sencillamente mentía.

Una nota final… como he dicho, hay artículos que me han resultado sumamente provechosos. Otros, extraños: me cuesta comprender algunos francamente justificadores de la Dictadura cívico-militar con bendición eclesiástica, tanto en los artículos como en los testimonios (sería para preguntar por qué muchos de estos han sido consultados mientras otros se han omitido). Muchos de estos, parecen tener un origen casaretteano o ligado a “Criterio” que en lo personal lamento (Llach, Cacabelos, Espeche Gil, Casapícola, Bosca, o esperadamente parcial, como mons. Olivera (que hace un elogio de mons. Laguna (pp.502-504) que queda desmentido por el mismo Hesayne (p. 379).

Para concluir me permito volver sobre el título y algunas notas bíblicas en los autores.

Es evidente que Josefina Llach no suele moverse cómoda en ambientes bíblicos, y su artículo lo manifiesta claramente (pp. 385-401).

El buen artículo de Carlos Galli (pp. 416-452) entra en un buen análisis bíblico, aunque hay matices que podrían o bien limitar lo dicho [el término “pobres de espíritu” se encuentra en la literatura de Qumrán; “ojo por ojo” no es un “progreso bíblico” sino que es tomado del código de Hamurabi (p. 438)], o bien reforzarlo (en la escena del impuesto al César, no sólo cuenta la inscripción – que es importantísima, como bien destaca Galli – sino también que hay una “imagen”, con lo que eso significa para los judíos, y, para peor, en el Templo); además, de algunas citas no revisadas: cita Mt 22,20 y es 22,40 [p. 424] y cita Rm 5,17 cuando es 5,20 [p. 452]; y omite Mt 1,22 en p. 450; Remite [p. 420 n.13] a El testimonio moral del Nuevo Testamento de R. Schnackenburg (1965), sin aludir a que el autor hizo una edición totalmente nueva y ampliada de la obra en 2 tomos en 1986. Hace referencia al término griego splagjnizomai, pero no incluye citas (“con la única excepción del texto” [Lc 10,33], omite Mt 18,27; p. 428) y sobre la “sobreabundancia”, omite 2 Cor 7,4 [p. 452]. Hablando de Pablo como “el gran teólogo de la reconciliación” (p. 433) desconoce el buen trabajo del biblista colombiano Juan M. Granados, “La teología de la reconciliación en las cartas de san Pablo”, ed. Verbo Divino, Navarra 2016; la ida de cristianos a Pella (p. 439) cuando la guerra de bar Kokhba es discutible. Nada de esto opaca el buen trabajo, aunque podría haberse incluido.

Gerardo Söding comenta el texto que da título a la obra. Es evidente que él se mueve en su ambiente. Simplemente, entonces, pequeñas notas. Es sabido que el “mito del redentor caído” del gnosticismo es sumamente cuestionado (p. 408) y muchos estudiosos lo niegan. Al señalar tres ejemplos de lectura (pp.409-411), señala dos biblistas y un teólogo (con buena formación bíblica, debemos decirlo); se podría ironizar – Gerardo me lo permitirá – que el tercer citado sea Thomas Söding. Sólo añadiría que una lectura “occidental” suele entender los términos “conocer”, “verdad” y “libertad” de un modo muy ajeno al ambiente bíblico. El “conocer” bíblico es experiencial, como también lo es la “verdad” (que no hay que comprenderlo en sentido filosófico, ya que es “manifestación de la realidad divina”, J. Zumstein, El Evangelio según Juan 1-12, ed. Sígueme, Salamanca 2016, 385). Es importante resaltar que, en Juan, el contraste de esclavo no es con libre, sino con “hijo” (M. L. Coloe, John 1-10, Wisdom Commentary, Liturgical Press, Minnesota 2021, 224). Por lo que una buena presentación del tema sería que “abrazarán [= conocerán] la fidelidad al proyecto de Dios [= verdad], y ese proyecto los hará hijos” [= libres]. Señalo esto, porque el título, a lectores no introducidos en la literatura joánica (como casi todos los lectores de la obra), les dirá algo diferente de lo que Juan quiere decir, y, por eso, el título es, por lo menos ambiguo.

En suma… He leído el tomo 3º. Con buenos artículos / testimonios, y artículos / testimonios verdaderamente deplorables; elementos cuestionables o al menos discutibles que es innecesario señalar acá, detalles menores que podrían corregirse (y errores de ortografía o de redacción evitables); he leído artículos de los que he podido aprovechar material y otros francamente descartables. Pero, y lo lamento, no he podido leer otros estudios acabados y seguramente medulares porque los que podrían haberlos escrito no fueron convocados a la obra.

 

Foto tomada de https://www.librosdelaarena.com.ar/catalog/product/view/id/112995/s/verdad-los-hara-libres-tomo-3-la-9504979944/category/312/

Comentario a las lecturas del domingo de Sagrada Familia "B"

 Sagrada Familia "B"

Una familia en camino tras las huellas de las manifestaciones de Dios


Eduardo de la Serna



Reiteramos lo dicho en más de una ocasión: la liturgia presenta –podemos llamarlo así- dos tipos de textos bíblicos: los textos continuados, donde se deja hablar al texto que corresponda (aunque escogido, por cierto, ya que hay textos que son “salteados”) y textos “temáticos” escogidos a partir del tema litúrgico que se celebra. En estos casos, lo principal no está puesto tanto en lo que el texto dice, sino en lo que este afirma a partir de lo que “se le pregunta”. En este caso concreto, sobre la “Sagrada Familia”. Nuestra intención en estas páginas es procurar leer lo que los textos dicen, aunque no siempre “digan” lo que se busca en ellos. Sin embargo, la enorme diferencia cultural entre nuestro tiempo y el tiempo bíblico debe tenerse en cuenta. En el caso de la “familia”, por ejemplo, es evidente que el modelo familiar bíblico en muy poco se parece al nuestro; los horizontes son muy distintos y la pregunta quizás deba ser “¿qué nos aportan los textos bíblicos, al hablar de la familia, a las familias de hoy?” Pretender una lectura “lineal”, o un “repetir” modelos sería fundamentalismo, sin duda alguna.


Lectura del libro del Eclesiástico     3, 3-7. 14-17


Resumen: el mandamiento de “honrar padre y madre” es reiterado y ejemplificado en clave religiosa por el sabio.


La religión de Israel –expresada en los mandamientos- no se limita a un modo de encuentro con Dios, sino que es inseparable del encuentro con los “otros”, y en este caso, en primer lugar con los progenitores. “Honrar padre y madre” (cf. Ex 20,12; Dt 5,16) es el primero de los mandamientos que dice relación a los “demás”. La teología de la retribución sostenía que el cumplimiento de los caminos de Dios repercutiría positiva o negativamente, según se cumpliera o no, en la vida del sujeto. Así, quién “honra a su padre”, tendrá una larga vida (1,12), verá perdonados sus pecados y alcanzará otra serie de bendiciones (cf. Ex 21,17; Tob 4,3-4; Pr 1,8). 

Y este “honor” debe mantenerse particularmente cuando los padres ya estén ancianos, débiles o seniles ya que no hacerlo es semejante a “blasfemar” y provocar a Dios (cf. Lv 20,9; Pr 20,20). Ese es el orden social establecido por Dios (3,1-2). El relato luego de presentar el tema, partiendo del mandamiento y su contexto sapiencial, lo ejemplifica con una serie de “aquel que…” (vv.3.5.6) destacando las consecuencias benéficas del cumplimiento. Pero existe la posibilidad de que el hijo (no parece referirse a los hijos menores, ya que es un maestro de sabiduría el que se dirige a ellos como “hijos” [v.1], por tanto deben ser sus discípulos) no honre a su padre. La vergüenza de semejante actitud se manifestarán entonces en una serie de términos maléficos: como blasfemo y maldito.

 

 Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas     3, 12-21


Resumen: Una serie de normativas presenta la parte exhortativa de la carta a los Colosenses. Empezando por las consecuencias del bautismo en la vida cotidiana, siguiendo por la reunión litúrgica de la comunidad y finalmente mostrando cómo debe vivir una familia en este tiempo en el que la familia (= la casa) era vista como una ciudad en miniatura y por tanto debía manifestar su adaptación al mundo contemporáneo. La carta, sin embargo, no omite destacar los elementos propios que reflejan la propia identidad.

 

Como es habitual en las secciones exhortativas de las cartas paulinas, nos encontramos una serie de verbos en  imperativo, “mortifiquen”, “desechen”, “revístanse”… (vv.5.8.12…).


La insistencia en “revestirse” proviene del v.10 donde se presenta como antítesis de “despojarse”, contrastando el “hombre viejo” y el “hombre nuevo”. El contexto del revestimiento es bautismal, como lo hemos señalado en otra ocasión y se refleja aquí en el texto aparentemente pre-paulino “no hay griego y judío…” (cf. 1 Cor 12,13; Ga 3,28). Las consecuencias visibles en la vida de este “revestimiento” se presentan como “ser elegidos, santos, amados, con entrañas de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportando a los otros y perdonando a los demás”. Este catálogo de “capacidades bautismales” llega a la plenitud en el máximo “revestimiento”, el del amor (v.14) que es lo que integra plenamente (syndesmos) en la “perfección” (teleiotês). La unidad concluye con una referencia a la paz y a la acción de gracias (eujaristoi) que deben acompañar al cuerpo eclesial.

La segunda unidad (vv.16-17) concluye también con una invitación a “dar gracias” (eujaristéô). En este caso se exhorta a que en la comunidad “habite” (enoikéô) abundantemente. Esa presencia de la “palabra de Cristo” llevará a la instrucción y amonestación con “toda sabiduría”. Y a cantar “salmos, himnos y odas espirituales” (psalmois hymnois hôdais pneumatikais) en gracia (en járiti) a Dios en los corazones (en tais kardiais). Y a que todo lo que hagan los miembros de la comunidad, sea de palabra o de obra (en logô ê en ergô) sea hecho “en el nombre” de Jesús, dando gracias al Padre.

La tercera unidad (que es probablemente la razón por la que es incorporada esta lectura en la celebración del día) conforma lo que se conoce como “códigos domésticos”. En la antigüedad eran frecuentes los “códigos”, es decir, listas de acciones a evitar o a realizar en determinadas circunstancias. Pecados que se han de evitar en un ambiente donde abundan (catálogos de vicios), cosas que se han de practicar en esos mismos ambientes (catálogos de virtudes), cosas que debe practicar el ministro en una ciudad o comunidad (catálogos de ministerios) y cómo debe comportarse un “amo de casa” (oikodespotespaterfamilias) para ser reconocido en esa comunidad; la “casa” era tendida como una “ciudad en pequeño” y así se debía manejar la casa, como un gobernante la ciudad. Estos catálogos (todos ellos) son frecuentes en el ambiente greco-romano, y son también habituales en el Nuevo Testamento. En concreto, un buen “amo de casa” debe mostrar visiblemente que lo es “sometiendo” a su/s mujer/es, a sus hijos y a sus esclavos. Así funciona una “casa” en el mundo antiguo. Los cristianos, que cuando ya han pasado los primeros tiempos carismáticos empiezan a organizarse y estructurarse, lo harán precisamente siguiendo ese modelo: la casa. Es una manera demostrarse ante la sociedad como un grupo que no va a romper con lo establecido. Pero –sin embargo- hay una diferencia con respecto a los catálogos de la sociedad, y eso es precisamente destacar y fortalecer la propia identidad. “No somos revoltosos, pero tenemos nuestro modo propio de vivir”. 

Por ejemplo, así dice Platón: 

«si hubiera necesidad -añadí- de decidir cuál de estas cualidades constituirá principalmente con su presencia la bondad de nuestra ciudad, sería difícil determinar si será la igualdad de opiniones de los gobernantes y de los gobernados o el mantenimiento en los soldados de la opinión legítima sobre lo que es realmente temible y lo que no o la inteligencia y la vigilancia existente en los gobernantes o si, en fin, lo que mayormente hace buena a la ciudad es que se asiente en el niño y en la mujer y en el esclavo y en el hombre libre y en el artesano y en el gobernante y en el gobernado eso otro de que cada uno haga lo suyo y no se dedique a más» (República IV, 433 cd).


Con la intención de que el judaísmo sea aceptado por los romanos, Flavio Josefo presenta su modo de vida con criterios semejantes:


«¿Y en lo referente a los matrimonios? Nuestra ley aprueba únicamente aquellas relaciones sexuales que son la unión con la esposa, y sólo cuando tiene por objeto engendrar hijos (…) La mujer, dice la escritura, es en todo inferior al varón. Por lo tanto, que obedezca al varón, no para su ignominia, sino para que siga su dirección y mandato, porque Dios otorgó al varón fortaleza y poder (…) La ley ordena criar a todos los hijos (…) desde la primera infancia la educación de los hijos debe encaminarse a la sobriedad; la ley ordena enseñarles a leer, los preceptos de la ley y los hechos de nuestros mayores…» (Contra Apión II,199).


Lo interesante del código de Colosenses es que está dirigido en primer lugar a los débiles (mujeres, hijos y esclavos) –quienes son mencionados en primer lugar-.  La actitud de los débiles es teologizada (vv. “conviene en el Señor”, v.19; “es grato a Dios”, v.20; “temiendo al Señor”, v.22), pero el “amo de casa” tiene la responsabilidad de “no abusar” de su poder, este es limitado.


El texto litúrgico (seguramente por motivos de que no se supone que hoy haya esclavos, lo cual es evidentemente dudoso) omite el tercer par: esclavos y amos, que es el más extenso y parece haber sido importante en su incorporación en esta sección.


Sin duda, este texto leído fuera de su contexto histórico-cultural ha sido responsable de grandes injusticias con los esclavos y con las mujeres, lo que –además- se pretendió justificado teológicamente. Sin duda no es así como hoy a de leerse este “código”. Ciertamente no es “aquella casa” semejante a “la casa” en la que hoy se despliega la humanidad, y es en “esta” en la que debiéramos encarnar los valores del Evangelio.



+ Evangelio según san Lucas     2, 22-40


Resumen: el cumplimiento de la Ley es una suerte de elemento que se repite constantemente. María y José son fieles a la ley de Dios y presentan al niño al Templo haciendo la ofrenda de los pobres. Un varón y una mujer enviados por Dios reconocerán en el niño el cumplimiento de las expectativas bíblicas.



Uno de los elementos característicos de las escenas de la infancia en Lucas es remarcar el cumplimiento de la ley por parte de los padres de Jesús. En el texto de hoy esto se repite frecuentemente (vv.22.23.24.27.39).


El texto en su estructura es paralelo a Juan el Bautista:


Juan el Bautista
Jesús
Circuncisión al 8vo día: 1,59
Circuncisión al 8vo día: 2,21
Imposición del nombre: 1,60
Imposición del nombre: 2,21
Cántico (con referencias al AT): 1,69-79
Cántico (con referencias al AT): 2,29-32
Crecimiento del niño: 1,80
Crecimiento del niño: 2,40



Muchos elementos conforman el relato de la liturgia de hoy. El esquema es sencillo:


Purificación de “ellos” (vv.22-24)

Un varón justo / una mujer justa reconocen al niño (vv.25-35 / 36-38)

Sumario conclusivo (vv.39-40)



El texto es muy complejo e interesante; pero para la celebración de hoy señalaremos solamente aquello que hace a la liturgia del día. El texto comienza y termina con una referencia a que los padres de Jesús actúan conforme a “la Ley” (vv.22.39). Esto es algo importante en Lucas (cf. 2,21.41; cf. Hch 1,12), y precisamente “conforme a la ley” presentan el niño al Señor.


Destaquemos que en el mundo antiguo es propio de las personas religiosas ser agradecidos con la divinidad que nos ha dado sus dones. Precisamente por eso, por ejemplo, se le ofrecen las primeras crías de ganado, o las primicias de la cosecha. Sin embargo, en Israel no se ve con buenos ojos “ofrecer” a Dios el hijo primer nacido; los sacrificios humanos son aborrecidos (aunque hubo algunos casos detestados por la Biblia; 2 Re 21,6; cf. Lev 18,21; Dt 18,10; 2 Re 23,10; Gén 22,1-19). Casi podríamos imaginar de este modo la ofrenda: a Dios se le puede dar lo mismo que se puede comer, como si Dios lo “comiera”. Caso contrario, aquello que no es “puro” para ser alimento no se ha de “ofrecer”, y por tanto se ha de “rescatar”. Es decir, se ofrece algo sustitutivo, como un cordero o un cabrito. Es –fundamentalmente- el caso de los hijos, en este caso de han de presentar una “res menor”, y si no alcanza el dinero para hacerlo presentarán dos tórtolas o dos pichones (Lev 12,7b-8), se los rescata, se le “presentan” a Dios. María y José, es evidente, son pobres y presentan agradecidos la ofrenda de los pobres.. 


El Evangelio extrañamente informa que es el tiempo de la purificación de “ellos”. No se refiere a la madre, que debe purificarse después de la maternidad, sino de “ellos”; es posible que esté aludiendo a que con la presentación de Jesús ha comenzado el “día” y así “los hijos de Leví” sean purificados porque la ofrenda que se ha presentado en el Templo es perfecta (cf. Mal 3,3, primera lectura). 


Ante esta presentación se acercan al Templo –como es frecuente en Lucas- un varón y una mujer (cf. 13,18-21; 15,4-10; etc.) que hablan públicamente del niño. La “esperanza en la consolación de Israel” y la “esperanza en la redención de Jerusalén” enmarcan la doble escena (vv.25.38). En medio de esta escena Lucas incorpora (como lo ha hecho en otras ocasiones, cf. 1,46-55; 1,68-79; 2,14) un canto que manifiesta la realización de las esperanzas de Israel con la alegría de los “pobres de Yahvé”. 


La escena concluye con un relato sobre el crecimiento del niño, semejante a lo dicho sobre Juan, el Bautista (1,80) que parece a su vez remitir a Samuel: “iba creciendo y haciéndose grato tanto a Yahvé como a los hombres” (1 Sam 2,36).


El video con comentario al Evangelio puede verse en
o también en


foto tomada de ¿Quién es Jesucristo? - blogger