martes, 27 de febrero de 2018

comentario cuaresma 3B

Jesús es el nuevo Templo. La comunidad también.

DOMINGO TERCERO DE CUARESMA - "B"

                                                                                                              Eduardo de la Serna


Lectura del libro del Éxodo     20, 1-17

Resumen: el conocido texto de los “Diez Mandamientos” aparece como síntesis del obrar que Dios espera de su pueblo como respuesta a su accionar liberador.


El texto litúrgico constituye una perícopa sumamente conocida y – lamentablemente – muchas veces muy mal conocida. Cada tema merecería un comentario detenido, pero sólo haremos un comentario genérico. La estructura podría ser variada: hay una primera serie de mandamientos referidos a Dios y luego un segundo grupo referidos al prójimo (hermano, judío). Hay una serie de mandatos “positivos” (harás esto…) y otros “negativos” (no harás…). Curiosamente, no se mencionan castigos o penas para los que violen los mandatos. En realidad hemos de señalar que muchos de estos temas, que se encuentran en otras unidades legislativas de la Biblia, sí señalan el tipo de pena que se pretende para el que los trasgreda.

Es evidente que el texto tiene un paralelo en la historia deuteronomista (cf. Dt 5,6-21) y parece haber paralelos o referencias en otras partes, cf. Os 4,2). Es muy probable que remita a un catálogo muy antiguo, y hasta quizás fundacional (remitiendo a las tradiciones del norte). En este caso, el texto – al menos en su forma actual – pertenece a la tradición llamada “Sacerdotal”. La referencia a Egipto debe entenderse en este sentido. El “yo soy” de Yahvé tiene una doble dimensión, una auto-presentación de Dios por su accionar en la historia (= Egipto) y también una revelación del nombre (= yo soy). Sin embargo, es muy posible que ambas estén unidad: Dios es (y así se revela) el que está en medio de su pueblo en el devenir histórico, el que camina en medio de los suyos, el Dios liberador (“yo soy el que estoy”). Es precisamente por su presencia y obrar liberador que Yahvé puede exigir a Israel un obrar coherente (mandamientos).

Los primeros textos pretenden prohibir la idolatría: no tener otros dioses no hacerse imágenes, no dar culto y quizás también no pronunciar en falso el nombre de Dios. La razón principal es que Dios se presenta como “celoso”. El amor esponsal de Dios y su novia, Israel, no debe ser “compartido” (como se ve, no implica necesariamente que los otros dioses “no existen” sino que no deben ser “amados”, lo que es un indicio de su antigüedad). El anuncio del castigo (en los hijos hasta la tercera y cuarta generación) es también indicio de su antigüedad, la retribución personal es algo más tardío en el ambiente bíblico. El contraste entre la respuesta al amor y a la iniquidad (cuarta generación para esta, y “mil generaciones” para aquella) destaca, sin embargo, que este Dios, aunque celoso, es “rico en amor y fidelidad”. La prohibición de imágenes es un tema importante en el ambiente bíblico, se trata de otro aspecto de la idolatría relacionado a la manipulación de la divinidad. “Este” (o “esto”) no es Dios, Dios es siempre más que todo ello. Manipular a Dios (aunque se trate del Dios bíblico) es un riesgo frecuente y es algo vedado por Dios que quiere ser “el que es / está”. Tomar en falso el nombre de Dios es “manipular” su nombre. 

El sábado (aquí, por ser relato “sacerdotal” relacionado a la creación) debe ser tenido por día santo. Es el día el que lo es, no el que lo respeta; es decir, no basta decir “yo lo respeto” pero hago trabajar a mis animales o mis esclavos. El sábado es “señal” de la alianza entre Yahvé y su pueblo (31,16). 

Los mandamientos que dicen relación a los demás se encuentran en otras partes, como se ha dicho, y las penas suelen ser graves:


  • Quien maldice o golpee a sus padres es condenado a muerte (21,15.17); se añade aquí un anuncio de larga vida a quien los “honre”;
  • Quién mate a otro debe ser a su vez matado (“ojo por ojo”, cf. 21,12; Lev 24,17);
  • Quien adultere (se refiere a quien se acueste con la mujer que es “propiedad” de otro) también es penado con la muerte (Dt 22,23);
  • El “robo” parece referir aquí al secuestro, o la venta de personas como esclavos (21,16; Dt 24,7) y también la condena es la muerte;
  • Dar testimonio falso refiere a la condena injusta en un juicio a causa de un testigo (por lo cual son necesarios al menos dos testigos, Num 35,30; Dt 19,18), cf. 23,1-2 y la pena es hacer lo mismo que pretendía con su acusación (Dt 19,19);
  • Finalmente la “codicia” de los bienes del hermano. No se refiere al simple deseo sino al deseo que conduce a apropiarse de lo que pertenece al otro, a su “casa” (sus “propiedades”: mujer, siervos, ganado, o “cualquier cosa”).


Breves notas sobre el “Decálogo”. El texto es sobradamente conocido, pero en una lectura muy distorsionada: el acento está puesto en más de un caso en lo sexual, cosa ausente en el texto. Como es evidente, éste es preocupantemente machista. La mujer es una “propiedad” del varón, que no ha de ser “codiciada”, y el adulterio refiere a eso (el varón tiene derecho de buscar y tener otras mujeres siempre que no pertenezcan a alguien: solteras, viudas, divorciadas, prostitutas…); un varón es penado si anda con mujer “de otro”. En el esquema original el acento – y ésta es la novedad y lo desafiante del texto – el decálogo refiere al modo de relación con los otros como hermanos, lo cual resulta un contundente desafío por su contraste con el medio ambiente. La relación con los miembros del pueblo es una relación de fraternidad, y no de algunos que se presentan como superiores a otros. Sólo Dios, “el que es” puede estar por encima…


Lectura de la primera carta de san Pablo a los cristianos de Corinto     1, 22-25

Resumen: Pablo presenta un contraste de sabidurías. La humana, que busca auto-sustentarse, y la divina, que se manifiesta en la cruz.


El texto paulino es un fragmento – algo mutilado – de una unidad mucho mayor que se encuentra en los caps. 1-4 y está centrada en la “sabiduría cristiana”. Está se presenta en contraste con “otra sabiduría”, “de los sabios” (1,19), “del mundo” (1,20.21), de “judíos” o de “griegos” (v.22), palabra con “prestigio” (2,1), “persuasiva” (2,4), “sabiduría de hombres” (2,5), de los “jefes de este mundo” (2,6), “humana” (2,13), “carnal” (3,2). Por el contrario hay otra – que es la que Pablo ha predicado – que es “divina” (1,21), “demostración de espíritu y poder” (2,4), “entre perfectos” (2,6), “de Dios, en misterio, escondida” (2,7), “enseñada por el espíritu” (2,13)… en síntesis, “una sabiduría de la cruz” (1,17.23; 2,2.8). Este contraste de sabidurías se manifiesta – en la lectura de hoy – entre lo que un grupo pretende (judíos y griegos) y lo que pretende el otro (formado también por judíos y griegos, pero “llamados”, 1,24). 

Es muy posible que el motivo de la incorporación de este tema se deba a que algún grupo – de los que se han conformado en la comunidad dividiéndola – se jacte de la calidad de la predicación de su “héroe” en contraste con otros (especialmente contra Pablo que – todo parece indicarlo, no era un buen predicador, cf. 2,3-4; 2 Cor 10,10). Lo que Pablo quiere resaltar es que poner el acento en la calidad de la predicación antes que en el contenido es absurdo. Y – más todavía – si el contenido es “la cruz” es razonable que la predicación, ¡y el predicador!, sea a su vez “crucificado”. 

Que los griegos son amantes de sabiduría es algo conocido, e incluso es posible que en ellos se jactaran. Que los judíos piden signos es algo conocido, por ejemplo, en los evangelios (con frecuencia le piden signos a Jesús, cf. Mc 8,11; Lc 11,29) que es todo lo contrario: “locura” y “escándalo”. Con la sabiduría aportada por la cruz, los que son llamados, los espirituales saben reconocer allí “fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (v.24).
Este contraste infinito lo lleva a plantear la paradoja de la “locura” de Dios y la “necedad” de Dios en contraste con la búsqueda de “sabiduría” y “signos” de los “seres humanos”. El contraste entre Dios y los humanos es – evidentemente – lo que da sentido. Esta “debilidad” y “locura” de Dios es evidentemente más fuerte y sabía que lo humano. La cruz es la clave de interpretación del texto. La sabiduría de la cruz, algo ciertamente incomprensible para quien no pueda mirarla con los ojos de Dios guiado por el espíritu.

Una nota sobre la “confianza”. Confiar en la calidad de la predicación del héroe es errar el punto de miras, que ha de ser la cruz. Y confiar en ello se introduce imperceptiblemente en el terreno de la idolatría. Confiar en la “calidad” antes que en la “debilidad” es afirmarse en terreno resbaladizo. Es correr el riesgo de confiar antes en Pablo, Apolo, Cefas… que en la cruz, por más escandalosa o débil que esta sea. Allí empieza la idolatría.


Evangelio según san Juan     2, 13-25

Resumen: Jesús – que en Juan – reemplaza las instituciones judías en la propia persona de Jesús, manifiesta que el Templo no tiene ya sentido porque es en Él mismo que la humanidad puede encontrarse con Dios.  
Este relacionado con el templo que es reemplazado tanto por su cuerpo como por su comunidad. Al realizar el signo surge el debate donde Jesús manifiesta la decisión de reemplazar en sí mismo todas las instituciones “de los judíos”.

Salvo los versículos finales, el Evangelio fue comentado el día de la Dedicación de la basílica de San Juan de Letrán. Repetimos lo allí dicho añadiendo los vv. faltantes.


En Juan el verbo “se acercaba” (6,4; 7,2; 11,55) siempre refiere a una fiesta judía, mencionada como “de los judíos”, se repite en 6,4 y 11,55 de la “Pascua” y en 7,2 de los “Tabernáculos” posiblemente para señalar una distancia ya que estas festividades están destinadas a ser reemplazadas por Jesús.

Es la primera de las tres pascuas que Juan menciona. ¿Se trata de un dato cronológico o es simbólico? Aunque sea una trasposición de un texto sinóptico puede reflejar la memoria de un viaje original. “Subió” es el verbo que se utiliza normalmente para indicar un viaje de peregrinación a Jerusalén (5,1; 7,10; 11,55; 12,20).

El Templo (hieros) alude al llamado atrio de los gentiles, al “área del templo”; el templo propiamente dicho, el edificio (naos) es mencionado en vv.19-21. Los animales se venden para ser sacrificados; pero ya no serán necesarios. Se destaca especialmente el trato a los vendedores de palomas, la ofrenda del pobre (Lv 5,7). La insistencia en la descripción de los animales y los cambistas, mencionados dos veces, parece resaltar el gesto de Jesús, que implica la abolición de todo el sistema sacrificial del Antiguo Testamento. Lo que se encuentra es ganado y ovejas (o cabras) y cambistas (el término kermatistês no vuelve a encontrarse en toda la Biblia).

Puesto que no se puede entrar en el Templo llevando armas o palos es probable que Jesús hiciera el azote con las sogas que se usaban para atar a los animales.

La casa no es “de Dios” (AT, cf. Mc 2,26), sino “de mi Padre” (como en Lc 2,49; primera vez que usa “mi Padre” en Jn) y está en juego de palabras con “casa de mercado”. Jesús se presenta como “el Hijo”, como quien tiene autoridad sobre el templo; el que inicia el “verdadero culto” (4,21).

Tres veces repite Juan “recordaron” (siempre en aoristo: 2,17.22; 12,16) y siempre los discípulos son el sujeto. La referencia al celo puede anticipar el celo por la casa de Dios que le cuesta la vida; siendo que el Salmo es citado en Hch 1,20; Rom 11,9-10; 15,3 y quizá en Jn 15,25; 19,28 el contexto del sufrimiento de Jesús es posible. 

Fiel a su estilo, allí donde los sinópticos hablaban de sumos sacerdotes, escribas y ancianos, Jn prefiere “los judíos”.

El imperativo “destruyan” puede ser un condicional (“si destruyen”; “supongan que ustedes destruyen”) o un imperativo irónico, como el de los profetas (Am 4,4; Is 8,9) (“sigan así y ya verán...”).

El texto “este santuario”, ¿refiere aquí al cuerpo de Jesús o al Templo judío? Mt y Mc destacan que Jesús lo edificará, Jn que lo levantará. Pero ¿es posible leerlo en este sentido? “Tres días” quizás deba entenderse como “en un breve lapso de tiempo”, no en 72 horas (cf. Os 6,2; Lc 13,32).

“Levantar” es despertar (Mt 8,25; Hch 12,7) y de aquí “despertar del sueño de la muerte” (12,1.9.17); es frecuentemente usado de la resurrección de Jesús. Pero también se puede usar de “levantar un edificio” (1 Esd 5,43; Sir 49,13; y sobre el Templo [naos] AJ XV 391; XX 228).

La referencia a los 46 años: Josefo señala que el templo se inició el año 18 de Herodes (Ant XV,11,1), así llegamos a la Pascua del 28. Y concluyó bajo Albino en el 63 d.C. (Ant XX,9,7). El aoristo no indica necesariamente que el templo estuviera concluido (cf. Esd 5,16). 

“Resucitó” puede ser pasivo o intransitivo. En los textos más antiguos, -leído en pasivo- se dice (x19) que Dios resucitó a Jesús (Rom 4,25; 6,4.9; 1 Cor 15); pero Jn destaca que el poder del Padre es el de Jesús (10,17-18; cf. 2,17).

Creyeron en la escritura ¿se refiere a un pasaje concreto (¿Sal 16,10; 69,9?) o a toda la escritura en general (= en la verdad de la escritura)? (cf. 2,22; 7,38.42; 10,35; 35,18; 17,12; 19,24.28.36.37; 20,9) pero siempre, salvo aquí, y en 17,12 y 20,9 se refiere a un texto citado (aunque en 17,12 cf. 13,18 y 20,9 cf. Hch 2,27; 13,35 [Sal 16,10]; con lo que sólo 2,22 sería referencia a todo el AT). La “palabra” se refiere a la revelación que Jesús trae sobre Dios.

¿Por qué la ubica aquí Jn y no al final del ministerio, como los Sinópticos? Si tenemos en cuenta la probabilidad de una segunda redacción del Evangelio, y la inserción tardía del relato de Lázaro, es probable que ésta causara el desplazamiento del relato del templo. Por otro lado, si Jn divide en tres pascuas el ministerio de Jesús, es interesante notar, como dijimos, que ubica en cada una de ellas escenas que en los sinópticos se encuentran en la única pascua: en la primera, la escena del templo, en la segunda la escena eucarística y en la tercera, la pasión. Probablemente Jn tuvo que recurrir a los pocos datos con que contaba y dividirlos en tres, a partir del momento que estructuró el ministerio en tres pascuas (sea o no esto más verosímil históricamente).

Hay rasgos que son propios de Jn como la presencia de bueyes y ovejas, el látigo, o las palabras de Jesús.

La cita del Sal 69,9 en v.17: es importante tener en cuenta que es uno de los Salmos más usados en favor de Jesús, y Jn pudo aducir esta referencia para interpretar la escena. La sentencia de v.16 es una alusión implícita a Zac 14,21, como la de los sinópticos alude a Isaías y a Jeremías. Por otra parte, hay muchos elementos comunes: localización en el templo, los vendedores de palomas, las mesas de los cambistas, el templo visto como “casa”. Hay muchos términos griegos idénticos como para suponer una semejanza accidental. En ese caso, sería razonable pensar en una fuente común a ambas tradiciones, que luego fueron ampliadas y adaptadas.

La actitud de “los judíos” contrasta claramente con la de “la madre” de Jesús de la unidad anterior que así se encuentran en un cierto paralelismo antitético. Ambos episodios anticipan “la hora” (2,4.21):

En Caná de Galilea
En Jerusalén
Intercambio verbal (incomprensión confiada)
Intercambio verbal (incomprensión escéptica)
los discípulos y la madre  
los “judíos”   
reemplazo de las tinajas de piedra
reemplazo del Templo
Jesús hace un signo y creyeron
¿qué signo haces para que creamos?
La madre y discípulos creen en la palabra
¿tú [acentuado] en tres días lo levantarás?
interpretación del redactor. Transición.
interpretación del redactor.
Transición.

Obviamente, Jn elige “levantaré” (y no edificar, como los sinópticos) por su intencionalidad teológica. El imperativo que usa: “destruyan” carga la responsabilidad en las autoridades judías (¿es ironía de Juan que sabe que el templo ya fue destruido cuando se compone el Evangelio?). 

Juan lo reinterpreta para que se entienda a la luz de la muerte y resurrección de Jesús. Pero mientras Mc parece aludir a dos templos diferentes (hecho / no hecho por manos), en Juan se alude al mismo templo (= Jesús).

Como en 2,11, el narrador se retira de la escena para ofrecer la interpretación de los hechos. El evangelista deja claro (v.22 y quizá también v.17) que su interpretación de la escena va más allá de lo que entendieron los testigos; el texto representa un gesto programático para Jn; más que una “purificación” (¿Sinópticos?), se trata de una “sustitución”. Los “discípulos no se comprometen con la principal reivindicación de Jesús, a saber que el hieron (Templo) de ‘los judíos’ es, de hecho, el oikos (casa) del Padre de Jesús”.

Ya en Caná habían comenzado a presentarse la sustitución de las instituciones judías y la abundancia de vino que anuncia los tiempos mesiánicos. El rechazo de Israel viene anunciado; ahora, ¿cómo interpretaron el hecho los asistentes? Si se trata de una “purificación” es fácil ubicarlo en el contexto profético. Los animales fueron introducidos por Caifás, los cambistas no son extraños ya que no consta que cobraran tasas usurarias o sobornaran a los sacerdotes. Los textos dan a entender que hubo razones para este obrar, pero estas no son explicitadas.

La tradición sinóptica parece ubicarlo en el marco de Jeremías (cf. Mt 16,14). El Dt-Zac (14,21) “ningún mercader se verá en el templo santo” (a este texto parece aludir 2,16). Mal 3,1 (que también pudo tenerse en cuenta) la intervención de Dios sigue a un cuestionamiento al sacerdocio levítico. Is 56,7 proclama el ideal profético del templo purificado. Siendo Jesús un profeta era absolutamente comprensible en ese sentido. Cf también Ag 2,7-9; Mi 3,12; Sir 36,13-14. Según el Talmud (Gitt 56ª; Midr Rabba sobre Lam 1,5,31 Rabí Sadok empezó a ayunar en el año 30 para prevenir la destrucción de Jerusalén, lo que indica que ya era algo previsible:

R. Sadok observó los ayunos durante cuarenta años para que Jerusalén no pudiera ser destruida, [y él se volvió tan delgado que] cuando comió algo la comida podría verse [como atravesaba su garganta.] Cuando quiso restaurarse, ellos le traían un higo, y él chupaba el jugo y tiraba el resto”.

Otro Jesús lo advertiría:

“...Un cierto Jesús hijo de Anán, hombre plebeyo y rústico, cuatro años antes de la guerra, estando la ciudad en paz y con gran abundancia de todo, fue a la fiesta de los Tabernáculos, en la cual es costumbre levantar tiendas en honor de Dios, y súbitamente se puso a gritar dentro del Templo: ¡Voz del oriente, voz del occidente, voz de los cuatro vientos, voz contra Jerusalén y el Templo, voz contra los recién casados y las recién casadas, voz contra todo el pueblo! (...) Desollado hasta los huesos a latigazos, no rogó ni derramó una lágrima; a cada golpe respondía, con la voz más lastimera que podía: - ¡Ay, ay de Jerusalén! (...) Pero diariamente, como si repitiera una oración aprendida, decía - ¡Ay, ay de Jerusalén!
(...) Su clamor era mayor durante las festividades. Así continuó, con su frase, durante siete años y cinco meses, sin enronquecer ni cansarse, hasta que en la época del asedio, al confirmarse sus augurios, calló. Pues mientras recorría las murallas, gritaba con voz aguda: - ¡Ay, ay otra vez de la ciudad, ay del pueblo, ay del Templo! (...) (Josefo, Guerra VI, 5,3)

La pregunta es si Jesús pretende purificarlo o suprimirlo. La expulsión de los animales parece sugerir esta última posibilidad (particularmente en el relato joánico, como se ha dicho). Mt 9,13; 12,17 parece reflejar una actitud cristiana posterior, ya que los cristianos primitivos participaban del templo. Es perfectamente posible que Jn – que muestra una profunda distancia del templo – haya ahondado la oposición.

La segunda parte (vv.18-22) sobre la destrucción y reedificación es posible que se haya entendido como la reedificación mesiánica del templo. Hemos visto que podían haber estado separadas por lo que “purificación” y “reconstrucción” pueden ser simplemente yuxtapuestos aquí. Ellos están destruyendo el templo (recordar la posible lectura irónica: “sigan así...”), Jesús afirma que lo reconstruirá por el templo mesiánico. Si hay trasfondo en el AT para la purificación, también lo hay para la reedificación: Ez 40-46 lo describe detalladamente. Tob 13,10; 14,5 habla de la reconstrucción. Lo mismo en Qumrán: 5Q15 (“la nueva Jerusalén”) describe el templo ideal. El templo herodiano fue destruido, pero la esperanza en su reconstrucción perduró, como se ve en la 14ª de las 18 Bendiciones:

Apiádate, Yahvé, nuestro Dios, (en tu grande, grande compasión de Israel, tu pueblo y...) de Jerusalén, tu ciudad, y de Sión, la morada de tu gloria, (y de tu templo y tu morada) [y del reino de la casa de David, el Mesías de tu justicia]. Bendito seas, Yahvé, Dios de David, que edificas Jerusalén

Probablemente, v.19 haya sido originalmente una proclamación mesiánica referida al templo, y comprensible para quienes conocen el AT. Luego de la resurrección se interpretó en clave “cuerpo de Jesús”.

Los “tres días” son ciertamente añadidos por el evangelista para facilitar la interpretación post-pascual. Pero las otras referencias a los “tres días”, sin intención pascual parecen preferir – como hemos señalado – una interpretación de los “tres días” como “un breve tiempo” (así Ex 19,11; Os 6,2; Lc 13,32) insinuando un carácter milagroso. La respuesta de los judíos deja entender claramente que lo entendieron como referido al templo de Jerusalén. Los sinópticos parecen entenderlo como referido a la reedificación mesiánica: a continuación de esta referencia viene la pregunta: “¿eres el mesías?” (Mc 14,61). Con esto podemos suponer que a nivel histórico el tema es comprensible a la luz de las ideas que prevalecían en el tiempo.

Pero se debe tener en cuenta la referencia a los signos:

El término hebreo signo (’ot) lo encontramos 79 veces en el AT de las que 75 veces LXX lo traduce por sêmeion (el término usado por Juan). Las veces que lo encontramos en la Tora (x39) y los profetas “mayores” (x19) en todos los casos alude a algo visible por todos que – en todos los casos – alude a una verdad sobre Dios.  Hay un mensaje para quienes ven el signo, una ‘palabra de Dios’. Del mismo modo, en Jn alude a algo que tiene que ver con la naturaleza o el status de Jesús. El hecho puede ser visto por miles de personas, pero no todos perciben el signo que encierra (6, 26.30.36; 9,16; 11,47; 12,37), por eso provoca reacciones de conflicto (7,40-44; 9,16; 10,19-21; 11,45-46). Es el punto de partida de la aceptación, del reconocimiento de que algo no observable “naturalmente” está ocurriendo.
¿En qué medida es un signo el cuerpo de Jesús como Templo?

Se debe recordar que en la tradición paulina la comunidad cristiana es vista como Templo del Espíritu Santo (Rom 12,4-5; 1 Cor 12,12-30; Ef 1,23, cf. 4,12-13.15-16; 5,23; Col 1,18.24) por lo que no debe sorprender que pudiera comprenderse que levantar en tres días su cuerpo se entendiera como levantar su Iglesia (Bernabé, Ireneo, Clemente de Alejandría, Orígenes, Agustín). El evangelista le da a Jesús la ocasión de dar un signo. Si como consecuencia de sus acciones el templo es destruido un nuevo templo se levantará rápidamente, lo que es evidencia de su poder. La Iglesia es un signo para los judíos; el evangelista los invita a leer la historia: la misma construcción del templo no fue universalmente aceptada (2 Sam 7,5-7; 1 Re 8,27), y eso no cesó (Jer 35,1-11; Is 66,1). Lo mismo ocurrió en las comunidades cristianas como es el caso de Esteban (Hch 7,48-49), o el caso de la comunidad de Qumrán (1QM 2,1-6) aunque estos eran una minoría; para la mayoría de los judíos el culto del templo era central para su fe. Después de la destrucción de Jerusalén, 2 Bar 31,4-5; 32,2-4 y 4 Esd 10,21-23. 44-59 esperaban una pronta reconstrucción. El Templo es el espacio entre el cielo y la tierra.

El Evangelio de Juan es compuesto cuando la ciudad y el templo están en ruinas. Como judío se pregunta por el plan de Dios, como seguidor de Jesús, ejemplo de judío (3,2), lleno de “gracia y verdad” (1,14.18) ve la Iglesia cristiana como la que lleva la fe de Abraham a un nuevo mundo; ¿esto no es un signo (cf. Is 45)?, ¿un dato de la historia para interpretar?, ¿un acontecimiento a la vista de todos, pero no naturalmente observable, como punto de partida para la reflexión creyente?

Las palabras de la Escritura (v.17) explican la purificación del templo; probablemente dando a entender que fue comprendido a la luz del Sal 69,9. Es probable que Jesús mismo interpretara acciones suyas como “cumplimiento”, pero Jn insiste que recién fue comprendido después de la resurrección. El AT da la clave de interpretación.
Veamos los dos vv. del Sal (LXX):

Me he convertido en extraño para mis hermanos, y en extranjero para los hijos de mi madre. Porque el celo por tu casa me ha consumido, y las afrentas de los que te afrentan han caído sobre mí.”

Lo habitual es que los lectores entiendan todo el contexto del Salmo; el alejamiento con respecto a los hermanos puede ser significativo en relación a Jn 2,12: se irán distanciando cada vez más a causa de su incredulidad.

Al pasar a futuro el v.9 Jn lo transforma en profecía; “consumir” -especialmente en el contexto muerte-resurrección interpreta la acción como aquella que conducirá a Jesús a la muerte (con lo que, aunque el desplazamiento lo presente al comienzo del ministerio, la alusión a que este acontecimiento tiene que ver con la muerte de Jesús prepara la sentencia de la resurrección).

La lectura es diferente de la de Mc: “no hecho por manos” ciertamente lo ubica (cf. Heb 9,11) en un marco espiritual. En el cristianismo primitivo tenemos tres referencias al templo espiritual:

a. la Iglesia: cf. Ef 2,19-21; 1 Pe 2,5; 4,17 (cf. 1QS 5,5-6: 8,7-10; 1QH 6,25-28);
b. cada cristiano: cf. 1 Cor 3,16; 6,19; IgnFilad 7,2; 2 Clem 9,3 (2 Cor 6,16 enlaza ambas ideas)

“Pero el Espíritu me hizo un anuncio, diciendo lo que sigue: no hagan nada sin el obispo; guarden sus cuerpos como los templos de Dios; la unidad de amor; eviten las divisiones; sean seguidores de Pablo, y así como del resto de los apóstoles, que ellos lo eran también de Cristo”. (IgnFilad 7,2);

c. está en los cielos: tradición apocalíptica: 2 Bar 4,5; cf. Ap 9,19; Heb 9,11-12.

El texto de Heb es importante para entender a Mc:

Heb 9:11-12: “Pero cuando Cristo apareció como sumo sacerdote de los bienes futuros, a través de un mayor y más perfecto tabernáculo, no hecho con manos, es decir, no de esta creación, y no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de su propia sangre, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, habiendo obtenido redención eterna.

Pero el tabernáculo no es en este caso la humanidad de Cristo (Agustín, Calvino) ya que está en el cielo.

En Jn es clara la insistencia en Jesús resucitado como templo (cf. Ap 21,22; Jn 1,14). La interpretación de Jesús como templo no parece extraña (cf. Mt 12,6: “Pues les digo que algo mayor que el templo está aquí”); Jesús es la realidad profunda de todos los importantes signos religiosos de Israel. Es la adoración nueva y distinta; una señal que apela al futuro, la comunidad escatológica, una “casa de oración”

Finalmente, es interesante el paralelo con Mt 12,38-40: en ambos casos las autoridades piden un signo; en Mt la referencia es a Jonás, en Jn a la destrucción-reedificación del templo, pero en cada caso se alude a la resurrección al tercer día (Mt 12,40 [con 16,4] y Lc 11,29-30).

Los vv.23-25 pertenecen a una suerte de conclusión. En ella se retoma el lugar y tiempo (Jerusalén, Pascua) para sintetizar aludiendo a los “signos” que Jesús realizaba. El contexto es diametralmente opuesto al tema de los signos al que hace referencia Pablo en la segunda lectura. Aquí se trata de los “signos” que Jesús elige dar para auto-manifestarse a los suyos. Son signos de revelación, sean estos “milagrosos” o no. Por el contexto, pareciera que aquí se refiere a la expulsión de los vendedores y el consiguiente discurso de Jesús entendido como “signo”. Los signos son como semillas de revelación que “esconden” algo que debe entenderse en el mismo sentido de lo manifestado (el pan es alimento, el agua sacia, la luz ilumina…). En este sentido, los signos conducen a la fe, llevan a los testigos a creer (en la medida en que vean esto como “signos” y no como simples “hechos benéficos”) y aquí acota: “en el nombre”. Por eso el redactor señala que “creyeron” (pisteuô) al ver los “signos”. Pero – y continua acotando – Jesús no “confiaba” (pisteuô) porque los “conocía” (ginôskô), sabía (ginôskô) – como Dios sabe – lo que hay “en el ser humano” (ver 16,30). Esta fe es – por ahora – relativa.


Foto tomada de gracethrufaith.com




viernes, 23 de febrero de 2018

Autocrítica

Autocrítica


Eduardo de la Serna



"La autocrítica es propia de una dialéctica de izquierda que yo no practico
(María Julia Alsogaray, 1999).

Se ha dicho que una autocrítica – por ejemplo, del gobierno anterior – es necesaria. Y, de entrada, debo decir que coincido con eso. Creo que hacer autocríticas es fundamental para crecer, para no repetir errores pasados, para repetir o fortalecer los aciertos o simplemente para mejorar. En el lenguaje de la catequesis es lo que se llamaba “examen de conciencia”.

Ahora bien, si yo hago una autocrítica de mi pasado como párroco en tal parroquia, o de una clase que di, o de mi relación interpersonal con Fulano, ¿debo hacerla pública? Ciertamente ese es otro tema. Una de las patologías contemporáneas es la incapacidad de “privacidad”; pareciera que todo debe hacerse público y conseguir la mayor cantidad posible de “me gusta”. Algo que en tiempos de Big Data es peligrosísimo.

El poder inteligente, de apariencia libre y amable, que estimula y seduce, es más efectivo que el poder que clasifica, amenaza y prescribe. El botón de me gusta es su signo. Uno se somete al entramado de poder consumiendo y comunicándose, incluso haciendo clic en el botón de me gusta. El neoliberalismo es el capitalismo del me gusta. Se diferencia sustancialmente del capitalismo del siglo XIX, que operaba con coacciones y prohibiciones disciplinarias. [Byung-Chul Han, Psicopolítica (Herder 2014) 17]
Creo que la autocrítica es necesaria, publicarla no. De esto habló Raúl Zaffaroni hace tiempo con su reconocida sensatez y lucidez.

Teniendo esto en cuenta, me limito a señalar algunos ambientes en los cuales me gustaría que haya una autocrítica -o deseo que la haya habido- aunque esta no sea pública.

  •          Quisiera una urgente autocrítica del gremio docente (e incluyo a gremialistas). Fue uno de los sectores que más votos aportó para que hoy, el cerrador y la cerradora de escuelas sean gobierno. Es cierto que, por ejemplo, Daniel Scioli fue un desastre, que Cristina tuvo frases poco felices con los docentes, pero no es menos cierto que se abrieron más de 1000 escuelas, a lo que debe sumarse los jardines de infantes y las Universidades públicas. Tampoco es de olvidar el aumento sistemático de los salarios docentes. Ahora se cierran escuelas por “poca matrícula” (es decir por “costos”, porque la educación es un costo, no un derecho, ni siquiera una inversión), o para que pase el Metrobus (engendro porteño que es utilizado en muchísimas ciudades pero que en la CABA fue reformulado de modo de no perjudicar a las empresas de transporte). Hoy no hay paritarias nacionales docentes, y hasta escuchamos ridículamente la oferta del 12% (CABA) argumentando que ganan bien (es decir: con una inflación que el mismo gobierno afirma del 15%, y nadie cree, se les avisa que sus sueldos bajarán de poder adquisitivo).
  •          Quisiera otra autocrítica de los sectores jubilados. Creyeron el slogan vacío de un 82% móvil y ahora se encuentran (nos encontramos) con una variación de precios por debajo de la inflación. Es decir, un descuento del estilo de aquel 13% que realizó la alianza (Gerardo Morales y Patricia Bullrich especialmente), sólo que -como tantas cosas del gobierno- se hace, pero no se dice (como la pena de muerte o el estado de sitio), o -peor aún- se dice exactamente lo contrario con la connivencia cómplice de los Medios de Comunicación.
  •          Quisiera una autocrítica de cierto empresariado (de otro sector no espero nada) que se encuentra con que debe despedir empleador y hasta de formatear su empresa productora en una empresa importadora. Y pienso, además, en sectores afines como taxistas, comerciantes y otros sectores de la llamada “clase media”, hoy “ex”.
  •          Quisiera una autocrítica de algunos sectores eclesiásticos (lamentablemente de otras tampoco espero demasiado). Tristemente, pseudo autocríticas, como la de su “silencio” en la dictadura cívico-eclesiástico-militar (por no hablar de participación, que la hubo) que muchos juzgamos insuficiente no nos permiten alentar demasiada confianza en que la habrá. Pero la “Iglesia de los pobres” no puede permanecer callada ante tanta abominación (decía en otra ocasión el beato mártir Oscar Romero). No se trata sólo de hablar (cada tanto) de los pobres, ni siquiera se trata solo de amarlos, Puebla (1142) destaca también la necesidad de “salir en su defensa”. Y – se me concederá – los pobres son indefensos en esta sociedad de impunidad neoliberal.

Es cierto que, si la autocrítica se realiza, pero no se hace pública no tendremos forma de saberlo. Pero no es menos cierto que “en la cancha se ven los pingos”, “el movimiento se demuestra andando”, es decir, “por los frutos se conoce el árbol”. Ya vemos los frutos de lo que se ha hecho (aunque ahora cada vez más se manifieste en actos públicos con el “hit del verano”), y ojalá podamos desear ver pronto otros frutos de justicia, de verdad, de paz. La susodicha grieta (en la que no creo, pero sirve para pensar) sólo puede cerrarse si estos frutos empiezan a aparecer por todas partes. Y ver lo sembrado y – autocríticamente – cambiar la semilla por una donde quepan todas y todos parece bastante sensato. Aunque no le guste a María Julia (ni a María Eugenia, su clon).


Foto tomada de Editorial Buen Camino

martes, 20 de febrero de 2018

comentario cuaresma 2B

Escuchar al profeta Jesús en medio del conflicto

DOMINGO SEGUNDO DE CUARESMA - "B"
Eduardo de la Serna 



Lectura del libro del Génesis     22, 1-2. 9-13. 15-18

Resumen: El texto, más allá de su prehistoria, muestra a Abraham que es presentado por el relato como un modelo de obediencia a los proyectos y propuestas de Dios, sean estas las que fueren.


Muchas cosas pueden decirse de este relato de lo que se ha llamado “el sacrificio de Isaac”. Se ha visto – probablemente con razón – como un relato en el que se justifica teológicamente la negativa a los sacrificios humanos, algo frecuente en el ambiente de Israel y también en Israel por influencia de los pueblos (ver Lev 18,21; 20,2-5; Dt 12,31; cf. 2 Re 16,3). La proliferación de la descendencia de Abraham queda justificada por su fidelidad en este contexto.

De todos modos ya en v.1 se nos indica el sentido del texto: Dios quiere “probar” a Abraham. De este modo los lectores están invitados a conocer la fidelidad del patriarca a los designios de Dios, por más crueles que estos fueren. Lo que esto significaría para Abraham queda reforzado por el triple lazo afectivo mencionado por Dios en el llamado: “tu hijo, tu único, al que amas” (v.2) luego reforzado en el diálogo donde la relación “padre” e “hijo” es resaltada (vv.6-8).El relato es llevado hasta el clímax ya que solos Abraham y su hijo, levantado el altar el niño es atado sobre la leña y estira la mano con el cuchillo. Es en el “último minuto” que Dios “provee el cordero”. 

La promesa de descendencia ya se había destacado, lo que revela una vez más las fuentes múltiples de las que se nutre el relato de génesis (12,2; 15,5; 16,10).

Es probable que la referencia a Isaac como “el amado, el único” que puede influir en dicho divino sobre Jesús en el Evangelio sea la causa de su incorporación en la liturgia.



Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Roma     8, 31b-34

Resumen: comenzando un himno conclusivo Pablo refuerza su confianza en que “nadie” puede separar de Dios a sus amigos.


En varios domingos anteriores se ha ido viendo el maravilloso cap. 8 de la carta a los romanos. En este caso, lo que se ha llamado un “himno”, que comienza en v.31. En todo él se pregunta por “quién”. ¿Quién contra nosotros? (v.31), ¿quién acusará? (v.33), ¿quién condenará? (v.34), ¿quién nos separará? (v.35) finalizando con la seguridad de que “ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra creatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús” (vv.38-39).

Sin duda el acento está en señalar la firmeza de la relación de amor entre Cristo-Dios y los creyentes. Firmeza dada porque “Dios está por nosotros” (v.1). Pero esto es la conclusión de todo lo que viene diciendo (“Ante esto...”, v.1) en los párrafos anteriores; el evangelio de la salvación, la justicia de misericordia, la redención gratuita obtenida por la sangre de Cristo, la pura fe del creyente a semejanza de la de Abraham, la reconciliación con Dios, la aniquilación del poder del pecado, la incorporación a Cristo, la donación del Espíritu…

Puesto que" Dios está (en ese sentido ha de entenderse el “si Dios está”, cf. 4,2; 5,10; 6,5; 8,10.17). El “Dios con nosotros” es una expresión de confianza en Él. Es evidente que “sin Él” todo aquello anunciado es algo posible y muy probable, pero “en Dios”, “nadie” puede separarnos… (cf. Sal 27,1; 56,12; 118,6). 

La referencia al padre que no perdonó ni a su hijo también (obviamente en primer lugar alude al Padre y su hijo Jesús, cf. 3,25; 4,25) remite a la escena de Abraham e Isaac (primera lectura) releído en clave mesiánica. Lo que dará son “todas las cosas” (la plenitud de los bienes salvíficos, cf 4,13; 8,17).

En el segundo y tercer “quién” se refiera a Dios en cuanto juez (“acusar”, “condenar”) pero como uno que “justifica” (5,1).el “acusador” es una figura que remite al “fiscal” y – más tardíamente -  a satán (ver comentario al Evangelio de 1 cuaresma “B”). Los creyentes son presentados como “elegidos” lo que refiere en general a los israelitas o al pueblo de Israel. Es imposible “acusar” a aquellos a quienes el Dios juez “ha justificado” (cf. Is 50,8). Y, ¿quién podría “condenar” si el Hijo a la derecha del Padre “intercede por nosotros”?  (en 8,26 se afirma que “el espíritu intercede por nosotros”) mostrándose como una suerte de abogado defensor.


Evangelio según san Marcos            9,2-10

Resumen: Una escena estratégicamente puesta por Marcos luego del anuncio de la pasión de Jesús y de los suyos revela a Jesús en continuidad superadora de Elías y Moisés como el profeta esperado en el que la comunidad debe confiar en medo del conflicto.

El relato de la Transfiguración en Marcos está ubicado estratégicamente. Jesús no sólo acaba de comunicarle a los suyos que lo van a matar (8,31-32a) sino que ante el malentendido que esto provoca en los suyos, manifestado por Pedro (8,32b-23) preocupado por lo anunciado, le(s) afirma: “no sólo a mí me van a matar”, «si alguno quiere seguirme (= ser mi discípulo) tome su cruz y sígame» (8,34). El escándalo llega hasta el fondo. Pero la muerte no tendrá la última palabra. Es en este contexto donde Marcos pone la transfiguración que tiene interesantes contactos con la resurrección. Podemos imaginarla como un relámpago en medio de la noche. Esto, de lo que un grupo selecto acaba de ser testigo, es anticipo de lo que “viene” acompañado con el escándalo de la cruz. Sin embargo (a modo de gozne) Jesús finaliza esta referencia a la cruz señalando que “entre los aquí presentes” muchos no padecerán la muerte “hasta que vean venir con poder el reino de Dios” (9,1). De eso empezará a hablar el relato.

La escena está estructurada concéntricamente:

A.- Jesús solo con los discípulos (9,2)
      B.- Transfiguración (9,2-3)
            C.- Elías – Moisés – Jesús (9,4)
            C’.- Jesús (“ti”) – Moisés – Elías (9,5-6)
      B’.- Sentido de la Transfiguración (“este es…”) (9,7)
A’.- Jesús solo con los discípulos (9,8)

La referencia a “Pedro, Santiago y Juan” no es menor en Marcos. Son – con Andrés – los primeros llamados (1,16-20), los mismos que acompañaron a Jesús a su primer milagro, la curación de la suegra de Simón (1,29), ellos tres los mismos que son testigos de la resurrección de la hija de Jairo (5,37), son los mismos (nuevamente con Andrés) los que escucharán de boca de Jesús el anuncio de la destrucción de Jerusalén (13,3), y son – finalmente – los que acompañarán un paso más delante de los demás, a Jesús en Getsemaní (14,33). Pero son, asimismo, los que manifestarán su desconcierto cuando Jesús anuncie su pasión (Pedro en 8,33; Santiago y Juan en 10,35). El discipulado no viene dado, parece, por la cercanía o por la escucha privilegiada, sino por la fidelidad en el camino de Jesús, como el ciego de Jericó (10,52) o como Simón, de Cirene (15,21).

El relato presenta una importante cantidad de paralelos con la tradición de Moisés: “seis días” (cf. Ex 24,16), tres compañeros (Ex 24,1.9) ascenso a la montaña (Ex 24,9.12-13.15.18; 34,4), vestidos resplandecientes (Ex 34,29), Dios se revela en una nube (Ex 24,15-16.18), una voz desde la nube (Ex 24,16) paralelos que se refuerzan más aún en textos para-bíblicos (Filón de Alejandría por ejemplo). Sin embargo no hay que detenerse excesivamente en estos paralelos ya que también hay otros: Adán y José, por ejemplo. 

En Marcos el monte (óros) es el lugar donde Jesús convoca a los discípulos a su seguimiento (3,13), o un espacio donde Jesús se retira a rezar (6,46). En este caso se aclara que es un “monte elevado”. La referencia a que se trata del monte Tabor no solamente es un dato legendario, sino que resulta improbable ya que había allí un destacamento militar. De todos modos, evidentemente, no es esto lo importante. El término “transfigurar” (metamorfoô) fuera de este relato (en Mateo y Marcos, Lucas lo reemplaza diciendo que su “rostro fue otro” [9,29]) se encuentra también en Pablo:


«Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu». (2Cor 3:18)

«Y no se acomoden al mundo presente, antes bien transfórmense mediante la renovación de su mente, de forma que puedan distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto». (Rom 12:2)

Como se ve, en ambos casos se trata de un cambio profundo interior a semejanza de Cristo. 

El acento está puesto en los vestidos a los que califica de resplandecientes, brillantes. Se acota que es blanco (término que sólo se repite en 16,5 aludiendo al joven en el sepulcro que anuncia a las mujeres que el crucificado ha resucitado) como no puede blanquearlas batanero o tintorero alguno (cf. 2 Re 18,17; Is 7,3; 36,2: el “campo del tintorero”). En el A.T. Dios blanquea al pecador que se acerca a Él: Sal 51,9; Is 1,18; cf. Ap 7,14). 

A “ellos” (no a Jesús solamente) se les aparecieron Elías y Moisés. Es interesante el orden, indicio de que no pretende – Marcos – resaltar a Moisés (como por ejemplo diciendo “la Ley y los Profetas”, cosa que sí parece resaltar Mateo). Es muy probable que lo que se esté intentando es destacar dos grandes profetas de Israel, y la preeminencia de Elías se deba a las motivaciones que señala el diálogo final acerca de la resurrección y los tiempos finales (que la trasfiguración anticipa).

Pedro, que toma la palabra como “portavoz” de los presentes alude a tres “carpas”, por lo que se ha pensado que el contexto es la fiesta judía de las tiendas. De todos modos, aunque así fuera, no es el tema que Marcos intenta destacar. Es bueno no mezclar lo que puede haber ocurrido históricamente (que no es el caso investigar aquí) de lo que Marcos quiere predicar(nos). La referencia a las vestiduras que remite – como se dijo – también a Adán, que antes de la caída tenía vestiduras resplandecientes en algunas tradiciones judías:


«Y el Señor Dios hizo a Adán y su mujer túnicas de pieles (‘or), y los vistió (3, 21). En la Torá de R. Meir encontró escrito: ‘Vestimentas de luz’ (or): esto se refiere a las prendas de Adán, que eran como una antorcha [derramaban resplandor], ancho en la parte inferior y estrecha en la parte superior. Isaac el Viejo dijo: Ellos eran tan suaves como una uña y tan hermosa como una joya. R. Johanan dijo: Eran como las vestiduras de lino fino que vienen de Bet-seán. Prendas de piel que significan aquellas que son más cercanas a la piel. R. Eleazar dijo: Estas eran de piel de cabra. R. Joshua dijo: De piel de liebres. R. José b. R. Hanina dijo: Era una prenda hecha de piel que es lana. Resh Lakish dijo: Era de lana circasiana, y fue utilizada [después] por niños primogénitos. R. Samuel b. Nahman dijo: Eran hechas de la lana de camellos y la lana de las liebres. Prendas de piel significa de los que se produce a partir de la piel» (Genesis rabba 20,12).


De este modo la referencia a “qué bueno es estarnos aquí” podría estar haciendo alusión a una suerte de sentirse en el paraíso.

También un texto del apócrifo de Henoc nos pone en un marco semejante:


«En esos días me arrebató una tormenta de viento de la faz de la tierra y me puso en el borde de los cielos. Allí tuve otra visión: la morada de los santos y el lecho de los justos (…) En esos días vieron mis ojos al Elegido por la justicia y la fe, en cuya vida habrá justicia, y los justos y elegidos serán innumerables ante él por toda la eternidad. Vi su morada bajo la égida del Señor de los espíritus, y todos los justos y escogidos resplandecían ante él como luz de fuego, y sus bocas estaban llenas de bendición, y sus labios alababan el nombre del Señor de los espíritus. La justicia ante él no se agotaba, ni la verdad cesaba junto a él. Allí quise morar, y deseó mi espíritu tal mansión, donde ya tenía parte, pues así me fue asignada ante el Señor de los espíritus». (1 Henoc 39,3-8)


El Evangelio aclara que Pedro no sabía “qué responder”, pero no habiendo pregunta podemos suponer que se refiere a que no sabía cómo responder al acontecimiento. La razón es el temor reverencial (ékfoboi). Así continúa un tema característico de Marcos que es la incomprensión, particularmente de los discípulos ante la realidad de Jesús que precisan una palabra que clarifique su constante malentendido (v.7).

La “nube”, la “sombra” y la “voz” remiten a las teofanías (cf. Ex 34,29-30; 40,38) con lo que se prepara la intervención de Dios a los testigos. La voz repite las mismas palabras que “una voz de los cielos” dijo en el bautismo de Jesús (1,11) aunque allí dirigida a Jesús (“tú”) y aquí a los testigos, (“este es”), el “hijo”, y se acota: “¡escúchenlo!”, que es lo que se debe hacer con el “profeta” semejante a Moisés (Dt 18,15). Escuchado esto, “de pronto”, súbitamente se encontraron solos con Jesús. Lo que se debía decir ya estaba dicho, la voz que ahora hay que escuchar, la nueva voz profética para los seguidores de Jesús es la suya propia, ya no la de los grandes profetas. 

La escena finaliza con Jesús “solo con ellos”. Una comunidad, como la de Marcos, que vive inmersa en una situación de conflicto y muerte (“tome su cruz”) es llamada por Jesús en “un monte” para “estar con él” (3,14). Así como Dios protegió a Moisés y Elías, y protegió a Jesús resucitándolo, ahora nos reitera el autor que los discípulos están “con Jesús”, él no los deja solos, incluso en momentos en que no saben qué decir por el miedo (9,6; 13,11).

El relato finaliza con el diálogo entre Jesús y Pedro, Santiago y Juan (vv.9-13). El texto litúrgico se interrumpe en v.10. Hay aquí algunos elementos a tener en cuenta brevemente:

Hay una relación entre la transfiguración y la resurrección, como se ha insinuado. En cierto modo esta escena es una suerte de “anticipo” de la resurrección.

Ellos “observan este pedido” a diferencia de lo que hacen tantos que cuando Jesús manda callar no resisten y hablan a todos.
Sin embargo ellos no comprenden “qué significa eso de resucitar de entre los muertos”. Es probable que lo supieran; el acento no está en qué significa “resucitar” sino la resurrección “del hijo del hombre” ya que en general la creencia en la resurrección era popular. Se esperaba para el “final de los tiempos” (“aquel día”, Dan 12,2) la resurrección; pero si el “hijo del hombre” iba a resucitar y ellos estarían vivos sin duda es algo desconcertante para sus expectativas.

El diálogo luego continúa en ese sentido (acerca de Elías) pero está omitido en la liturgia.


Foto tomada de www.1zoom.me