«A
la carga ordenó»
Eduardo
de la Serna
Hace unos pocos años un
grupo de egregios prohombres (¡nunca mejor usado el prefijo!) de la pluma y la
palabra ocupaban las cabeceras de nuestras mesas desde el televisor, y con
caras compungidas y martiriales nos explicaban, y le explicaban al siempre
dinámico arco opositor del congreso, donde se encontraban, que en cualquier
momento podía haber un periodista muerto. Hasta
que eso ocurra, no van a parar, estaba diciendo uno que no parece haberse
preocupado de otros muertos. No pasó demasiado tiempo cuando un grupo de ocho
de los mismos, siempre preocupados por la defensa indisimulable de tan loable
profesión – más allá de la mala fama que algunos han ganado entre sus colegas
dineros de por medio – se dirigieron a la Corte Interamericana de Derechos
humanos la cual los recibió con cara atenta y sonrisa indisimulada vendiéndoles
un almanaque y despidiéndolos con cordialidad. El siempre tan preocupado ambiente
se ocupó, entonces, de que otro de su grupo recibiera el codiciado premio
Martín Fierro, que – como el Nobel de la Paz – siempre es ambicionado por la
evidente ‘indiscutibilidad’ del
mismo. Allí, el ganador luego de burlarse de todos haciendo gala de su buen
humor – salvo cuando se burlan de él – nos ilustró sobre la grieta preocupante
que hay en la sociedad. Grieta que, más tarde, fue escenificada por las
pantallas de un canal con evidente posición política tigrense en su
institucional de fin de año.
Pero resulta que no hubo
muertos, no hubo atentados ni agresiones. Hubo 6 7 8, sí, donde se desnudaba
(metafóricamente hablando, por cierto) ciertas inconsistencias o ciertos
pasados de los que mejor no hablar. O mejor no recordar.
Y un día hubo amenazas, patoteadas
y hubo auto. Hubo un Periodista (así, con mayúscula) agredido. Pero resulta que
los agresores parecían provenir de la usina de la libertad de prensa y
expresión. ¿Cómo así? Y los precupadísimos agentes de la pluma y mercenarios de
la palabra nada dijeron – al menos nada en público – como otrora habían hecho. Y
los lacayos, perdón, los candidatos cívico militares (perdón otra vez, estoy
distraído) los candidatos que suelen frecuentar los canales y medios hegemónicos
parece sólo preocupados con los colegas agredidos de su lado de la grieta. Y –
FOPEA dixit – esto es indicio del ambiente de intolerancia; es decir, es culpa
del Gobierno nacional que un barrabrava de 2 mts se baje de un auto gris patente
FXV 202 y junto con otros ¿vecinos? del lugar insistieran vehemente y
violentamente que el equipo de producción debía retirarse del lugar. Lugar que
por cierto es público (aunque un muro indique lo contrario).
Curiosa doble vara, o
curioso posicionamiento de un lado de la grieta. Y curiosa procedencia
agresora. Pero cuando descubrimos que la jueza ordena derribar el muro porque
se encuentra en una calle pública, por tanto de libre circulación, y el que apela
la medida no es el que hizo el muro (Clarín) sino el perjudicado (Gobierno de
la ciudad de Buenos Aires) la cosa se complica… ¿O no? ¿O es indicio de alianza
PRO electoral (otra vez el prefijo)? Sólo faltaría que pudiera mostrarse que los
violentos PRO-venían (¡y dale con el prefijo!) de un conocido club de fútbol no
muy distante del lugar y en ese caso, el círculo (¡círculo rojo, por cierto!)
cierra perfecto. ¿O no?
Diseño tomado de lostinbergen.wordpress.com
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