La fe de los que sufren
puede arrancarle milagros a Jesús
DOMINGO DECIMOTERCERO - "B"
28 de junio
Eduardo de
la Serna
Lectura del libro de la Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24
Resumen: un contraste entre justicia e injusticia refleja las consecuencias en la muerte y la inmortalidad que experimentan los que escogen uno u otro camino de vida.
El
tema central del Evangelio (de una parte, la resurrección de la hija de Jairo)
hace que el tema de la vida y la muerte se destaquen en la primera lectura. Sin
embargo, la selección de textos cortados resulta difícil para comentar el
sentido del texto [en lo personal no nos parece sensato los cortes de textos
salvo cuando son justificados literariamente]).
De
hecho el término “justicia” (v.15)
retoma el v.1. Con lo que conforma una unidad. La idea enmarca toda la obra y
es término central: es dar a cada uno lo que le corresponde, pero comenzando
por darle a Dios una vida de fidelidad (“justicia”).
El
primer texto (1,13-15) está centrado en destacar que Dios no es responsable de
la muerte ni del mal. Dios ama la vida (11,23-12,1), creó los seres humanos
para la inmortalidad (3,4; cf. 5,15;
6,17-20; 8,17), teniendo en cuenta Gen 2-3 (fue precisamente la “injusticia”
humana la responsable de lo contrario). Dios se compromete con ello, pero el
ser humano debe vivir la “justicia”. No se trata de “inmortalidad humana” (o
“del alma”) sino de un don de Dios – que sí es inmortal – a los justos.
Los
“injustos” no comprenden los designios de Dios, y no entienden – por lo tanto –
que Dios los ha pensado para la inmortalidad. Esto es así por ser “imagen de Dios”, pero “el diablo” – el enemigo de Dios y su
causa por antonomasia – introdujo la injusticia y sus consecuencias. No es
evidente si el autor está pensando en personajes bíblicos como Adán o Caín,
pero es probable. Entrometiéndose en la historia humana, el diablo logró
arruinar el proyecto de Dios para la humanidad. Pero lo interesante es que una
“puerta” queda abierta ya que el texto afirma que la muerte la experimentan los
que son “porción” del diablo. La “envidia” es exactamente lo opuesto a la
sabiduría (6,23). Es interesante que en Sabiduría la “porción” (méris) es siempre del mal (1,16; 2,9.24), “porción de la
muerte”, “porción” del descontrol. El libro invita a la justicia, que es
inmortal, a sus destinatarios. Así no “experimentarán”
la muerte (sin que destaque expresamente a qué se refiere).
Lectura
de la segunda carta de san Pablo a los cristianos de Corinto 8, 7. 9. 13-15
Resumen: Pablo presenta paradojalmente la riqueza y la pobreza desde una mirada cristológica para aplicarla a la vida de la comunidad donde compartir entre todos lleva a la igualdad.
Resumen: Pablo presenta paradojalmente la riqueza y la pobreza desde una mirada cristológica para aplicarla a la vida de la comunidad donde compartir entre todos lleva a la igualdad.
Comenzando por el vocativo hermanos
que solo utiliza aquí y al empezar y terminar la carta (1,8; 13,11) Pablo va a
hablar de la colecta entendida como servicio de los santos (8,4; 9,1);
las distintas iglesias (8,1.24) locales deben manifestar su solidaridad.
Pablo prepara el camino a
nuevas paradojas, y presenta a los corintios como ricos, abundan (2
veces en el versículo) en palabra (logos) y ciencia (gnôsis). La
combinación de ambas palabras volvemos a encontrarla en los escritos paulinos
exclusivamente en las cartas a los Corintios (1 Cor 1,5; 12,8; 2 Cor 8,7;
11,6). Se refiere a riquezas exteriores, en las que los destinatarios parecen enorgullecerse.
Pablo, que centrará el tema económico en claves de fraternidad, les indica que
más profundo es descubrir en los pobres de Jerusalén (los santos)
verdaderos hermanos. Del mismo modo que también pretende que los judaizantes
reconozcan como hermanos a los cristianos venidos de la gentilidad. Sobre el esmero
ya se ha detenido en detalle (7,11-12), y vimos que éste actúa en el amor.
También abundan en fe, como lo ha señalado en 1,24. Esto, que es
característico de la comunidad, debe acompañarse con esta generosidad
(haplotês, cf. 9,11.13), y para que sea verdadera generosidad no puede ser una
orden; Pablo sólo da su opinión (gnômê, cf. 1 Cor 1,10; 7,24.40; Flm
14). Pero para (hina) que sea verdadera generosidad debe ser gratuita (járis
aparece 7 veces en este capítulo de 18 en toda la carta), movida por el interés
por los demás, esto es, otro esmero. Sólo así será visible el amor;
no hay amor sin un auténtico esmero por los demás (no es unánime la tradición
manuscrita si se refiere a “nuestro amor por ustedes” o “el amor de ustedes por
nosotros”; la primera está bien atestiguada [P46 y B] y es lectio
difficilior por lo que parece preferible). El uso de gracia para
hablar de la colecta es muy importante. La gracia es el don gratuito de Dios,
don salvífico y liberador en favor de los hombres. Enviando a su Hijo, Dios se
da gratuitamente a la humanidad; y la comunidad de liberados debe también ella
actuar gratuitamente en favor de sus hermanos, en búsqueda constante de vida y
salvación para ellos. Frente a la pobreza de los hermanos, la actitud solidaria
(koinônía) es participación de la obra de Cristo (de allí la relectura
cristológica que hará enseguida).
En v.9 Pablo da un sentido
teológico, cristológico, a lo que viene diciendo: por (hyper) ustedes,
gratuitamente (járin) siendo rico se hizo pobre para (hina) que su
pobreza nos enriquezca. Nos
encontramos con otra de las paradojas paulinas (cf. 5,21), aquí remarca el
enriquecimiento con la pobreza. Las preposiciones hyper y hina remiten a
la obra salvífica. La muerte de Cristo, su máxima pobreza, tuvo un sentido (para)
mirando nuestro bien (por). El extremo de generosidad de Jesús
debe ser el paradigma de toda actitud gratuita, generosa y solidaria donde se
juegue de una u otra manera la suerte y vida de los hermanos. La idea de que era
rico, se hizo pobre hace referencia a la encarnación y nos recuerda
Flp 2,6-11 donde Cristo Jesús era “con forma de Dios” (morfê theou) y
devino “con forma de esclavo” (morfê doulou). Aquí las categorías son
más ontológicas y sociales (¿incluye una crítica a la esclavitud?), en cambio
en 2 Cor son más socio-económicas como es común en la situación que se detecta
frecuentemente en la comunidad. De todos modos la riqueza refiere a la
divinidad, y la pobreza a la muerte en cruz; es en esa pobreza donde nos
enriquece haciéndonos participar (koinônia) de su suerte (hijos,
reconciliados).
Pero Pablo refuerza que
incluso esta actitud económica no es exclusivamente económica. No es tanto
cuestión del cuánto sino del cómo. Es la disposición lo que importa (no
tanto el hacer cuanto el querer); y Pablo los invita a completar
ese querer que han manifestado completando el hacer para que haya
un tener. La actitud fundamental es la búsqueda de la igualdad,
palabra que sólo aparece aquí y en Col 4,1 en todo el NT siempre en sentido
socio-económico; aunque igual, que aparece 8 veces en el NT, lo
encontramos sólo una vez en Pablo para señalar que Cristo es “igual a Dios”,
Flp 2,6). Esta igualdad, o equilibrio, viene dado porque cada uno
comparte en un “pozo común” los bienes que tiene, pocos o muchos,
“espirituales” o “materiales”. En este sentido es semejante a lo que también
dice en Rom 15,27, aunque tenga allí menos densidad teológica. La abundancia
y la pobreza de unos y otros aquí tienen sentido económico, aunque el
fundamento cristológico eleve el discurso a otro nivel. Por el bien de los
demás, de las Iglesias, el que tiene debe poner en común lo que
posee a fin de que no haya necesidad. La abundancia de ellos se
refiere a los bienes espirituales: los judíos, en las Iglesias, han compartido,
por iniciativa de Dios, los bienes que les pertenecían exclusivamente: la
filiación, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas, los
patriarcas, y por ellos el mesías (Rom 9,4-5) No parece, en cambio, que
esté pensando en que ellos compartirán los bienes cuando -futuro- tengan
abundancia; o que refiera a los bienes escatológicos que Israel compartirá con
las naciones. Los dones de Dios, que descienden como el maná, pretenden
saciar las necesidades de los suyos (así la referencia a Ex 16,18 ayuda a
entender todos los bienes -tanto materiales como espirituales- como don gratuito
y generoso de Dios). El mismo interés por los otros debe mover a los
corintios frente a las necesidades de la comunidad de Jerusalén. Esta comunión
fraternal de bienes, y este acento en la fraternidad, permite entender por qué
Pablo se preocupa de los pobres de Jerusalén y no de otras comunidades pobres,
que las hay, como 8,2 lo demuestra.
+ Evangelio según san Marcos 5, 21-43
Resumen: Dos relatos intercalados muestran a Jesús obrando milagros motivados por la fe del beneficiario. Esta fe será la que conduce a la salvación.
El
texto es expresión evidente del característico estilo de Marcos de utilizar un
“sándwich” literario en el cual un
texto arrastra a otro (por la temática semejante) y se introduce en el medio.
Queda
así el texto de la mujer con hemorragias (5,25-34) introducido en medio del
texto de la revivificación de la hija de Jairo (5,21-24.35-43). La “multitud” (ojlós) es clave en el texto de la mujer (vv.21.24.27.30.31), Jesús
la dejará aparte (“no permitió que nadie
lo acompañe”, v.37) al entrar en casa de Jairo.
En
un gesto de súplica humilde (2 Sam 22,39; 2 Re 4,37; Sal 18,39; cf. Lc 17,16;
Jn 11,32; Hch 10,25; Ap 1,17; 22,8. En Ap 19,10 el gesto se asemeja a
adoración) Jairo “cae a los pies” de Jesús.
La escena tiene una cierta semejanza con 7,27 donde una mujer “griega” se
“postra” (prospíptô) a los pies de Jesús (la mujer con hemorragias se “postrará” también a “sus pies”, como lo hacen los espíritus
inmundos (3,11; 5,33) a causa de su “pequeña
hija” (tygatríon). En este caso, la pequeña está “en el final” y la imposición
de manos de Jesús podría salvarla. En 6,5 se señala que Jesús curó a
algunos “imponiéndoles las manos”, le piden que lo haga – también – sobre otros
enfermos (7,32; 8,23.25; 16,18). El objetivo del padre es que se “salve” (sôthê) y “viva” (zêsê). “Salvar”, que se repite en la unidad en vv.28.34 es sinónimo de
curación (6,56) pero también es una “salvación” que va más allá de lo
circunstancial (8,35; 10,26; 13,13.20). En cambio el verbo vivir (zaô) no es
frecuente en Marcos: sólo aquí y en 12,27; en este caso la referencia es a la
resurrección.
El
v.24 presenta el camino hacia la casa de Jairo, pero la referencia a la
multitud – como vimos – introduce la escena de la mujer con hemorragias.
De
la mujer se señala que tenía “flujo”, hemorragia, derrame (rhúsei) de “sangre”.
El término hemorragia lo encontramos 22 veces en la Biblia de las que x16 se
encuentran en Levítico (tres veces es
simbólico, y otras tres en este texto). Es decir, el texto alude expresamente a
la impureza ritual de la mujer. La impureza impide a la mujer todo contacto
humano (haría impuro a cualquier persona que tocara) e incluso contacto con
Dios. Ya Tob 2,10 alude a la inutilidad de los médicos (2 Cr 16,12 incluso dice
negativamente que el rey Asá no fue “a Dios” sino “a los médicos).
La
multitud que rodea a Jesús le sirve a la mujer para acercarse por detrás para
tocar su manto. Un monólogo interior nos sirve para conocer su intención: “me salvaré” (sôthêsomai). Esto ocurre “inmediatamente”,
se “seca la fuente (pêgê) de sangre”
y “conoció su cuerpo” que fue sanada
de su mal (la voz pasiva, “fue sanada”
remite a Dios como sanador). Ahora, también “inmediatamente” Jesús sabe que una fuerza (dynamis) salió de él y se dirige a la “multitud”. La respuesta de los discípulos es irónica: ellos no
comprenden la pregunta de Jesús. El característico “temor y temblor” se apodera de la mujer (cf. Ex 15,16; Jdt 2,28;
15,2; Sal 2,11; 55,6; Is 19,16…) y se “postra”
(prosépesen) ante Jesús y le dice “toda la verdad”. Esto la pone ante Jesús
para dar un paso más en su fe, ya no es sólo la curación que la mujer logra,
sino el encuentro personal con Jesús. Lo que ha conseguido la salvación que la
mujer buscaba fue su fe, que Jesús le reconoce. La fe de la mujer contrasta con
la falta de fe de los discípulos en la escena de la tempestad en el lago, ella
logra su objetivo por la fuerza de su fe.
Se
debe notar que la mujer es la que consigue, la que “roba” la curación; la
curación no vino dada por que “tocó” sino porque lo hizo con la intención de
ser “salvada” y la confianza que le provoca aquel de quien ha oído hablar. Esta
no fue un acto o una decisión de Jesús sino que ella misma lo logra
clandestinamente. Lo que Jesús hace es reconocerlo y hacer pública referencia a
la fe que la mujer ha manifestado. Es de notar, también, que la frase “tu fe te ha salvado” es un dicho
frecuente en los evangelios, siempre en labios de Jesús, pero siempre dirigido
a personas marginales: esta mujer con hemorragias, un mendigo ciego, una
prostituta, un leproso samaritano…
Finalizada
la escena, el relato retoma el camino a casa de Jairo. Unos llegan con la
noticia de la muerte de la hija, ya no hay nada que hacer. Se esperaba una curación, pero una revivificación parece
no estar en el horizonte de los mensajeros. Pero Jesús se dirige a Jairo reclamándole
“fe” (“no temas, sólo cree”).
Sólo
Pedro, Santiago y Juan – quienes son testigos privilegiados de momentos
importantes de la vida de Jesús (1,29; 9,2; 13,3; 14,33), pero también serán
quienes manifiesten incomprensión explícita del mismo (8,32; 10,35-37) – lo acompañarán
al interior de la casa (sin dudas, la estrecha cercanía de estos con Jesús
vuelve más incomprensible el rechazo de estos a la cruz que manifiestan).
Como
es frecuente, el pueblo entero se asocia al dolor de la familia: ya están las
lloronas, los que dan gritos de dolor, aunque el “alboroto” parece resaltar que
el hecho es reciente. Para Jesús la muerte es sólo una circunstancia pasajera,
como un sueño, y lo manifiesta. Con un pequeño grupo (los sujos y los padres de
la niña) Jesús entra donde la pequeña. La frase “tomó de la mano” y el verbo “levantar”
(egeirô, también “resucitar”) lo
hemos encontrado en 1,31 y 9,27. Es una actitud de Jesús de “levantar” a la
humanidad caída-casi muerta (o, en este caso, muerta). En este caso Jesús lo
hace pronunciando una palabra en arameo, su lengua natal: talithá koum (koumi): “pequeña,
levántate”. De nuevo “inmediatamente”
se levantó y caminó. La reacción (de los testigos) es de gran éxtasis y estupor.
Como
es frecuente en Marcos, Jesús insiste en que la noticia no se divulgue (se lo
ha llamado “secreto mesiánico”). El pedido de que le den de comer narrativamente
está dirigido a que los lectores constaten que la niña realmente vive (cf. Lc 24,37-43).
El sentido del pedido de guardar silencio, en Marcos, radica en la centralidad
que da a la cruz. Es en ese momento que el centurión reconocerá a Jesús como “hijo
de Dios” (15,39). Toda otra confesión anticipada (o lo que pueda conducir a esto,
como la divulgación de los milagros) se prestará a malos entendidos, a reconocer
un mesianismo espectacular. Es en la cruz que Jesús es reconocido, cosa que la
comunidad de Marcos aprenderá en su propia situación de pueblo crucificado.
Queda
por notar qué provocó la “atracción” entre ambos relatos en el sandwich de
Marcos. La clave en ambos textos sin dudas radica en la fe (vv.34.36) y que en
ambos casos lo logrado es la “salvación” (vv.32.28.34). Luego encontramos otros
elementos, como que Jairo “cae a los pies” de Jesús y la mujer “se postra a los
pies” (vv.22.33), o la alusión a los “doce años” (vv.25.42) pero estos parecen
más accidentales. Marcos quiere predicar a los suyos la importancia de la fe
(la fe que los discípulos no han manifestad en la barca), fe que intentará
precisar en la segunda parte del Evangelio (8,30-10,52) y que – como hemos
señalado – los suyos, especialmente Pedro, Santiago y Juan manifestarán
incompleta o, más precisamente, necesitada de ulteriores aclaraciones.
Foto tomada de eusebiobgc.blogspot.com
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