La obra y predicación del Reino
cuenta con aquellos a los que Jesús ha enviado
DOMINGO DECIMOQUINTO - "B"
12 de julio
Eduardo de la Serna
Lectura de la profecía de Amós 7, 12-15
Resumen: La palabra dura de Amós es cuestionada por el sacerdote encargado del santuario y pretende expulsarlo de la tierra. Amós insiste en que es Dios mismo quien lo ha llamado y encargado hablar a Israel.
Amós es un profeta sumamente conflictivo, “no tiene pelos en la lengua”. Y eso molesta. Después de una serie de oráculos muy duros (muchos comenzados directamente con “Ay de los que…”. Cf. 5,7.18; 6,1) en el capítulo 7 comienza una serie de visiones (“Esto me hizo ver el Señor Yahvé”, cf. 7,1.4.7; 8,1). Pero entre la 3ª y 4ª visión el profeta (o el recopilador) se interrumpe y narra el conflicto de Amós con el sacerdote de Betel, Amasías (7,10-17). El texto litúrgico es un fragmento de este conflicto.
Amós
es proveniente del sur, de Judá, pero se sabe enviado por Dios a predicar en
otro pueblo, en Israel, al norte. Ante la predicación tan dura, el sacerdote le
informa al rey (vv.10-11) pero sin que conozcamos respuesta de este, toma la
iniciativa de expulsar a Amós a su tierra (“vete”, v.12). Irónicamente, el
nombre del sacerdote, “Amasías”, significa “Yah[vé] es fuerte”. Betel es quizás
el más importante santuario de Israel, reestructurado por el rey Jeroboam al
asumir el trono luego de la muerte de Salomón (cf. 1 Re 12,29). Amós ha hecho
frecuentes referencias a Betel (cf. 3,14; 4,4; 5,5.6) y criticado con mucha
dureza el culto; es interesante recordar que “Betel” significa “casa de Dios”.
No es culto lo que Dios quiere sino justicia. El culto sin una vida de justicia
debe verse como idolatría, un “Dios hecho a nuestra imagen”.
Con
nueva ironía, el sacerdote informa al rey que en Betel (casa de Dios) el
profeta conspira contra la “casa de Israel” (en este caso, entendida como la
dinastía del rey). El rey, homónimo del primero, Jeroboam II se ha caracterizado
por un gobierno en el que los ricos se desentienden de los pobres, los oprimen,
e incluso roban. Y Amós ve en esto el foco de la corrupción que terminará
destruyendo al mismo pueblo. Israel y Judá tienen su razón de ser en vivir como
auténticos hermanos, el “derecho y la justicia” (5,7.24; 6,12), y entonces,
vivir de una manera opuesta es indicio de que se han olvidado de Dios (y Dios se
desentenderá de ellos).
Es
ante esto que reacciona Amasías. Por un lado le afirma que debería ir a
predicar a su tierra (Judá) y no en un lugar del que no es parte. Además le
reitera que donde está hablando es “betel” – santuario del rey - “casa del reino” (nueva ironía).
Algo
importante para una buena comprensión del texto es que el “profeta” (nabî) con
mucha frecuencia se trata de un personaje “profesional”, alguien que recibe
(muchas veces de la corte) un salario por “pronunciar una palabra”, especialmente
cuando se espera algo en relación al futuro: salud, cosecha, guerras, etc… A
cambio de salario el nabî “profetiza”. Es lo que dice Amasías a Amós, que vaya
a “ganarse su pan” a su tierra. Y es eso lo que Amós dice al afirmar que no es
“profeta ni hijo de profeta” (profesional, ha de comprenderse). De hecho, su
profesión y con lo que se sustenta es campesino, pastor (cuidador de ganado,
como sabíamos por 1,1) y “picador de sicómoros” (el sicómoro es una higuera
silvestre a la que se la “pica” en el tiempo preciso para eliminar el sabor
agrio de los frutos. Suele ser alimento de los pobres). No sabemos si se trata
de ganado y frutos propios de Amós o si se trata de un jornalero, pero lo
cierto es que no profetiza por dinero. No es por eso que está en Betel sino
porque “Yahvé lo tomó…” y le dijo “ve y profetiza a mi pueblo Israel” (v.15).
A
modo de conclusión – omitido en el texto litúrgico – Amós “profetiza” a
Amasías: ya que le dice que “no hable” pues “hablará”, y lo que dirá será
terrible para el sacerdote y su familia.
Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Éfeso 1, 3-14
Resumen: Un himno canta los beneficios históricos de Dios a su pueblo Israel alcanzados en plenitud en Cristo. Pero esos dones también se amplían a los paganos por la fe en el Evangelio predicado.
El
autor de la carta a los Efesios, un discípulo de Pablo, introduce un himno que
posiblemente ya conociera. El mismo comienza con una “bendición”, que reemplaza
las habituales “acción de gracias” típicas de Pablo (lo mismo ocurre en 2
Corintios y en 1 Pedro). En el himno, para comenzar, debe notarse que la
primera parte está en primera persona del plural (“nosotros”) mientras que a
partir de v.13 pasa a la segunda persona del plural (“ustedes”).
Los
verbos que se atribuyen como beneficio a “nosotros” son: bendecido, elegido
(santos, hijos adoptivos), tenemos redención, nos dio a conocer el misterio,
somos herederos, ya esperábamos (vv.3-12). Es evidente que todo esto se dice en
ambientes judeo-cristianos. “En Cristo” se han alcanzado todas las esperanzas y
plenificado todo lo que ya había. Todo aquello que los judíos decían de sí
mismos, o que aguardaban está allí señalado como alcanzado a partir de Cristo.
Los
judíos saben que han sido elegidos, es lo propio de su ser como pueblo (Dt 7,6;
1 Re 3,8; Sal 105,43; 106,5; Is 43,20). Pero esta elección es a “ser santos”
porque Dios “es santo” (Lev 11,44.45; 19,2; 20,26). “Irreprochable” (ámômos)
es propiamente lo que se dice de los
animales para la ofrenda, que han de ser “sin defecto” (Ex 29,1; Lev 1,3; Num
6,14…) pero se pretende también del creyente (2 Sam 22,24.33; Sal 15,2;
17,24.31.33…). Ser “hijos adoptivos” se afirma también de Israel (cf. Ex
4,22.23; Os 11,1; cf. Rom 9,4). La “redención”, liberación es un “desatar” de
algo que tenía cautivo a alguien. Esto se repetirá en relación a la “herencia”
en v.14. La “riqueza de la gracia” se manifiesta en esta redención y el perdón
de los delitos.
El
“misterio” es una terminología importante en la carta. La palabra es frecuente
en la literatura apocalíptica, se refiere a circunstancias del plan de Dios en
la historia que resultan incomprensibles para el pueblo “en este momento”, pero
que se espera en un futuro “Dios revelará”. En esta epístola (3,3.4.9; 5,32;
6,19; cf. Col 1,26.27; 2,2; 4,3) se trata de que al fin se ha revelado que
tanto judíos como paganos participarán de las bendiciones de Dios:
“…cómo me fue comunicado por una revelación el conocimiento del Misterio, tal como brevemente acabo de exponerles. Según esto, leyéndolo pueden entender mi conocimiento del Misterio de Cristo; Misterio que en generaciones pasadas no fue dado a conocer a los hombres, como ha sido ahora revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: que ustedes los gentiles son coherederos, miembros del mismo Cuerpo y partícipes de la misma Promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio, del cual he llegado a ser ministro, conforme al don de la gracia de Dios a mí concedida por la fuerza de su poder”. (3:3-7)
Pero
esto, ocurriría en “la plenitud de los tiempos” (cf. Gal 4,4, aunque aquí
utiliza jronos mientras en Efesios usa kairós). Así, “todo” se “recapitula”,
tiene por cabeza (anakefalaióô) a Cristo.
Así
somos “herederos” (klêroô) algo elegido de antemano, previo designio, su
voluntad (es clara referencia al plan de Dios), lo cual es algo que
“esperábamos”. Obviamente todo esto se ha alcanzado plenamente “en Cristo”, es
“alabanza de la gloria” (vv.1,6.12.14).
Pero
“Pablo” da aquí un paso más (en coherencia con el “misterio”): “ustedes”, los
no judíos “también” recibieron el “espíritu” de “la promesa”. Para comenzar,
esto ha tenido el clásico movimiento paulino de “palabra y respuesta", han
“oído” y han “creído” en el Evangelio (Rom 10,14). Esto es como un tatuaje
(sfragizô), un sello indeleble (2 Cor 1,22; cf. Ef 4,30) con el que el Espíritu
se fija en la vida de “ustedes”. Es espíritu de la promesa que “ustedes” antes
no tenían (2,12) pero de la que ahora participan (3,6). Este tatuaje “marca”
(arrabôn; ambas palabras sfragizô y arrabôn se encuentran en 2 Cor 1,22) la
“herencia” (klêroô) para esa redención / liberación (cf. 1,7.14; 4,30) de su
posesión, para alabanza de su gloria. Este don del Espíritu, signo de la
“plenitud de los tiempos” está grabado en “ustedes” y de ese modo participan,
con su fuerza y su gracia, de todos los dones que Dios otorgó a su pueblo
elegido del cual ahora “ustedes” participan por la predicación y la “fe” en el
Evangelio.
+ Evangelio según san Marcos 6, 7-13
Resumen: Aquellos que Jesús eligió para que estén con él son ahora enviados para continuar con la misma obra y palabra del Maestro. Deben manifestar plena confianza en el Dios que los acompaña en el camino, pero a su vez saber que en muchos casos serán rechazados.
El
Evangelio de Marcos comienza en el texto de hoy (en realidad comienza en la
segunda parte del v.6) la tercera parte de la primera unidad (1,14-8,30). Como
las dos unidades anteriores comienza con una referencia a los discípulos (1,16-20;
3,13-19) aunque dando siempre un paso más a la anterior. Al comienzo los
elegidos son signo de lo que comienza (el Reino), luego están llamados para
estar con él y son enviados a predicar y expulsar demonios cosa que se concreta
en el texto de hoy.
El
envío de “dos en dos” alude a la
necesidad de dos personas para dar testimonio de algo (Dt 19,15). Y lo primero
que se destaca es el poder / autoridad (exousía) para expulsar demonios. La autoridad manifiesta la
capacidad de Jesús, su palabra tiene autoridad, y se manifiesta en sus hechos
(como la expulsión de demonios; es decir, Jesús “dice” que el Reino está
llegando, y eso se manifiesta patentemente en su capacidad de expulsar demonios);
comunica esa autoridad / poder a los suyos (3,15; 6,7; cf. 13,34). Pero con esa
misma autoridad (de Hijo) expulsa los vendedores del Templo mostrando el sentido
que el Templo tiene en el proyecto de Dios (“casa de oración para todos los
pueblos”).
La
“expulsión” (exballô), el “poder” (exousía) sobre los “demonios” (daimonía) o “espíritus inmundos” como se ha visto con
frecuencia es tema importante en Marcos. Los “espíritus inmundos” (pneuma akathartos) es un término
preferido por Marcos (Mt x2; Lc x6 [Hch x2], Mc x11). Hay una estrecha relación
entre esta “expulsión” y la inauguración del Reino de Dios; por otro lado – se ha
dicho en otro lugar – es importante señalar que propiamente hablando “Jesús no
hace exorcismos” ya que un exorcismo es un ritual, supone una serie de “ritos”, mientras que lo que se
dice de Jesús es que con su autoridad los “expulsa”.
Nada puede/n hacer el/los demonio/s ante esta autoridad que, se señala en el
texto, Jesús comparte con sus “enviados”. No es ajeno a esto que el envío sea
con autoridad para hacerlo. El resto es una suerte de complemento: el anuncio
del Evangelio y los destinatarios.
El
envío tiene dos partes, la primera una “orden”
(paraggellô, v.8) luego “les dijo” (“elegen”, v.10; en este caso la fórmula “y les decía”, kaì élegen autois es frecuente de Marcos: 2,27; 4,1.2.21.24;
6,4.10; 7,9; 8,21; 9,1.31; 11,17).
La
primera orden a los “enviados” (apostéllein) alude a lo que pueden y lo
que no deben llevar en la misión. La segunda palabra alude al lugar y modo de
relacionarse con los destinatarios. Con un breve sumario (v.12-13) alude a la
realización del encargo: si habían sido enviados “a predicar y con autoridad para expulsar
demonios” (3,14-15) aquí se indica que lo hicieron. Se acota un tercer elemento
que es la sanación de enfermos “ungiéndolos
con aceite” (cf. Sgo 5,14).
Lo
único que pueden llevar los misioneros es un bastón, sandalias y sólo
una túnica. El bastón es propio del caminante. Es un cayado para sostenerse en el
trayecto largo, simplemente una ayuda para caminar (es interesante que en el
texto Q que usan Mt y Lc dice que tampoco han de llevar bastón, Lc 9,3 / Mt
10,10). Lo que no han de llevar es aquello que les garantizaría el sustento (pan, un bolso, o dinero). La confianza
en el Dios que proveerá es el punto de partida del criterio misionero. En Jos
9,3-16 los gabaonitas para no ser aniquilados y parecer peregrinos distantes y
pobres se calzan sandalias viejas, bolsas viejas, pan seco. Es un signo de la
pobreza y la astucia les permite salvar sus vidas. Por el contrario, Pedro debe
salir de la cárcel rápidamente para lo que el ángel le encarga calzarse las
sandalias, ponerse el manto y ajustar el cinturón (Hch 12,8). Se trata,
entonces, de implementos del caminante. La túnica
es el vestido común, y basta con una sola (cf. Mt 5,40; Lc 3,11). Los
misioneros deben viajar “ligeros de equipaje” para estar prontos a confiar en
Dios que acompaña y cuida.
En
cuanto al destino, deben aceptar la hospitalidad de quienes los reciben. Pero
han de tener en cuenta la posibilidad del rechazo.
En este caso, el polvo adherido a los
pies (cf. Is 49,23) deben sacudirlo
para que no quede memoria de aquellos (cf. Hch 13,51; 18,6).
Continuando
el ministerio de Jesús, entonces, los “enviados”
expulsan demonios, predican y sanan enfermos. Los discípulos empiezan a ocupar
su lugar en el Evangelio (aunque serán constantemente malos entendedores del
mensaje de Jesús; de eso se trata gran parte de lo que continúa el texto).
Fotos tomadas de https://es.wikipedia.org/wiki/Cayado_%28bast%C3%B3n%29
y www.revistadeartes.com.ar
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