El Pan de la vida confronta las
realidades de muerte
DOMINGO DECIMONOVENO - "B"
DOMINGO DECIMONOVENO - "B"
9 de agosto
Eduardo de
la Serna
Lectura
del primer libro de los Reyes
19, 1-8
Resumen: Elías debe huir de la ira de Jezabel y se dirige por el desierto a la montaña de Dios, el Horeb. Para eso es alimentado maravillosamente por un mensajero de Dios.
El
texto de 1 Reyes se inscribe, obviamente, en el llamado “ciclo de Elías”. El
conflicto entre el profeta y la reina Jezabel es muy serio. Lo resumimos
brevemente:
El
rey de Israel, Ajab se ha casado con Jezabel, de Tiro, hija de un sacerdote de
Baal. Mirad desde la perspectiva de la reina, es razonable que ella actúe como
una reina fenicia y no como una reina israelita. Y esto incluye actitudes de
autoridad, actitudes frente a la tierra (los fenicios tienen una actitud muy
diferente, de allí que Jezabel entienda razonable comprar y vender la tierra,
cosa que Nabot no acepta, cf. 1 Re 21) y obviamente en lo religioso es
comprensible que tenga sacerdotes y profetas de Baal. Por el contrario, Elías no
acepta la presencia de los ídolos y sus ministros en la tierra de Israel. El
tema es un “conflicto de Dioses” (es bueno recordar que Elías significa “mi
Dios es Yah[vé]”). Reclamando los derechos de Yahvé sobre su pueblo, Elías ha asesinado
a los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal lo cual, por cierto, provoca la
ira de Jezabel, quien decide informarle a Elías por un “mensajero” (mal’ak) que
aplicará el “ojo por ojo” (“hacer con tu vida como has hecho con la de ellos”,
v.2). Comprensiblemente Elías tiene miedo y emprende la huida. Se dirige a Judá
y sigue hacia el sur dejando en la última localidad – Berseba – a su criado y
se adentra en el desierto.
El
texto no nos dice hacia dónde se dirige Elías hasta el final: el monte de Dios,
el Horeb. El trayecto (unos 400 kms.) es presentado como largo, y en una cierta
memoria del trayecto del pueblo en el desierto es señalado como de “cuarenta
días” [una caravana demoraría unos 15 días en hacerlo].
La
alimentación del profeta en el desierto como fuerza para el camino es, sin
duda, el motivo por el que el texto es incorporado. Quien despierta a Elías es
un mal’ak (mensajero, ángel), “mal’ak de Yahvé” (v.7), mensajero de vida, que
le ordena levantarse y comer. Lo que Elías ve es una “torta”, como la que había
encargado a la viuda en 1 Re 17,13 (en Num 11,8 se hace una torta con el maná),
y además una jarra de agua (también la viuda de 1 Re 1712.14.16 tiene una
jarra. Con ambas, Elías alimenta milagrosamente a la viuda y su hijo. El “mensajero”
vuelve a insistirle que coma ya que “el camino ante ti es largo”. De hecho, es “con
la fuerza de aquella comida” que Elías llega al Horeb (= Sinaí; cf. Sir 48,7) caminando
“cuarenta días y cuarenta noches”. En Ex 34,28 Moisés permanece “cuarenta días
y cuarenta noches” sin alimento ni bebida mientras transcribe en el monte la
ley de Dios (Dt 9,9.11.18.25; 10,10; cf. Mt 4,2). Una vez más, Moisés y Elías
manifiestan semejanzas en los relatos bíblicos.
Lectura
de la carta de san Pablo a los cristianos de Éfeso 4, 30-5, 2
Resumen: El hombre viejo y el hombre nuevo del que había hablado tienen modos de vida que los identifican. El autor invita a los creyentes a asemejase a Cristo en su amor extremo.
Las
listas de vicios son muy frecuentes en los escritos judíos de la diáspora.
Es un modo sencillo y práctico de
ilustrar a los destinatarios con la expresión de cosas que han de ser
consideradas detestables y – por lo tanto – han de evitarse. Se puede decir
que, en general, hay dos grandes “pecados” que los judíos detestan de los
paganos que nacen de la idolatría y los desórdenes sexuales, de allí que las
listas abunden en ello. Los judíos, viendo el modo de vida de los paganos de
sus ambientes manifiestan rechazo por los mismos. Puede destacarse que el
ambiente cultural marca decisivamente estos catálogos. Del mismo modo suele
haber listas de virtudes, de tareas de la autoridad, etc. Lo cierto es que el autor,
que ya había hablado (lectura de la semana pasada) del modo de vida de los
paganos (ethnê, v.17) dedica dos
párrafos a detallarlos (4,25-32; 5,3-14). En el medio (5,1-2) contrasta esto
con el ejemplo de Cristo. El final de la primera lista y el ejemplo de Cristo
constituyen la lectura del día.
La
diferencia que tiene la lista de Efesios radica en que no se trata de una mera
y fría enumeración de vicios sino que presenta también una opción alternativa:
bondad, verdad, edificación, beneficencia, perdón… tomando elementos propios de
otras cartas paulinas.
Isaías
había destacado las idas y vueltas de las relaciones de Dios e Israel. Aunque
Él recuerde a Moisés (63,9.11.12) lo cierto es que “ellos
se rebelaron y entristecieron a su Espíritu santo, y él se convirtió en su
enemigo, guerreó contra ellos” (Is 63,10). Israel obstinado se rebeló contra Dios en
el desierto. El texto no señala expresamente qué sería lo que entristece el
espíritu de Dios, si las palabras ofensivas (v.29), el conjunto de “amargura, pasión, enojo, gritos, insultos y
cualquier tipo de maldad” (v.31) o – como parece, por el contexto – el
completo “catálogo de vicios”. Todo esto es recaer en el “hombre viejo” (v.22). Con este espíritu los creyentes han entrado
en una relación interpersonal (de allí que pueden entristecerlo) a partir del
bautismo (a eso alude el “sello” y la
redención, cf. 1,13-14).
A continuación, en la lista de cinco elementos negativos (v.31)
señala la ruptura de la unidad, de la paz que caracteriza a los “revestidos”
del Hombre Nuevo Cristo, que señalará brevemente en v.32. Estos tres aspectos
son jrêstós (bueno, honorable,
benévolo), eusplagjnoi (literalmente:
de buenas entrañas, compasivo) y jarizomenoi
eautois (que se perdonen, liberen,
tengan gracia unos a otros). Este modo de vida interpersonal ha de caracterizar
a los miembros de la Iglesia, a los bautizados.
De aquí el autor saca una conclusión: “por lo tanto” (5,1). Seguramente es una
conclusión de todo lo que viene diciendo desde v.17, no exclusivamente de lo
último. Pero lo que dirá resulta sumamente denso (y en cierto modo, novedoso).
Por única vez en la Biblia se habla de “imitar
a Dios”, aunque – como es frecuente en otras ocasiones – se suele destacar
un aspecto o elemento: “misericordia” (Lc 6,36), “misericordia y clemencia”
(rabi Shaûl)… En este caso se trata de “hijos
amados” (Rom 1,7), como lo es Cristo mismo. Para ello se ha de “caminar en el amor” siguiendo el ejemplo
de Cristo (el hijo querido, Col 1,13). La vida de amor es la vida suprema del
cristiano (Rom 13,8-10; Ga 5,13-14; 1 Cor 13), del bautizado que como hijo
llama Abbá a Dios (Rom 8,15; Gal 4,6). Pero esa vida debe ser como la de “Dios”,
amar como Dios ama. Ese es el distintivo (tatuaje, sello) del cristiano. El de
Cristo es el ejemplo sublime. Aquí, toma una imagen típicamente paulina “se entregó a sí mismo por mí” (Ga 2,20)
llevándola al plural: “por nosotros”.
Ese amor es comunitario. La imagen concluye tomando un elemento de la teología
sacrificial. La donación de Cristo es presentada como “ofrenda” y “víctima” (cf.
Sal 40,7), de “suave aroma” (antropomorfismo
muy frecuente para señalar que a Dios le causa placer el olor de los
sacrificios, cf. Gn 8,21; Ex 29,18; Lev 2,12…). Pero en este caso entendido como
una auto-donación de sí motivada por el amor a los suyos. Es a este amor
extremo, a semejanza del de Dios, del de Cristo al que el autor invita a su
comunidad los unos con los otros.
+ Evangelio
según san Juan 6, 41-51
Resumen: Continúa el discurso del Pan de Vida. Jesús no es quien parece ser, viene del Padre Dios y puede conducir al padre y transmitir el don de la vida a quienes “van a él” por el hecho de “creer en él”.
Continúa
el “discurso del pan de vida”. La unidad comienza con una referencia a “los
judíos” (ya no es “la multitud”) y en v.52 comienza una nueva parte, nuevamente
aludiendo a “los judíos”. Lo que se dice es que “murmuraron” que – como vimos
días pasados – se trata de la actitud de rebeldía, de rechazo al enviado de
Dios. La murmuración tiene dos partes: lo que Jesús dijo de sí (el Evangelio de
la semana pasada) y lo que ellos (creen que) saben de él. Lo que ellos “saben”
es que Jesús es “hijo de José”. Conocen su familia. La tradición ya es conocida
(aunque los cuatro evangelios la trasmiten con diferencias se remonta
seguramente a una dicho común; como ocurre en más de una ocasión Juan se
asemeja en parte a Lucas).
Mateo
|
Marcos
|
Lucas
|
Juan
|
¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus
hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre
nosotros? (13:55-56)
|
¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano
de Santiago, Joset, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» (6:3)
|
…estaban admirados de las palabras llenas de gracia que
salían de su boca. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?» (4:22)
|
«¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre
conocemos? ¿Cómo puede decir ahora… (6,42)
|
Lo
que evidentemente no saben es que Jesús sí “ha bajado del cielo”, que viene “de
Dios”. Los característicos “dos niveles” en el dialogo propios de Juan volvemos
a encontrarlos en esta unidad; los orígenes de Jesús no son los que “se ven”,
se ve un “padre”, Jesús alude a otro “Padre”. Pero lo que sigue diciendo Jesús
aparece como sorpresivo y se mueve en otro nivel del discurso del Pan.
“¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo
puede decir ahora: He bajado del cielo?” (v.42)
|
“Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo
le resucitaré el último día”. (v.44)
|
El verdadero origen de Jesús es el que permitirá a los
que “vienen a mí” la resurrección, algo imposible para el mero hijo de José. “Venir a mí” ya lo había indicado Jesús como paralelo
de “creer”: “El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca
sed” (6,35).
Comenzando con una cita libre de Isaías, Jesús pide a los
“judíos” que se dejen enseñar por Dios y llegarán a él. Eso lleva a “todos”
hasta Jesús.
Isaías
|
Juan
|
Todos tus hijos serán discípulos de Yahveh, y será
grande la dicha de tus hijos. (54,13)
|
Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por
Dios. (6,45)
|
“Todos
enseñados”, todos los que escuchan vienen “a mí”. Se trata de un proceso que
conduce hacia Jesús (de eso se trata “creer”). Ya sabíamos que nadie ha visto a
Dios (v.46; 1,18) pero que el que viene de Dios, “el Dios Hijo único” lo
manifiesta porque es el único que lo ha visto y puede conducir hacia él y ese
tiene “vida eterna”. Como el maná, la ley no da vida, al conducir hacia Dios
Jesús lo da a conocer y así es “pan de vida”.
En
todo el Evangelio es un dato que “creer” (es interesante que el verbo “creer”
se encuentra en Juan con mucha frecuencia
[x98], mientras que el sustantivo “fe” no aparece ni una sola vez) conduce a
participar de la “vida” (divina): 3,15.16.36; 5,24; 6,40.47; 11,25; 20,31. Aquí
es señalado con el clásico “en verdad, en verdad” que suele destacar dichos
importantes de Jesús en el Cuarto Evangelio En su frecuente discurso en dos planos Juan
habla de dos niveles distintos de vida (y de muerte), así “murieron” los padres
en el desierto, el que coma el pan de vida “no muera”. El paralelismo es
evidente:
50 este es el pan que baja del cielo, para que quien lo
coma no muera.
51 Yo soy el pan
vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre
Foto tomada de karosozuetta.blogspot.com
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