El ejemplo de una mujer, viuda, pobre y discípula
DOMINGO TRIGESIMOSEGUNDO - "B"
8 de noviembre
Eduardo
de la Serna
Resumen: Una mujer viuda extranjera es beneficiada por el profeta que le pronuncia una palabra de parte de Dios en la cual la mujer cree, poniendo en práctica lo dicho por Elías.
En
1 Re 17 comienza una gran unidad en la que el profeta Elías será protagonista y
que será continuada por otra sobre Eliseo que concluye en 2 Re 13 con varias
intercalaciones. El contexto histórico del tiempo de Elías comienza con el
reinado de Ajab y, especialmente, el conflicto con su esposa Jezabel, la reina
fenicia, hija del rey de Sidón (que continúa ejerciendo autoridad aun a la muerte
de su esposo). Para un profeta celoso de los derechos del Dios de Israel la
introducción de los dioses fenicios (Baal especialmente) y sus ministros
resulta algo intolerable. Veamos brevemente algunas ideas introductorias.
Elías
significa “Yahvé es mi Dios” lo cual es claramente un nombre programático. A
repetirlo dedicará su vida el profeta.
Baal:
en realidad significa “señor”, es el nombre de respeto con el que los cananeos
se dirigen a su Dios principal, Hadad. La Biblia evita nombrarlo (salvo en el
caso de los nombres que incorporan divinidades como es el caso de Ben-Hadad,
hijo de Hadad, rey cananeo, cf. 1 Re 20,1). De Baal se esperan tormentas y –
por tanto – fecundidad. En Israel muchos han tomado a Yahvé como el Dios
nacional pero aceptado también otros dioses y diosas (incluso pareciera que
muchos afirmaban que Yahvé tenía una diosa como esposa, Aserá). Así, por un
lado Yahvé cuida a su pueblo pero Baal, por ejemplo, garantiza la fecundidad.
Sequía:
en una región subtropical con estación seca como es la tierra de Israel una
temporada de pocas lluvias es terrible ya que representa uno o dos años sin
buenas cosechas y poco ganado. Elías anunciará una sequía (17,1) precisamente
para mostrar que es Yahvé y no Baal quien garantiza la fecundidad o su ausencia
en la tierra de Israel. Claro que este anuncio – y su realización – empieza a
desatar el conflicto entre Elías y la casa real. Primero debe esconderse (17,2-7)
y luego dirigirse a territorio extranjero. Aquí sucede el relato de la
liturgia, en Sarepta, tierra de Sidón.
Yahvé
se dirige a Elías diciéndole que se dirija a Sarepta y que “ha ordenado a una
mujer viuda que le suministre alimento”. Sin embargo, la mujer no parece estar
enterada de esto. Sin duda ha de entenderse que Elías ha de ser quién le comunique
a ella la voluntad de Dios, cosa que hará (v.14).
La
mujer es presentada como viuda. En Israel las viudas (y los huérfanos) son
presentados como paradigma de “pobres”. Es desposeída y desprotegida. Si no
tiene quienes se ocupen de ella – cosa que todo buen judío debiera hacer – está
condenada a la miseria o a ser víctima de la injusticia (cf. Ex 22,21; Is 1,17).
La
sequía parece también hacer efecto en esta región ya que la mujer no tiene más
que un poco de harina y un poco de aceite. Sólo le queda esperar la muerte y de
su hijo único (v.12).
La
escena es bien presentada: Elías ve a la mujer recogiendo leña para su última
torta. Le pide agua, cosa que la mujer – en total coherencia con la normativa
de hospitalidad – le trae. Pero al pedirle también un poco de pan ella narra la
escasez. Elías como hombre de Dios le dirá “no temas” para pedirle su porción y
asegurarle que “el Dios de Israel” (en territorio de Baal) le dice que no se le
agotará ni la harina ni el aceite hasta que vuelva la lluvia. La palabra del
profeta es escuchada y ella “hizo según la palabra de Elías”. Comieron los tres
y ni el cántaro de harina se vació ni se
agotó la aceitera “según la palabra que Yahvé había dicho por boca de Elías”.
Ciertamente resultan contrastante las dos mujeres de Sidón con las que Elías se
encuentra, la reina que intenta llenar – y lo logra – de profetas de Baal la
tierra de Israel, y Elías, profeta de Yahvé, que se dirige a tierra fenicia y
es escuchado por una cananea.
Resumen: Cristo ha entrado de una vez para siempre en el santuario auténtico que se encuentra en el cielo y desde allí plenifica los sacrificios haciendo que ya n tengan sentido porque el suyo ha sido perfecto.
En
8,1-6 – siempre siguiendo la lectura espiritual del A.T. – el autor de Hebreos
había señalado que Moisés en el monte había visto el templo “original” cuyo
modelo debería repetir (Ex 25,40) en la tienda que haría en el desierto. Eso
significa que el Templo verdadera está en el cielo y Jesús, por la resurrección
(que es lo que lo constituye sacerdote) entra en él. Jesús es ministro de aquel
santuario (8,2), que ya no es “hecho por las manos humanas” (9,11-24, lo cual
parece insinuar algo idolátrico en el viejo culto, ya que es de los ídolos de los que se afirma que son “hechura
de manos humanas” (jeiropoíêtos), cf. Lev 26,1.30; Jdt 8,18; Sab 14,8; Is 2,18;
10,11; 16,12; 19,1; 21,9; 31,7; 46,6; Dn 5,5.23; 6,28; algo semejante se dice
en Mc 14,58; Hch 7,48; 17,24; y referida a la circuncisión en Ef 2,11).
La
ofrenda de Cristo, leída espiritualmente como “sacrificio” es definitiva porque
ha llegado hasta Dios, y es por tanto única como es único el sacerdocio nuevo.
Un sacerdocio que “destruye” el pecado haciendo innecesaria la repetición.
Cristo volverá pero ya no para retomar la seguidilla de ofrendas interminables
e ineficaces sino para comunicar la salvación (9,28).
Resumen: Marcos presenta dos ejemplos contrastantes, unos escribas que estaban a las viudas y por el contrario una viuda que da todo lo poco que tiene como manifestación de su amor a Dios.
Jesús
sigue en el templo (desde 11,27) del que recién saldrá en 13,1. Allí
encontramos dos escenas conclusivas: en primer lugar alerta contra los escribas
(vv.38-40) y luego – tomando la palabra gancho “viuda” – pasa a poner a
una como ejemplo (vv.41-44).
Los
escribas – con alguna excepción como la que encontramos en 12,28-34 – son presentados
en Marcos como los adversarios de la comunidad de Marcos. La Biblia griega con
frecuencia traduce “escribas” (grammateus) el hebreo shômer
que es “oficial”, alguien que tiene una cierta relación de autoridad en el
pueblo (cf. Ex 5,6.10.14.15.19; Num 11,16…). Desde el comienzo del Evangelio se
nos dice que no tienen autoridad entre la gente (1,22), cuestionan el obrar de
Jesús (2,6.16; 3,22; 7,1.5; 8,31; 9,14; 10,33; 11,18.27) y Jesús les cuestiona
su teología (12,35) y su obrar hipócrita (12,38). Finalmente son partícipes del
asesinato de Jesús (14,1.43.53; 15,1.31) [no es seguro que participaran del “partido”
fariseo, aunque parece que sí, al menos muchos de ellos; Mateo preferirá – por motivos
históricos y su comunidad – presentar como adversarios a los fariseos, aunque
muchas veces los menciona juntos].
Lo
que señala de los escribas son dos cosas coherentes con la búsqueda del honor. (1)
Los amplios ropajes son manifestación de su ostentación (cf. Gen 41,42;
Ex 28,2; 29,21: 31,10; 2 Cro 18,9; 23,13; Ext 6,8; 8,15; 1 Mac 6,15), es
símbolo visible del status que reclaman para sí. (2) Los primeros puestos en
las sinagogas y los primeros lugares en los banquetes. Estos eran a quienes
toda la sociedad consideraba los principales (algo totalmente contrario a lo
que Jesús pide de los suyos a los que les pide hacerse servidores y esclavos,
esto es ponerse en el último lugar). Los lugares eran expresión del honor que
la sociedad reconocía y que ellos reclamaban. La auto-estigmatización que Jesús
reclama para él y los suyos resulta claramente subversiva y contracultural. Los
expertos en la ley gozaban de alta estima (Sir 39,4-11). En Qumrán, los lugares
están claramente fijados:
“Estas es la disposición para cuando se reúnan los ‘grandes’: Estando ya cada uno en su sitio que se sienten primero los sacerdotes, en segundo lugar los ancianos, en tercer lugar el resto del pueblo. Cada uno en su sitio…” (Regla de la Comunidad, 1QS 6,8-9)
A
esto añade que estafan a las viudas (sabemos que en Israel, el cristianismo
primitivo y el medio ambiente en general había casos de viudas con una buena
posición económica), que “devoran sus casas” (en este caso no se
trataría de viudas pobres sino empobrecidas por los escribas). Ciertamente la
gran paradoja es que los expertos en la Ley en lugar de hacer lo que deberían con
respecto a las viudas, protegerlas, asistirlas, en este caso las estafan y
roban. La estafa pareciera ser una extorsión de hacer largas oraciones
en favor de ellas quedándose con sus bienes. En este caso, la ironía sería
doble ya que la oración de las viudas es presentada como modelo (Lc 18,1-5; Hch
9,39-41).
Luego,
Jesús se traslada al Tesoro, el lugar donde se hacen las ofrendas de “cosas”
(dinero, ropas, utensilios y otros bienes) en el templo (lo que permite ver el
Templo como una suerte de banco antiguo, cf. 2 Mac 3,9-12). Allí ve a los
oferentes, entre la “multitud” mirando especialmente a “muchos ricos”.
El contraste de estos muchos ricos con una pobre es notable. A
esta se le añade ser viuda. Hay escenas similares en el medio ambiente
(Xenofonte cuenta algo semejante de Sócrates, por ejemplo).
Lo
que afirma es que las multitudes depositan “metálico” (jalkós
refiere a metales) y acota que “muchos” ricos echaban “mucho”. El
texto señala que una viuda pobre echo “dos lepta”, la moneda griega de
cobre de más baja denominación (la moneda de menor denominación en Judea bajo
Herodes el Grande era la p(e)rutah). Y Marcos acota que ambos lepta equivalen a
un “kodrántês”, la monada romana de menor denominación. Literalmente, entonces
el texto afirma que la viuda echó: “dos leptas, esto es un cuadrante”.
Es posible que las monedas circulantes en Siria y Judea se conocieran con las
denominaciones romanas, por lo que esto no ha de verse necesariamente como que
Marcos escribe en Roma (aunque puede ser buen indicio de esto).
Jesús,
entonces, como en 8,34 y 10,42 “llama” a los suyos para decir una
palabra clarificadora, en estos casos sobre el discipulado (indicio que también
esta lo será). Comienza con un clásico “Amên legô hymin” (en verdad
les digo; cf. 3,28; 8,12; 9,1.41; 10,15.29; 11,23; 13,30; 14,9.18.25), una
frase que prepara un clima expectante para un dicho profético o sobre el
discipulado. En este caso un dicho contrastante ya que es evidente a la vista
que los ricos han echado “mucho” más que las dos moneditas de la viuda. Por
tanto en un segundo momento (v.44) Jesús explica la razón de esto: la abundancia
y la necesidad son el criterio de Jesús. Esto lleva a cambiar la mirada
económica que se guía por la cantidad y el cálculo. El valor está puesto en la
generosidad no en lo valuable.
Esta
viuda puso lo necesario para la “vida” (bios).
Curiosamente el escriba de v.20 “sabe” que se ha de amar a Dios con toda la
vida (psyjê), la viuda en cambio practica esto, “ama a Dios con toda su ‘vida’”.
Ella “da” todo, mientras los escribas le “quitan todo” a las viudas. El
discipulado encuentra en esta viuda pobre un nuevo ejemplo a seguir.
Foto tomada
de www.rezaconmigo.com
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