¡Ni una menos!
Eduardo
de la Serna
Con toda intención, sabiendo
a lo que iba y que había de esperar, fui hoy a la marcha “¡Ni una menos!”
Señalo esto porque, siendo
concurrente habitual en marchas, esta fue muy diferente. No había – o no se
veía – un hilo conductor, no había cantos, no había palco, no había un lugar
donde encontrar grupos amigos o esquivar los que incomodan. Fui con la expresa
intención de aportar al número, y de manifestar mi repudio a la violencia de
género. ¡Ni una menos!
Podría señalar elementos que
me parecen complementarios y que también me parecen importantes: el tema del
abuso, en primer lugar, en el que una vez más la violencia en el seno del hogar
provoca víctimas. Generalmente no mortales, pero sí marcadas de por vida. Y
repensar la importancia de que sean tenidos por crímenes imprescriptibles (la
víctima no puede verbalizar el hecho cuando los tiempos de la justicia lo
deciden sino cuando tiene la capacidad concreta de hacerlo). Y pienso también
en la escuela, los medios de comunicación, y la misma familia (padres y madres
que suelen tener introyectado el “macho” y lo transmiten a sus hijos e hijas). Hay
otros temas que fueron planteados por grupos aislados y merecerían un debate
sereno y profundo, aunque no eran el caso en este marco y contexto. Con esto no
me estoy refiriendo al lugar tantas veces lamentable que juega gran parte del
episcopado, tema que en el seno de la Iglesia deberíamos plantear, discutir y
criticar. Leer, por ejemplo, a raíz de la marcha que el arzobispo de San Juan pronunció
“un enérgico rechazo a cualquier atentado
contra la vida de las personas, especialmente las mujeres en situación de
vulnerabilidad” ante la marcha #Niunamenos [¡bien hasta ahí!], y reclamó
que “tan loable objetivo no sea empañado
por ideologías, que en el fondo, no abarquen todas las dimensiones de la vida,
sobre todo en las etapas de mayor fragilidad: en el seno materno o en la vida
que termina”. Esos paréntesis innecesarios (un típico “peeeero”) no lo
aplican a los cientos de “ideologías” que empañan otros esfuerzos en lo
económico, lo político, los derechos humanos… Siempre lo “ideológico”, para
muchos obispos es “la ideología de género”, la “ideología marxista”, y nunca la
seguridad nacional, el neoliberalismo, etc. Muchos harían mejor en callar. Nadie
extrañará su silencio.
Sin duda el tema requiere
por sobre todo un profundo cambio cultural. Ver algún futbolista adhiriendo a
la marcha y que una semana después se nos dice que ejerció violencia contra su
pareja, no resulta muy sensato. Ver a una periodista que aplaude casi
orgiásticamente a su ídolo, y saber lo que este ha dicho de que las mujeres
eligen cuando abrirse o no de piernas, resulta cuanto menos paradójico. Ver una
señora que no participó en las manifestaciones contra las mujeres víctimas del
genocidio sino que por el contrario es la gran defensora pública de los
dictadores resulta, cuanto menos, repugnante. Obviamente todas ellas tienen
todo el derecho de participar, y es bueno que al menos en un aspecto de sus
vidas rechacen la violencia que ellas o ellos mismos en otros ámbitos alientan.
Vaya el homenaje a todas
aquellas que desde hace años han hecho del tema una bandera de lucha. Vaya hoy
como – al menos un poco – bandera de triunfo. Pienso en Eva Giberti, Mariana
Carbajal, y tantas otras.
Vaya también mi homenaje a
tantas mujeres víctimas. La inmensa mayoría para mí desconocidas, pero no por
ello menos hermanas. Pero pienso en Ali, y su hermana Laura, o pienso en Karina
y su hija Daiana, también ellas víctimas. Y en ellas, pienso en todas, si
pudiera.
Evidentemente el contexto
permitía que muchos estuvieran (obvio que no imaginaba a Miguel Del Sel, o a
Tinelli en la marcha), pero también eso provoca una cierta tensión. Tuve que
hacer esfuerzo y recordarme 6, 7 y 8 veces (lo digo irónicamente, y no tanto) dónde
y por qué estaba al ver a Mercedes Ninci y no decirle algo, por ejemplo. Pero
creo que la marcha, con sus límites, con su sentido acotado que pienso que debe
profundizarse, mejorarse y ampliarse, muestra que hay temas que, al menos en la
palabra, pueden tocarse y visibilizarse. Y ojalá pronto, muy pronto, podamos
decir que se trata de un tumor social del pasado. Mientras tanto, seguiremos
marchando aunque Cecilia Pando también esté, y aunque muchos levanten un cartel
que dice “¡Ni una menos!” pero no se sienten implicados porque eso “le toca a
otros”.
Dibujo tomado de blogs.infobae.com
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