La mujer a la cocina…
Eduardo de la Serna
Con frecuencia, los llamados “día de…” están motivados por
obvias cuestiones comerciales que buscan llenar las arcas con ventas del regalo
apropiado a… Hay otros días que existen como bandera de luchas, como es “el
día del trabajo”, por ejemplo. Como es lamentablemente usual, esa lucha
implica mártires de la causa y es en conmemoración de estos que se hace “memoria
de…” Este es también el caso del “día de la mujer”. Algo que,
¡cuando no!, aprovechan también los comerciantes para derivarlo en “día de
regalos”, dejando atrás, o en el olvido, las luchas justas y las causas.
El llamado machismo, patrialcalismo o kyriarcalismo (todos términos
con mucho sentido) parece tan antiguo como la cultura humana. Son contadas,
apenas contadas, las sociedades matriarcales o las que aceptan una poligamia
femenina (¿androgamia?) mientras que es un dato casi natural el rol central del
varón. La mujer debe quedar en la domus, la casa (=doméstica) mientras el varón
anda en la polis, la ciudad (=político). El varón es la “cabeza”, y en muchas
culturas o ambientes cuando se destaca a una mujer se habla de sus “cualidades
viriles”.
El siglo XX se caracterizó por las luchas feministas con muchísima
frecuencia desvalorizadas, malinformadas o rechazadas por la mentalidad
kyriarcal (término acuñado por Elisabet Schüssler Fiorenza que refiere al “kyrios”,
señor… mentalidad que tienen introyectada varones y también mujeres en su actuación) que es habitual también en muchas mujeres. Desde entonces hubo muchísimos avances,
hubo derrotas y resistencias.
No voy a señalar las luchas ante los femi(ni)cidios, la igualdad de
salarios ante igual trabajo, y muchos otros temas que tantas y algunos han
trabajado. Tampoco me detendré en la diferencia de trato social y mediático que
reciben las mujeres, como fue el caso de la presidenta argentina (no tengo
dudas que de haber sido varón no hubiera recibido ni la mitad de las críticas o
comentarios que padeció) y otras funcionarias o mujeres públicas; o la supuesta
“culpabilidad” que tienen las mujeres cuando son víctimas de asesinato (como
las mochileras mendocinas), las mujeres golpeadas (“¿qué le hiciste para que te
pegue?”), o abusadas (“¿vos lo provocaste?”)... Y tampoco voy a hacer mención
al lugar necesario, y todavía casi ausente en totalidad, de mujeres en
instancias de decisión en la Iglesia.
Me quiero detener simplemente en una cuestión de “humanidad”.
Me resulta sintomático que en castellano y otras lenguas, el término “hombre” refiera
al varón y también a toda la especie humana. Como si el varón fuera el “todo”,
y la mujer un simple “complemento”, o añadido (entre paréntesis, por eso en lo
personal trato de evitar el uso de “hombre” y prefiero hablar de “varón”, cuando es el
caso, o de “ser humano”/”humanidad”). Es evidente que la cultura, a lo largo de
los tiempos ha “atribuido” cosas al varón y cosas a la mujer (“los ‘hombres’
[=varones] no lloran”; “ternura de mujer”, por ejemplo), y no está mal
repensarlo; ¿de verdad es así el varón y es así la mujer?, a esto se suele referir al hablar de "género". En realidad, el
lenguaje es también algo que debemos repensar ya que usamos negativamente
términos como “denigrante” (= de negros), “ladino” (= de judíos), “siniestro”
(= de zurdos), “maricón” (= de homosexuales), etc. Entre esas cosas está, por
ejemplo, el clásico grito a una mujer que supuestamente maneja mal “¡andá a
lavar los platos!”, lo cual significa “tu lugar es la casa (=doméstica) no
la calle (=polis)”. Y creo que esto es cuestión de humanidad. De ser capaces de
mirar al otro y la otra con ojos de hermandad (fraternidad y sororidad). Nada
más. Nada menos. De humanidad (= totalidad) que reemplace el machismo, aun en
mentes femeninas (= parcialidad).
Se me dirá “feminista” por esto. ¡Obviamente! Porque quiero y
celebro que la mujer esté allí donde “se cocina” la historia. La nuestra. La de
todos y todas.
Foto tomada de http://www.infobae.com/2016/03/07/1795396-por-que-se-conmemora-hoy-el-dia-internacional-la-mujer
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