Unas
reflexiones sobre un presente ausente
Eduardo
de la Serna
Nacido, criado y “vivido” en
una familia acomodada, más allá de los momentos más o menos “cómodos” de mi
familia, todo el ambiente familiar y social, escuelas y club en el que me iba
moviendo me fueron llevando a mirar, pensar y entender todo desde ese ambiente.
Creo que no sería posible que fuera de otro modo, salvo que – algo que
agradezco siempre a mis padres – desde chicos aprendimos a tener una mirada
crítica. Cuando empecé a colaborar en la villa 31 con Carlos Mugica, empecé a
mirar con otra mirada. Sin saberlo, y sin poder decir “Fulana” o “Mengano”, los
pobres me enseñaron a mirar con otra mirada. Con otros ojos. Y, para peor,
terminaba la dictadura y empezaba el tiempo democrático sin prescripciones de
1973. También la política la veía con nuevos ojos… Y esos ojos aprendieron a
mirar de otra manera que no he abandonado ni pretendo abandonar.
Aclaro que no soy, no
pretendo ser, ni insinúo ser “representante” de los pobres. Nadie me ha
delegado. Pero soy alguien que tiene el corazón en los pobres, y quiere mirar
desde ellos y en favor de ellos. Es “desde” acá que se me ocurren algunas
reflexiones:
Al hablar desde la teología
moral” uno puede decir, grosso modo, que algo está bien o algo está mal, pero
sin duda, además, hay graduaciones (y no simplemente dadas por la cantidad). No
solamente no es lo mismo robar caramelos que robar un banco (aunque el primero
seguramente vaya preso y el segundo sea nombrado ministro), sino que además no
es lo mismo robar que matar, no es lo mismo una mentira que la pederastia… todo
es “malo” pero no igualmente malo. Pero también es cierto que al mirar desde
afuera los hechos, hay sensibilidades en los observantes, que no miran tan mal,
o dejan pasar, o dicen “y bueh!” mientras son durísimos con otras realidades.
Por ejemplo suele ser suave la mirada frente a los crímenes de tránsito (salvo
cuando nos afectan) mientras que se suele ser durísimo frente a las
infidelidades matrimoniales que suponen adultos libres y responsables…
Valga esta introducción para
pensar la moralidad pública y sus repercusiones… La prensa hegemónica nos
aturde con “la corrupción”, o la “ruta del dinero K”. Y – es necesario repetirlo
– si hay corrupción debe ser detectada, juzgada (con una justicia
independiente) y eventualmente condenada. Pero es absolutamente insensato, condenable
y perverso que sea “mala” la corrupción “K” y disimulada la corrupción “M”. Si
hubo negociados ilegales en un gobierno K o M, son igualmente corruptas. Si se
benefició a Lázaro Báez es tan perverso como si se beneficia a Nicolás Caputo. No
hay un bueno y un malo… Esto nos recuerda la famosa frase gringa de que Somoza «es
un hijo de puta, pero es “nuestro hijo de puta”». Pero también es necesario
destacar que hay delitos mucho más graves que la corrupción, en lo civil y en
lo social. Desentenderse de los pobres es mucho más delincuencial. Someter un
pueblo también lo es. Matar de hambre un pueblo también lo es. Nadie afirma que
la corrupción no es grave, pero sí es necesario señalar que hay delitos más
graves, además de que si hay corrupción, no hay corrupción buena y corrupción
mala. Finalmente una nota: que en tal o cual lado haya corrupción no invalida
una línea de conducta. Si quien se dirige en un sentido comete un acto de
corrupción, eso no invalida el sentido (salvo que el sentido en sí mismo suponga
la corrupción… algunos creemos que el capitalismo es corrupto en sí mismo, por
ejemplo).
A modo de ejemplos
conclusivos de esta parte notemos que los Panama Papers son corrupción en sí
mismos. Y – en lo personal – creo que ameritarían la renuncia de todos los
implicados en actos públicos, empezando por el presidente de la Nación. No lo
creo tan digno para semejante acto. Y también creo que es corrupción la
participación de CEOs en el gobierno. La función pública y la privada son muy
distintas. El ejemplo del ministro de Energía y su participación en Shell es un
caso evidente. Ver los beneficios que su empresa (es accionista, además de ex
CEO) ha obtenido desde que es ministro tienen toda la apariencia de corrupción.
Otro elemento que se señala es
la importancia de “honrar las deudas”. En lo personal preferiría honrar otras cosas
más “honorables”, pero supongamos que es cierto. Dado que el país no puede
honrar “todas sus deudas”, la pregunta obvia es “¿dónde empezar?” Como ya lo he
señalado, creo que debe empezarse obvia e indubitablemente por los pobres. “Los
pobres no pueden esperar”, repitieron los últimos papas, los usureros sí, aunque
tengan más poder de fuego y de reclamo. Si el país tiene “X” cantidad de dinero,
primero están los pobres, después los usureros (si pueden demostrar que
realmente se les debe, que es justo el pago y el reclamo, etc.). Sólo para
quien mira “desde” los ricos primero están ellos. Pero ya sabemos que hay quien
gobierna para y desde los ricos, aunque con cara de bueno pregunte “¿qué
ganaría?” (la respuesta está a la vista, y en Panamá). Ahora, además, pagar
deudas contrayendo deuda parece un sinsentido (salvo complicidad con los bancos
prestadores-compradores-intermediarios que por todo eso cobran; especialmente
habiendo “CEOs” en el medio… o testaferros), y que – además – para las nuevas
deudas se proponga como tribunal los de Nueva York (= Griesa) no es un
sinsentido, es una aberración.
En esta misma línea, no
puedo menos que sentirme irritado por la actitudes de los barones sindicales… Y
no me refiero especialmente a uno que es aliado de patrones, ciego al trabajo
esclavo y mudo ante los despidos (o que afirma que no ocurren). Mirando desde
los pobres, antes que los trabajadores – a la hora de mi reclamo y sensibilidad
– están los que el Papa ha llamado “nuevos esclavos”, los que están (ahora)
desocupados, los del trabajo informal o precario… Nadie – si no lo hace el
gobierno, y este ciertamente no lo hace – hace suya sus voces. Los sindicatos parecen
más preocupados por “Ganancias” o las “obras sociales”, es decir, “la caja”. Es
cierto que ahora, exigidos por las “bases” empiezan a hablar de desocupación y
salarios y de “emergencia”. Pero no estaría de más recordar cuántos de estos
barones son y han sido cómplices de este gobierno desocupador y devaluador (o
de la anterior década infame). Es cierto que esto genera la emergencia de otros
dirigentes sindicales, muchos sectores de la izquierda intolerante e
intolerable, que con sus actitudes terminan funcionales a desocupaciones y a
políticas de derecha.
Se vuelve necesaria una
palabra (otra vez) sobre el “poder judicial” (o “partido judicial”; cada vez
más lejos de “La Justicia”). Algunos diarios comienzan a presionar reclamando
celeridad en el “caso Báez” (la misma que no reclamaban en la aplicación de
otras leyes o en otros casos). “Celeridad en lo que me conviene, cajones en lo
que me perjudica” parece la consigna mediática a la que tan sensibles son los
jueces empezando por su cabeza principal. Tan patético es ese partido que ahora
un fiscal escribe una carta abierta – obviamente en el in-independiente poder
judicial jujeño – en lugar de hacer una citación judicial; o un micro-fiscal
llama a indagatoria con urgencia a unos por una misma causa que duerme en
cajones desde hace años con otros nombres; o un juez con mala puntería asesina
la justicia y un cortesano maniobra en las sombras donde suele moverse a gusto,
pareciera.
Pero todo esto es posible
porque se ha triunfado (¿temporalmente?) en la “Batalla de los sentidos”. Entonces,
por ejemplo, en nombre del pluralismo se cierran canales, anulan señales y
despiden periodistas. “Por no ser pluralistas” dijo el gracioso Hernán Lombardi
sin que se le mueva ni uno solo de sus escasos pelos (quizás más abundantes que
sus ideas). Este triunfo de los sentidos es el que direcciona corrupción en un
sentido, tapando otro; el que busca rutas de dinero en una dirección
silenciando las evidentes; el que habla de pobreza cero generando millones de
nuevos pobres… Un ejemplo patente en este sentido es la actitud de aquellos que
sostienen que lo que consiguieron en años pasados los tengo “porque yo trabajé”.
Algo que en general nadie discute. Pero hay que señalar que antes también
trabajaban, y no podían irse de vacaciones, comprarse un auto, ampliar o
mejorar la casa, o entrar en planes de construcción o tener una netbook… Un
taxista, Carlos, me decía que algunos compañeros de su cooperativa decían que
se habían comprado un auto “porque yo estoy acá sentado 12 horas al día”, a los
que él les recordaba que antes esas 12 horas las gastaban sentados jugando al
truco porque nadie tomaba un taxi. “Vayan comprando naipes nuevos”, les dijo.
El discurso hegemónico habla
de la “Felicidad” (si hasta hay un felicidólogo que les da cursos y seminarios
a los miembros del gobierno). Frases típicas del presidente, la vice, ministros
y gobernadora insistiendo en la alegría, en que “estamos tranquilos”… el patético
discurso a los empresarios, decir que los despidos son una “sensación térmica”
resulta ofensivo al sentido común. Que el presidente esté tranquilo es algo
obvio. No se ha preocupado nunca por nada ni por nadie, pareciera. Sólo por los
caramelos de Antonia (Sugus, me dicen). Que la vicepresidenta hable rápido para
que no se entienda su nada, también es sabido. Que los pobres deberían ellos
mismos ocuparse de su propia situación, pero sin que haya ni una sola política
de Estado que los beneficie resulta cruel. En lo personal creo que el
presidente se caracteriza por su cinismo y mentira sistemática sin que tampoco
se le mueva un pelo. “Yo le quiero creer”, me decía una señora del barrio,
recordándome al instante a un comerciante que me decía que quería creerle a los
que decían “vamos ganando”, en Malvinas. El problema empezará cuando Durán
Barba, Clarín y Nación, Intratables y TN, y hasta los escalones del juego no
puedan impedir que la “sensación” empiece a bajar de la cabeza al estómago. Difícil
engañar por mucho tiempo al estómago con sugus. Y si el estómago grita, las
cabezas que empezarán a temblar son las de los dirigentes.
Dibujo tomado de ofilines.com
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