El escándalo de una palabrita
Eduardo
de la Serna
Parece que hay cosas que no
se pueden o deben decir…
Cuando en una entrevista
radial me preguntaron qué le diría al presidente Macri si estuviera 5 minutos
con él dije que le pediría que renuncie. Y expresamente me refería a los
llamados “Panama papers”. No hice – en ese pedido – ninguna alusión a su gobierno.
Podría decir muchas cosas de esto, y de hecho las digo, pero eso no implica que
se pueda andar libremente pidiendo renuncias a un gobernante porque no nos
gusta. Pero los datos de Panamá son otra cosa, y dignas renuncias han provocado
en otras regiones.
Pero bastó que yo dijera eso
para que ladraran los perros, usando la metáfora del refrán popular español.
Guillermo Lobo me entrevistó
por radio (y aclaro: Pilar, la productora española de su programa, me dijo que íbamos
a hablar de lo que yo había escrito el día anterior sobre la fe y la política,
Dios y el César, no que toda la entrevista giraría en torno a mi pedido
ficticio. Ficticio porque no estuve con Macri, como se sabe). Toda la
entrevista giró en torno a si yo le había pedido antes la renuncia a Cristina,
que no figura en los Panama papers. Es difícil hablar con alguien que cree las
mentiras que sus patrones difunden por doquier y que además se adjudican una
suerte de papel de fiscales de la república. Pero a lo mejor necesita mostrar
que es un buen alumno.
Más adelante Alfredo Leuco –
diario Clarín de hoy – afirma que Macri les planteó a los obispos, en su
reciente reunión, lo que yo había dicho, y que sus excelencias dijeron que yo
era un cura marginal. Cosa que es cierta, sin dudas. No sé si el diálogo es verdadero
o forma parte de las ficciones a las que el mentimedios nos tiene
acostumbrados, pero es evidente que si yo dije algo fue a título personal. No
hablé en nombre del grupo de curas, del que soy parte, ni mucho menos en nombre
de la Iglesia argentina. No hace falta que nadie lo ande aclarando.
Debo confesar, también, que
mucha gente – incluso de los medios de comunicación – se solidarizó conmigo, o
afirmó compartir mis opiniones. Obviamente no diré sus nombres.
Ahora bien, me queda una
pequeña reflexión:
No voy a entrar en lo que
sucede en mis hermanos vecinos, desde los insultos a Evo hasta los “fora Dilma”
en Brasil. Me limitaré a la república Argentina.
Los medios escandalizados
por mi ficción (repito, “si estuviera con Macri” es una ficción, ya que no
estuve) son los mismos que convocaron
durante años a cacerolear contra la presidenta Cristina. La llamaron con todos
los epítetos imaginables, y mostraban en cadena nacional a manifestantes que no
sólo pretendían echarla, sino también deseaban su muerte. Pareciera que se
puede decir desde “sus” medios lo que quieran, calumniar, mentir, provocar pero
no se puede estar en otra vereda (no hablo de “grieta” para no hacerles el
juego ya que son los creadores… de la palabra, y de la grieta misma). Parece
que el pedido ficticio de renuncia (es decir algo que una persona decide, por
circunstancias varias, hacer por propia decisión) es más grave, muchísimo más
grave, que ser lisa y llanamente golpista. Hubiera jurado que era al revés.
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