El reino lleva a padecer persecución y martirio
DOMINGO VIGÉSIMO -
"C"
Eduardo de la Serna
Lectura del libro del profeta Jeremías 38, 3-6. 8-10
Resumen: La predicación de Jeremías –con profundo sentido político ante la inminente invasión de Babilonia a Israel- provoca el descontento y la enemistad de muchos que deciden hacerlo morir. Un extranjero será quién consiga que sea liberado con lo que el profeta encarna en su propia persona la predicación: de los extranjeros –Babilonia- bien la fidelidad a la voluntad de Dios y por tanto la vida.
Entre dos textos que muestran al profeta Jeremías con el rey Sedecías (37,17-21; 38,14-28a), que en cierto modo trata de defenderlo, encontramos la escena en la que el profeta es puesto en un aljibe (38,1-13). Los dos encuentros con el rey finalizan con la misma fórmula: el profeta permanece en “el patio de la guardia” (37,21; 38,28). El texto tiene dos partes paralelas que comienzan con el verbo “escuchar” (38,1.7) y finalizan con una referencia a las “sogas” con las que el profeta es bajado y subido del aljibe en el “patio de la guardia” (vv.6.13). En el medio encontramos a las autoridades judías que lo acusan ante el rey (v.1.4-5) y un extranjero que lo defiende (vv.7-9). La decisión es hacerlo morir (v.4). Lo llamativo es el clima de carencia: el pueblo “no tiene” ánimo (v.4), el rey “no tiene” poder (v.5), la cisterna “no tiene” agua (v.6), la ciudad “no tiene” pan (v.9). En realidad, la relación con “los extranjeros” (cf. v.17) será un tema central en toda la profecía de Jeremías, la misma por la que deciden arrojarlo a un aljibe hasta que muera.
Es interesante que en Jer 2,13 se compare a Israel con un aljibe rajado
que no retiene el agua (que es Dios mismo, “manantial de aguas vivas”).
En este caso –irónicamente- Jeremías será arrojado a un aljibe sin agua
(v.6).
En realidad, el texto presenta una suerte de síntesis de las
consecuencias que la predicación profética trae sobre la persona de Jeremías.
Puesto que Israel no retiene la vida que Dios le trae, no escucha su palabra,
no sigue sus caminos, Dios se retirará de su historia, lo dejará abandonado a
su suerte. Y esa “suerte” está marcada por el avance militar de Babilonia
(25,1-13a). La inminente destrucción de Jerusalén es consecuencia querida por
Dios por el abandono de su alianza. Por otra parte, muchos profetas anuncian
públicamente que Dios no abandonará a su pueblo y lo librará de las manos de
los que lo asedian (cap. 28). Este es otro conflicto frecuente de Jeremías, con
los falsos profetas, aquellos que anuncian “paz”, cuando lo que Dios
hará será lo contrario (4,9-10; 6,14; 8,11.15; 14,13.19; 23,15-17; 28,8; 30,5).
Obviamente, esto hace que Jeremías sea acusado de pasarse al bando enemigo, y
por eso toda su vida y ministerio queda marcado por esta estigmatización
(15,10-11; 20,7-18). El clima social y político es terrible. Los egipcios los
rodean, luego se retiran y Babilonia regresa, Jeremías es acusado de “debilitar
los brazos armados” (v.4) con su predicación (y sin duda ¡así era!).
Evidentemente decir que “quien se entregue a los caldeos (=
babilonios) vivirá y saldrá ganando” (v.2) no se parece a un
aliento en la resistencia. Es por eso que la gente de la corte (v.1) al oír lo
que dijo ante todo el pueblo le dicen al rey que lo haga morir (v.4). En ese
ambiente, el rey se reconoce “impotente” ante ellos (v.5). Quizás para
dejarlo morir sin provocar un derramamiento de sangre (ver Gen 37,20-22) lo
arrojan al aljibe de uno de los hijos del rey, que era –a su vez- abuelo de uno
de los conspiradores (v.1). Irónicamente, un etíope, eunuco del
rey pareciera tener más poder (¡un eunuco!) y logra que Jeremías sea rescatado.
Simbólicamente, Jeremías “vivió y salió ganando” gracias a un
extranjero, mostrando así una estrecha relación entre su propia persona y su
predicación. Del aljibe seco salió vivo gracias a un extranjero; los judíos
–creyendo que hacen lo que Dios quiere sin que él mande su palabra a esos
falsos profetas- dejan perder “el agua viva” que es Dios mismo, y
creyendo apostar por la vida, terminan caminando hacia la muerte.
Lectura de la carta de los Hebreos
12, 1-4
Resumen: los testigos ejemplares de la lectura del domingo pasado alcanzan en Cristo su plenitud y es para nosotros el ejemplo de la “carrera” que debemos correr, de la “lucha” que debemos enfrentar con perseverancia y fe.
La segunda lectura del domingo pasado presentó un ejemplo, el de Abraham, de los “testigos de la fe”. 12,1 retoma ese conjunto (“tan grande nube de testigos”) y se dirige ahora a los destinatarios del texto –entre los que se incluye: “nosotros”-. La larga unidad anterior concluía –y vimos que aludía, sin mencionarlo, a Cristo- que no alcanzaron el objeto de las promesas (que era el gran tema de la unidad) que –con nosotros- se alcanzaría como “consumación” (11,40). Vimos, también, que el tema central era “la fe”, que inclusive se repetía rítmicamente todo a lo largo del capítulo (“por la fe”). Pues bien, a modo de síntesis, ahora señala que Jesús es ese “consumador” de la “fe” (v.2) que era –entonces- secundaria en comparación al presente. Teniendo esto en cuenta, se invita a “nosotros” a perseverar en la fe en medio de las dificultades frente a Jesús, el único modelo del que los anteriores eran “parábolas”.
En 10,32-34 el autor hace memoria de las dificultades pasadas que tuvo
la comunidad; ahora hace referencia al presente (12,4.7) sin que todavía estos
padecimientos sean muy intensos. No es la única vez que en el NT se hace un
paralelismo entre los sufrimientos y los “juegos gimnásticos”, en este caso se
lo compara a una “carrera” (ver 1 Cor 9,24-27; Fil 3,12-14). Pareciera
que esta “nube de testigos” está en torno “nuestro” como espectadores de
la “carrera” donde se espera que “nosotros” nos despojemos de
todo lo que nos impide correr de modo perseverante. Los ojos deben estar en la
“meta”, la “consumación” de esa “fe” que es Jesús mismo
que ya llegó a la meta –pasando por la muerte- y recibió la corona (2,9)
sentado a la derecha del trono de Dios (v.2).
El sustantivo “consumación” remite al verbo “perfeccionar”
que es muy frecuente en Hebreos (2,10; 5,9; 7,19.28; 9,9; 10,1.14; 11,40;
12,23) y refiera a la “consagración sacerdotal” de Jesús (el verbo es usado
sacerdotalmente en el libro de los Números, cf.3,3 y Levítico, cf. 4,5; 8,33;
16,32; 21,10). Jesús fue proclamado por Dios Sumo Sacerdote eterno (5,10; 6,20)
y entró en el Santo de los Santos, en el cielo (9,12; 10,19), así llegó hasta
Dios (10,20), así conduce –como precursor, 6,20- a los creyentes (5,9-10; 2,10)
hacia Dios (4,16; 7,19.25; 10,22; 12,22-23), hacia la “perfección” (10,14;
12,23). Jesús es “creíble” (pistós, 2,17; 3,2) y conduce por el camino
de la cruz (cf. 2,10; 3,14; 5,7-9; 7,25; 13,12). Así, los destinatarios, en
medio de las dificultades presentes, son invitados a perseverar en la fe como lo
hizo Jesús, Hijo del Padre.
“Por el gozo” (v.2): La opinión de los estudiosos no
es uniforme; algunos entienden que el griego anti significa
«en vez de» [Biblia de Jerusalén], y no «por» [Biblia de nuestro Pueblo]. Pero
la exhortación a que los destinatarios de Hebreos perseveren/emos a la vista
del final de la carrera / lucha hace pensar que el autor entiende el ejemplo de
Jesús del mismo modo.
A partir de lo dicho, el autor empieza (y el texto litúrgico se
interrumpe en el primer versículo, v.4) a mostrar el sentido pedagógico de la
vida de sufrimiento –pasa de la fe (vv.1-3) a las pruebas (vv.4-13- que los
destinatarios padecen; es decir, a diferencia de ciertas corrientes del AT que
ven el sufrimiento como castigo por los pecados (ver Jn 9,1-3), aquí –ver Heb
5,9- se mira el costado pedagógico (recordar el “aguante”, la “perseverancia”
del v.1). El sentido lo expresará a continuación- citando el libro de los
Proverbios (3,11-12) viendo la situación presente como “corrección”. El
texto finaliza en vv.12-13 con una nueva referencia a la vida como camino.
Es interesante que en vv.1 y 4 el autor presenta al pecado como personificado (semejante a lo que había hecho Pablo, por ejemplo; cf. Rom 5,12.13.20-21). Primero, visto como “lastre”, en esta carrera, del que hay que despojarse; luego como un contendiente en la lucha. En el pasado hubo incluso encarcelamiento y confiscación de bienes, ahora la cosa está más relajada, pero eso puede –precisamente- relajar la tensión (el “aguante”) y así poner en riesgo la fe. Nuevamente el ejemplo deportivo, en este caso de lucha (antagônizomenoi) se da contra la “persona” del pecado, de todos modos, todavía no se ha llegado al caso del martirio (“sangre”); la ventaja con la que cuentan los cristianos es el ejemplo del “mártir” Jesús, el testigo por excelencia (v.2). La situación presente que viven los destinatarios de la carta a los Hebreos (posiblemente los miembros de la comunidad de Roma pasados los tiempos de Nerón) es ilustrada, de este modo, con ejemplos deportivos y como aliento –siguiendo el ejemplo de Jesús- a tener aguante en la fe, como los testigos lo hicieron.
+ Evangelio de
según san Lucas 12, 49-53
Resumen: Dos pequeñas unidades marcan el conflicto que trae el reino.
Conflicto sobre los demás (y sobre Jesús) y conflicto en relación a los demás.
Pero ese conflicto es parte integral del mensaje de Jesús, porque ante su
anuncio de buenas Noticias, no podemos permanecer indiferentes o neutrales.
La parábola conclusiva del Evangelio de la semana pasada da paso a una nueva unidad. Unidad dirigida a los discípulos y que finaliza en v.53 ya que en v.54 “decía también a la multitud”, dando comienzo a un nuevo aspecto. Y comienza con un cierto contraste con 9,54-55 donde Santiago y Juan proponen que baje “fuego del cielo” y Jesús los reprende por ello. Esto recuerda a Elías (1 Re 18,36-40; 2 Re 1,10.12.14) que –como se ha dicho- es una comparación frecuente de Lucas (cf. 4,25-26). El contexto, entonces, puede aludir a los tiempos escatológicos (de los que Elías es precursor; cf. Mal 3,23). El Evangelio de Tomás tiene un dicho con una diferencia interesante:
Ev Tom 10
|
Lc 12,49
|
Jesús
ha dicho: «He arrojado un fuego sobre el mundo (kósmos), y he aquí que
lo guardo hasta que se consuma».
|
«He
venido a arrojar un fuego sobre la tierra (gê) y ¡cuánto desearía que
ya estuviera encendido!»
|
Es interesante el uso de “tierra” en Lucas (vv.49 y 51); puede
entenderse en sentido de “la tierra” (por ejemplo “tierra prometida”) o “toda
la tierra”, en el sentido de “mundo” (como lo interpreta el Evangelio de Tomás
que –para muchos estudiosos- ha conocido, al menos en una etapa de su
redacción, al Evangelio de Lucas; en este caso parece señalar que se ha
cumplido lo allí anunciado). Lo que destaca Jesús es que “ha venido”,
algo que denota “envío” y también contexto escatológico: el que “ha de venir”
suele decirse del Mesías (5,32; 7,34; 9,56; 12,49; 19,10; ver Mt 5,17; 10,35;
18,1; Mc 10,45).
Lo anunciado por el Bautista sobre el árbol que no dé frutos, ahora se
concreta (3,16); el fuego es instrumento del juicio de Dios (17,29) pero
también signo del Espíritu de Dios (3,16; Hch 2,3). Es interesante que fuego,
en el AT tiene una imagen de destrucción (si –por ejemplo- puede ser
purificador, es porque destruye lo negativo): Lv 13,52; Num 31,23. A veces allí
se manifiesta Dios en una zarza (Ex 3,2-3) o en una columna que guía a su pueblo
(13,21-22), pero generalmente evoca el juicio (Jl 2,3; Am 1,4.7; Mal 3,2). En
el judaísmo tardío y algunos textos del NT designa un castigo eterno –con
influencia persa- Mt 13,42; Ap 8,8; 9,17-18; 20,9 y Henoc, Qumrán…). Los
rabinos distinguen diferentes tipos de fuego (el normal, la fiebre, el altar…).
Los griegos, en cambio, lo miran de un modo más benéfico: Prometeo lo roba a
los dioses para darlo a los humanos, y es uno de los elementos que nos conforma
(con el agua, el aire y la tierra) desde Heráclito).Sin duda Jesús ha de haber
usado el dicho en un marco semítico. Su misión anuncia que Dios destruirá a los
adversarios del reino. El cristianismo originario seguramente debe haberse
desconcertado ante este dicho que tanto Marcos como Mateo omiten aunque no
ignoran los juicios escatológicos. Lucas, en cambio, si bien conoce la
dimensión de juicio (17,31-35; 18,7; 21,25-28) también no ve en su dimensión
positiva del Evangelio y el Espíritu Santo. Términos como “cómo desearía”
(v.49) y “desde ahora” (v.52) parece que nos invitan a entenderlo
positivamente.
Del “fuego” se pasa ahora al “agua”. Jesús debe ser “sumergido” (baptisthênai)
con una “inmersión” (baptisma) que lo tiene impaciente,
angustiado (synéjô; cf. 9,41) a la espera. En Mc 10,38 el bautismo alude
a la Pasión, junto con la imagen de la “copa” (que Lucas usará en la pasión,
22,42; Rom 6,4; Col 2,12 relacionan el bautismo con la muerte); la referencia
al fuego también puede aludir a la expectativa del Espíritu. La ansiedad
expectante es que esto se “cumpla” (telô), término claramente
escatológico. Las semejanzas con el relato del Bautista (Elías, fuego) pueden
haber atraído el término “bautismo” a esta unidad.
La segunda parte, es tomada del documento Q y presenta algunas
diferencias con Mateo (con reminiscencias a Mi 7,6 en Lucas y expresamente
citado en Mateo):
Mt 10,34-36
|
Lc 12,51-53
|
34 «No piensen que he venido
a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada.
|
51 «¿Creen que estoy aquí
para dar paz a la tierra? No, se lo aseguro, sino división.
|
35 Sí,
he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la
nuera con su suegra;
|
52 Porque desde ahora habrá
cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres;
53 estarán
divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra
la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera
contra la suegra».
|
36 y
enemigos de cada cual serán los que conviven con él.
|
Mientras en Mateo lo preocupante es la rebelión de los menores contra
los mayores (como en Miqueas), en Lucas el conflicto es total, “todos contra
todos”. La división es algo propio de la predicación del profeta (2,35),
aunque esto resulta contrastante con el anuncio de que traerá la paz (1,79;
2,14.29); pero se trata de la paz que alcanzarán quienes hagan suya la
predicación del profeta (7,50; 8,48; 10,5-6) que ha recorrido “la tierra” y ha
sido aceptado pero también rechazado. Lucas ya había señalado la división al
referir a Satanás enfrentado –supuestamente- contra sí mismo (11,17-18). El
Evangelio de Tomás (16) habla de divisiones, fuego, espada y guerra.
Curiosamente, como Elías (Mal 3,24), Juan el Bautista “irá delante de él con
el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres
a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al
Señor un pueblo bien dispuesto” (Lc 1,17); el horizonte, en este caso,
parece el opuesto.
Se trata de la división que se provoca en el auditorio de Jesús, “que la
luz que hay en ti no sea oscuridad” (11,35), “miren cómo oyen” (8,18), todos
deben discernir ante él y sus palabras y hechos y reconocer o rechazar; y a su
vez podemos ver la conciencia que Jesús tiene del origen divino de sus
palabras. La adhesión a su proyecto que Jesús provoca no puede dejarnos
indiferentes, es necesario “elegir” (9,60; 18,28), y esto no es ajeno a
los conflictos como desde los orígenes cristianos a nuestros días es evidente
ante la predicación del reino. Curiosamente la predicación de la luz confronta
con las tinieblas, la predicación del amor al odio.
La división en el seno de la familia es algo propio de los “últimos
tiempos” para el judaísmo:
“En esos días lucharán padres contra hijos en un mismo lugar, y los hermanos, unos contra otros caerán muertos, hasta correr cual río su sangre” (Henoc [etíope] 100,1)
“Lucharán unos contra otros, el joven contra el viejo, el viejo contra el joven, el humilde contra el poderoso, el vasallo contra el señor, a causa de la ley y la alianza, pues habrán olvidado los mandamientos, la alianza…” (Jubileos 23,19)
“… Los jóvenes dejan lívidos a los ancianos; los ancianos deberán servir a los menores. El hijo deshonrará al padre, la hija se alzará contra la madre, la nuera contra la suegra, los enemigos serán los propios familiares…” (Misna, Sota 9,15)
Esto es coherente con aquello que Jeremías “padeció”, mientras los
“falsos profetas” anunciaban la “paz”, la realidad del profeta iba en otra
dirección (primera lectura). Y esta “división” se dará en el seno más profundo,
en la misma familia. Esto es particularmente importante en el mundo antiguo en
el que padres e hijos trabajaban juntos, o vivían en la misma casa ampliada.
Ciertamente el mundo antiguo se mostraría todavía más escandalizado de estas
previsiones de Jesús “desde ahora”. Obviamente no se trata de que Jesús quiera
la división, pero el mensaje del reino no permite neutralidad. Frente a la
buena noticia, frente a los destinatarios del Evangelios, la neutralidad no
cabe, y ante esto, la división es inminente, “desde ahora”.
Foto tomada de http://blogs.21rs.es/corazones/2010/10/25/jesus-habla-del-fuego-y-de-la-paz/
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