Dios hará justicia a sus amigos
DOMINGO
VIGESIMONOVENO - "C
Eduardo
de la Serna
Lectura
del libro del Exodo
17, 8-13
Resumen: En el contexto en el que se muestra que Dios acompaña a su pueblo en el desierto alimentándole y dándole bebida, también se muestra que lo protege de sus enemigos. Pero Dios cuenta con sus amigos para ello. Moisés y su cayado serán la mediación que Dios elige para manifestar su cuidado de Israel. Sin ellos, pareciera que se desentiende de su pueblo.
Los amalecitas constituyen una tribu amenazadora que se ubica geográficamente en el sur (Gen 14,7; Num 13,29; 14,25; 24,20; Dt 25,17-19; 1 Sam 15,7; 2 Sam 15,2-3), aunque no necesariamente en un lugar fijo ya que parecen ser nómades. La fatiga de Moisés prepara lo que dirá en 18,18 lo que –a su vez- antecede la debilidad para seguir ejerciendo la autoridad. Así son presentados Jur y Josué como sus ayudantes, además de Aarón. Jur (24,14) –de quien se habla poco- será el abuelo de un artesano de la tribu de Judá (31,1-2; 35,30; 38,22) y Josué será su colaborador más cercano y finalmente su sucesor; aparece aquí por primera vez que en 24,13 será presentado como “ayudante” (cf. 33,11; Num 11,28; Dt 1,38), será enviado como explorador a la tierra (Num 13,16 donde se afirma que su nombre era Hosea y Moisés le cambió el nombre [“Yahvé salva”]), Moisés debe imponerle las manos porque en él está el espíritu (Num 27,18; Dt 34,9) y sucesor de Moisés (Dt 3,28; 31,3.7.23).
El
cayado / bastón de Moisés (Ex 4,2)
era simplemente su cayado para el camino, pero Dios empieza a manifestar en él
su poder (4,4-5), con él ha de hacer signos (4,17-20), con él realiza Moisés
muchos de esos signos (= plagas; 7,15.19; 8,1.12; 9,23; 10,13) y con él se abre
el mar para que pase su pueblo (14,16). Con él
Dios da agua a su pueblo en el desierto (17,5).
El
tema de la acción divina y la cooperación humana queda resaltado. En realidad,
el relato comienza con la entrada en escena de los amalecitas (v.8) y finaliza
con la construcción de un altar y un dicho sobre el conflicto “de generación en generación” de Amalec e
Israel (v.16) y esto debe quedar escrito en la bandera (el altar se llamará “Yahvé es mi bandera”). Toda esta última
parte está omitida en el texto litúrgico, sin dudas para resaltar la semejanza
con el Evangelio del día. Sin embargo la conclusión con la edificación del
altar es coherente con la imagen sacerdotal que se muestra de Moisés.
Se
ha destacado –con razón, probablemente- que el texto parece fuera de lugar, ya
que Moisés aparece como viejo y debilitado, lo que no es coherente con lo que
presenta el contexto y eso es de esperar para más adelante; del mismo modo que
el contexto geográfico. Amalec no parece enemigo de las tribus del sur de
Israel (Judá, por ejemplo), pero tiene sentido teológico ya que el relato muestra
a un Dios que cuida a su pueblo alimentándolo (Ex 16), dándole bebida (Ex
17,1-7), y también protegiéndolo de sus enemigos (17,8-16). Como Abraham (Gen
12,7; 13,18) y como Jacob (28,16-22) construye un altar. No es un altar mandado
por Dios (como se esperaría en la tradición sacerdotal) sino de homenaje del
patriarca y por decisión propia.
El
texto parecería casi mágico ya que son las manos en alto y el cayado las que
hacen que Israel venza en la batalla; como si no importara tanto la oración en
sí misma, cuanto la postura corporal. Evidentemente, alzar la mano es la
actitud de la oración (Gen 14,22; Sal 44,21; 134,2; también la del juramento,
Ez 20,28; Dn 12,7). En Ex 14,16 nuevamente las manos alzadas de Moisés y el
cayado obran prodigio, en este caso la separación de las aguas del mar; en Num
20,11 hacen brotar agua de la roca. Sin dudas el texto intenta resaltar ambos
elementos: tanto la actitud del mediador, Moisés que Dios pareciera
“necesitar”, cuanto el obrar de Dios sin el cual el pueblo no puede subsistir.
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 3, 14-4, 2
Resumen: Pablo deja a Timoteo como su sucesor. Debe continuar su obra de predicador en la comunidad, ahora predicando una doctrina y una enseñanza ya corporizada a una comunidad que tiene problemas con falsos maestros.
Resumen: Pablo deja a Timoteo como su sucesor. Debe continuar su obra de predicador en la comunidad, ahora predicando una doctrina y una enseñanza ya corporizada a una comunidad que tiene problemas con falsos maestros.
Como se ha dicho en comentarios anteriores, las cartas llamadas Pastorales constituyen un peldaño en la organización y estructuración de las comunidades cristianas. Ha pasado ya mucho tiempo, los ministerios empiezan a solidificarse, lo mismo que la doctrina. Ya es más claro quiénes somos y quienes no son de los nuestros, ya hay una “doctrina” y –por lo tanto- consciencia de qué teología no es “ortodoxa”.
La
unidad literaria de 2 Tim empieza en 3,1 señalando lo que ocurrirá “en los
últimos tiempos” y su característica
será la dificultad, especialmente por parte de quienes “se introducirán”
en las comunidades. Su vida y su enseñanza es algo delo que Timoteo debe estar
alerta. De allí que el autor insista en “tú, en cambio” (3,10.14; 4,5; cf. 1
Tim 6,11; Ti 2,1). Lo que se dice en todos estos casos es –precisamente- en
contraste con los “falsos”: “huye de esas cosas” (1 Tim 6,11), “enseña lo que
es conforme a la sana doctrina” (Ti 2,1); “tú, me has seguido” en enseñanzas y
actitudes (2 Tim 3.10), “pórtate” coherentemente. Aquí, alude a la
perseverancia y la doctrina. Como se ve, en todos los casos se refiere al
contraste con los “falsos maestros” que son un signo que la tercera generación
cristiana vivió con preocupación. En este caso, el primer “ti, en cambio” hace
referencia al pasado de Timoteo, mientras que el segundo hace referencia a su
futuro.
Es
interesante notar las palabras clave de esta unidad: “aprender” (emathes, [de donde viene mathêtês, discípulo] v.14 x2), “creer” (pistoô, v.14), conocer (v.14.15, oida), “sagradas letras” (hiera grammata, v.15), que “puede”
(v.15, dynámena), sabiduría (sofízô, v.15), “salvación” (v.15, sôtería), “fe” (v.15, pistis), “escritura” (v.16, grafê), “inspirada por Dios” (v.16, theopneustos), “útil” (v.16, ôfélimos), “corregir” (v.16, epanôrtosin), “educar” (v.16, paideía), “justicia” (v.16, dikaiosynê), “perfecto” (v.17, ártios), “hombre de Dios” (v.17, theou ánthrôpos), “obra buena” (v.17, érgon agatòn), “perfecto” (v.17, exartizô), “testimonio” (4,1, diamartyromai), “proclama” (4,2, kêryssô), “palabra” (lógos, 4,2), “insiste” (epístêthi, 4,2), “examina” (4,2, élegxon), “amenaza” (4,2, epitimáô), “exhorta” (4,2, parakaléô), paciencia” (4,2, makrothymía), “instrucción” (4,2, didajê). Como puede verse, la unidad
está cargada de sentidos en orden a la fe y la enseñanza. Todo esto está
sostenido por 4,1: “delante de Dios y de
Cristo Jesús que ha de venir a juzgar a los vivos y muertos, y la manifestación
de su reino”.
Los
elementos principales aquí son la enseñanza y las Escrituras. La enseñanza del
apóstol –como se ha dicho- ya tiene un cierto “cuerpo” y es vista como una
“doctrina”, o un “depósito”; las “sagradas escrituras” (así las llama Flavio
Josefo al hablar del libro de Daniel, hierois
grammasin) se refiere a la Biblia judía, aunque releída cristianamente.
Recién tardíamente se empezó a hablar de “escrituras” para referir a escritos
“cristianos”; y sólo una vez en el NT: cf. 2 Pe 3,16 (“grafàs). Pero toda esta lista de elementos, tienen como objetivo
que el “hombre de Dios” esté capacitado y preparado perfectamente para hacer
perfectamente el bien”, esto refiere a la responsabilidad del dirigente de la
comunidad. Moisés es el “hombre de Dios” (Dt 33,1; Jos 14,6; 1 Cr 23,14; 2 Cr 30,16;
Esd 3,2; Sal 90,1 (también los profetas, como Elías (1 Re 17,24), Eliseo (2 Re
4,9); es posible que el uso aquí y en 1 Tim 6,11 atribuya a Timoteo lo que se
afirma de Moisés como parece ocurrir en otras ocasiones (lo señalamos sobre la
imposición de manos (cf. Dt 34,9).
Por
eso Pablo “encomienda vivamente” (diamartyromai;
cf. 1 Tim 5,21; 2 Tim 2,14) a que Timoteo siga su ejemplo como su sucesor. De
allí los verbos en imperativo. Son verbos relacionados con la palabra, ya que
Timoteo –como Pablo- debe hacerse cargo de la comunidad por medio de su
enseñanza y predicación.
Resumen: En un nuevo “de menor a mayor”, Lucas muestra en una parábola que un juez corrupto es capaz de hacer justicia ante la insistencia de una viuda. ¡Cuánto más! hará Dios por los suyos, su pueblo.
El
texto comienza señalando que “les decía”
(18,1). El último sujeto del encuentro con Jesús fueron “los discípulos” (17,22; ver v.37), por tanto es a ellos a quienes
se dirige la parábola, que es exclusiva de Lucas. Parábola que señala
expresamente su intencionalidad (como lo hará la siguiente, v.9): para que
ellos rezaran siempre y no aflojaran. Ya sabemos la importancia que Lucas da a
la oración en su evangelio, mostrando con frecuencia a Jesús en oración en los
momentos importantes de su ministerio y los discípulos (3,21; 5,16; 6,12.28; 9,18.28;
11,1-2; 22,41.46; 23,36.46; Hch 1,14; 2,42; 3,1; 6,4.6; 10,4.9.30-31; 12,5.12;
16,13.16.25; 20,36; 21,5; 22,17; 28,8). La parábola no es una de las características
de dos personajes, ya que en ese caso se contrastarían las dos actitudes, y
aquí se pretende mostrar la importancia de la insistencia. La parábola señala
que se “debe” (deî) rezar; este deber
está relacionado al deseo de Dios
El
caso está puesto en un nuevo qal wahomer
(“de menor a mayor”) que recuerda la parábola del “administrador deshonesto” que comentamos días atrás (16,1-13). Podríamos
resumirla de este modo: si un deshonesto hace estas cosas, cuánto más hará
Dios; del mismo modo, Jesús invita expresamente a hacer esa comparación (16,8;
18,6).
El
término clave de la parábola es “justicia”
(o “adversario”, v.3; “injusticia”, v.6) ya que se trata de un
juez, y de lo que la viuda espera, pero también se incorpora a la conclusión:
se destaca que Dios “hará justicia”
(18,6.7), no que dará lo que se le pide. Como también es habitual en las
parábolas de Lucas, un personaje cambia de actitud después de “entrar en sí mismo”. El monólogo ocupa
un lugar en su narrativa (16,3; ver 12,17; 15,17). Este juez es presentado como
inescrupuloso y no religioso (“sin temor
de Dios”); y la falta de “respeto”
por los hombres se entiende como sin vergüenza (ver Ex 10,16; cf. 1 Cor 4,4; 2
Tes 3,14; Ti 2,8; Mt 21,37; Mc 12,6); es decir, se desentiende de los dos
mandamientos principales de la Ley (cf. 10,27).
El
juez se dice a si mismo algo insólito: “no
temo a Dios ni respeto a los hombres”, pero el acento está puesto en el
contraste dado con que finalmente “hará
justicia”, aunque no sea por “respeto a la viuda”, o por “temor de Dios”;
no hay imagen alguna de arrepentimiento. Lo que cuenta es que la viuda (personaje símbolo del desamparo
en la literatura bíblica; cf. Ex 22,2; Dt 10,18; 14,29; 16,11.14; 24,19-21;
26,12-13; Sal 68,6; 93,6; 146,9; Is 1,17.23; Jer 22,3; Lam 1,1) recibirá
aquello que ha pedido: “hazme justicia” (v.3), “le haré justicia” (v.5). Los
detalles se eliminan (nombre de la ciudad, causa del conflicto que mueve a la
viuda…) a fin de que su insistencia quede en primer lugar. Lo cierto es que en
Israel cualquier juez temeroso de Dios se ocuparía fervientemente por la
justicia de los desamparados como es el caso de una viuda: “No defraudarás el derecho del emigrante y
del huérfano ni tomarás en prenda las ropas de la viuda” (Dt 24:17); “¡Maldito quien cometa injusticia con el
emigrante, el huérfano o la viuda!, y todo el pueblo responderá: ¡Amén!”
(Dt 27:19).
En
los sinópticos, el “juez” se
encuentra en el documento Q (Mt 5,25 / Lc 12,58 y Mt 12,27 / Lc 11,19) y en la
fuente propia de Lucas (12,14; 18,2.6; cf. Hch 10,42; 13,13,20; 18,15; 24,10
referido habitualmente a los magistrados locales). Nunca en Marcos, o Juan, ni
en Pablo (una vez en 2 Tim y Heb y x4 en Santiago). Las “viudas”, se destacan en Mc 12 (vv.40.42.43) y son importantes en
Lucas (x9: 2,37; 4,25.26; 7,12; 18,3.5; 20,47; 21,2.3; y Hch 6,1; 9,39.41;
nunca en Mateo y Juan, solo x1 en Pablo, Santiago y Apocalipsis, x6 en 1 Tim).
El
verbo “molestar” (paréjô) se vuelve a
encontrar en la parábola del amigo nocturno (11,7) que tiene una
intencionalidad semejante (una vez más Lucas destaca un varón y una mujer en
textos paralelos; cf. 2,33.36; 4,25.27; 13,18.20; 15,4.8). La segunda
parte “que no venga a agredirme” (hypôpiazein) puede entenderse incluso
violentamente (cf. 1 Cor 9,27; golpear en el ojo y dejarlo negro). Sin duda que
si eso ocurriera, la reputación del juez quedaría seriamente dañada y vería
amenazado su cargo. El riesgo de perder su honor no es ajeno a su cambio de
actitud.
Jesús
llama la atención en el obrar del juez, a pesar que el personaje es la viuda
(aquí el kal wahomer). De
hecho, no dice cómo debemos comportarnos nosotros ante Dios en la oración, sino
cómo se comporta él en nuestra oración.
La
conclusión –que es el fruto de la oración insistente- es que Dios “hará justicia” a sus “elegidos” (pregunta que supone “¡sí!”
por respuesta) ya que “claman” (Dios
no permanece jamás indiferente ante el grito del dolor; Ex 8,12; 15,25; Núm
12,13), que en este caso es continuo (“día
y noche”; cf. 2,37; Hch 9,24; 20,31; 26,7). ¿Los hará esperar? ¡No! (pregunta que supone “¡no!” por respuesta). El
verbo “makrothymeô puede entenderse
de diferentes modos en este caso (cf. Mt 18,26-29; 1 Tes 5,14; Sgo 5,7-8; Rom
2,4; 9,22; Ef 4,2; 1 Tim 1,16; 1 Pe
3,20; 2 Pe 3,9.15). La primera parte del v.8 invita a contrastarlo con este en
el sentido de la doble pregunta que presentamos.
Les
“hará justicia” pronto (tájei; única vez en los Evangelios; x3
en Hch; también puede ser “de pronto” en el sentido de “imprevistamente”). El retardo del juez (a la espera narrativa de la
insistencia de la viuda) ilustra el retardo de la “justicia” (= salvación) de
Dios.
La
conclusión –o el dicho final- es sorpresivo y no parece tener relación con la
parábola: “Cuando venga el hijo del
hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”.
Ambos
temas, la venida y la fe son temas que se encuentran en las
perícopas anteriores (17,22-37); es posible que estuviera unido a ellas cuando
Lucas incorpora aquí la parábola. De este modo, ésta ya no es solamente una
parábola sobre la oración, sino una invitación a no desfallecer (v.1) en esto (2 Tes 3,13; Ef 3,13; Ga 6,9; 2 Cor
4,1.16), aunque Jesús demore en venir (la tardanza en la Venida de Jesús parece
un tema que Lucas tiene en cuenta). La fe es presentada como aquello que Jesús
espera encontrar en sus “elegidos”
[palabra poco frecuente, cf. Is 42,1; cf. Lc 9,35 (var.); 23,35]; cf. 6,13; Hch
1,2.24; 6,5; 15,7.22.25 donde el verbo “elegir”
hace referencia al servicio de algunos en la comunidad. Es interesante que
Israel, el pueblo “elegido” (cf. 1
Sam 2,9) es comparado con una “viuda” (Is 54,4). El término parece tener uso
eclesiológico.
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