Dios no discrimina a las personas, y la prueba es su trato con los pobres
DOMINGO TRIGÉSIMO - "C"
Eduardo de la Serna
Lectura del libro del Eclesiástico 35, 12-14. 16-18
Resumen: En el encuentro de la humanidad con Dios es habitual que el
culto sea vacío, y la vida no sea coherente con lo que Dios pretende. Pero Dios
no se deja sobornar, y es justo. No hace injusticia en favor de los poderosos
mirando la gloria de los ricos, sino que es justo con el pobre.
El ser humano suele estar convencido que a Dios se le agrada (o se
consigue de él lo que pedimos) cuando le damos culto. Sea este el culto que
fuere, es una convicción firme que el encuentro con la divinidad se produce en
ese tiempo y lugar sagrado. Los profetas –en especial los del pre-exilio-
insisten vehementemente que a Dios lo que le agrada es que se haga su voluntad
de vivir “el derecho y la justicia”. Y que el culto sin ese presupuesto es un
“culto vacío”. En esa misma tradición ben Sirá (el hijo de Sirá, autor del
libro conocido como Eclesiástico) dedica una perícopa al encuentro con Dios
(34,18-35,24). Allí habla de las “ofrendas de los injustos” (34,19), la ofrenda
a costa de los bienes de los pobres (v.20), el ayuno, la purificación y la
oración del que vuelve a hacer lo mismo no tiene valor (vv.25-26), lo que
cuenta es cumplir la voluntad de Dios y eso es el verdadero sacrificio
(35,1-3). El sacrificio del justo –en cambio- es aceptado por Dios (vv.5-6).
Las ofrendas del injusto son como un “chantaje” a Dios (v.11).
En un paralelo constante, el autor compara las obras de justicia o
injusticia con las ofrendas agradables o desagradables para Dios:
hecho real
|
Es comparable a
|
quitar
a los pobres para ofrecer sacrificio.
|
20 es
sacrificar un hijo delante de su padre
|
21 El
pan de la limosna es vida del pobre,
|
el
que se lo niega es homicida;
|
le
quita el sustento,
|
22 mata
a su prójimo quien
|
quien
no paga el justo salario
|
derrama
sangre.
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El que
observa la ley
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hace
una buena ofrenda,
|
el que
guarda los mandamientos
|
ofrece
sacrificio de comunión,
|
2 el
que hace favores
|
es como
el que ofrenda la mejor harina,
|
el que
da limosna
|
ofrece
sacrificio de alabanza.
|
Es la vida la que cuenta, y esa vida es comparable al culto ya que es
allí donde el ser humano se encuentra con Dios. Pero no ha de entenderse que –a
diferencia de lo que por momentos parece poder concluirse de los profetas- ben
Sirá desprecia el culto. Todo lo contrario (de hecho si el autor no es un
sacerdote, se mueve en ambientes sacerdotales) es defensor del culto e insiste
en él, pero –eso sí- pretende que este sea bien hecho (35,1-10).
Es precisamente en este contexto donde –continuando con lo anterior, el
Sirácida empieza a hablar de Dios (y es el texto litúrgico de hoy).
Comienza señalando que Dios es “juez”, pero que a diferencia de los
malos jueves que son parciales en favor de los poderosos, es un Dios que no
mira la gloria (doxa) del rostro (prosôpon) de nadie. El criterio
habitual para ver si un juez es justo o no es su actitud frente al pobre, de
allí la insistencia del relato en el pobre (vv.13.17), el huérfano (v.14) y la
viuda (vv.14.15) cf. Ex 22,21-23; Dt 24,17-18; Pr 23,10-11; Zac 7,10. El clamor
de ellos llega hasta Dios y les hace justicia.
que el Señor, su Dios, es Dios de dioses y Señor de señores; Dios grande, fuerte y terrible, no hace acepción (lit. “se maravilla ante el rostro”, prosôpon) ni acepta soborno, hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al emigrante, dándole pan y vestido. (Dt 10:17-18)
Dios no acepta soborno (2 Cr 19,7; Job 34,19; Sab 6,7) y se manifiesta
claramente como imparcial, que no hace distinción.
Es interesante que siguiendo la misma línea de pensamiento, el Sirácida
pasa de lo personal (pobre, huérfano y viuda) a lo social (los justos, los
despiadados, los poderosos, las naciones violentas; v.18-24).
Sin dudas la primera parte del texto elegido es la que ha motivado su
selección por la liturgia, especialmente al resaltar que Dios no hace
distinción en contraste con el fariseo del Evangelio que sí las hace. Lo
interesante es que en la referencia frecuente en la Biblia en esa
característica de Dios es que el modo de “evaluar” ese dicho, se empieza por
los pobres (Sal 109,38; 140,13; Is 11,4). Lo lamentablemente habitual es que
los jueces favorezcan a los poderosos, a los ricos, a los que tienen “rostro
altivo”, y Dios se muestra totalmente diferente (y espera que los jueces de su
pueblo obren de esa manera; cf. Dt 1,17; 16,19; Sal 82,2; Pr 24,23; 28,21;
31,9; Sir 24,1; Mal 2,9), y también el rey (Sal 72,4), y para mostrarlo empieza
con la actitud ante los desposeídos. Esto no implica que se deba ser injusto en
favor del pobre (Lev 19,15) pero ciertamente esto no es lo habitual en los
jueces. Es por eso que el mismo Sirácida afirma:
No te empeñes en llegar a ser juez, no sea que no puedas extirpar la
injusticia, o te dejes influir del poderoso, y pongas un tropiezo en tu
entereza. (Sir 7:6)
Lectura de la segunda carta de san Pablo a Timoteo
4, 6-8. 16-18
Resumen: El discípulo de Pablo comienza su despedida dando a la carta forma
de Testamento. Da testimonio de su fidelidad aun en la muerte inminente, y
manifiesta a su sucesor, Timoteo, que aunque son muchos los que lo han
abandonado, Dios ha permanecido junto a él y permanecerá a su lado.
La carta a Timoteo está concluyendo y “Pablo” se despide de su amigo, colaborador ¡y sucesor! A diferencia del resto de la carta, aquí no encontramos elementos y consejos “pastorales” sino una verdadera despedida que le da a la carta aspecto de “Testamento”. Es por eso que la liturgia omite los vv.9-15 donde el texto tiene una coloración más personal (abandono de compañeros a Pablo, consejo que Timoteo vaya donde él y le lleve unos pergaminos que ha olvidado junto con un abrigo…) y los saludos finales (vv.19-22).
El autor sabe que Pablo ya ha muerto y hace una lectura sobre eso. Por
eso en los versículos anteriores hablaba de lo que Timoteo debe hacer (4,1-5),
el ministerio de Pablo pasa a la siguiente generación, de allí que “ahora”
Pablo debe desaparecer de la escena. Las imágenes de la muerte habían sido
usadas por Pablo: libación (Fil 2,17), competencia (1 Cor 9,27), carrera (1 Cor
9,24; Fil 3,12). La situación de abandono, los personajes y regiones tiene una
cierta relación con el abandono sufrido por Jesús (Mc 14,50), pero como Jesús,
los perdona (Lc 23,34; cf. Hch 7,60)..
La libación es derramar líquido en honor a la divinidad. En el AT, si
bien la mayor parte de las veces se trata de ofrendas a los ídolos (Ex 30,9; Os
9,4Jer 7,18; 19,13; 39,29; 51,17.19.25; Ez 20,28), también se ofrece a Dios
(Gen 36,14; Ex 25,29; 37,16; Núm 4,7; 28,7; 2 Sam 23,16 / 1 Cr 11,18; Sir
50,15). Las imágenes deportivas tomadas del gimnasio, aunque resultaban
escandalizantes en el entorno judío, eran usadas por Pablo con frecuencia,
seguramente para llamar la atención. La “hora” (kairos) de la partida (analysis),
entendida como metafóricamente opuesta a llegada. Luego concluye Pablo con una
nueva imagen: la corona que espera al que llega a la meta o vence en la
batalla. El juez de la competencia, “el Señor”, le dará la corona. Pero no
corona de laurel o de oro sino “de justicia” con lo que supone la
plenitud (en 1 Cor 9,25 Pablo la llamó “corona incorruptible”). Pero –como es
propio en el contexto en el que Pablo ya no está, sino que continúan sus
sucesores, esa corona no es sólo a él sino también “a todos los que hayan
esperado con amor su manifestación”.
El contexto parece judicial y Pablo aparece como escribiendo entre la
primera (v.16) y la segunda etapa del juicio. Pero abandonado por
todos, Dios no lo ha dejado a su suerte. La referencia al Sal 22 lo demuestra:
el salmista en la angustia clamaba a Dios que no esté lejos (v.2) que corra en
su ayuda, que libre su vida de la espada, y recurre para ello a imágenes
animales (perro, león, búfalos, vv.21-22). Mientras el Salmo pedía la ayuda de
Dios, el Pablo de los últimos momentos reconoce que “fui librado” (la voz
pasiva remite, una vez más, a Dios como aquel que libra; pero el verbo en
aoristo remite a un momento concreto en el que fue librado) “de la boca del
león” (v.17). Dios lo ha salvado y conducido. Esto no excluye su muerte, pero
la referencia explícita es al “reino celestial”. En la segunda carta a Timoteo,
la referencia al reino tiene clara connotación a una escatología futura
(4,1.18), ligado a la “gloria” (v.1) y a los cielos (v.18).
+ Evangelio según san Lucas 18, 9-14
Resumen: Jesús presenta una nueva parábola, y expresamente se dice a dónde “apunta” la narración: para confrontar con quienes te tenían por justos y despreciaban a los demás. Para ello presenta una imagen absolutamente identificable para sus interlocutores y la oración de ambos. Sin embargo, Dios –a quien la oración va dirigida- reconoce que el justo es precisamente el inesperado porque Dios ve las cosas de otro modo.
Resumen: Jesús presenta una nueva parábola, y expresamente se dice a dónde “apunta” la narración: para confrontar con quienes te tenían por justos y despreciaban a los demás. Para ello presenta una imagen absolutamente identificable para sus interlocutores y la oración de ambos. Sin embargo, Dios –a quien la oración va dirigida- reconoce que el justo es precisamente el inesperado porque Dios ve las cosas de otro modo.
Las “parábolas de dos personajes” – ya lo hemos dicho en otras ocasiones – suelen presentar dos actitudes antagónicas invitando al oyente a tomar postura por una de ellas. Es el caso de la del padre y el hijo mayor, o la del rico y el pobre Lázaro, por ejemplo. En este caso encontramos un fariseo y un publicano, dos personajes absolutamente conocidos por los oyentes.
Es muy importante tener en cuenta (y vale para muchos otros textos, o
casi todos) que uno es el sentido que dio Jesús en la parábola, si debiéramos
remitirla a él, y otro el sentido que Lucas quiere darle. Hay elementos, en
este caso, donde son evidentes los añadidos de Lucas. Aunque es muy importante
ver el sentido que dio Jesús y lo desafiante que representa, en este caso (por
la liturgia especialmente) nos detendremos en lo que Lucas dice (más allá,
entonces, en si representa al “fariseo histórico” o no, o si la introducción y
conclusión no parecieran remitir al original de Jesús).
Como la parábola de la semana pasada, el texto señala expresamente el
objetivo del relato: los “que se tenían
por justos y despreciaban a los demás” (es importante notar que puesto que
esto está dicho por Lucas no se refiere a “judíos” sino a “cristianos”; se
dirige a sus lectores y trata de evitar una actitud ante los demás). Siendo
así, el eje de la parábola estaría en el “te
doy gracias” y “porque no soy como
los demás ni como ese”. Pero veamos el texto con cierto detalle. El verbo
“despreciar” (exouthenéô) es exclusivamente de Lucas y Pablo en el NT
(Lc x2, Hch x1, Pablo x8).
Como es habitual en Lucas, el Templo es lugar de oración (1,9; 19,46;
24,53; Hch 2,46; 3,1; 22,17).
Los fariseos eran una importantísima “secta” en
Israel. Es evidente que hay que distinguir – a nivel histórico - entre los
fariseos de tiempos de Jesús y los fariseos de tiempos de los Evangelios ya que
en este tiempo la vieja “secta” se ha convertido en el grupo hegemónico y
exclusivo. Con todos los cuidados del caso podemos afirmar que en tiempos de la
redacción de los evangelios todos los judíos son fariseos, mientras en tiempos
de Jesús no era así la cosa. Pero no es necesario entrar en este tema en esta
ocasión, las actitudes de los dos personajes son lo que cuentan. El fariseo es
un personaje reconocido socialmente como modelo de persona religiosa y justa
ante Dios. Lo que el fariseo de la parábola dice que hace, los oyentes saben
bien que es verdad. Así obra un fariseo. Y este, hace mucho más que lo que está
mandado. Esto les daba una enorme credibilidad ante la sociedad. Lo que los
fariseos dicen es sumamente atendido por los judíos en general (Mt 12,2.24;
15,12; Jn 7,48; 11,24).
En este caso, por ejemplo, el ayuno estaba mandado hacerlo una vez al
año (Lev 16,29-31; Núm 29,7) mientras que este ayuna dos veces por semana (ver
5,33); el diezmo debía ser de algunas entradas solamente (Dt 14,22-29),
mientras que este da el diezmo “de todo”. Por eso puede decir con razón
que no es “ladrón, injusto o adúltero”. Y – en suma – que no es como los
“demás”, ni como “ese publicano” (la animosidad de los fariseos
por los publicanos es evidente en 5,30; 7,34; 15,1). El ayuno es propio de la
piedad judía (2,37) y – según Hechos – continuó en la Iglesia primitiva
(13,2-3; 14,23) aunque parece evidente que Jesús no lo practicaba (5,33, donde
además se muestra que no hacerlo es algo también propio de los discípulos de
Jesús; comparar con Mc 2,16). Es interesante que el tratado sobre el ayuno de
la Misna (Taanit) dice que no se imponen ayunos empezando por los jueves
para “no provocar alza de precios” (Tah’ 9; tiene que ver con la
cercanía con el sábado) pero se prevé hacer ayuno lunes y jueves siempre a modo
privado. Del mismo modo, el tratado sobre los diezmos (Demay) señala la
diferencia entre los “compañeros” (jaber) y los “demás”,
las personas “incultas” (Dem 2,2). En ambos casos, como se ve, el
fariseo se presenta a sí mismo haciendo más de lo que está mandado, es “de
estricta observancia”.
El publicano, en cambio, era el personaje emblemático modelo
de corrupción. Estaba en lo más bajo de la escala social (no económica, por
cierto). Podríamos decir que era el “cobrador de peaje”, para los cruces
de caminos, o la entrada en las ciudades. En la escala piramidal, el rey o
gobernante debía pagar a Roma una suma elevada de impuestos, los encargados de
las ciudades debían pagar al gobernador, los jefes de los publicanos al “intendente”,
y los publicanos al jefe de publicanos. Cada uno tenía una suma fija que pagar
(de allí los censos, por ejemplo para saber con más precisión la cantidad que
se adeuda), y si lo recaudado no alcanzaba debía ponerlo de su cuenta, mientras
que lo que obtuviera de más le quedaba en su provecho. Este cobro arbitrario y
sin control hacía de los publicanos la figura emblemática de lo deshonroso, lo
corrupto, el “pecador” (es interesante que con mucha frecuencia
publicanos aparecen juntos con “pecadores”, Mc 2,15.16p; Mt 11,19 / Lc
7,34; Lc 15,1 es decir, en textos de Marcos, textos de Q y textos propios de
Lucas).
La actitud física de ambos contrasta también: el fariseo se siente con
dignidad como para permanecer “de pie” mientras que el publicano está “lejos”,
“no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo”. Los dos comienzan la
oración del mismo modo: “¡oh Dios!” (ho theos). Se dice que
el fariseo oraba “interiormente” (pros eautòn, lit. hacia sí
mismo), y esto puede entenderse de diferentes maneras: en un sentido de
monólogo (propio de las parábolas de Lucas, una oración interior), o en sentido
negativo, sea que rezaba “a él” (es decir, no a Dios; lo que resulta
extraño siendo que “oh Dios” es como empieza), o también mirándose a sí mismo
(y al publicano). La primera posibilidad resulta más probable por el contexto y
lo habitual en Lucas. La referencia a que no es “como los demás” (lo que
fue señalado en la introducción) muestra el carácter elitista que el fariseo
cree tener. La actitud del publicano de “golpearse el pecho” en Lc
(23,48) es la actitud del arrepentimiento y clama por “expiación” (hilásthêti;
cf. Heb 2,17 [sólo aquí en el NT; cf. Dt 21,8. Se asemeja a “borrar”,
ver Sal 24,11; 64,4; 77,38; 78,9]; ver Lc 17,13). La diferencia entre ambos es
obvia, la lista de cosas que el fariseo reconoce “no ser” se sintetizan
en lo que el publicano reconoce ser: un pecador. Pero además, no habla de sí en
referencia a otros, como hace el fariseo, sino en referencia a Dios, clama por
“expiación”.
La parábola presenta a los oyentes dos situaciones reconocidas y
fácilmente identificables. Y no dice más. Sólo presenta la oración de ambos en
el Templo. Nadie debía sorprenderse, pero la conclusión que saca Jesús de la
presentación resulta inesperada. El verbo “justificar” es claramente
paulino (x23, y no es frecuente en los Evangelios fuera de Lucas [x2 en Mt], x5
en Lc y x2 en Hechos). Los dos personajes y sus dos actitudes reconocibles
terminan con una conclusión inesperada y sorprendente. Sin embargo, hay
que señalar que la traducción del párrafo no es fácil en griego par’ ekeinon (y todas las variantes son
posibles): “este bajo a su casa justificado ‘más bien que’ el otro”; pero
también ‘junto con el otro’ y hasta ‘gracias al otro’. En esta opción la idea
sería que el publicano fue justificado por las obras “exageradas” del fariseo
(algo también señalado en la segunda opción),la primera (uno sí, el otro no) es
la más frecuente y es la que parece razonable en el texto de Lucas (insisto, es
posible que en el dicho de Jesús, a otro auditorio, por ejemplo, el significado
sea – al menos un poco – diferente).
La razón de todo, finalmente, Lucas la pone en un dicho “errante” “el
que se ensalce será humillado y el que se humille será ensalzado” (Mt
23,12; Lc 14,11). El texto en Mateo se encuentra en el contexto de los “escribas
y fariseos” que buscan los primeros lugares, mientras los discípulos de
Jesús (“ustedes”) no deben pretender ni usar títulos honoríficos o de
superioridad como “rabbí”, “padre” o “preceptor”. El otro
texto de Lucas (14,11) lo encontramos en la renuncia a escoger los primeros
lugares en los banquetes. En ambos casos se trata de los que se creen o se
hacen presentar a sí mismos como superiores a los demás.
No hay que descuidar, finalmente, que en ambos casos Jesús recurre a una
“voz pasiva” que implica a Dios, es decir “Dios ensalzará / humillará”
al que se humille / ensalce a sí mismo. Dios ve las cosas de modo inverso a
como las vemos los seres humanos, para Dios la realidad es bien diferente. La
parábola se dirige a quienes creen “ser justos” mientras que Dios
justificó (hizo justo; la voz pasiva, una vez más, remite a que es Dios el que
da la justicia) precisamente al “otro”, (al “demás”), al
despreciado, al que el fariseo tenía por “injusto” (v.11); sobre esto ya
lo había adelantado el texto de Lc 16,14-15:
«Estaban oyendo todas estas cosas los fariseos, que eran amigos del dinero, y se burlaban de él. Y les dijo: «Ustedes son los que se la dan de justos delante de los hombres, pero Dios conoce los corazones de ustedes; porque lo que es estimable para los hombres, es abominable ante Dios».
Los lectores de Lucas ya sabíamos que los publicanos “reconocieron la
justicia de Dios” al recibir el bautismo de Juan, cosa que no hicieron los
fariseos (7,29-30; cf. 3,12; 5,27.29.30; 7,34; 15,1) mientras que los fariseos
se “justificaban a sí mismos” (10,19; 16,15; ver 5,21.30.33; 6,2.7;
7,39; 11,38-39.42.43.53; 12,1; 13,31; 14,1-3; 15,1-2; 16,14; 17,20). Lucas – entonces
– muestra insistentemente que el modo en que la sociedad ve a unos y otros no
es como Dios la ve. Ya sabíamos que el fariseo dice no ser rapiñador (arpages),
mientras Jesús había dicho que los fariseos están llenos de “rapiña” (arpagês;
11,39).y si éste afirma no ser “injusto”, Lucas nos aclara que los
fariseos eran “amigos del dinero” (filargyroi, 16,14). El
publicano, en cambio, reconoce su situación, no tiene nada “que aportar”
y por tanto reconoce su necesidad de que Dios sea el que actúe. No está de más
una vez más alertar contra una lectura anti-judía de la parábola. Lucas se
refiere (al mostrar las dos actitudes) a dos actitudes que pueden tener los
miembros de su comunidad (= cristianos), no a actitudes de los judíos de tiempos
de Jesús; para ver eso es que se hubiera podido ver el sentido que Jesús le dio
al relato, pero excede nuestra intención en este espacio.
Dibujo tomado de descriminacionesenelperu.blogspot.com
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