¡Cuánto duele Colombia!
Eduardo
de la Serna
Hoy, en Colombia, se
desarrolló el esperado plebiscito por el acuerdo o no con los tratados firmados
entre el gobierno y la guerrilla de las FARC-EP. Y contra lo que afirmaban las
encuestas, y contra lo que desde el exterior es visto como una supina
insensatez, triunfó el “no”. Un triunfo exiguo (50,2% contra 49,8%), pero
triunfo al fin.
Es temprano para hacer un
análisis, y más temprano aún para intentar vislumbrar cómo sigue esto. Sólo
señalaré algunos aspectos desde la tristeza y la desazón.
1.- Un grupo militante, al que
con justicia puede calificarse de “derecha” hizo feroz campaña por el “no”. Los
máximos abanderados de esto fueron el ex presidente Álvaro Uribe y el ex
procurador Alejandro Ordoñez. Algunas de sus frases fueron sin duda “pegadizas”
para un electorado que eligió creerles:
- Se le entrega el gobierno a la guerrilla
- pronto Timochenko será presidente de Colombia
- los acuerdos de paz impulsan la “ideología de género” (o hasta el “matrimonio igualitario).
Sobre esto señalo simplemente:
si algo de malo tendría la guerrilla es el ejercicio dela violencia, y los tratados
acordaban expresamente la “dejación de armas” (obviamente de la guerrilla, no
del ejército) bajo control de las Naciones Unidas. Por tanto, esa supuesta “entrega”
del gobierno (lo mismo que la posibilidad de que Timochenko sea presidente en
el futuro) sólo podría ocurrir si fuera votado, algo que (y los resultados de
hoy lo demuestran) es algo imposible en el presente colombiano. Reconozcámoslo:
Colombia es una sociedad conservadora, y la posibilidad de un triunfo electoral
del partido político devenido de las FARC es imposible en el presente
colombiano. Pero, ¡además!, si un grupo político exFARC accediera por los votos
a algún cargo, pues ¡de eso se trata la democracia! ¿O lo que se quiere es una
democracia donde puedan participar “todos menos los que no nos gustan”?
Los sectores “ultracatólicos”,
o integristas, encabezados por Ordoñez azuzaron el miedo a la “ideología de
género” (algo para lo que el episcopado sí movilizó un importante número de
colombianos, porque parece que para muchos de ellos es mucho más grave una
pareja homosexual que secuestros o minas antipersonales, guerra o violencia). “Voy
a votar ‘no’ porque los acuerdos defienden el ‘matrimonio igualitario’” dijo
una señora. No bastó que le dijera (¡y demostrara!) que ni siquiera la palabra “matrimonio”
se encuentra en ninguna de las 297 páginas del acuerdo. Ya estaba decidido. Eligió
creer la mentira.
Obviamente los poderosos, los
ricos, los sectores más adinerados de Colombia fueron claros defensores del “no”.
Tener que “devolver” las tierras usurpadas a los 5.000.000 de desplazados les
resultaría insoportable.
2.- Los Medios de Comunicación
no tuvieron una clara campaña. Se leía o escuchaba periodistas en favor de uno otro
punto. Quizás sólo la prestigiosa y plural revista La Semana fue la única que en
el último ejemplar hizo clara campaña en favor del “sí”. El diario “El Tiempo”
(una suerte de La Nación colombiano, y que replica las noticias de “esa” prensa
en las noticias argentinas) por momentos pareciera en favor de uno o de otro.
3.- El episcopado colombiano,
siempre conservador y temeroso eligió decir que “alentaba un voto responsable
pero que no se manifestaba ni en favor del sí ni en favor del no. Algunos
obispos (el de Cali, Darío de Jesús Monsalve [“todo ciudadano honesto dará su voto por el
sí a los acuerdos”] y el presidente de la Conferencia episcopal
Colombiana, Luis Augusto Castro, por ejemplo) han tomado
posiciones más claras que la mayoría de sus “colegas”. En el clero fue notable
una gran cantidad de curas en clara y explícita campaña en favor del “no”.
4.- Lo que quizás resulta más
incomprensible desde el exterior es el enorme ausentismo en las elecciones. Más
del 60% de los colombianos de abstuvo de participar en el acto eleccionario. Es
decir (dejando de lado aquellos de la región Caribe que debieron ausentarse a causa
del huracán Matthew) casi dos tercios de los colombianos se manifestaron
desinteresados de semejante tema.
Ya he perdido la cuenta de la
cantidad de veces que he venido a Colombia desde mi primera vez en 1973. Sé que
son más de 10. Nunca conocí a Colombia en paz. Al venir sabía que algo me podía
ocurrir, sabía que en algún viaje un “retén de la guerrilla" podía tomarme de
rehén, o podía ser víctima de una bomba. Era una posibilidad, como la de cualquier
habitante de Colombia. Más adelante supe también que esa posibilidad se
incrementaba por el florecimiento del paramilitarismo que gozaba de la “bendición”
uribista. Pero ahora se agrega algo más…
Ahora sé que algo puede
pasarme (como a cualquier colombiano), pero ya no será solamente un guerrillero o un “paraco”
asesino, ahora sé que ese asesino cuenta con el acuerdo del pueblo colombiano y
la indiferencia de la mayoría. ¡Y no sé si quiero eso! No sé si quiero volver a
un país cuyo pueblo no está interesado en la paz (aunque muchos digan que su “no”
fue para lograr “otros acuerdos”, pero quieren la paz. Que me perdonen, ¡no les
creo!). Fue María Fernanda Cabal (Senadora por el Centro Democrático) la que dijo que “un conflicto armado no debe resolverse por la vía del diálogo sino a través de la fuerza”.
Como dije, no sé cómo seguirá
esto a partir de mañana, sí sé que en donde yo esté seguiré insistiendo en luchar
por la paz, una paz fruto de la justicia, una paz que en estos difíciles
tiempos latinoamericanos parece mucho más lejana, pero no por eso menos
deseada. Habrá que volver a empezar en muchos temas y muchos lugares. La
derecha no ha de tener la última palabra.
Felicito su punto de vista, para mí es un orgullo tenerlo en la clase como mi profesor, ojalá el eco de su voz no se pierda, le mando un saludo muy grande.
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