Jesús propone una vida nueva
para los suyos
4º domingo durante el año “A”
Eduardo de la Serna
Lectura
del profeta Sofonías 2,3;
3,12-13
Resumen:
en un contexto crítico donde prolifera haberse alejado de Dios, el profeta
anuncia la inminencia del “día de cólera de Dios” pero que contrastará con la
presencia de los pobres y los humildes como fieles a Dios.
Sofonías anuncia la proximidad
de la “cólera de Dios”. En medio de estos anuncios críticos encontramos un
versículo invitando a los “humildes” (‘anawîm)
a “buscar a Yahvé” (ver Am 5,4.6). Lo que caracteriza a estos “humildes” es que
cumplen las normas de Dios (como en castellano, el término hebreo tiene la
doble dimensión de humilde, opuesto a soberbio y humilde opuesto a rico). Esta
búsqueda, además, está en paralelo con buscar la justicia y la humildad (“buscar”
a Yahvé es buscar la justicia y la humildad; ver Am 5,14-15; Sal 22,7; 69,33).
Quienes lo hagan “quizás” (pueden entenderse como que quizás se decidan a
hacerlo) encontrarán abrigo, cobijo (seguridad) el “Día de la cólera de Yahvé”.
Este “día de la cólera de Yahvé es muy anunciado en este profeta (1,14-18).
Solo la justicia y la humildad permitirán escapar de este castigo, como ocurrió
con Noé Gen 6,8-9).
A continuación se presentan
una larga lista de pueblos vecinos (2,4-15) sobre los que Dios descargará su
cólera. Sin embargo, todo indica que el gran enojo de Dios es contra Jerusalén
por no ser diferente de estos pueblos. En realidad se ha de señalar que en
Jerusalén está comenzando a reinar un nuevo monarca, Josías, que sí escuchará
la predicación del profeta y hará las reformas necesarias bajo su inspiración.
Sin embargo, todo indica que Sofonías ha muerto antes de ver sus frutos.
El castigo dejará lugar (“en
aquel día”) a la salvación (otro “día”, que también será universal aunque
especialmente beneficiará a Judá). Los idólatras, injustos y soberbios (ver 1,4-6.8-13.16.18;
2,10.15; 3,1.2-4.5) dejan lugar a un “pueblo pobre (‘aniyyîm) y humilde”, un “resto”
(ver Is 1,9). El gobierno estará en manos del “rey Yahvé” y los dispersos y
desterrados volverán a su tierra. Ese día ya no habrá que “avergonzarse” por
haber confiado en lo que parecía confiable y no lo era (ver Is 1,29; 20,15;
45,16; Jer 2,36…; por el contrario, ver Sal 22,6; 25,2; Jb 6,20). Los alegres y
arrogantes que cometen fechorías (3,7; cf. 2,15; 1,4-13). Exterminando estos
males, Jerusalén (en realidad, “el resto”) tiene motivos para celebrar precisamente
con lo opuesto de los “alegres y arrogantes”, que ahora serán los “humildes y
pobres”. Mientras el “altanero” se basta a sí mismo (cf. 2,15) el humilde “se
cobija en el nombre de Yahvé”.
Como
es sabido, la primera lectura suele escogerse en relación al Evangelio del día,
en este caso el relato de las Bienaventuranzas de Mateo. Este texto indica que
para la liturgia la bienaventuranza de “los pobres de espíritu” no es solamente
la primera del discurso, sino la que da sentido a toda la unidad.
Lectura
de la 1ª carta de san Pablo a los Corintios 1,26-31
Resumen: en un marco conflictivo frente a algunos que se creen más
importantes que otros, Pablo presenta la predicación de la cruz como clave de
interpretación. Por eso muestra como eso mismo se vive en el seno de una
comunidad “crucificada”.
Pablo
está mostrando a los corintios que el sentido de la predicación empieza y se
nutre de la cruz. La predicación de la cruz contrasta con las hermosas
predicaciones de algunos que tanto seducen a un grupo pequeño de la comunidad
(pequeño pero con “poder”). Todo indica que éstos están fascinados con lo “sabias”
que son las predicaciones con hermosas palabras y preciosas estructuras de
personajes como Apolo. Pablo no es un buen predicador, él mismo lo reconoce
(2,1-5; 2Cor 10,10), pero no puede estar puesto allí el centro. Lo que cuenta
es la cruz. Y la cruz se manifiesta incluso en el modo de predicar del apóstol.
Para
ilustrar esto Pablo pondrá dos ejemplos: una comunidad “crucificada” y un
“apóstol crucificado” (cada uno de ellos comenzado por el vocativo “hermanos”,
1,26; 2,1). El primero de éstos es el texto litúrgico de hoy.
El centro
de la elección de Dios está puesto en el contraste: sabios / necios y poderosos
/ débiles. Lo que abunda en la comunidad es, precisamente el segundo grupo: no
hay muchos sabios, no hay muchos poderosos. Obviamente esto indica que algunos
sí lo son, y es precisamente este grupo el que causa el conflicto contra el que
Pablo interviene. A diferencia de lo que el ambiente cultural valora, los
elegidos por Dios son lo opuesto de lo esperado. Y la razón de esta elección
divina es “para avergonzar”. El marco es ciertamente conflictivo.
Mientras
el ambiente imperial valora la sabiduría y el poder, Dios mira con otros ojos.
Y al elegir contraculturalmente “confunde” a los sabios y a los poderosos. Es
significativo – en ese sentido – que al doble contraste ya señalado agregue que
en la comunidad tampoco hay muchos “biennacidos” (eugeneis). No está de más recordar que el medio ambiente valoraba a
estas personas, mientras que consideraba “vergonzoso” a los necios, a los
malnacidos. Dios se guía con otros valores a los tenidos en cuenta por el
“establecimiento” (“el mundo”) greco-romano y expresamente quiere
“avergonzarlos”.
Y para
reforzar la idea insiste que Dios ha elegido a los “malnacidos” (ageneis) para “el mundo” y a los insignificantes,
o despreciados (exouthenêmena), a los
que “no son” para “desempoderar” (katargeô)
a los “que son”. El marco es evidentemente conflictivo y mal se haría en
disimularlo.
El texto
dice literalmente: “para que nadie se jacte en la carne ante Dios” (v.29).
“Jactarse” (kaujaomai) es un verbo
muy importante en Pablo. Es absurdo jactarse de algo, sólo tiene sentido
jactarse cuando Dios hace algo en nosotros (v.31), pero “jactarse” de nuestras
capacidades (en este caso se refiere a la sabiduría, al poder o a ser
“biennacidos”) es ciertamente necio y absurdo ante Dios y es a esos a los que
Dios avergüenza.
Lo que
tenemos nos viene de estar “en Cristo”, es decir plenamente unidos a él
(seguramente por el bautismo). Y todo aquello por lo que podríamos jactarnos es
precisamente por su obra en nosotros: sabiduría, justicia, santificación y
redención. En esto sí tiene sentido “jactarse” porque se trata no de valorar
nuestras fuerzas o capacidades sino, por el contrario, la obra de Dios en
nosotros.
+ Evangelio
según san Mateo 5, 1-12a
Resumen:
Jesús empieza su predicación reconociendo como felices a los que vivan de una
manera coherente con el Reino que él anuncia. Dios se manifiesta del lado de
sus amigos.
La referencia a las multitudes que siguen a Jesús forma,
en realidad la conclusión de la sección narrativa (“Jesús recorría toda
Galilea… lo siguió una gran multitud de Galilea…”, 4,23-25) pero está colocada
con la finalidad de entender la actitud de Jesús en 5,1 al “ver la multitud”.
Nos encontramos con el primer discurso de Jesús lo cual,
sin duda tiene una particular connotación (lo mismo ha de decirse de las
primeras palabras de Jesús en los restantes evangelios). Jesús "sube al
monte” (5,1) del cual recién descenderá en 8,1 constituyendo una larga
sección discursiva conocida como “el Sermón del monte, 5,1-7,28 enmarcado,
además con la palabra clave “enseñar” (5,2; 7,29).
El texto da por supuesto que se sabe a qué monte se
refiere (al monte, tó oros) aunque la localización precisa no sea
importante. En Ex 19,3.20; 24,12.15.18; 34,1.2.4; Dt 9,9; 10,1.3 se señala que
Moisés “sube al monte”. La actitud de “sentarse” es propia del maestro (Mt
13,1.2; 23,3; 26,55; Lc 2,26; 4,20). En este caso la montaña quizás simplemente
sea presentada como un lugar en el que es posible dirigirse a una multitud (que
no cabría, por ejemplo, en una sinagoga).
Lo primero que el Maestro dirá son una serie de
reconocimiento de que determinadas personas han de reconocerse como “bienaventuradas”,
makarioi.
“Makarioi”, felices, dichosos es un
reconocimiento a las personas que están en una situación determinada, cf. 1 Re
10,8; 2 Cro 9,7; Tob 13,14; Sal 1,1; 2,12; 32,1; 84,5; 106,3; 119,1.2; 128,1;
Sir 25,8-9; 48,11; Is 30,18; 32,20; Bar 4,4. Se trata de una felicitación por vivir
de esa manera (y es lo contrario de los “ay”, también frecuentes).
Para comprender bien las bienaventuranzas de Mateo es
importante mirar las bienaventuranzas de Lucas que parecen más fieles a la
fuente, el texto Q. Esto nos permite descubrir lo que Mateo quiere destacar.
Para empezar, las bienaventuranzas de Lucas son dirigidas
a los que están presentes (“ustedes”) mientras que las de Mato se dirigen a un
público impreciso, “aquellos que” eligen vivir de determinada manera.
En segundo lugar la característica de Lucas es que la
situación cambiará, entonces no que se celebra no es tal o cual situación sino
la nueva situación que sobrevendrá en un futuro (los que lloran serán
consolados; pero se refiere a un futuro histórico, no “celestial”). Es que la
situación es negativa, mientras que la futura es beneficiosa. Mateo, en cambio,
presenta situaciones beneficiosas. Para ello, espiritualiza lo que
encontró en Q. Veamos un ejemplo: es malo tener hambre, lo positivo es que en
el futuro “serán saciados” (= Lucas); Mateo, en cambio destaca que esta hambre
y sed es “de justicia” (con lo que esa hambre pasa a ser positiva) y la
saciedad ocurre en la consecución de la justicia. Otro elemento que no hace a
nuestra lectura es que las cuatro bienaventuranzas de Lucas se corresponden con
cuatro ayes contrapuestos. Como también la situación se invertirá la antigua
situación beneficiosa será tenida por negativa en el tiempo futuro. Lo que
interesa es que se constata una situación y se reconoce felices a los que la viven.
En Mateo se trata, entonces, de virtudes.
Hay indicios que nos permiten concluir que Mateo debió
incluir una nueva bienaventuranza (la novena) a su cuadro original, seguramente
a raíz de la situación concreta de su comunidad. En primer lugar, la primera y
la octava se justifican en presente, y no en futuro y finalizan idénticamente:
“a ellos les pertenece el reino de los cielos”. En segundo lugar, porque la
temática no parece muy diferente de la octava (“los perseguidos”) lo que lleva
a pensar que Mateo quiso reforzarla. En tercer lugar, la novena, a diferencia
de las restantes – y a semejanza de Lucas – se dirige a “ustedes” y no a
“aquellos que…”.
Se podría destacar mucho de cada bienaventuranza. Veamos
brevemente:
Felices los pobres de espíritu: Como se
dijo, Mateo espiritualiza a fin de que lo que es en sí malo, pero cambiará en
el futuro sea ahora positivo. La primera bienaventuranza, “felices los pobres”
la transforma en “pobres de espíritu”. Mateo dirá que Jesús viene a evangelizar
a los pobres” (11,5), pero – como en los restantes textos – se refiere a que su
situación cambiará, como los ciegos, los lisiados o los cojos, que serán
sanados. Ahora se refiere a algo que se da “en el espíritu”. Por ser la primera
es la que marca el sentido de las restantes. Los términos que hacen referencia
a los económicamente pobres en la Biblia hebrea van adquiriendo paulatinamente
un sentido religioso, por ejemplo en el Salmo 69 (notar que el salmista se
siente ubicado entre los pobres):
El nombre de
Dios celebraré en un cántico, le ensalzaré con la acción de gracias… Lo han
visto los humildes y se alegran; ¡viva vuestro corazón, los que buscáis a Dios!
Porque Yahveh escucha a los pobres, no desprecia a sus cautivos. (Sal
69:31-34).
En una
misma línea, Sofonías (primera lectura) toma la idea de la pobreza e invita a
buscarla.
Busquen al Señor, los humildes (anû, pobres) que cumplen
sus mandatos: busquen la justicia, busquen la humildad, tal vez así encontrarán
un refugio el día de la ira del Señor. (2:3)
Y claramente se afirma en Qumrán:
“Bendito sea el Dios de Israel… Él ha llamado… ha
reunido… A rodillas que tiemblan da fuerza para estar en pie. Y ciñe los
riñones de los lomos quebrados. En los pobres de espíritu [anû rûah]… al
corazón duro. Por los perfectos del camino serán destruidas las naciones impías”
(Regla de la guerra, 1QM 14,7).
Se trata del que no pretende nada ante Dios, no argumenta
méritos [por esto algunos autores lo han asemejado a la “infancia espiritual”]
no se considera autosuficiente sino necesitado de Dios (en su espíritu),
reconoce su pobreza y la elige. Ser pobres por elección es el camino necesario
para que de ese modo “Dios reine” (en presente).
Felices los afligidos: las causas de la aflicción
ciertamente son muy variadas, desde un duelo a una situación nacional de
desgracia, y también la aflicción por haber ofendido a Dios. La causa de esta
aflicción no queda especificada, pero es probable pensar en los sufrimientos a
causa de la fidelidad. La felicidad radica en que aunque la situación sea negativa
el destinatario tiene la oportunidad de ser testigo visible y público de su
fe.
El Espíritu
del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar
una buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para
proclamar la liberación a los cautivos y a los prisioneros la libertad, para
proclamar el año de gracia del Señor, el día del desquite de nuestro Dios; para
consolar a los afligidos (Isa 61:1-2).
Como en
otras bienaventuranzas la razón de la alegría está puesta en un verbo en voz
pasiva; es lo que se llama un “pasivo divino”, es decir – en este caso “serán
consolados” – es Dios el que dará el consuelo. El tiempo de la prueba terminará
definitivamente.
Felices los
pacientes: [en algunos manuscritos y ediciones bíblicas – por
ejemplo la biblia de Jerusalén – esta bienaventuranza antecede a la anterior.
El tema no es seguro, y seguimos, entonces, el orden propuesto en la liturgia].
El término praeîs puede traducirse por mansos, humildes, incluso pobres (cf.
Job 24,4; 36,15). Las restantes veces que se encuentran en Mateo parecen
recomendar la traducción por mansos (11,29; 21,5). Pero se trata de una
“mansedumbre” activa, resistencia no violenta. El texto parece inspirado en el
Salmo 37:
Vive en calma ante Yahveh, espera en él, no te acalores
contra el que prospera, contra el hombre que urde intrigas. Desiste de la
cólera y abandona el enojo, no te acalores, que es peor; pues serán extirpados
los malvados, mas los que esperan en Yahveh poseerán la tierra. (Sal
37:7-9).
La sociedad está habituada a
que los violentos sean los poseedores de la tierra. Mateo les asegura que Dios
intervendrá y dará, regalará la tierra a los no violentos. La verdadera
fortaleza está del lado de la no violencia porque tiene a Dios de su parte.
Felices
los que tienen hambre y sed de justicia: La espiritualización a la que hicimos referencia
en este caso se manifiesta en relación a la justicia, es decir a la búsqueda de
la voluntad de Dios (5,10.20; 6,1; 21,32). Es decir, se declara felices a los
que tienen deseo (= hambre, sed; cf. Am 8,11; Sal 63,2) de buscar la
realización de la voluntad de Dios (= el Reino de Dios). Pero el hambre y la
sed también son imagen de una carencia. La justicia falta en el mundo, y las
víctimas de la injusticia cuentan con que serán saciados por Dios quien los
sentará en el banquete del Reino (cf. 26,29). El don de Dios es a su vez tarea
humana.
Felices
los misericordiosos: La
relación don y tarea vuelve a manifestarse en esta bienaventuranza ya que hay
una relación entre la búsqueda, la práctica de la misericordia y la obtención
de la misericordia. Misericordia no se trata de un sentimiento sino de una
praxis, una actitud hacia el prójimo, en especial al “mísero”, por ejemplo en
el perdón (cf. 18,23-35): “¿no debías tú también haber tenido compasión de
tu compañero como yo la tuve de ti?” (v.33).
Felices
los limpios de corazón: el añadido “de corazón” refuerza la espiritualización. La pureza era
un gesto ritual que Jesús cuestiona (23,36) ya que pretende que esta ser “del
interior”. Es importante tener presente que a diferencia de nuestras lenguas,
en la Biblia el corazón es el ámbito de las decisiones y los pensamientos, es
el que permite discernir el bien del mal (1 Re 3,9; Dn 2,30; cf. Mt 15,18.20).
Ya los profetas señalaban que la pureza no ha de ser primeramente ritual sino
una actitud de vida (practicar el derecho y la justicia; cf. Is 1,16). “Crea en
mí, Dios mío, un corazón puro”, dice el Salmo 51,12 (ver Joel 2,12-13). Se
trata, en suma, de ser leales con Dios y con el prójimo. Y lo que se dice es
que “verán a Dios” que se hará presente en el camino de la vida.
Felices
los artesanos de la paz: El trabajo por la paz (eirenopoioi) no es un término frecuente.
Pr 10,10 considera trabajador por la paz a aquel que critica con franqueza
(contrariamente al que cierra los ojos); y Sgo 3,18: los que trabajan por la
paz consiguen justicia. Nada semejante a una actitud pasiva ya que es
claramente activa (poieo). La paz es la plenitud, el bienestar, la felicidad
personal o social. Esos serán tenidos por Dios como hijos, algo que ya ocurre
en la comunidad de discípulos (cf. 6,9).
Felices
los perseguidos por la justicia: Se refiere, como se ha dicho a aquellos que
buscan ser fieles a la voluntad de Dios (= justicia), y por tanto entre ellos
“Dios reina” (= 5,3).
Felices
serán ustedes cuando…: como se dijo, esta parece
repetición de la anterior, aunque se ha ampliado, además que aquella se refiere
a una situación concreta mientras ésta a una situación probable de futuro. Esta
situación es “a causa de mi” (de fidelidad a Cristo). Probablemente la
situación que afecta a la comunidad de Mateo por parte de los grupos judíos de
la ciudad (Antioquía, probablemente) haya provocado la ampliación de esta
bienaventuranza.
La
persecución pasada de los profetas es un honor para los contemporáneos
perseguidos a causa de Cristo. La recompensa será grande en el cielo. Las
bienaventuranzas anteriores hablaban de la intervención de Dios expresada en la
voz pasiva. Aquí el anuncio futuro alude al cielo en retribución por la
situación padecida.
Foto
tomada de https://filosofiahubertorohden.wordpress.com/2013/01/30/bienaventurados-los-pobres-por-el-espiritu/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Cualquiera puede comentar y no será eliminado, aunque no este de acuerdo con lo dicho, siempre que sea respetuoso (caso contrario, será borrado). Pero habitualmente no responderé los comentarios, ni unos ni otros, para no transformar este blog en un foro. De todos modos, podrán expresar su opinión.