La vida es sagrada. ¡Los 30.000 también!
Eduardo de la Serna
Lo que solemos denominar “sagrado” no necesariamente ha de limitarse
al espacio religioso. Hay “cosas” que sin duda están revestidas de un halo
intocable, que amerita respeto, silencio y veneración.
Un ejemplo característico es la bandera. Pedazos de trapos
debidamente cosidos en un orden preestablecido, con colores prefijados
representan un país, una “patria” (y matria). Y frente a ese “trapo” se hacen
juramentos, se combate, se da la vida. Hay una liturgia al izarla y arriarla,
al doblarla y cuidarla. “Algo” ocurrió para que dejara de ser “un trapo” y
pasara a una órbita sagrada.
Y lo mismo puede decirse de muchas otras cosas, desde una foto de “la
vieja”, la “camiseta”, el hogar… Son cosas sagradas que no deben ser profanadas
o manchadas. Son “algo” que no pueden comprender los “profanos”.
En el mundo religioso ocurre lo mismo (es el origen de lo aquí
planteado). Se trate de imágenes de la divinidad o de lo “sagrado” o cosas que
aludan a ello, desde templos a estampas por caso. Veamos un ejemplo en el
ámbito católico-romano. La madre de Jesús, “la Virgen María”, ciertamente es
una persona, una mujer de carne y hueso que vivió, lloró, sangró, se alimentó y
murió, pero además – especialmente en el ambiente católico-romano y el de las
Iglesias católicas ortodoxas orientales – es un símbolo. La Virgen María tiene
un profundo valor simbólico, y de allí que haya peregrinaciones, estampas, iconos,
imágenes, santuarios… Algo semejante ocurre con Pedro. También él fue una
persona concreta con todo lo que ello significa. Pero – siempre en el mundo
católico-romano – también él es simbolizado. Pedro es Roma, el Papa, figura de
unidad (o debiera serlo).
Valga esta introducción para hacer referencia a algo que es “sagrado”
para millones de argentinos: el número 30.000. Esto es simbólico – por eso
sagrado – y va más allá de la precisión matemática. Y es algo que comprenden
bien los profanos – profanadores del partido o alianza de gobierno. Decir que
les interesa precisar el número es una mentira, les interesa manchar un
símbolo.
Me permito otro ejemplo. Todavía no se sabe con precisión cuántos
son los y las víctimas de la masacre del Mozote (El Salvador). Siguen
apareciendo fosas comunes, decenas (o cientos) de cuerpos fueron devorados por
animales, y pueden estar “por ahí”. Pero “El Mozote” es sagrado. Es símbolo de
la represión genocida del paramilitarismo salvadoreño (con asesoramiento
argentino, digámoslo para nuestra vergüenza) incentivado por los Estados
Unidos. El Mozote es Atlacatl y Rufina, son niños y bayonetas, es Monterrosa y
FMLN. Se dicen 1.000, es posible que sean más, pero es “El Mozote”.
Los que niegan “los 30.000” no suelen ser precisos historiadores
que buscan al detalle incluso datos negados por familiares que ocultan un
pasado de sus hijos que los avergüenza (¡perdón, Pardo!), denuncias nunca
realizadas, fosas jamás encontradas, centros clandestinos de detención y
exterminio debidamente camuflados. Los que niegan son aquellos que quieren “echar
por tierra” (= profanar) lo sagrado de la lucha por los Derechos Humanos que
(¿ellos?) contribuyeron a mancillar. Los que niegan no pueden entender el valor
sagrado de los símbolos; o porque lo entienden quieren aniquilarlo. Y no pueden
entender por qué ayer éramos miles y miles que repetíamos – casi como un
mantra, o una letanía – un número sagrado.
Imagen tomada de https://elterrenopalmademallorca.files.wordpress.com
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