¡Malas palabras! Traición
Eduardo de la Serna
¡Qué palabra fea “traidor”! En la vida cotidiana parece dividir el
mundo entre buenos y malos, amigos y enemigos. Parece atentar contra una
deseada cultura del encuentro. Parece ponernos del lado de los sanos
confrontando con otros a quienes se ubica en una supuesta “vereda de enfrente”.
A lo mejor sea bueno evitar esa palabra, mala palabra.
El diccionario denomina traición al quebranto de la confianza
puesta en alguien, a la fractura de una lealtad debida. Y, a fuer de sinceros,
debemos reconocer que eso parece algo frecuente en la vida cotidiana personal, social
o política. Es cierto que a veces la ingenuidad hace que pongamos la confianza
en quien no lo merece, o que seamos “inocentes” alentando aquello de “la
ocasión hace al ladrón”; pero también es cierto que muchos pueden seguir
confiados el aullido “¡síganme, que no los voy a defraudar!” O semejantes.
O muchos pueden seguir un determinado colectivo al cual se han subido algunas
personas no confiables. Eso ocurre con un proyecto, por ejemplo. Si un conjunto
de personas afirma ir en un determinado rumbo y alguno o algunos en la mitad
del camino tuercen el timón sin duda que los que están embarcados en una
dirección se encontrarán que la nave a la que han subido no llega al destino deseado
y esto ha ocurrido porque alguien (o “alguienes”) ha modificado sin previa
explicación, acordada por los pasajeros, la meta de llegada. ¿Se puede llamar “traidor/es”
a quién ha desviado el rumbo llevando a los que pretendían llegar o dirigirse a
un determinado lugar a otro muy diferente, o hasta opuesto? Convengamos que si –
especialmente en algunos órdenes de la vida – no se aplica la categoría traidor
habrá que encontrar otra bastante parecida.
¿Cómo llamar a legisladores que fueron votados para llevar adelante
un proyecto que voten otro que es exactamente el contrario?
Uno puede preguntarse el por qué determinada decisión, pero no le
toca al común dar esa respuesta. No es cuestión de resolver el porqué de algo
que no debiera haber ocurrido. Si hemos de dar crédito a la napoleónica frase
de que “todo hombre tiene su precio” a lo mejor se pueda comprender
mejor ese “porqué”. Sea el precio en contante, o sean carpetazos o “muertos en
el placard”. Lo cierto es que la voluntad de los votantes fue traicionada, la
confianza que se puso en un proyecto fue quebrantada.
Podríamos decir, además, que “hay quebrantos y quebrantos”. Y
parece cierto. Hay votos que son circunstanciales, o de temas menores, mientras
que hay otros que comprometen el presente y el futuro. Votar el endeudamiento,
por ejemplo, no solamente atañe al presente. Especialmente ante ¡tanto! endeudamiento.
Y parece pertinente preguntarse por los muchos, ¡muchísimos!,
senadores del Frente para la Victoria que votaron a favor de los nuevos
Ministros de la Suprema Corte. Es interesante recordar que, de un modo
aberrante, la oposición al anterior gobierno se negó a tratar el tema durante
¡todo un año! argumentando que el gobierno estaba por finalizar (es decir, el
gobierno tuvo durante una cuarta parte de su mandato un miembro menos de la
corte, además de un senil). La oposición utilizó un hecho evidente (legal
aunque no legítimo): ¡hacen falta 2/3 de los senadores para lograrlo! Después
del vergonzoso intento del nuevo gobierno de colar por la ventana dos
candidatos (que vergonzosamente aceptaron el intento lo cual los descalificaría
ad eternum) estos fueron presentados al Senado y una enorme cantidad de
senadores del Frente para la Victoria dio el acuerdo necesario. A estos jueces
de la ventana y la vergüenza, a estos que ya comenzaron a deshacer todo lo conquistado
en materia de Derechos humanos. No solamente afirmaron que las decisiones de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos no obligan sino que – además –
ahora equipararon a responsables de crímenes comunes con genocidas, aplicando
una ley “más benigna” a quienes fueron juzgados y condenados cuando esta ya
había sido derogada. El 2 x 1.
Ahora muchos deseamos juicio político a esos malos jueces, pero no
tenemos ninguna esperanza en los traidores que son los que deberían votarlo.
Como dice Serrat tocará guardar la utopía hasta que vengan mejores días.
Días que vendrán. Y día en que tendremos memoria para que “¡esos cuantos no
lo olviden fácilmente!”
Imagen tomada de saber divertido -
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