Marcha… de la bronca y de la fe
Eduardo
de la Serna
En todo el país, y en muchas
partes del mundo, millones de mujeres marcharon. Y quisiera arrancar con lo que
decía un cartel que me pareció muy significativo: “no sé coser, no sé bordar, pero sé abrir la puerta para ir a luchar”.
Mujeres en lucha, y algunos varones solidarios (bastantes, “a Dios gracias”)
allí estuvimos. ¿Los reclamos? ¡Muchos! Algunos se concentraron en uno o en
otro tema, como era de esperar. Mi amiga Ali, por ejemplo, reclamaba por muchas
cosas, pero la justicia por el femicidio de su hermana Laura era el principal.
¡y justo! La violencia creciente contra la mujer sin duda era un tema (o contra
los travestis, trans y demás grupos discriminados por “el macho”). Hubo
reclamos por muertes femicidas de otras partes de la Patria Grande
latinoamericana, reclamos justos por las presas políticas, cuyo emblema más
evidente – no el único – es Milagro Sala, reclamo por el aborto o su
despenalización, etc… y reclamos contra un modelo económico patriarcal y
democida.
Podría hacer un aporte crítico
al “hit del verano” proponiendo –
como ya lo han hecho otras antes que yo – el reemplazo, por ejemplo, de la “P” por
una “Y”. Pero es un tema circunstancial.
No seré yo el que haga aquí
una evaluación de la marcha, ya bastantes (“bastantas”)
lo han hecho con más autoridad que yo, pero quisiera mirar un elemento. Porque
se corre el riesgo – me parece – de confundir el tema desde una mera perspectiva
“sexual”, o “de género” cuando el principal reclamo (insisto, “me parece”) es
de poder. La violencia, las violaciones (y la pederastia) más que un tema sexual
entiendo que es un tema de poder. Y de un poder que humilla, oprime y mata. Y
esa es la lucha por la que hay que “abrir
la puerta”. Nunca más un poder que se ejerce sobre otra (o sobre otro)
aplastando su dignidad. ¡Nunca más!
El “poder” es un tema
interesante para el debate. Nadie que quiera cambiar algo puede renunciar a
tener (algo de) poder. Sin dudas el poder no es algo negativo, sino que lo es
su mal uso o abuso. La política busca tener poder (accediendo a uno de los poderes
del Estado, por ejemplo) para modificar algo. Pero cuando el poder pisotea,
aplasta o mata (o “miente” como ocurre con el “primer poder” que antes se
llamaba “cuarto”), sin duda entramos en la perversión. Y – acá si – convengamos
que es algo particularmente patriarcal. Puesto que – como es habitual – también
hay mujeres que tienen “introyectado” el macho, y tienen sus actitudes
patriarcales, la teóloga feminista Elisabet Schüssler Fiorenza propuso el
término “kyriarcal” (de “señor”, kyrios). No faltan kyriarcales mujeres cómplices del machismo patriarcal (¿qué otra
cosa serían Patricia, o Laura, por ejemplo?). Así, ser feminista no es – sin duda
– una cuestión propiamente de mujeres (mal que les pese a quienes no quieren
entender y dicen cosas como “¡femenina sí, feminista no!"). Así como hay mujeres
kyriarcales, algunos varones nos consideramos feministas, y por eso marchamos.
En un segundo lugar, callados, aprendiendo, como debiera ser. Quizás no estemos
de acuerdo en todo (no lo sé, ¿cuál sería el problema?), pero no parece que sea sensato que los “machos”
pongamos “orden” y “normas” en lo que debiera ser; a lo mejor sería razonable
tratar de pensar fraternal y sororalmente una sociedad diferente. A lo mejor el
tema del poder debamos empezar a pensarlo y ejercerlo de otra manera. Lo cierto
es que cientos de miles de mujeres “salieron a luchar” y nos dieron una
lección. ¡Una más!
Nota: una amiga feminista me hizo notar, sabiamente, que a partir de los estudios de Marcela Lagarde se prefiere "feminicidio" antes que "femicidio" siendo el primero el asesinato de mujeres por el hecho de serlo. No he entrado aquí en esto, y usé "femicidio" por ser el término usado por el documento final de la marcha de mujeres (2018). Ver http://repositorio.ciem.ucr.ac.cr/jspui/bitstream/123456789/9/3/RCIEM002.pdf.
Foto tomada de http://spanish.xinhuanet.com/2018-03/09/c_137026498.htm
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