Una primera impresión, María Magdalena
Eduardo de la Serna
Después de escuchar hablar de ella y leer al respecto,
acabo de ver la película “María Magdalena”. Y antes de decir nada, para que se
vea a las claras mi parcialidad, debo decir que me fascinó.
No me interesa hacer un comentario cinematográfico y hablar
de luces y dirección, actores y guión. No es a eso a lo que me refiero.
No puedo entender a quienes pretenden que una obra
artística, cine en este caso, sea una suerte de documental. Con ese criterio, deberíamos
incinerar todas las pinturas renacentistas sobre nacimientos y crucifixiones,
por ejemplo. Creo que una obra pretende “decir” y eso es lo que debemos
escuchar o no (insisto, que los expertos evaluarán si está bien dicho y la
dirección, los actores o la obra en sí “dice” bien o no). Yo sólo quiero
detenerme en la María Magdalena que la obra presenta.
Es evidente, desde el inicio que intenta – felizmente, y lo
dice en los créditos finales – evitar todo intento de identificar a María con
una prostituta; pero también evita el estereotipo “codigodavincesco” de presentar a María como una pareja enamorada de
Jesús. Todo a lo largo de la obra ella es presentada como una discípula de
Jesús, algo que difícilmente pueda cuestionarse.
No me interesa en lo más mínimo comentarios tipo “esto es
impensable en su tiempo” o “aquello no era lógico”. Creo que el cine es una presentación
de un tema (una persona, en este caso) para nuestro tiempo. Y, debo confesarlo,
la María presentada, me pareció muy creíble. María bautiza, María es cuestionada,
María aparece en primer plano a la par de Pedro… ¿Si así fue o no? La verdad,
no me interesa, me importa esa María presentada hoy para los espectadores de
hoy. Discípula a la par. Tan a la par que es celada por ser beneficiaria de una
aparición del resucitado que los “varones” no han gozado (todavía, al menos).
Más de una vez hay escenas que Jesús realiza pero que antes se asemejan a cosas
hechas por María. Y, el máximo ejemplo, se ve en que la película empieza y
termina con una escena semejante, una suerte de inclusión semítica… una mujer
flotando entre aguas mientras se repite la parábola del grano de mostaza. Pero
con una notable diferencia: ese grano, en la película, es sembrado por “una
mujer”. Sin dudas, de María se trata, como se ve en la predicadora María del final.
Sólo si somos capaces de ver a María como “apóstola de apóstoles”, como “discípula”,
como verdadera seguidora de Jesús entenderemos la sonrisa final entre Jesús y
María.
Si pretendemos o esperamos una especia de documental pues
habremos perdido el tiempo; tiempo que “otros”, hoy ¡¡¡hemos disfrutado!!!
Foto tomada de http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-244531/
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