Palabras mágicas
Eduardo
de la Serna
Debo confesar, a esta altura
del partido, que ya me tienen cansado, ¡harto!, las palabras mágicas del
imperialismo por las que todo funciona como por arte de trampa. Muchas las
conocemos y repetimos para que todo funcione como “es debido”: populismo, “se
robaron todo”, transparencia, grieta, “justicia” (por “poder judicial”)… Basta
con pronunciarlas para que todo vuelva al orden primordial, a lo que “debe ser”,
a lo que “dios quiere”, a lo que nunca debió haberse olvidado.
Y bien podríamos preguntarnos –
de puro rebeldes - ¿qué pasaría, por ejemplo, si verdaderamente hubiera
justicia en el poder judicial? Tres cuartas partes del gobierno estarían siendo
verdaderamente investigados, los presos políticos estarían libres y muchos
políticos oficiales estarían presos, Lula y Correa podrían visitar nuestro país
y tres cuartas partes del poder judicial estarían inhabilitados para toda
función pública y más de un Claudio se encontraría sin su título de abogado (si
es que lo tiene). Pero dejo esto para otros sueños, y quiero brevemente pensar
en una de las palabras mágicas más poderosas. Me refiero a “corrupción”. Por
supuesto que, como corresponde a la magia, sólo los magos pueden pronunciarla,
y así corrupción se dice del gobierno anterior y nada salpica al actual a pesar
de las decenas y decenas de veces que lo ameritarían, desde Panamá a las
Bahamas, del Correo a Avianca, de la energía solar al transporte eléctrico. ¡Pero
no! No aplica… como no aplica hablar de corrupción a la gigantesca estafa de la
Volkswagen en los EEUU, o el lavado de dinero de los cárteles mundiales en
gigantescos bancos que también se realiza “allí”. Con esa palabra mágica están
presos o amenazados de estarlo varios personajes que tienen la marca de Caín en
su frente: ¡corruptos! (y “K”, por supuesto).
- Se dice “corrupción” y listo, “ciérrate sésamo” en Curitiba;
- Se dice “corrupción” y se mira la pasada obra pública, porque nadie mira hoy a Caputo, Calcaterra, Mindlin y demás amigos; y sólo la obra pública en Santa Cruz, porque mirar otra podría producir un grave incómodo,
- Se dice “corrupción” y caen los gobiernos de Brasil, Sudáfrica y está en la “cuerda floja” el de la India (y – por supuesto – “no tiene nada que ver” con que ellos formen los BRICS, como me señalaba con justicia un amigo de Uganda);
- Se dice “corrupción” y se activan todas las alarmas desencadenantes de las palabras arriba mencionadas;
Y se podría seguir, y seguir…
la clave siempre está en pronunciarla bien. Y que la pronuncie el ilusionista,
porque si la pronunciáramos los comunes mortales no produciría el efecto
deseado.
Antiguamente se decía (hoy se
ha abandonado esa imagen “ilustrada”) que la magia era un modo antiguo y primitivo
de religión. Se veía como un modo de manipular a la divinidad logrando, por el
adecuado manejo de palabras y rituales que los dioses hicieran aquello que
nosotros, los humanos, deseábamos. Era la época en que había esclavos,
imperios, y una sociedad estratificada con gente superior y gente inferior. Por
suerte hoy ya no ocurre nada de eso. ¿O me engañaron con un vulgar abracadabra y vivo un mundo de
ilusiones?
Imagen tomada de http://www.mariakellers.com/quieres-ayudar-a-tus-relaciones-cercanas-con-magia-4-ejemplos-que-podras-aplicar-2/
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