Pensando la violencia
Eduardo
de la Serna
Nuevamente nos enfrentamos a
un clima de violencia. Se habla de represión, de violentos en las calles, de
clima violento, de encapuchados, etc.
Sin duda alguna el tema no es
nuevo, y no pretendo ahondarlo. Sólo, quizás, recordarlo.
Es famoso, por ejemplo, el
planteo histórico del “tiranicidio”
(Tomás de Aquino [“Del gobierno de los
príncipes”, 1266], Juan de Mariana [“De rege et regis institutione”, 1599]), y la posibilidad de
dar muerte a un poderoso enquistado en el poder. Fue conocido el caso del gran
teólogo luterano y mártir Dietrich Bonhöffer (+ 9 de abril 1945) que apoyaba la
necesidad de asesinar a Hitler. Pero es un tema que nos excede, este no es
nuestro caso.
También es importante recordar
la cantidad de cristianos, clérigos y laicos que participaron en las luchas
independentistas de nuestros países latinoamericanos. No está de más la
pregunta, ¿esa violencia era buena y válida? ¿Por qué? O, ¿por qué no sería
buena y válida hoy otra violencia? Una vez un alumno me señaló: “el Che Guevara
mató gente”, a lo que le pregunté “¿y San Martín no?”. Sin duda se trata de
tener criterios, pero que sean justos y razonables, para no terminar apoyando
la violencia de “los amigos” y detestando la violencia de “los otros”.
En junio de 1968, preparándose
la asamblea episcopal de Medellín, un número muy importante de curas
latinoamericanos, se dirigió a los obispos y al Papa pidiéndoles que pensaran
bien el tema de la violencia. En el boletín Enlace #1 se publican los nombres
de los 786 firmantes a los que más tarde se añadieron 121 más (los peruanos y
unos pocos más). En ella se pedía
“que se evite por todos los medios equiparar o confundir la violencia injusta de los opresores que sostienen este ‘nefasto sistema’ con la justa violencia de los oprimidos”; “que se denuncie con toda claridad y sin ambigüedades el estado de violencia en que los poderosos – sean estos personas, grupos o naciones – han sumido durante signos a los pueblos de nuestro continente”; “que se exhorte con claridad y firmeza a los cristianos del continente a optar por todo aquello que contribuya a una liberación real del hombre latinoamericano y a la instauración de una sociedad más justa y fraternal”; “que se asegure a esos cristianos un amplio margen de libertad en la elección de los medios que ellos crean más aptos” (en D. Bresci, Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Documentos”, Buenos Aires 1994, documento 6, pp.48-52).
Como afirma C. de Lora, perito
en Medellín (y quizás uno de los mejores conocedores de la historia de estos
documentos):
“Hubo tensiones, sin duda, pero tranquilas, creativas. Por ejemplo, cuando se aborda el tema de la Paz con profundidad evangélica y pastoral y se denuncia la presencia en América Latina de una “violencia institucionalizada” (No. 16). Y se señala con vigor, y con sorpresa para muchos, que “la insurrección revolucionaria puede ser legítima en el caso de tiranía evidente y prolongada que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y damnificase peligrosamente el bien común del país (Populorum progressio, 31), ya provenga de una persona, ya de estructuras evidentemente injustas...” (No. 19).
Este documento sobre la Paz es uno de los más ricos de la Conferencia y se inscribe ya en un nuevo esquema interpretativo de América Latina que tiene que ver con la realidad sentida de la dependencia injusta y la consiguiente exigencia de liberación”. (C. de Lora, “Del Concilio a Medellín, hoy” en Congreso Continental de Teología, Sao Leopoldo (Brasil) 7-11 de octubre de 2012).
Sin dudas cada país tiene y
tuvo sus propias características. En El Salvador, por ejemplo, Oscar Romero y
Arturo Rivera Damas publicaron una Tercera Carta pastoral sobre “La Iglesia y las Organizaciones políticas
populares” (agosto 1978) y allí distinguen diferentes tipos de violencia: la
violencia institucionalizada, la violencia represiva del estado, la violencia
sediciosa o terrorista, la violencia espontánea, la violencia en legítima
defensa y la violencia de la no violencia (III, 1). Esta “violencia de la no
violencia” también fue rescatada por el Movimiento de los curas para el Tercer
Mundo (MSTM) que en el citado boletín Enlace publican, en el Nº 2, un texto al
respecto de Helder Cámara ("Acción no-violenta en América Latina, pp.1-6). En los días previos a Medellín lo mismo repite
Enrique Angelelli:
“Personalmente no estoy de acuerdo con la violencia de las armas, pero no tenemos que estar de tal manera pasivos y seguir declamando mientras se suceden los hechos de injusticia (…) Helder Cámara está organizando un movimiento que es una respuesta a esta realidad de cambio (…) un movimiento que es la violencia por el amor y no la violencia por las armas” (reportaje en El Independiente, 29 de agosto 1968, en Tiempo Latinoamericano, Reportajes a Mons. Angelelli, Córdoba 1988, 5.8).
El tema podría seguir
ampliándose. Curiosamente a personas como los curas del MSTM, Angelelli, Helder
Cámara y Romero fueron acusados de violentos o de avalar la violencia por
negarse a callar ante la “violencia
primera”.
¿Acaso no es violento el hambre?
¿Acaso no es violenta la desocupación? ¿Acaso no es violenta la mentira de los
Medios hegemónicos? ¿Acaso no es violento el cinismo oficial? ¿Acaso no es
violento el endeudamiento y el sometimiento al FMI? ¿Acaso no es violento el discurso
de algunos voceros oficiales o para-oficiales? ¿Acaso no es violenta la existencia
de presos políticos? ¿Acaso no es violenta la detención de jóvenes pobres por “portación
de cara”? y podríamos seguir. No me alegra, ¡de ninguna manera!, la reacción
violenta ante estos hechos de “violencia
primera”, pero no me atrevo a juzgarlos. Sí tengo claro que deseo una
patria (y una América Latina) de paz. Pero, creo fervientemente, que poco o
nada contribuyen a la paz las políticas oficiales, las decisiones de jueces con
“credibilidad-cero”, las represiones generalizadas y las detenciones
indiscriminadas. La represión que hemos vivido en estos días (y a la que ya nos
tiene habituados, dolorosamente, este gobierno) sin duda alguna:
“Paralela a la ‘violencia institucionalizada’ suele surgir la violencia represiva, es decir, la empleada por los cuerpos de seguridad del Estado en la medida en que el Estado trate de contener los anhelos de aquellas mayorías, sofocando violentamente cualquier manifestación de protesta ante la injusticia que acabamos de mencionar” (Romero-Rivera Damas III,1B).
Foto tomada de la Agencia Paco
Urondo
Estimado Eduardo:
ResponderBorrarNo veo claro, cual es tu conclusion de tema tan delicado. Me parece, sin animo de ofender, una reflexion adolescente. Alguien de el viejo contintente, o de Rusia, nunca hablaria con tanta liviandad de este tema, sin dejar claros los puntos, y me parece peligroso. Esta clarisimo, y estoy de acuerdo, en la violencia que sufren muchos hermanos, en los ejemplos que aportas. Pero el "Acaso no es..?" es lo que me suena poco maduro en el pensamiento sobre el tema.
Yo creo que este gobierno es neoliberal, que conserva cierta sensibilidad para tirar migajas a los sectores que no dan mas, aunque, pienso yo, no es ni suficiente. Ahora, creo que hay matices. Macri no es Bolsonaro. Si no hay matices, veo poca profundidad.
Creo que es ingenuo de tu parte ver en los disturbios a un congreso deliberando, (sea en la decada que sea!), una expresion sincera y directa de la sociedad.
Si la pobre democracia que tenemos no te gusta, que propondrias? Vacio de poder? Creo que en este tema en prof Gonzalez Faus, al cual se que tambien estimas, podria iluminar con palabras mas profundas el este tema de la violencia y la democracia:
Creo que no puedo ser más claro. Pero hay que añadir algo: "la historia muestra que todas las revoluciones violentas acabaron instalando unas violencias semejantes a las que habían querido combatir. Quizás porque, como explica el gran Paulo Freire (a quien vosotros ni habréis oído nombrar), el oprimido tiene siempre introyectado en su inconsciente la imagen del opresor como su modelo de hombre, porque no ha conocido otro."
https://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2017/08/22/que-la-pasa-al-islam-con-la-violencia-religion-iglesia-dios-jesus-papa-francisco-fe-intolerancia-fanatismo-convivencia-redes-sociales-grupos-terroristas.shtml