Inficionados
Eduardo
de la Serna
Una de las cosas que nos dejó
clara la dictadura cívico-militar era que muchos, casi todos quizás, estábamos “inficionados” de marxismo. Puesto que el
marxismo campeaba, según ellos, fue tarea ardua “desinfectar” a la sociedad.
Otra dictadura, la paraguaya, después de “sólo” 40 años de desertificar las
mentes guaraníes, afirmó, poco antes de caer, que había que eliminar a los
marxistas, a los filo-marxistas, a los cripto-marxistas y a los para-marxistas.
A Orlando Yorio, en la tortura
le dijeron “sabemos que ustedes no son
guerrilleros, ni están armados, pero hacen pensar a la gente y eso es
subversivo”. Además, había que sumar a los “idiotas útiles”. La cosa es
que, para la intelectualidad armada, pocos son los que se salvan en ese extraño
occidente cristiano “avant la lettre”
o “a la carta”, o “de diseño”…
La cosa es que millones
estaban (estábamos) infectados de ese perverso mal. Infectado, infiltrado es lo
mismo. Lo que importa es el mal a erradicar.
Claro que, peut être, quizás, a lo mejor, el
problema era la infición que había en la “mente” (sic) o ideología que sustentaba
la dictadura con iniciativa y aliento civil y bendición eclesiástica (para las
cuales el marxismo era la mismísima encarnación de Satán, Belzebú, Lucifer,
Belial, o todos ellos insieme). Y,
entonces, lo que no encajaba en su esquema inficionado era tenido por marxismo,
o leninismo, o guevarismo, o castrismo, o maoísmo, o estalinismo, o trotskismo
que es todo igual y lo mismo como cualquiera sabe. ¡Zurdos y listo!
Pero, aparentemente, terminó
la dictadura, y la infección que nos inficionaba parece no haber hecho estragos
infectando la sociedad. ¿O sí? ¿O qué otra cosa es el
castro-chavismo-lula-kirchnerismo, sino? (y sumemos luguismo, correísmo,
evismo, y cientos de otros ismos perversos que se resumen en el más perverso de
todos: el populismo).
Quizás, sólo quizás, la
dictadura haya terminado, aunque los desaparecidos siguen desaparecidos, los
niños apropiados siguen mayoritariamente apropiados, y muchas creaciones
dictatoriales reviven como la deuda externa, la represión chocobárica, lacrimógena
o “a la pimienta” o sencillamente los presos políticos o asesinados que “no le
importan a nadie” de los inficionados de dictadura.
Puesto que algunos lo
repetirán (incluso intraeclesialmente) quiero decirlo yo anticipadamente ya que
“a confesión de parte, relevo de prueba”:
estoy inficionado, infectado, infiltrado. El Evangelio que Jesús, el mesías de los
pobres que quiere comunicarles a ellos “buenas noticias” es mi lugar desde el
que quiero vivir, celebrar, sufrir, militar "malgré tout". Sé que en mi vida he tenido
errores, pecados, metidas de pata, y hasta miserias. Cuando he podido creo
haberlas remediado. Pero no tengo en mi conciencia haber negado, traicionado, ignorado
el mundo de los pobres. Tampoco niego errores pasados, presentes y seguramente futuros
en esto. Pero siempre (hasta ahora al menos) creyendo y convencido de estar,
pensar y obrar “desde el lugar del pobre”. Y no quiero vacunarme.
Estoy inficionado. Lo repito.
Los curas opp estamos inficionados. Y quisiéramos que esa infección infecte
todo, esa infiltración se infiltre por doquier. Sabemos que eso es subversivo.
Lo somos. Queremos subvertir este sistema en el que los pobres no cuentan más
que a la hora de votar (o de decir que lo hicieron, voto electrónico mediante);
queremos subvertir un mundo en el que los negros, bolitas-paraguas, villeros,
cabecitas o kabezas, choriplaneros o simplemente “los nadies” no existen porque
sabemos que “otro mundo es posible”,
porque queremos “un mundo en el que
quepan muchos mundos”; queremos subvertir una Iglesia vertical (o
verticalista) donde hay arriba y abajo, para soñar una Iglesia de los pobres,
una casa de los hermanos y las hermanas. No estoy dispuesto a pedir perdón si
alguien se ofende por eso, sí a llamarlo a conversión; pedir perdón por
celebrar una misa por la paz, el pan y el trabajo porque algunos se sintieron
mal me suena a “agachada”. Y creo que, si a algunos les molesta, deberíamos
inocularles una buena dosis de Evangelio para que se infecten del hedor de los
pobres, se inficionen de barro y mates, se infiltren de esa enfermedad que
contagia el Nazareno marginal que se llama solidaridad. C’est tout!
Foto tomada de ABC.es
Marx trajo la ciencia social, al servicio del analisis de las causas y efectos de la injusticia económica. Bienvenido!!
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