La Biblia, el estudio, la política…
Eduardo
de la Serna
Podríamos decir que, en cierta
manera, la Biblia ha vuelto a estar de moda: una ministra, en Brasil, dice
tener “título divino” (para simular no tener el título de abogada que decía
tener) por enseñar la Biblia y decir que “menino
veste azul, menina veste rosa”. Cientos de grupos repiten la Biblia casi a
coro para oponerse a la interrupción voluntaria del embarazo, el matrimonio
igualitario o hasta a la regulación del embarazo. Grupos evangélicos y algunos
católico-romanos hacen público su apoyo al presidente legal de Venezuela,
Nicolás Maduro. Y podríamos seguir casi ad
infinitum. Las cosas de la vida cotidiana pueden (o lo son, en ocasiones)
iluminadas, guiadas, confrontadas o rechazadas en nombre de la Biblia. Ahora
bien, si hay grupos que remiten a la Biblia y llegan a conclusiones tan
disímiles ¿qué ocurre? ¿Cómo es posible?
Señalemos, brevemente, que la
Biblia no es un libro sino un grupo numeroso de libros (los católico-romanos y
las comunidades evangélicas no coinciden en el número total por motivos que no
es el caso señalar). Ya ha quedado descartada definitivamente esa imagen
(habitual en numerosas pinturas del renacimiento, por ejemplo) de un enviado de
Dios dictando a un escriba que absorto transcribe íntegramente lo dicho. Decir que
la Biblia es “palabra de Dios” no quiere decir eso, ¡sin duda ninguna! Una cosa
es dictar y otra cosa es inspirar. Volvamos: “numerosos libros”, entonces,
quiere decir numerosos autores. Decenas de autores (y seguramente algunas
autoras también) han escrito después de haber “escuchado” en su corazón el “sentir
de Dios”.
Saquemos de aquí algunas
conclusiones: los autores bíblicos, inspirados por Dios han escrito en su
lengua y cultura a personas con su lengua y cultura. Todos estaban en
condiciones de entenderlos (aunque “no
hay peor sordo…”). Pero nosotros estamos en un ambiente abismalmente diferente,
lo cual es evidente. Veamos un ejemplo simple: Jesús era campesino, y por tanto
usa metáforas campesinas: pastores, sembradores, pescadores… Pablo es un
personaje urbano y usa metáforas urbanas: arquitecto, ejército, etc… Y nosotros
estamos en un ambiente electrónico en el que poco de eso ilustra nuestra vida. Por
tanto, es imprescindible, al leer un texto tener en claro varias cosas: 1. Que a
veces hay textos que relativizan, que proponen otra mirada, que cuestionan, que
dan nuevos pasos, etc. con respecto a otro dicho; 2. Los textos deben ser leídos
en su contexto: “un texto fuera de su
contexto suele ser un pretexto” se suele repetir. Y “contexto” significa:
lengua, historia, cultura, intenciones, destinatarios, etc. 3. Puesto que nuestro
tiempo y cultura es muy diferente a los tiempos bíblicos (y que son más de mil
años, además), es indispensable conocer y reconocer y ver, no “lo que dice”
sino lo que “quiere decir” un texto (y otros textos que complementan,
desmienten, pulen, amplían…) para ver la pertinencia de que éste ilumine nuestro
contexto. Repetir (o “arrojar” a modo de flecha) a otro/s un versículo para “demostrar”
la perversión de un comportamiento no tiene nada que ver con la Biblia, con lo
que Dios quiere o lo que Él “sueña” que hagamos.
La Biblia no es un “vademécum” de qué hacer y no hacer, cómo
hacerlo o dejarlo de hacer para así recibir de Dios el premio merecido. ¡No es
eso! La Biblia nos revela cómo es Dios (y los diferentes libros muestran algún
aspecto para ir vislumbrando más o mejor su “rostro”, su sueño para la
humanidad). Y conociendo a Dios podremos encontrarnos con Él como comunidad y
pueblo. Podríamos decir que
de las 38 veces que encontramos la palabra “celest—” en la Biblia siempre alude
al cielo y no a un color, y menos de vestimenta; y que la palabra “rosa” se
encuentra 4 veces y siempre alude a la planta, pero discutir esto es caer en lo
que decimos que la Biblia no hace.
Digamos finalmente algo más: de ninguna manera estos
dos modos opuestos de “lectura” de la Biblia reflejan dos “religiones”
diferentes: evangélicos contra católico-romanos, por ejemplo. Hay dos modos de
lectura, sí. Y hay miles de católicos y de evangélicos que las hacen suyas. Si
el “fundamentalismo” nace en ambientes evangélicos, muy rápidamente fue
repetido en ambientes católicos, y hay miles de católico-romanos fundamentalistas.
El fundamentalismo, católico o evangélico suele estar ligado a un
espiritualismo desencarnado (hasta que alcanza el poder, claro) pero que
-¿curiosamente?- no toca lo económico. Suele ser “de derechas”. Y no señalo que
una lectura “contextual” de la Biblia sea “de izquierdas”, porque no es “un
campeonato”. Una lectura contextual nos muestra otro rostro de Dios, no un Dios
que quiere ser “obedecido” al pie de la letra, aunque te vaya la vida en ello
(por eso la lectura fundamentalista es un “suicidio
del pensamiento”, no hay nada que pensar sino solo obedecer), es un Dios
que se revela como padre y como madre, que quiere ser amigo y compañero de
camino, que sabe del perdón y de la fiesta, en suma, que quiere la vida porque
es Dios de vida. Muchos de los que tratamos de ayudar a otros a leer la Biblia
elegimos pararnos de este lado.
Foto tomada de http://protestantedigital.com/cultura/36029/la_biblia_de_la_piedra_a_las_pantallas
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Cualquiera puede comentar y no será eliminado, aunque no este de acuerdo con lo dicho, siempre que sea respetuoso (caso contrario, será borrado). Pero habitualmente no responderé los comentarios, ni unos ni otros, para no transformar este blog en un foro. De todos modos, podrán expresar su opinión.