Una mirada miope… y su silencio
Eduardo
de la Serna
Una cosa que, quiero
confesarla desde el principio, me llama la atención en América Latina y el
Caribe en estos tiempos es la actitud (o la falta de ella) en diferentes grupos
frente a la situación política. Lo explico claramente para empezar: me llama la
atención escuchar en grupos religiosos, pastorales e incluso teológicos
profundas críticas a los gobiernos que, más mal que bien, se suele calificar de
progresistas: son frecuentes las críticas a Maduro, Ortega, Correa, Lugo, Lula /
Dilma, Evo, los Kirchner, mientras que se palpa un doloroso silencio ante los
gobiernos de Uribe / Duque, Piñera, Lenin Moreno, Temer / Bolsonaro, Fujimori /
Kuczynski / Viscarra… Para ser claro, no me refiero a las actitudes de pequeños
grupos en uno u otro lado, sino a las actitudes en general. Se dirá que “tal
gobierno” hizo “tal cosa” que es mala, o hasta perversa… Y en ocasiones es
posible que sea real (aunque vista la mentira sistemática de los Medios de
Comunicación y la cooptación del poder Judicial es muy difícil tener datos
seguros y firmes al respecto (los casos que salen a la luz en Argentina y Brasil
nos dan la razón sobre esto). La “bandera” frecuente es la “corrupción” que
suele ser una gran farsa o mentira (pienso en el caso argentino, pero también
en otros que conozco bastante bien). La omnipresencia de “la embajada” no puede
descuidarse, además.
Ahora bien, lo que me llama la
atención, por encima de todo, es la actitud de los que se autopresentan como “progresistas”.
Es decir, me sorprende que muchas y muchos “ilustrados” sean tan críticos a los
errores, defectos o miserias (reales o ficticios) de los gobiernos
supuestamente más amigables que terminan siendo absolutamente funcionales a las
derechas más recalcitrantes. Y me pregunto ¿con qué análisis político analizan
(valga la redundancia)? Porque si terminan beneficiando a los “adversarios” no
parece demasiado sensato. Y mi primera pregunta, y que entiendo la fundamental,
es si miran desde sus ideas, sus propuestas, o hasta dogmas o si miran – como punto
de partida primero y principal, lo que beneficia a los pobres. Es decir, si no
empezamos “desde el lugar del pobre” empezaremos desde “la idea”, desde los
principios (más o menos sensatos, sin duda) de lo que entendemos como bueno o
como malo) y no desde la vida o muerte del pobre, de su falta de vida o de
trabajo, de su enfermedad o no acceso a la tierra, desde su propia realidad. La
experiencia me dice que Lula sacó millones de brasileños de la pobreza y el
hambre, y que algunos y algunas muy ilustrados lo criticaron de tal manera que
fueron funcionales a que hoy Bolsonaro sea presidente. La experiencia me dice
que Iván Duque, una marioneta de Álvaro Uribe (tanto que algunos en Colombia
hablan del tercer gobierno de Uribe), está dinamitando los procesos de paz. La
experiencia me dice que en Ecuador se habla de que Correa “mintió con los datos”,
“se robó todo” y que dejó una herencia que el actual gobierno traidor no logra revertir
(“a pesar”, sic, del apoyo del FMI… o – seguramente – precisamente a raíz de
ese apoyo). Todas frases que son lugares comunes en toda América Latina. Y, por
supuesto, la experiencia me dice que en Argentina el gobierno de Mauricio Macri
– que cuenta con el apoyo de jueces, los medios de comunicación, los grandes
empresarios y la complicidad silenciosa de gran parte del episcopado –
empobrece día a día a los y las argentinos, la desocupación avanza notablemente,
la inseguridad laboral es un miedo frecuente, el hambre crece, y la pobreza
también.
Y en todos estos casos, es
llamativa la actitud de algunos sectores eclesiásticos. Y no me refiero a los
que siempre han sido y son cómplices del poder, sino a los que debieran ser “voz
de los que n tienen voz” como (¿erróneamente?) se decía. Los pobres tienen voz,
pero no son escuchados. Y muchos se desentienden de la suerte de los pobres en
nombre de teorías, o principios. ¿No será hora que sea la suerte (o la muerte)
de los pobres la que nos mueva y conmueva, la que nos meta y comprometa?
Porque, si sigo sin escuchar voces críticas ante el gobierno de Piñera, de Macri,
de Vizcarra o de Duque, de Bolsonaro o de Abdo, o si escucho voces funcionales
contra Lula y Correa, Lugo y Cristina, Evo y AMLO me queda la pregunta de en
qué momento se ha olvidado el profetismo y nos hemos transformado en simples funcionarios
de los establecimientos económicos o eclesiásticos. La suerte de los pobres, no
otra cosa, debiera ser el punto de partida y de miras. De otro modo, es miopía.
Foto tomada de https://elpregonero.cl/taller-de-formacion-de-la-unap-victoria-abordo-la-mirada-de-la-pobreza/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Cualquiera puede comentar y no será eliminado, aunque no este de acuerdo con lo dicho, siempre que sea respetuoso (caso contrario, será borrado). Pero habitualmente no responderé los comentarios, ni unos ni otros, para no transformar este blog en un foro. De todos modos, podrán expresar su opinión.