La religión – esa – opio del pueblo
Eduardo
de la Serna
Veo en Página 12 de hoy una
nota de Washington Uranga sobre un pronunciamiento de las Iglesias Evangélicas
presididas por el amigo Néstor Miguez. Y se me ocurre, partiendo de esto,
reflexionar un poco.
Ya he señalado, y nunca es
suficiente, que en general los Medios de Comunicación, son de pasmosa
superficialidad o ignorancia al comentar temas religiosos. Suelen analizarlos
con categorías políticas, cuando no “cholulas”, con lo que decenas de temas
quedan sin mirarse con hondura, la mayoría se comentan con categorías
inadecuadas y muchas cosas fundamentales quedan fuera de todo análisis.
Un tema importante, en estos
casos, es el del fundamentalismo. Hay fundamentalismos políticos y religiosos,
cristianos, judíos e islámicos; y mirar un grupo, cualesquiera que fuere,
mirando sus fundamentalismos no sólo es superficial... también es falso. Los
fundamentalismos cristianos (que son de los que puedo hablar con más
conocimiento) no sólo leen “a la letra” los textos, bíblicos en este caso, sino
que los deforman. Todo texto, también los bíblicos, tienen un contexto, un
lugar, una intención, un modo (o género literario), unos destinatarios, reales
o supuestos, etc. Y leer “a hoy” un texto de ayer, “a nosotros” un texto a
otros, es sencillamente falaz. El problema – y creo que es serio – es que es
imposible dialogar o responder a los fundamentalismos. No porque tengan
argumentos sólidos, sino porque se hablan dos idiomas completamente distintos.
Y (sin conocer bien el tema de las Iglesias evangélicas), me imagino que por
acá va la situación del artículo aludido. Y me detengo en unos pocos temas,
brevemente:
- Entender las categorías sexuales y de género contemporáneas a la luz de unos pocos textos bíblicos (que no hablan de ello) resulta, sin dudas, fundamentalismo.
- Entender las categorías políticas contemporáneas a la luz de los textos y tiempos bíblicos, sin dudas es fundamentalismo.
- Entender las categorías de vida contemporáneas a la luz de textos y tiempos bíblicos, también es fundamentalismo.
Los creyentes decimos que la Biblia
es “palabra de Dios”, pero ¿qué significa eso? Ya pasó (¡y hace mucho!, y ¡afortunadamente!)
la imagen en la que Dios, o un ángel, dictaba a un escriba que, con cara de
asombro, copiaba lo que este le decía. De ahí, por ejemplo, la idea de que en
la Biblia no podría haber ningún tipo de error (si Dios dictara, obviamente no
puede haberlo). Muy diferente es la imagen de personas que, inspiradas por Dios,
escriben con sus capacidades, intenciones, lugares, culturas… y limitaciones.
El famoso “pero se mueve”, que se
atribuye a Galileo (la tierra no puede moverse porque la Biblia dice que el sol
se detuvo, Josué 10,13) es expresión patente de ese modo “literal” de
comprender los textos. Pero aclarado esto, ¿qué decimos al decir que es “palabra
de Dios”? La Biblia ¿sería una suerte de “manual de instrucciones” para ir al
cielo? en lo personal creo que entender así la Biblia (y a Dios) termina
presentando un Dios que es un pigmeo. Un Dios al que, haciendo las cosas
indicadas, podemos acceder. En lo personal creo que la única manera de abrazar
a Dios es cuando él se “abaja”, nos levanta en sus brazos, es de él – no nuestra
– la iniciativa (y la fuerza). Es a eso que llamamos “gracia” de Dios. Mal
podríamos llegar a él “cumpliendo” una lista (enorme y casi incumplible,
habitualmente) de instrucciones. Creo que la Biblia nos “revela” a Dios, nos
muestra cómo es el Dios al que estamos invitados a conocer (un poco),
vislumbrar, ¡y amar! Los creyentes en Jesús creemos, por ejemplo, que Él es
rostro (la imagen) de Dios. Y nos muestra cómo es, él que es “la palabra (de
Dios que) se hizo carne” (Juan 1,14). Conocer a Jesús es el camino más adecuado
(para los cristianos) para conocer a Dios.
No es casualidad que las lecturas fundamentalistas
conduzcan a posiciones retrógradas o conservadoras. “En mi país la tierra ha vuelto a ser plana” dijo un estudioso brasileño
en el reciente congreso de estudios bíblicos en Buenos Aires (16-19/7/19). Y,
sin duda alguna, esas posiciones son totalmente ideológicas, sólo que
disfrazadas – en ocasiones – de religiosas o filosóficas [no estoy sosteniendo
que las ideologías sean malas ya que creo que nada hay sin ideología; sólo
sostengo que la tienen los que afirman una suerte de asepsia al respecto]. Un
ejemplo, por caso, es la cantidad de personas que se han levantado contra la “ideología
de género”, casualmente todos (o casi) comentándola desde la más rancia derecha
política, o religiosa.
Algo semejante ocurre frente al tema de la “vida”.
La misma Biblia que dice “no matarás”
no se caracteriza en muchas ocasiones por su “pacifismo”. La cantidad de
personas que “deben ser matadas” por no cumplir “el manual de instrucciones”
resultaría espeluznante de contabilizar. Sin duda el Dios de la vida quiere la
vida, y la vida plena (no estoy citando el texto de Juan 10,10 que dice otra
cosa y no quiero caer en fundamentalismo, precisamente). Y toca a lxs ciudadanxs,
lxs políticxs, lxs legisladorxs, instrumentalizar los medios para que la vida
sea para todos, todas y todes. Porque entender la vida, solo desde los meses
intrauterinos y desentenderse de la vida de los pobres, de los matados por el
neoliberalismo criminal, de las mujeres víctimas de la violencia patriarcal, etc.
también es fundamentalismo.
En suma: los fundamentalismos juegan un importante
papel político en nuestro tiempo (y no me refiero sólo a los fundamentalismos “evangélicos”
sino “cristianos”, que en la Iglesia católica romana también los tenemos). Un
papel totalmente funcional al dios pigmeo, a un manual de instrucciones que muchos
no queremos seguir y, sobre todo, a un “disfraz” de vida y creencias que
termina conduciendo a más muerte día a día. A las pruebas me remito. Al
macrismo me remito.
Foto tomada de https://www.pexels.com/es-es/foto/446885/
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