¿Ocurrió o no?
Eduardo de la Serna
Me
parece evidente que a nadie le gusta recibir malas noticias. Es más, cuando
alguien viene con “una buena y otra mala” pido primero ésta, para – al menos –
después quedarme con un sabor agradable. No coincido con la primera parte del
dicho de Serrat (“nunca es triste la
verdad”) pero me parece indiscutible la segunda (“lo que no tiene es remedio”).
Fui
testigo, por ejemplo, de una situación: una muchacha contaba una experiencia de
abuso familiar, y otra, horrorizada le decía -“¡No me cuentes, no me cuentes!”
Los
hechos dolorosos simplemente “duelen”. Pero después, además, se empieza a mirar.
Y allí es característico tanto el “¡yo no fui!” como el “¡fue él/ella!” (“la culpa es del otro si algo me sale mal. Entre
esos tipos y yo hay algo personal”). Me acuerdo, hace muchos años, un grupo
de hermanitos terribles que venían a jugar al jardín de la parroquia que tenía
hamacas, toboganes y un “subibaja”. Entre ellos se tiraban piedras, se
peleaban. Una vez volvía en mi bicicleta de una casa y estaba el más chiquito
en la calle, agarró una piedra y me la tiró (ni se acercó a mí el “piedrazo”) yo
paré la bici y le dije “-¿qué hacés?” y él me dice “-yo no fui”. Sólo pude reírme.
La
realidad (o realidades) en nuestra América Latina es de mucho dolor. De muchos
dolores. Desde lo ambiental a las pobrezas, los migrantes y desplazados y las
víctimas de violencias varias, el paramilitarismo y el sicariato, los femicidios
y las violencias contra los niños, el hambre y las enfermedades (especialmente
las que son consecuencias de la pobreza), la droga y el analfabetismo, la
injusticia, la corrupción y las mentiras oficiales (o cuasi) … Y se podría
seguir y llenar páginas enteras. Y ante el dolor, algunos eligen no mirarlo, o
desviar responsabilidades (yo no fui, fue otro, no hay otro camino, fatalismo);
otros deciden “arremangarse” y empezar a buscar soluciones. Hay de todo en la
viña del Señor. Es por esto que el enorme teólogo Jon Sobrino afirma que el
primer paso es “ser honestos con lo real”.
Sin mirar la realidad real no puede enfrentarse un problema, encontrar causas y
respuestas, ni pensarse el hecho (sociológica, humana y teológicamente).
Nada
de todo esto sirve cuando hay un hecho (por caso los resultados de las PASO) y
el (todavía) presidente afirma (y repite) que eso “no ocurrió”. Si no ocurrió
no hay mensaje, nadie le dice nada a nadie. Y por tanto no hay que pensar
respuestas y/o soluciones (no se entienden algunas medidas tomadas [“alivio”, sic]
ante algo que no pasó ¿no?). Es cierto que hay otros (muchos) que creen (creemos)
que sí ocurrió y nos llenamos de esperanza por ello. Porque algo pasó, y puede
seguir pasando. Y queremos que siga pasando, ¡y más!
Un
presidente ausente, una gobernadora encerrada, un intendente de cartón piedra
parece todo lo que tienen para ofrecer en estos momentos en que crece el
hambre, la desocupación, la emergencia de medicamentos, habitacional, ambiental
(y también acá podría llenarse la página) … Y ante el drama, el presidente
niega, la gobernadora se va y el intendente sonríe. ¿Entienden por qué pasó lo que
dicen que no pasó?
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