¿Quién es para mí Teresa de Lisieux (2)?
Eduardo
de la Serna
Hace mucho tiempo escribí esto
que, más tarde reiteré en mi blog. Quiere ser mi punto de partida para pensar y
decir algo hoy, día de Santa Teresa de Lisieux.
Sigo haciendo mío lo mismo que
allí dije. Sólo quisiera corregir una frase: decía que no es domesticable, y
debo decir, que no lo es “para mí”, pero creo que todas las cosas de Dios
pueden serlo, y también Teresa. Hemos domesticado “hasta la cruz”, ¿no vamos a
domesticar la santa de las rosas, la sonrisa, la confianza y la ternura? Para
peor, creo que la domesticación de Teresa tiene una gran responsable, ¡Teresa
misma! Su lenguaje, ejemplos, esquemas ayuda a que sea vista como aniñada (a
pesar de lo que ella misma dice al respecto), a que se “endulce” su palabra y
sus actitudes, y hasta a ella misma. Solamente, creo, cuando nos volvemos
capaces de romper con su lenguaje y sus imágenes, cuando logramos entrar en su “nervadura”
es que podremos conocer, comprender y dejarnos enseñar por ella. Si no, seremos
repetidores de una suerte de mediocridad celestial que poco o nada tiene que
ver con Teresa.
Creo que en su esquema aniñado
se encierra una mujer grande, capaz de abrir puertas nuevas, de caminar caminos
y de mirar a Dios con nuevos ojos. Dios que es Jesús, para ella. Alguien dijo
que Teresa de Lisieux le devolvió el Evangelio a la Iglesia; no sé si es o no
exagerado, pero creo que es bastante verdadero. El Evangelio era el que le daba
la garantía o no de “la verdad”, algo que movía sus convicciones y sus
palabras. cuando quiere conocer al Jesús “de verdad” o a la Virgen “de verdad”
se refiere precisamente a lo que dice el Evangelio y no los textos piadosos o
legendarios. Teresa fue honesta con lo real y no hizo suya una piedad de
ficción, de romanticismo sin la carne de Jesús (y María). En tiempos en los que
la mirada de la realidad es posverdadera, de globos o márquetin, de ficción
mientras la realidad real y la verdad verdadera arrasan con la vida y la
esperanza de los pobres, no está mal mirar a Teresa y al Evangelio. Estoy
convencido que así nos acercaremos, al menos un poco, a aquello que Dios/Jesús
quiere para nuestra historia. Nada poco, por cierto.
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